25 de nov. 2020

El asesino catalanohablante no existe




Chafardero lo soy, pero chafardeo muy poco en esa red social llamada Tuiter: me da pereza, me cuesta escribir pocas líneas. Suelo escribir a chorro. Luego, aunque sintetizar sea un excelente ejercicio, me resulta un tormento. Así que, como otras veces, llegué tarde al tuit de un patriota catalán a quien no se le ocurrió otra forma de conmemorar el día contra la violencia machista que con una aportación que rezaba lo siguiente: ¿Alguien es capaz de citar a cinco maltratadores de mujeres que sean catalanohablantes?

¿Cómo responder, en cuatro líneas, a eso? Me resulta imposible. Así que me he propuesto mencionar, brevemente, las reflexiones que se aparecen en mi cabecita:

1- Al autor del comentario le importan un bledo las mujeres maltratadas, las asesinadas y las violadas. Él, a lo suyo. Y lo suyo es la lengua vernácula. Si Jack The Ripper hablaba inglés con acento de Manchester, no era escocés y eso debe ser lo importante en Edimburgo. Digo yo.

2- En mi pueblo, uno de los últimos asesinatos de una mujer a manos de su pareja lo perpetró un hombre que no solo era catalanohablante si no también miembro de la ANC. En su balconcito había una pancarta de dicha organización independentista. El siguiente era Mosso de Escuadra, aunque desconocemos su lengua vehicular. Jamás dije ni escribí: "los independentistas matan a sus parejas", o "los Mossos matan a sus mujeres". No se me ocurriría escribir una barbaridad semejante.

3- En una población bilingüe (o trilingüe o cuatrilingüe, o simplemente multilingüe) ¿es oportuno, adecuado y relevante mencionar la lengua del agresor? ¿Alguien piensa que se puede relacionar la lengua materna con la práctica de la violencia? ¿No se han dado cuenta de que hay infinidad de estudios que demuestran la apabullante transversalidad de clase, de cultura y de edad que muestran los agresores y la víctimas?

4- Jordi Amat, tras publicar hace unos pocos años La conjura de los irresponsables sobre el intento de golpe de estado de los independistas catalanes, publica El hijo del chófer. En él se cuenta la historia, rocambolesca, trágica y muy lamentable de Alfons Quintà, exdirector de Tv3, un hombre que mató a su mujer en 2016. ¿En qué lengua creen ustedes que se expresaba un directivo de Tv3 nombrado por Pujol?

4- Y llego, por fin, a lo de siempre: las barbaridades como las que expresa ese tuit tan desafortunado solo se dan cuando existe un entorno que las promueve, las facilita o las jalea. Y ese entorno se ha creado des de las instancias del poder autonómico regional y des de los medios propios, subvencionados o afines al poder regional. No se puede llegar a ninguna otra conclusión. Eso, señores y señoras, es un delito muy grave. A mi no se me ocurriría responderle al tuitero, no merece la pena. Es un pobre ser engañado. Llámenle abducido, o trepanado por el trepanador nacionalista. El delito no está en el tuitero: está en el gobierno regional y en Tv3. Bueno, y en Cataluña Radio y etcétera.

A todo eso, uno solo es capaz de sentir una pena muy grande. Por las víctimas muertas en primer lugar. Y luego por todos nosotros. El tipo que escribió sobre la lengua del maltratador no tiene porque ser una mala persona. Quizás sea un buen padre de familia. Parecía tan normal, el chico. Es una víctima, pero aunque de otro orden. Y no lo sabe ni quiere saberlo. Es un cómplice, también. Y un ignorante deliberado. Hay una reivindicación muy insistente de la ignorancia entre la ciudadanía independentista. Eso me preocupa mucho.

19 de nov. 2020

Te mato porque eres mía

Al principio del desastre, en marzo o quizás en abril, el Presidente de la Generalitat --hoy áureamente retirado-- afirmó que, de haber sido independiente Cataluña, no hubiese tenido muertos por la Covid. Marta Rovira, des de su retiro suizo, dijo casi lo mismo: la independencia nos hubiese dejado al margen de la epidemia. Hay un oscuro deseo de vivir en una Cataluña ajena a la historia en todo eso. La consejera de Salud, la regional Alba Vergés, añadió que el virus catalán era distinto del virus del resto del mundo. El señor Junqueras, oráculo ensombrecido (valga la ironía), culminó la lista de ensoñaciones con una frase magistral: la Generalitat gestionará mejor los efectos de la pandemia que el resto de España.

