30 de gen. 2019

Si el Virolai puede ir a peor, irá a peor (1)

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Habiendo nacido en Cataluña y en el seno de una familia catalanista, aunque obrera, el Virolai ha estado siempre en el paisaje de mi vida. La verdad es que, cuando era pequeño, me parecía una canción ñoña y que apenas comprendía. Lo único que sabía es que esa canción emocionaba a mis padres. Aunque mi padre era ateo (él afirmaba ser agnóstico, pero era ateo), acudíamos a unas misas clandestinas en una parroquia del barrio, en la que había curas obreros y curas catalanistas. Me llevó largo tiempo distinguir a los unos de los otros. En esa iglesia se servían sermones antifranquistas, de tono vagamente obrerista, suavemente cristianizados y a la vez nacionalistas, de un protonacionalismo catalanista mitificado que insinuaba la similitud de la muerte de Guifré el Pil·lós con la pasión de Cristo. Morir para ver. Cristianizar el marxismo fue un deporte sin riesgo de hace unas décadas. En esas misas casi siempre se cantaba el Virolai, hacia el final. Hablo de un tiempo en el que Franco estaba vivo. Quizás ya no coleaba, pero estaba vivo y estaba en la cúspide del poder. Los catalanes siempre han respetado al poder, y siempre con temor. La iglesia católica se lo debía todo a Franco, pero en las parroquias de barrios pobres simulaban lo contrario: la culpa obra más milagros que la Virgen de Fátima.

Recuerdo que, en el final de una de esas misas, el párroco recomendó a los fieles salir en grupos de no más de tres o cuatro personas, y espaciadas por algunos minutos: es posible que la policía nos esté vigilando, dijo des del atril el curita barbudo. Imagínense ustedes a una chavalillo de 8 o 9 años en esta situación. La emoción me disparó el ritmo cardíaco, sulfuró mis mejillas y me oprimió el estómago. Jamás, hasta ese día, había vivo una emoción tan fuerte. Me imaginé persecuciones, tiros, heroicidades, gestas, hazañas. En aquel mundo que ahora se me antoja en blanco y negro. Por primera vez en mi vida pensé que vivía algo importante de veras, algo grande, algo que justifica una existencia. (Ahora entiendo a algunos de mis compatriotas independentistas: el engaño procesista les regala emoción a raudales).

Todo eso lo pensé mientras a mi alrededor muchos adultos serios entonaban el Virolai con un ademán trascendental, con una voluntad de metafísica urgente, con una conciencia iluminada de ser parte de la historia, pero de una historia diferente, rara, celestial. Si: crecí entre nacionalistas iluminados por el pálido fuego de la patria espectral. Ahí está mi herida que no se cura, mi tormento. Traicioné a mis padres, a quienes me trajeron al mundo. Les traicioné por haber leído, por haber pensado. Eso no se cura nunca.

Cuando salimos a la calle ya estaba oscuro. No había nadie. Ni policías de uniforme ni policías de paisano. Ni tan solo un coche sospechoso, ni una sombra, ni un atisbo de nada interesante. Solo la soledad cotidiana de la calle de un barrio triste, las farolas amarillentas, el borrachín que vuelve a casa saliendo del Bar Marcelino, los chavales de la esquina con su mercadeo de grifa al detalle. Solo eso y la cobardía que entonces comprendí, la cobardía de esos hombres y mujeres que pocos minutos antes vi como héroes. Cobardía o miedo. Tardé años en comprender porqué Franco murió cómodo en el lecho, tardé décadas en comprender porqué Cataluña no se rebeló jamás: el miedo, las amenazas falsas y los Virolais solo pretendían enmascarar la culpabilidad del cómplice. Francó trató muy bien a Cataluña y Cataluña trató muy bien a Franco, en compensación.