La realidad, a día de hoy, desmiente al señor Junqueras. A los demás creo que la realidad no les afecta, o muy poco. Ha sucedido lo que muchos nos temíamos: a la hora de la verdad, el gobierno regional ha mostrado ser un zoquete enorme, monstruosamente zoquete. (Su inutilidad es tan apabullante que nos permite repensar el asunto autonómico: ¿hasta dónde debe llegar la descentralización?).

Les fue fácil hacer campañas y declaraciones solemnes, levantar banderas, colgar pancartas, inundar de lacitos las calles y las solapas de sus crédulos creyentes, pronunciar grandes frases, entonar cánticos a la patria, a la heroica patria, sollozar por el mundo --con carísimas plañideras funcionarias del llanto-- sobre el maltrato atávico, comprar urnas en la China, llenarlas de sus votos más falsos que un duro de madera, proclamar un república (de ocho segundos de vida), declararse presos políticos o exiliados.

Pero a la hora de la verdad resultó que gobernar y gestionar... no era lo suyo. ¡Ay Dios! Cuando a los nacionalistas les toca gobernar a su nación, la hunden en la miseria. Por tanto quererla, la hunden.

La realidad les dio una colleja muy sonora, con la mano abierta, un revés en forma de bofetada. Hacer campañas no es lo mismo que administrar. Declararse muy bueno, muy patriota y muy listo no es lo mismo que preocuparse por el bien de ese pueblo al que dicen, dicen, dicen amar tanto. O quizás solo aman el mapa del paisito, claro. Quizás solo aman a las piedras, a esas piedras que deben hablar catalán desde los tiempos de los australopitecos.

Gestionar, ay, Señor mío, gestionar es otra cosa. Abandonaron a la sanidad pública, ya en tiempos del profeta Mas. No la han rescatado. Abandonaron la escuela pública: ahora anuncian, otra vez, la llegada inminente de ordenadores portátiles y conectividad, una inminencia que lleva unos seis meses siendo inminente. El Consejero de Trabajo y Familias se pierde en su laberinto de torpezas, el de empresas, cabezón que es él, promete un dinero del que no dispone. Y todos ellos crean más incertidumbre, más pavor, más dolor. Al pueblo que dicen amar tanto, más que nadie.

Tanto aman a su pueblo que le quieren dolido, jodido, postrado. Hace un tiempo pensé que la estupidez del gobierno era una más de sus tácticas ladinas: crear mucho malestar para, luego, acusar de ello al gobierno de España. O a España en general. Es la táctica del hombrecito en Waterloo: cuánto peor para los demás mejor para mi, se repite cada noche, tras sus avemarías al pie del humilde y exiguo catre en su choza belga.

Pero luego me di cuenta de que no hay táctica alguna en su ineptitud mitológica: son incapaces de gestionar un región. Una región que se empequeñece a ojos vista. Pero claro, ¡la aman tanto...!

Aunque patria descienda de pater, según la etimología, es palabra femenina. Y ellos son hombres. Y los hombres, en cataluña, tienen el derecho a maltratar a la patria. A condición de amarla mucho. De amarla tanto que le pegan, la insultan la explotan y la oprimen. Solo quien mucho ama a una patria puede destruirla. A Junqueras, Puigdemont, Torra, Rovira, Aragonès y El Homrani solo les faltó decir eso: Cataluña, te mato porque eres mía. No dejaré que te mate un virus extranjero, te mataré yo mismo. Antes muerta que de otro.


15 de nov. 2020

Libro de Autoayuda para catalanes no independentistas

Los catalanes independentistas se pueden autoayudar cada día --en el sentido onanístico--, con Tv3, con Catalunya Ràdio, con El Punt/Avui o con el Ara. Por no nombrar la muy onanística Vilaweb, que es pura pornografía nacionalista. Y disponen de más medios para autocomplacerse: las ruedas de prensa del gobiernito regional, sobretodo, amén de otros medios subvencionados y de muchos compatriotas afines a la causa. A la Causa.

Pero ¿cómo diablos nos autoayudamos los catalanes unionistas, botiflers, constitucionalistas o simplemente no nacionalistas?

Lo tenemos entre mal y muy mal. Incluso la Cadena Ser (su franquicia catalana), se ha permitido decir, el día 12 de noviembre de 2020, que el partido Ciudadanos es alérgico a la inmersión lingüística. ¿No bastaba con decir que el partido es contrario a la inmersión en catalán? ¿Dirán algún día que el consejero Bargalló es alérgico al castellano de Cervantes, de García Márquez y de Vargas Llosa?

Bueno, el asunto es que los catalanes no nacionalistas nos ayudamos entre nosotros y como buenamente podemos, sin presupuesto a cargo de ninguna consejería, ministerio ni comisión europea: leemos a Ramón de España en Crónica Global, a Albert Soler en el Diari de Girona. Nos conformamos con un comentario caído al azar en TVE, con una frase recóndita de Inés Arrimadas, con un artículo medio oculto de uno del PSOE que tiene un blog de consumo propio, con un tuit perdido en una miríada de tuits, una entrada subrebtícia en facebook, con una columna de aquí y otra de allá, columnas dispersas en una galaxia lejana.

Los catalanes no nacionalistas nos conformamos con poco y nos reconfortamos con menos. Aplaudimos la serie Patria. Y nos hablamos entre nosotros, casi siempre a media voz. Nos mandamos mensajes de solidaridad y de ánimo, generalmente en privado. Soñamos con encuentros presenciales, algún día, cuando nos permitan entrar en los bares o salir de nuestro pueblecito. Planeamos encuentros, reuniones, paellas en restaurantes libres de banderas estrelladas. Aunque sean dos cervezas y una tapa en una terracita sin fotos de Cuixart. Algunos haylos, y me consta, que han encontrado grandes amistades e incluso ligues. Si yo fuese Milan Kundera escribiría una versión de La insoportable levedad del ser situada en esa Cataluña protofascista en la que dos disidentes se conocen en medio de un mundo aborrecible de banderas con una impertérrita e inocentona estrellita blanca, blanca con el blanco de las cosas que simulan ser limpias e inocentes para ocultar su negrura y su fealdad.

¡Cuántas veces me habré metido en conversaciones virtuales que planean encuentros de autoayuda entre catalanes no nacionalistas! Algunos independentistas se sorprenderían si supieran quienes se suman a esos sueños. Del mismo modo que hay adictos inconfesos que desean curarse, también hay equidistantes y gente así que desea encontrarse con sus más verdaderos similares. En los clubes de autoayuda hay sitio para todos y no se expulsa a nadie. Si usted cree que la independencia es mala cosa pero que un referéndum sería bueno, tiene lugar en este club ficticio: incluso eso lo podemos tolerar para debatirlo con calma, aún cuando yo pienso que un referéndum de esa clase no es democrático.

Algo muy grave está detrás de todo eso, de esa penosa situación: los catalanes no independentistas nos movemos en la oscuridad de las catacumbas mediáticas. Damos por hecho cierto que perderemos las próximas elecciones, ya sea por la terquedad ciega de los votantes nacionalistas o por la maldita ley electoral. Nos resignamos a las catacumbas. Damos a Cataluña por perdida. ¡Qué penosa es la autocompasión!

Alguien me dice que los cristianos empezaron en las catacumbas y echados a la arena, con los leones de Roma. Pero que luego, mira por dónde, ahora dominan medio mundo. Es fácil y agradecido pensar así. Por eso nos autoayudamos, ya que las verdaderas ayudas (las ayudas con euros) van para la autoayuda nacio/necionalista: millones de euros para El Nacional, para Vilaweb, para el Ara, para El Punt/Avui. Millones y más millones para Tv3 y Cat.radio, para RAC1 y sus etcéteras.

Nos autoayudamos sin dinero y con promesas vanas, ensueños, . Quizás los desheredados de Cataluña heredaremos la tierra catalana, quizás, vete a saber, quizás será así algún día. Sería mucho peor sin Facebook, sin whatsapp y sin llamadas, como lo tuvieron que hacer nuestros padres. 

Los catalanes no independentistas empezamos a tener aspecto de resistentes míticos, mitológicos. Y a mi no me gusta este aspecto. Yo solo quería vivir, sin más adverbios. Sin patrias, sin anti-patrias. Vivir más o menos protegido por una constitución más o menos democrática, y solo sufrir por la miseria, las injusticias sociales y cosas así. Sin patrias, sobretodo sin patrias.