Pasados los años, sin embargo, a uno ya no le sorprende nada de todo aquello. A veces, mirar hacia aquel pasado de la infancia y del ensueño antifranquista me produce una fascinación terrible, lisérgica. Todo era de cartón piedra. El antifranquismo de las clases medias catalanas era un disfraz. Al fin y al cabo, las clases medias admiraban a los prohombres del catalanismo, y los prohombres del catalanismo (burgués) fueron buenos compañeros de Franco y los suyos. Cierto es que el dictador prohibió determinados usos de la lengua catalana, pero siempre fue benévolo con la oligarquía catalana y les permitió medrar, prosperar y hacerse ricos o muy ricos. (Òmnium Cultural fué fundado por los catalanes franquistas y tolerado por los franquistas catalanes, y por el propio Franco). Mientras los trabajadores cantaban el Virolai, los señoritos cantaban el Virolai, en comunión con el pueblo. Aunque el pueblo ignoraba que, tras entonar el Virolai, los ingenuos se marchaban asustados para sus casas de barrio pobre y los señoritos (futuros cargos altos, medios y bajos de la Convergència de Pujol) se iban a cenar con las autoridades franquistas para ir planeando, con calma, lo que vendrá luego. Cenaban y calculaban como mantener privilegios, riquezas y prebendas tras la muerte del dictador. El Virolai estuvo en esas conversaciones amigables y fraternas. ¡Vaya si lo estuvo!.

Si en aquellos tiempos alguien les hubiese contado a los sufridos antifranquistas de clase trabajadora (pero catalana y cristiana) que no debían temer a la policía porqué los jerifaltes estaban cenando con alguien de la familia Trias -digo Trías por decir a una de las muchas decenas de familias-, le habrían insultado, menospreciado o humillado. Le habrían tratado de loco conspiranoico, o de imbécil. De poca-solta. Quizás de botifler, ya puestos.

Una de las personas que encendió la luz en mi mente juvenil, años más tarde, fue Juan Marsé. El Virolai aparece en su novela (magnífica y breve) "Ronda del Guinardó", una novela breve que, a día de hoy, es más recomendable que nunca. Gracias, Juan. En sus páginas aparece el "Virolai Vivent", relacionado con esa clase menestral y humilde, catalana, que rezaba y ponía banderitas catalanas en sitios muy discretos, por miedo. Por miedo y por ignorancia. pero la ignorancia se les puede perdonar, ya que nadie conoce el futuro.

Leo que, a día de hoy, el señor Junqueras invoca al Virolai para defender su inocencia ante el tribunal que juzgará sus delitos. El señor Junqueras, que es más joven que yo, debe ignorar el significado que yo le di al Virolai, y no creo que haya leído la "Ronda del Guinardó". A mi, el Virolai me sugiere tristeza, pena, timo, beatitud hipócrita, catolicismo rancio, monje de Montserrat que entre Virolai y Virolai viola a un niño. Cataluña y sus mitos nacionales son un atraso. Una maldición eficaz. Y, a día de hoy, sabemos que son el lastre que arrastra hacia el abismo a una cultura que pudo ser y no fué, y que ya no podrá ser jamás.

[Continuará]

28 de gen. 2019

Vargas Llosa y el PEN Club

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Como a todo catalán burguesito, a los niños del Pen Club Catalán se les antojó encargarle una litografía a Antoni Tàpies.

He intentado empezar el artículo de varias formas. Como ninguna me parece más digna que otra, las pongo todas. El asunto es: el independentismo catalán rompe lo que toca. Rompió Cataluña y ahora rompe el PEN Club. Las dos sustancias son bastante irrelevantes, hay que admitirlo, pero la irrelevancia de lo roto no niega la capacidad destructora del fenómeno.

a) La noticia me llegó del revés: leí que Mario Vargas Llosa se había dado de baja del PEN Club Internacional por un desafortunado artículo que publicó la entidad, y la publicó solo para dar gustito a una súplica procedente de la sucursal catalana. El artículo que provocó la discordia lo descubrí más tarde, y eso es normal. Entre las noticias sobre Vargas Llosa y los artículos que publique el PEN Club hay categorías, preferencias y prioridades que no es necesario argumentar. Quiero saber qué dicen los sabios y nunca me ha interesado la ratafía. Entre Vargas Llosa y Marc Artigau (creo que juega de lateral en el Deportiu Sant Esteve de les Roures) ustedes mismos escojan.

b) El PEN Club sigue vivo. Yo creía que era una vieja momia etrusca y, mira por donde, está más vivo que Joseph Curwen. Para quien no lo conozca (que es lo más natural y lo más apropiado) el PEN Club es una asociación de escritores, es decir, un oxímoron de los gordos. La entidad, fundada en Inglaterra en 1921 (me acabo de documentar en la Wikipedia), pretende reunir a uno de los gremios más ególatras del planeta, pretende asociar lo inasociable. Si aceptamos que dos escritores se pueden asociar, entenderemos como se pudieron asociar Jordi Pujol Ferrusola y Alejandro Agag: ¿como nos repartimos la pasta del timo?.

c) La idea del PEN Club inglés que se formula en mi mente es un saloncito oscuro y rancio, con butacas de terciopelo ajado en donde dormitan unos tipos antipáticos que se odian entre si tras unas cortinas apolilladas. Algunos de ellos también se odian a si mismos. Todos creen ser mucho mejores escritores que el vecino. Todos tienen razón, por supuesto. La idea del PEN Club catalán es similar, pero algo más lúgubre: se odian un poco más entre ellos que los ingleses, son peores escritores y para colmo las butacas son de escay. Y las cortinas llevan treinta y cuatro años en la tintorería porqué la junta directiva vigente no quiere pagar la factura, que considera asunto de la junta directiva anterior. Sobra decir que los miembros y las miembras del PEN Club Català son escritores (y escritoras) de esas familias (y familios) catalanas de toda la vida: abuelo riquísimo, padre inútil y nieto con ínfulas de artista que dilapida lo que queda de la herencia, la pasta que queda de la fábrica textil en donde el abuelo hizo fortuna mediante el viejo truco de explotar a murcianas, andaluzas o gallegas (y papá se la vendió a unos inversores de Hanoi).

d) Es una buena noticia que Mario Vargas se haya largado del PEN Club. Porqué un genio no debe asociarse con mediocres, y porqué la literatura es arte. ¿Alguien sabe algo de la asociación de pintores renacentistas?.

e) Miro el Staff del PEN CLub catalán y me quedo pasmado: de los 10 miembros de la Junta que aparecen en la web, por lo que yo se, solo uno de ellos es escritor. Los demás no se que son, y además les conocen en su casa. No dudo que su casa sea una buena casa, eso jamás, válgame Dios.

f) ¿A qué cosas se dedica el PEN Club catalán? La respuesta es más que obvia: a dar la matraca independentista, la matraca victimista-identitaria y, por supuesto, a pillar subvención.

g) El texto que ha provocado la retirada de Vargas Llosa se puede leer a través de la web catalana del PEN Club catalán. No lo enlazo por que ni lo merece. El texto trata de cosas catalanas, a saber: que en Cataluña los escritores están siendo perseguidos, encarcelados, reprimidos y censurados por escribir en catalán. ¡Claro! Yo mismo vi pasar, anoche, al escritor catalán de mi barrio corriendo calle abajo, perseguido por tres miembros de la Gestapo. Le cazaron en la esquina (el pobre tipo, poeta de los de sonetos patrióticos, no está en buena forma física), le dieron una buena tunda y le metieron en el calabozo del pueblo en donde, antaño, encerraban a los liberales de O'Donnell. Un escándalo sin parangón que debe ser conocido por el globo entero.

h) El PEN Club catalán le ha sugerido al PEN Club internacional (se rumorea que previo pago o intercambio en especias o subvención en diferido) que escriba un artículo defendiendo a dos escritores catalanes perseguidos, reprimidos y encarcelados solo por escribir en catalán: se trata de los escritores Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Si, los jordis. Ignoro en virtud de qué se puede considerar escritores a ambos Jordis. ¿Se refieren a que aprendieron a escribir en la escuela? Yo, por lo menos, no conozco ni poemario ni ensayo ni novela de ninguno de ambos jordis. Solo les conozco "tuits" y, la verdad, son bastante tristes y lamentables. Digamos que poco literarios.

i) El PEN Club catalán ha celebrado como la gran cosa el artículo del PEN Club Internacional, y lo presentan como una prueba fehaciente de que el mundo entero está en ascuas, pendiente solo y de nada más que de la suerte judicial de los dos jordis, y de que el mundo entero sufre al saber que España es peor que Turquía, que Venezuela y que Arabia Saudita juntas. Ya que a los indepes catalanes y al loco de Waterloo solo les escuchan las ultraderechas ultramontanas de Grecia, Italia y Dinamarca (más los ultras de las islas Feroe), lo del PEN Internacional les cayó como agua de mayo.