12 de nov. 2020

Todos contra España

En 1997, Arcadi Espada publicó el que es, para mi, uno de los mejores libros para comprender la Cataluña contemporánea. Se titulaba, precisamente, "Contra Catalunya". El título nos habla de los años oscuros del pujolismo (una oscuridad de la que no nos hemos librado). Nos habla de cuando criticar al gobierno autonómico, a Pujol, a la Tv3 o a la prensa catalana significaba ser acusado de ir contra Cataluña.

Así seguimos hoy: los nacionalistas de izquierdas (?) no han criticado apenas nunca a Torra. Hacerlo sería ir contra Cataluña. No protestan, apenas, contra las normas del gobierno regional actual cuando cierra bares, perimetra y proclama toques de queda. No protestan contra el desbarajuste en la educación: hacerlo sería ir contra Cataluña. El consenso en eso es casi unánime. Así, quienes no somos nacionalistas y por consiguiente no tenemos problemas en cuestionar al gobierno autonómico, debemos asumir (y lo hemos hecho) que seremos acusados de malos catalanes, de poco catalanes, de ñordos, de quintacolumnistas, de botiflers o de despreciables en función de cual sea nuestro origen y posición.

¿Pasa lo mismo en el conjunto de España? Bueno, habría que analizarlo con cuidado. La izquierda española, en general, no tiene problemas en proclamarse española. Pero queda aún la vieja duda, la sospecha antigua: ¿los comunistas del PCE hablan de España y la sienten suya? Y si no lo hacen ¿es porqué la palabra España, su bandera y sus símbolos siguen secuestrados por la derecha patriótica?

A los catalanes no nacionalistas nos están quitando Cataluña. Incluso han emponzoñado la lengua materna de muchos de nosotros, de origen catalanohablante. Y ni le cuento lo que sucede, ya, cuando uno afirma ser felizmente bilingüe.

Uno, a veces, cree que la Guerra Civil es algo lejano y que ya no tiene sentido hablar mucho de ella. Algunos lo hacen por pudor, otros por vergüenza, otros por hastío. Pero a mi me gusta hablar de ella, ya que cada vez cobra más sentido: estamos en España, no hay que olvidarlo. No estamos en el limbo, ni en Europa. En España.

En España solo es de verdad lo que sangra. Por eso, quizás, nos gusta tanto el vino: el vino recuerda tanto a la sangre que incluso los cristianos confunden ambos fluidos en su ritual principal.

Quizás España solo es de verdad cuando sangra, para seguir con la misma imagen. Quizás por eso hay independentistas catalanes que sueñan con tiros en las calles, que especulan con el número de muertos convenientes para que en el exterior se fijen en su causa. Eso, también, explica porque el independentismo catalán es un fenómeno tan intensamente español. Aunque les duela, la españolidad del independentismo es incuestionable. Quizás sean, a fin de cuentas, los más españoles de todos: hablan de España cada día, en cada tuit, en cada grito. Aunque sea para pronunciar puta España, hablan de España sin cesar.

Mírense la fotografía de arriba: los que yacen en esa fosa no llevan banderas ni símbolos. Pudieron haber sido rojos, azules, anarquistas, brigadistas extranjeros impulsados por un sueño romántico. Pudieron haber sido, también, personas que se encontraron en el mal momento y en el mal lugar, empujadas a una guerra que les importaba un bledo. Quizás era personas que solo querían vivir, bailar con chicas, comer, beber, mirar como pasan las nubes.

No murieron por España: murieron (y quizás habían matado, antes, en su turno) por una idea de España, por una imagen de como debería ser España para que fuese la suya, la verdadera. Por eso la Guerra Civil no pasa de moda. Quienes ganaron la guerra impusieron su modelo, como es natural. Del mismo modo que hoy, quien gana las elecciones en Cataluña se siente vencedor e impone su idea: miren ustedes si está vigente aquella guerra: cuando uno gana unas elecciones piensa que ha ganado una guerra. Ya que las elecciones son la forma, más o menos incruenta, de revivir la vieja guerra.

Fíjense bien en la foto: uno de los cráneos muestra la señal indudable del tiro de gracia en el hueso parietal. Sin rostro, sin banderas, sin carné de ningún partido, sin palabras, sin gritos ya. Solo ese hueso mondo y lirondo que es idéntico a todos, la esencia que nos une, nos guste o no.

Ese hombre ¿iba contra España o a favor de ella?