j) El tiro les ha salido por la culata: el ridículo es el final canónico de todos los intentos de los separatistas por "internacionalizar el conflicto catalán". Para su desgracia, todo el mundo sabe que España es una democracia homologada y homologable y que, por más defectos que tenga, es preferible a la República que planearon una banda de catalanes medio iluminados, medio ofuscados y con mucha prisa por ir a nadie sabe donde.

k) En el PEN internacional deben de estar tirándose de los pelos por no haber hecho caso omiso a las súplicas de la sucursal catalana, que se ha cubierto de gloria tras muchas décadas de no aportar nada interesante a la cultura universal. Han hecho el ridículo y encima se han quedado sin uno de sus presidentes más reconocidos. A partir de ahora se lo van a pensar diez veces antes de leer una nueva sugerencia de los socios catalanes, de los cuales ya saben que están como un cencerro y cuentan medias mentiras.

l) Imagínense ustedes que a alguien del PEN Club internacional se le ocurre contrastar los datos de los socios catalanes y se da una vuelta por Cataluña. Imagínense que se aloja en un hotel, pone la televisión y se da de bruces con Tv3. Ese alguien se corta las venas en la bañera del hotel y ni tan solo deja nota de suicidio, porqué es innecesaria.


22 de gen. 2019

La guerra de Waterloo no es nuestra guerra, la nuestra es otra


El otro día acompañé a una familia inmigrante a hacer unas gestiones en el centro de la ciudad en donde vivo aunque no sea la ciudad en donde nací, y en una entidad cultural de esas "de toda la vida", en la que las palabras "centro" y "católico" se aparecen en su nombre. Hay que ser honesto: el catolicismo de la entidad es más nominal y antropológico que otra cosa, como un fósil insertado en su historia, fragmento de un retrato en sepia.

Les acompañé para actuar de intérprete (que no de traductor) y de mediador, y para ayudarles a superar barreras que están, aunque nos parezcan invisibles: no es nada fácil, para una familia magrebí, cruzar la puerta de una de esas entidades. No lo es porqué ellos se sienten inseguros: hablan poco y mal el español (y nada el catalán) y porque saben que todo les delata, des de su piel a su vestuario. Y nunca saben si van a ser bien recibidos tras la detección precoz de su origen, más alertada por ser pobres que por ser moros. Cuando se detecta al moro, se detecta al moro pobre. Motivos para la sospecha no les faltan. La mayoría cuentan anécdotas que más bien desmienten el talante acogedor de los catalanes. Conozco infinidad de relatos que lo corroboran.

Por poca empatía que sientas, enseguida descubres las dificultades del otro en un país extranjero, con una cultura ajena y con una historia rara por desconocida, de la cual conoces la antigua expulsión de los tuyos, el recelo y lo demás. Les diría que España, en realidad, es hostil con los pobres, y que es más clasista que racista. Pero no estoy muy seguro de ello.

Me encontré con la familia en el lugar acordado, nos saludamos e hicimos las gestiones previstas. La cosa salió bastante bien. La persona que nos atendió (en español, por cierto), les trató con educación y con simpatía, y no demostró ni una sola vez rechazo, ni tan solo sorpresa ante el descubrimiento de los moros. En favor del círculo católico del centro de mi ciudad hay que decir eso, porqué es justo: fueron tratados con naturalidad y con afecto. Y sin paternalismo, cosa que es de agradecer. Por fortuna, además, no había ni lazos amarillos ni decoración en favor de los políticos presos. Todo un alivio. Un alivio para mi, ya que ellos no se si saben del asunto y casi mejor que no sepan.

Me pregunto, sin embargo, si saben algo del nacionalismo populista catalán, de esa xenofobia encubierta a medias que profesa, y si saben algo de lo que se nos avecina, que podría ser un giro hacia una xenofobia más aguda, ya que el nacionalismo no tardará en incorporarla a su ideario republicano: tiempo al tiempo. A veces la ignorancia es buena. Rectifico: la ignorancia nunca es buena, pero puede ser balsámica.

El objetivo de la expedición que relato no era otro que matricular a una niña magrebí a un curso de dibujo y pintura, ya ven que cosa tan pequeña. La niña muestra un interés por aprender esa disciplina del arte y una predisposición innata para el dibujo que da gusto verlo, de veras lo digo. Así que hice lo que creí mejor: promover que se matricule a un curso (extraescolar) de dibujo. Lo hubiese hecho por cualquier alumno, pero reconozco que, tratándose de una niña mora, me sentí más obligado. Y también reconozco algo terrible: me temía una situación más difícil. Celebro desmentir mis temores. Pero a la vez, claro está, me pregunto el porqué de mis temores. Mis temores no eran una respuesta paranoica: mis temores obedecían a sospechas basadas en lo empírico.

En este relato mío no hay noticia, no hay nada. Solo alivio. Solo constatar que en Cataluña todavía pueden pasar cosas como si tal cosa, como si nada, a pesar de todo. Si este país funciona es porqué quedan cosas que funcionan, personas, entidades de barrio normales, receptivas. La convivencia la estamos salvando los de abajo a pesar de los esfuerzos de los de arriba por estropearlo todo en su estrategia del "cuanto peor, mejor". El señorito de Waterloo basa su supervivencia en esto. El señorito Abascal está en lo mismo. El uno con su pelambrera y el otro con su barba a lo Anguita pero a caballo: ambos trabajan para lo mismo, para joder lo que todavía funciona.

Sin embargo, España todavía funciona y nos tratamos bien y nos hablamos. El futuro no debe ser el que planean Puigdemont o Abascal des de sus altos y caros castillos almenados, con altas banderas al viento. El futuro debe ser el otro, el de las personas que nos ayudamos y colaboramos para construir un mundo para todas las personas, un mundo limpio y acogedor, sin castillos en Waterloo ni banderas, ni muros en parte ninguna. Esto no es buenismo. Esto es humanismo.

20 de gen. 2019

Pío Baroja y la violencia patriarcal

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Lo dijo Pío Baroja: el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando. Baroja sabía mucho de España y los españolitos, pero quizás no contaba con un elemento como el Honorable Torra, un españolito que lee y viaja (viaja a lo grande y sin reparar en gastos, ya que viaja a cuenta del erario público español) y sin embargo no se cura de ninguno de los dos males.

Es posible la existencia de virus resistentes a las vacunas, la ciencia sabe que eso existe. Baroja no habló de violencia machista, y no veo a ningún nuevo Baroja en el horizonte que hable de ese tercer azote a nuestra convivencia. Pero es necesario hablar de ella. En este país nos enfrentamos a tres violencias: la carlista, la nacionalista y la patriarcal. ¿Serán las tres violencias una sola violencia, una sola violencia que dispone de tres máscaras?

Lo de "violencia patriarcal" se lo debo a la señora Gloria Jean Watkins, que escribe bajo el pseudónimo de "bell hooks" (El feminismo es para todos), así, con minúsculas en las capitales por expreso designio de la autora. Ella propone una fórmula que permite superar esas tonterías conceptuales y populistas de la "violencia de género" o de la "violencia doméstica", y sustituirlas por "violencia patriarcal", una formulación mucho mejor y que aclara el asunto. Al fin y al cabo, la violencia patriarcal podría ejercerla una mujer e incluso una mujer feminista: cuando una mujer abusa de su rango jerárquico superior, de su condición de académica o de blanca y de clase alta o media alta, está ejerciendo violencia patriarcal.

¿Cómo se cura la violencia patriarcal? ¿Viajando? ¿Leyendo? Lídia Puigverd en "El velo elegido" y en "Las otras mujeres" propone algunas soluciones: construir espacios pluriculturales y de diálogo entre clases y culturas, en donde las mujeres blancas de clase media alta y de condición académica no se otorguen el privilegio de determinar como deben pensar y actuar las demás mujeres, las otras: las de clase baja, las inmigrantes y las sin currículum académico. Hay un feminismo que se quedó ahí, en un feminismo elitista que excluyó a millones de mujeres. Y a millones de hombres que pudimos apostar por un feminismo transformador pero no lo hicimos.

El feminismo del siglo XXI podría ayudar a las izquierdas a encontrar su espacio y su discurso, siempre que no flirtee con los nacionalismos, los carlismos o el votismo catalán. La superación de esos prejuicios es una condición indispensable. El feminismo propone igualdad en la diferencia y un retorno a las ideas ilustradas, y una nueva cultura dialógica. No comprendo como Ada Colau se quiere dejar querer por el nacionalismo catalán, cuando todos sabemos que el nacionalismo es incompatible con los derechos humanos: el nacionalismo es incompatible con el primer artículo de esos derechos. El nacionalismo es, indudablemente, un ejemplo prístino del rechazo a ese primer artículo.