El Niño de Elche expresa a su manera lo que es un hombre. Un hombre que puede ser el que yace aquí, en la foto, con el orificio de la bala en el occipital. Ese hombre podría ser usted. O yo.


8 de nov. 2020

Lo que Joe Biden nos cuenta a los catalanes



Lo que Biden nos cuenta a los catalanes es eso: al populismo identitario se le puede vencer en las urnas. No es imposible vencerle. Del mismo modo que un candidato tan poco atractivo como Joe Biden ha podido derrotar a un nacionalista identitario como Donald Trump, un candidato constitucionalista puede derrotar a Junqueras&Puigdemont. El populismo es, como las llamadas "nuevas políticas", algo que se puede derrotar en las urnas. Podemos, Vox, ERC, JuntsxCat: no nos debemos asustar por esas siglas que no aportan nada salvo crispación e identitarismo inane. 

Eso es una aportación al optimismo democrático y constitucional.

El señor Abascal salió trasquilado en su patética moción de censura. Junqueras periclita, Puigdemont es un fantoche. Su identitarismo no nos lleva a nada. El identitarismo de Puigdemont, matriz del identitarismo de Abascal, tampoco. Eso son callejones sucios, polvorientos y mierdosos, callejones sin salida. Puigdemont es Abascal sin barba puntiaguda; Abascal es Puigdemont sin pelambrera. Ambos son el desastre y la nada, la perdición de España, la derrota de la democracia en el sur de Europa.

Debemos recuperar la democracia, sus valores fundamentales. Librarnos del identitarismo, esa es nuestra primera obligación y los votantes de los EUA nos lo han mostrado.

Lo cuenta muy bien Douglas Murray en su libro La masa enfurecida: nos estamos jugando la democracia. Les dejo aquí las tesis principales de Murray:

1) La política de la identidad implica el fin del individuo, que es disuelto en la tribu.
2) La política de la identidad es vivida como una pseudorreligión.
3) La política de la identidad lleva a Occidente a la autodenigración.
4) La política de la identidad necesita alimentar constantemente el victimismo.
5) La política de la identidad se está deslizando hacia el totalitarismo.
6) La política de la identidad se basa en el dogma de la “interseccionalidad”.

A la política de la identidad se la puede vencer con la democracia y la transparencia.


6 de nov. 2020

El misterio de la Lengua Vehicular

Por lo visto, la lengua castellana ya no es la lengua vehicular en las escuelas de Cataluña, en virtud de una enmienda a la ley de educación que se acaba de aprobar. ¿Cómo? La noticia me desconcierta. Llevo veinte años escuchando que la lengua catalana es la lengua vehicular de la escuela catalana: me lo han dicho directoras, inspectoras, jefas de estudio, compañeras, secretarios generales, directores generales y consejeros de educación de tres partidos: CiU, ERC y PSC. Incluso representantes sindicales de la cosa docente me lo han dicho mil veces y durante dos décadas: la lengua vehicular de la escuela catalana es el catalán, no es el castellano.

Acaban de prohibir algo que no existía, curiosa forma de gobernar. Decir que la lengua castellana ya no es vehicular en la escuela catalana es lo mismo que afirmar que en la escuela catalana no se impartirá nunca más el sánscrito, o que no se repetirá nunca más que la Tierra es plana. ¿A qué obedece el anuncio, entonces? Bueno, me temo que responde a la necesidad de ERC de plantarse ante el electorado y contarle sus apabullantes victorias contra Madrid. Al PSOE digo yo que le dará lo mismo: son algo más listos que los ERC y saben que el anuncio es una perogrullada de las gordas. Pero mira, si eso les pone contentos...¡qué le vamos a hacer!

Vivir en Cataluña tiene eso: que la función de circo es infinita, circular, a veces siniestra y otras grotesca.

Una vez fui reprendido ante todo un claustro de docentes por haber sido pillado in fraganti hablando en castellano con unos alumnos: lo hice, es cierto: lo hice en la calle y mucho más tarde del horario escolar, cuando me crucé con unos alumnos jugando en la vía. Lo hice, sí, hablé en castellano con ellos y con tal fortuna que un alto cargo del centro me escuchó en ese gravísimo desliz, que contiene tintes de crimen.

-Si les hablas en catalán en clase pero en castellano en la calle, les das un mensaje equivocado y desmereces al catalán -dijo el alto cargo escolar (de origen castellanohablante).