El patriotismo es una forma de violencia patriarcal, tal como la etimología indica. No se olviden de que "patria" y "padre" son lo mismo (en latín, claro).

Este texto está escrito tras una lectura, antes citada, que me ha afectado, y se debe a una reacción poco meditada y con algo de visceralidad. Les ruego que me perdonen. Pero debo aportar, en mi defensa, que vivo en la sociedad catalana, en la cual el carlismo, el patriotismo y el patriarcalismo nos están poniendo la vida difícil a la mayoría. ¿Como se cura eso?

15 de gen. 2019

Santa Rosalía, flamenca, feminista y catalana

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Imagen de Santa Rosalía en el Fossar de les Moreres de Barcelona, del artista gráfico Tvboy.


Descubrí a Rosalía como muchos, al encontrar la noticia de su éxito internacional en unos premios musicales, los Grammy Latinos de 2018. Entonces me informé mejor, y descubrí que no solo es una gran propuesta musical y artística (y audiovisual, ya que sus videos tienen una gran carga simbólica y referencial, casi extraordinaria), si no que, además, su obra "El mal querer" se basa en un texto medieval que desconocía: "Le Roman de la Flamenca", obra occitana anónima del XIII. Es decir, de los tiempos de los trovadores.

Pero al mismo tiempo en que descubría a la artista y su obra, elaborada y meticulosa, y hecha con el amparo del Taller de Músics de Barcelona que tan buenos frutos da (solo hay que mencionar a Miguel Poveda), también descubría la cara oscura del asunto. Del asunto, que no de la artista. El lado oscuro, como cabía sospechar, procedía de mis conciudadanos. De la parte integrista de mis conciudadanos, los buenos catalanes, los catalanes de veras. Es de esa parte des de donde procedían los comentarios sarcásticos, agresivos y, para variar, muy nacionalistas.

En Cataluña siempre se ha envidiado al que triunfa, al que destaca. Ese fenómeno, por desgracia universal, tiene en la bendita tierra de Wifredo el Velloso mucha predicación. [Excurso 1: para comprobar científicamente que en esta tierra se ensalza al mediocre y se menosprecia al bueno solo hay que mirar los perfiles del gobierno autonómico. Y vayamos con cuidado cuando se valora al mediocre y al malo, por que hacia abajo no hay límite].

El caso de Rosalía, sin embargo, no se termina ahí. Hay mucho más. Hay nacionalismo, etnicismo, asimilacionismo. Y más. Algunos le reprochan a la artista que, siendo nacida en un bello pueblo del interior catalán, cante en español y encima... ¡oh, Dios mío, que cante flamenco!. Toda mi vida he oído decir que el género flamenco es extranjero aquí, que es de fuera, que nosotros solo sardanas, flabiol, gralla y Llach. Esas afirmaciones solo se pueden engendrar en el vasto y generoso vientre de la ignorancia, así que no voy a explicar la Cataluña flamenca: quien a estas alturas cree que el flamenco es forastero lo va seguir creyendo, diga yo lo que diga. [Excurso 2: el procés nos ha enseñado a muchos el significado del "debate" y de la "discusión": solo tiene sentido debatir o discutir con quien aporta argumentos o ideas razonadas, y eso excluye a los lacistas, con quienes llevo tiempo intercambiando los buenos días y nada más -cuando es inevitable].

Alguien descubrió, chafardeando por las redes, que Rosalía habla un catalán más que correcto, y que muestra dos apellidos catalanes. Se maravillan de que hable catalán estándar. Deberían aplaudir sus políticas de normalización lingüística, pero en vez de eso se sienten más ofendidos todavía, si cabe: si esta chica habla en catalán, se dicen, ¿como es posible que cante en español? Así que, tras el maravillarse viene el sentirse agraviado en grado 2. ¡Otra agresión! O: desagradecida, poca-solta.

Entre los comentarios más sugerentes que he leído está el de quien se pregunta como diablos puede ser que, siendo Rosalía tan catalana, no dijese nada sobre los "presos polítics" y los "exiliats" cuando recogió el premio internacional a la mejor cantante: el comentarista encuentra enseguida una respuesta tranquilizadora (normalizadora): los catalanes estamos tan oprimidos, tan asustados y tan amenazados que nos autocensuramos. ¡Eureka!, concluye ese Arquímedes del nacionalismo patrio: Rosalía no mencionó a los presos ni a los exiliados por miedo a la represión española.