Podría contar la infinidad de ocasiones en las que se ha repetido, una y otra vez: la lengua vehicular es el catalán, la lengua vehicular es el catalán, la lengua vehicular es el catalán... Y por Navidad, tradiciones catalanas. Y por San Jorge banderas catalanas y Jocs Florals. Así, una y otra vez, hasta crear la ilusión pueril -pero vagamente eficaz- de que Cataluña es un país milenario, con su historia propia y su cultura propia: una historia y una cultura desvinculadas del mundo, como si jamás hubiese existido no ya España, sino tampoco Francia o Inglaterra. El planeta Cataluña. Eso es lo que acaban de blindar: lo que ya existía y estaba blindado de sobras.

No entiendo muy bien, aparte de por la táctica política más bien chapucera, el sentido de nombrar el caso de la lengua vehicular: siempre pensé que era un asunto que no querían menear demasiado, no vaya a ser que se den cuenta... 

Para terminar, otro asunto: el propio concepto de lengua vehicular... ¿no les chirría un poco? En los centros catalanes (por lo menos en los del área de Barcelona y sus aledaños, en donde vive el 80% de la población catalana) todo el mundo sabe que la inmensa mayoría de los alumnos se expresa en castellano ¡incluso en el patio! gritaron con horror la facción talibán, esa Plataforma per la llengua que parece entrenada en algún sombrío campo de Afganistán por los barbudos integristas. Cuando hay que imponer una lengua vehicular se acepta que esa lengua no es la propia: nadie, en Valladolid o en Turín o en Lisboa o en Nantes se ha planteado jamás la existencia del concepto lengua vehicular. Aquí, sí.

Eso es lo que acaban de prohibir: lo que no existía. Sin embargo, les diré algo a los políticos de ERC: pueden prohibir lo que sea, incluso lo que no existe. Lo que no podrán evitar, por ningún medio, es que las personas hablen en la lengua vehicular que les sea más próxima, más querida, más natural. Del mismo modo que Franco no pudo con el catalán, ellos no podrán con las demás lengua vehiculares del pequeño mundo catalán.

Tampoco podrán impedir que prefiramos Baroja a Narcís Oller, García Márquez a Baltasar Porcel, Mario Vargas Llosa a Màrius Serra, Isabel Allende a Isabel-Clara Simó, Cortázar a Quim Monzó, Bolaño a Margarida Aritzeta, Rafael Chirbes a Rafel Vallbona, Antonio di Benedetto a Antoni Vives, Gil de Biedma a Joana Raspall, Javier Pérez Andújar a Xavier Bosch, Claudia Piñeiro a Rodoreda o Mendoza al pobrecito Martí Gironell. 

5 de nov. 2020

Cataluña interseccional

Por si no lo sabía usted, si usted es hombre y es blanco, es usted un opresor. Ser rico o pobre le hará cambiar muy poco su posición en cuanto a opresor/oprimido. Sin embargo, si es usted hombre, blanco, heterosexual y cisgénero, está llegando a las más altas cotas del opresor. Aunque sea pobre de solemnidad.

A no ser, claro está, que pertenezca usted a una minoría étnica, con lo cual podría aspirar a situarse algo más abajo y reclamar su cuota de poder, la que le han robado los opresores. Y quien dice "minoría étnica" también podría aportar la "minoría cultural". He ahí lo que les permite a algunos catalanes muy nacionalistas autodiagnosticarse como oprimidos, aunque vivan en un chalecito de las afueras de Gerona o de Sitges.

La verdad sea dicha: aunque conocía la teoría de la interseccionalidad, nunca hasta ahora había caído en la cuenta de que a ella se remiten esas izquierdas vergonzosamente nacionalistas. Eso mismo las hace simpáticas a los ojos del ministro Iglesias, que en sus primeros balbuceos proclamó que no hay ricos o pobres, si no arriba y abajo. Con ese arriba y abajo se estaba refiriendo al diagrama de la interseccionalidad, que es su credo político. Aunque eso de la interseccionalidad sale de las llamadas ciencias sociales, es evidente que no trata de ninguna hipótesis científica: es un proyecto político. Fraguada en las teorías feministas, la interseccionalidad se aplica ya a todo, y las nuevas izquierdas lo han adoptado para sumar a su causa en favor de los oprimidos a nuevas categorías de oprimidos, entre las cuales puede estar, cómodamente, el nacionalista catalán.