[Excurso 3: una de las cosas que irritan a los ciudadanos catalanes que prefieren ser "poble de Catalunya" que ciudadanos de una democracia europea es que Rosalía nació en Sant Esteve Sesrovires, un pueblo de la comarca de l'Anoia que ha accedido a referencia de esa nueva mitología patriótica -y cómica-: en el nombre de este pueblo está el origen de "Sant Esteve de les Roures", una ficción pueblerina y bromista que usa el abogado del Vivales de Waterloo].

Hay que añadir algo: a los puristas del flamenco tampoco les gusta Rosalía, pero ese es otro cantar. A esos mismos tampoco les gustó Camarón, porqué metía guitarras eléctricas en "La leyenda del tiempo". Y otra cosa: el discurso de Rosalía es innegablemente feminista y plantea cuestiones muy oportunas al respecto. Eso también debe irritar a ciertos individuos, claro.

En nuestra querida, simpática y acogedora Cataluña se da otra actitud hacia Rosalía, y es una actitud idiosincrática muy nostrada: ignorarla. Rosalía no existe, asunto zanjado y las ovejas lacistas a dormir tranquilitas, porqué aquí solo existen Llach y luego Els Pets.

Me limito a recomendar que escuchen la música de Rosalía. Es contemporánea, es innovadora y es buena. Y, además, nos recuerda que Cataluña es plural, multilingüe, diversa. Nos recuerda que los lacistas y los puristas de la cultura se han construído su infierno particular y que no nos interesan los infiernos. Rosalía nos trae buena música y nos trae esperanza: quizás no esté todo perdido en esta Cataluña triste y ensimismada del nacionalismo populista. Gracias, Rosalía.


9 de gen. 2019

Fredi está vivo y beligerante

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Hace muchos, muchos años, me topé una noche con un individuo conocido como Fredi. Un tal Fredi, que era, por lo que supe después, un tipo con pocas luces pero muy aficionado al alcohol y a la violencia. Esa combinación no es nueva y, por desgracia, la conocen en todo el mundo.

Fue una noche, en una noche de hace muchos años. Mi hermano y yo intentamos colarnos en un concierto de Pau Riba en la bellísima Plaza del Rey, en Barcelona. No teníamos ni un duro. Y tampoco tuvimos suerte aquella noche, ya que no pudimos burlar a los vigilantes y nos quedamos fuera, sentados en el suelo con la espalda apoyada en una pared gótica de la Cataluña vieja y gótica, escuchando el eco de los desafinados del cantautor. Entonces apareció el susodicho Fredi, ebrio y vacilón como de costumbre, acompañado de unos garrulos que le jaleaban (jamás andan solos esos individuos), y nos dirigió unos insultos que no recuerdo. No comprendí nada. Deduje a duras penas que, por aquel entonces, los admiradores de Pau Riba no éramos bien vistos por la cosa integrista catalana. Acudir a un concierto de Riba no estaba bien. Solo estaba permitido aguantar a Llach, el niño bien incapaz de componer una sola canción perdurable. Riba nos dejó algo. Por lo menos, La noia de porcellana, aunque solo sea eso. Riba es un poeta metido a músico. Llach no: ni sabe escribir ni sabe componer, ni nos cuenta nada de verdad.

Aquel Fredi de mi primera juventud transitó poco más tarde por la senda oscura de la violencia armada. Me cuentan que salió algo trasquilado de su flirteo con el terror, pero no debió de escarmentar. La cabra tira al monte y la violencia todavía es atractiva. [Ahí está el asunto de fondo: ¿por qué la violencia es atractiva?.] El recuerdo oscuro de aquel Fredi, recordado solo a medias, emborronado por la distancia de los años y por la memoria selectiva ha revivido ahora, cuando le he redescubierto en las redes "sociales".