En clave catalana, que es mi neurosis como ustedes sabrán, la interseccionalidad le permite decir a un nacionalista catalán rico y poderoso que se siente oprimido por un español pobre. ¡Cuánto he tardado en comprenderlo! Eso explica la atracción irresistible de esas izquierdas por el nacionalismo, incapaces de plantársele enfrente y decirle las cosas claras: que el nacionalismo no es progresista, que el nacionalismo es incompatible con la izquierda, que el nacionalismo es tradicionalista, conservador y ñoño. ¡A cuántos ha seducido la interseccionalidad y las ideas de Ernesto Laclau (citado a menudo, también, por el ministro Iglesias)!

Abandonar la perspectiva de clase, esa era la idea: hablar de clases sociales parece tan demodé, tan rancio y tan atrasado como conducir un Citroen 2CV, escuchar a Armando Llamado o leer a Marcial Lafuente Estefanía. Más que demodé, resulta snob. Poco y a nadie podemos convencer cuando sacamos la clase social a colación: nos responderán que eso está superado, ya que un obrero pobre y heterosexual es un opresor de mujeres ricas. Dicho de otro modo, que Joaquim Torra está oprimido por Manuel García, jornalero de Badajoz. Exceptuando el caso en el que García fuese transexual, negro racializado o hablante del castúo, o ambas tres cosas a la vez. Si así fuese, se produciría un árduo debate en las filas progresistas, un debate espeso e indescifrable en conceptos y en el cual intervendrían, con solemnidad, el ministro Iglesias y la ministra Montero, la alcalde Colau y, como no, el intelectual Ramón Cotarelo (Cotarelo, por cierto, es un oprimido nato: anciano, con coleta y encima feo -ya saben que la belleza y la fealdad, como el género y la raza, son constructos culturales y nada tienen que ver con la naturaleza, tal como proclama la interseccionalidad).

La verdad sea dicha: ante la interseccionalidad haría mejor en callarme. Está muy mal visto criticarla y, como todas las políticas identitarias, parece intocable. Otra cosa sería debatir qué nos está aportando de bueno el identitarismo: ¿nos acerca a un mundo mejor? ¿Nos fragmenta y nos aboca a una sociedad atomizada y más violenta?. Fíjense ustedes en la necesidad, casi patológica, que sienten muchos poderosos cuando se esfuerzan en reivindicar su pertenencia a una categoría de oprimido para justificar algo. Incluso la alcalde Colau se confesó bisexual: ¿tanta contradicción le produce ser alcalde y tener poder? ¿Tan importante le era situarse en la parte baja del diagrama?

Creo que pronto veremos al señor Puigdemont declararse en alguna zona de la diversidad sexual, intelectual o lo que sea, no contento con proclamarse oprimido por pertenecer a una etnia que habita una nación sin estado. El ministro Iglesias le aplaudirá y dirá: "¿lo ven? los nacionalistas son los de abajo, son de los nuestros y debemos estar con ellos". 

Bueno, he escrito eso gracias a la lectura del libro de Douglas Murray "La masa enfurecida" y, sobretodo, gracias a la nostalgia -otra nostalgia del siglo XX- que siento cada vez que veo a alguien que se considera progresista, de izquierdas o algo así diciendo que hay que apoyar al nacionalismo, al independentismo y al referendumismo tan tedioso que vivimos en Cataluña. No lo puedo comprender, por más que lea sobre la interseccionalidad. 

1 de nov. 2020

El Alcalde Ecolila te vigila

La frase junto a la foto del Alcaldecito se las trae: tras varios tópicos (pal·liativament, proactivament)
añade un error sintáctico bastante gordo.

El alcalde de mi pueblo, un pueblo de provincias, se presenta como un alcalde Chupiguay. Hizo una campaña electoral espléndida y vigorosa. Fichó para su equipo a viejas glorias del deporte local, a actrices decadentes y a otras vedettes del mundillo educativo, cultural y vecinal. Lo llamó una propuesta transversal y popular, feminista y verde y etcétera, tres adjetivos que ocultan al populismo más facilón en nuestros tristes tiempos de tigres simpáticos.

El alcalde lo fue antes por el PSC, pero dimitió cuando Junqueras y Rull y los demás fueron detenidos, y dijo que la aplicación del artículo 155 le parecía mal, y dimitió porque, en sus propias palabras, "el partido no me representa". El alcalde olvidó algo tan simple como que era él quien representaba al partido y no al revés. Quienes votamos por el PSC no votamos al señor Ballart: votamos al equipo socialista. Me alegré de su dimisión, la verdad. La gestión de Ballart fue errática, repleta de tuits grotescos: su dimisión fue buena para la ciudad, las cosas como sean. Su sucesor, Alfredo Vega, fue mucho mejor que él.

Luego volvió Ballart, en las siguientes elecciones locales. Lo suyo fue un regreso vengativo y pasivo-agresivo, y fabulosamente bien financiado, con una campaña oculta, oscura, llena de mentiras y de medias verdades. Se fraguó en la oscuridad. Su partido se llamaba "Tot x Terrassa", emulando al partido del deplorable prófugo en Waterloo. Dicen que hizo una campaña muy buena en las redes: a quién se añadía como seguidor en su cuenta de Twiter le felicitaba el cumpleaños: un método común del populismo. Prometió a troche y moche.

El alcalde ganó las elecciones sin duda, aunque no por mayoría: pactó con ERC (la otra cara del populismo) y así se sentó en el sillón. Su meliflua voz, unida a su meliflua equidistancia con el separatismo, le valieron el apoyo de los nacionalistas del beato Junqueras. Se proclama eco-lila, y sumado a sus socios nacionalistas nos dan un alcalde eco-lila-patriótico. Es lo que hay. La democracia es eso. La ciudad, sin embargo, no es una ciudad nacionalista. Sabemos que el nacionalismo es la muerte. O la mierda.

Al principio del confinamiento descubrimos que en las calles abundaba la mierda como nunca lo había hecho: los contenedores estaban desbordados. El hedor iba creciendo al ritmo del sol creciente. Todos pensamos que era un problema puntual, anecdótico. Le escribí a una alta concejala del ayuntamiento con una foto del contenedor más cercano a mi casa. Ella me respondió con una respuesta al estilo de Pilar Rahola:  Dime dónde está y lo soluciono ya mismo. Le respondí: está en toda Terrassa.

La concejala ya no me dijo nada más. Lo del populismo es eso: ante las evidencias, se callan. Pero hete aquí que, a día de hoy, los contenedores se desbordan de mierda en todas las calles y la gente saca fotos: es para verlo. ¡Vaya con la gestión de los residuos del ayuntamiento eco-lila-patriótico, vaya montones de mierda que nos dejan!. Y la gente publica sus fotos en las redes sociales, y no es nada raro: el ayuntamiento del alcalde eco-lila-nacionalista nos advierte de la subida del 5% en la cuota de la recogida de basuras, que ya es basura.

Ante las protestas en las redes, los responsables municipales lo achacan todo a los vecinos incívicos. Y se quedan tan anchos.

Ahora el señorito alcalde Chupiguay, eco y lila y nacionalista y contrario a la aplicación del artículo 155 nos manda una campaña en respuesta a nuestras quejas. No se la pierdan. Aparte de cuatro chorradas, nos anuncia cámaras e inspectores por las calles. Los malos somos los vecinos, que lo sepan: malos por tirar nuestros residuos en contenedores repletos. Comprarán 4 camiones, muy bien: el alcaldecito no entiende que el asunto está en la frecuencia y no en el número. 

Otra perla: en una entrevista en la prensa local (sumisa y agradecida), Ballart achaca el estado de las calles a las muchas bajas por enfermedad que ha sufrido la empresa Eco-Equip, contratada para la recogida de basuras. ¡Vaya excusa tan peregrina! ¡Hay que tener valor y cinismo para responder eso!. Imagínese usted que se va al hospital y le dicen que no hay médicos porque están de baja, y que es usted un incívico por ponerse enfermo. Esa es la respuesta del alcalde Ballart, el que no me representa.

Cámaras e inspectores, esa es la receta del equipo eco y lila y nacionalista contra la mierda que llena las calles. Eso y tratarnos de incívicos. No negaremos que el incivismo existe, por supuesto que existe. Pero incluso eso es un problema del equipo de gobierno, y eso exige campañas educativas, transparencia y humildad. La deriva autoritaria e inspectora del alcalde no augura nada bueno y es común, también, en los políticos de talante populista. Julio César lo expresó con más elegancia: "no he venido a luchar contra los elementos".

La nueva política no ha aportado nada bueno ni nuevo salvo eslóganes vacíos y colorines, y contenedores a rebosar.