Mi único recuerdo de Fredi es un tipo delgado y enfermizo, un remedo de Slender Man catalán, siniestro y bravucón, borrachín, agresivo, amargo y pendenciero. Habiendo visto su estado, uno pensaba que, treinta años más tarde, el hígado de Fredi habría arrastrado hasta la tumba a su cuerpo entero. Pero no ha sido así. He descubierto que Fredi sigue vivo, quizás en honor de Fredi Kruger, que es el Fredi maligno e inmortal debido a las pesadillas de Wes Craven. Fredi sigue vivo. Vivo y agresivo. El pobre tipo, algo maltrecho, sigue arremetiendo insultos y amenazas. Ahora, des del altavoz de twiter.

Fredi cree que estamos viviendo en la guerra de 1714. A los energúmenos les gustan las guerras. En las guerras un sociópata puede llegar a general o a héroe. El pobre violento no se ha enterado de nada. El pobre tipo piensa que aquella guerra por la sucesión del trono de España entre distintos aspirantes fue una guerra de españoles contra catalanes (el chico no leyó nada jamás, por lo visto) y, cual Hiroo Onoda, cree que sigue allí, atrapado en el delirio de creer que vive en un presente que data de hace 300 años, luchando en una batalla onírica y falseada, henchido de ratafía mística, peleando contra el invasor español y a favor del feudalismo catalán, que era muy progresista -como todo el mundo sabe. Fredi debería leer mucho, calmarse, proveerse de una butaca y de unos libros y pasarse una temporada de reflexión, sin prisas, ya que la vida se le va a escabullir pronto de entre los dedos y estaría bien que la aprovechase para comprender el mundo en donde le parieron. No, Fredi, no: la violencia no era un buen plan. Ni lo era ni lo es. La violencia no conduce a nada bueno. Insultos, puños y pistolas son un mal camino. Lo sabes. O deberías saberlo. La violencia no nos lleva a nada, a ninguna parte. El tiempo de la violencia está pasado, ha caducado.

Creo que Fredi es eso, un Fredi, un ectoplasma lamentable y triste, una sombra pasada de rosca y de grados alcohólicos, una pena andante, una nada violenta y pendenciera. Fredi debería limitarse a pedir ayudas, las ayudas que ofrece el sistema de atención español, y abstenerse de alentar a la violencia contra el estado que le provee de atención, paradójicamente.

Queremos vivir en paz, Fredi. A ver si te enteras.

6 de gen. 2019

Los de Atapuerca ¿eran catalanes?

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A tenor del título, alguien podría pensar que el Institut Nova Història (ese chiringuito subvencionado que reclama la catalanidad de Colón, Cervantes y Cortés, entre otros) reivindica ahora la catalanidad de los cromañones de Burgos. Eso no sería improbable, dada la infinita osada estupidez de sus promotores, pero no, no va por ahí la cosa. He leído en La Vanguardia la entrevista a David Rabadà, geólogo solvente, quien cuenta lo que alguno solo decía en voz (vox, en latín) baja: el yacimiento de Atapuerca es importante, pero no es, de ningún modo, el gran sepulcro paleolítico que se pretende vender. Lo de Atapuerca, dice Rabadà, es una buena operación de márketing y nada más. Y una forma de pillar subvenciones, claro, añado yo. Coge el dinero y excava. O bien: excava un poco y coge mucho dinero. Enseguida me acordé del gran promotor del asunto de Atapuerca, el antropólogo del salacot llamado Eudald Carbonell. Carbonell, como su nombre indica, ese si es catalán.

En Cataluña sabemos mucho del truco: simular que aquí pasan cosas -cosas relevantes- y cosas que merecen una subvención. Como por ejemplo, la cosa de la cultura catalana: se coge la cultureta, se la maquilla, se le ponen unos lazos y se la presenta como cultura. Y ala, a pillar subvención pública. Algo así pasó en tiempos del Sátrapa Pujol, cuando agarró a tres chavales que rascaban la guitarra y se inventó el "rock català", un engendro más o menos musical que vivió más de una década a costa de las subvenciones públicas. Sobra decir que la mayoría de aquellos chavalillos, hoy tristes figuras melancólicas, se han posicionado a favor de la cosa indepe: favor con favor se paga.

El otro día estuve en un evento pequeño (pequeñito, a la catalana) en donde se hablaba de novela catalana. El ambiente, que empezó no muy alegre, terminó en un estado depresivo profundo, en cuanto el vino y la languidez de las peroratas se sintieron atraídas hacia el abismo de la sinceridad: eso de la novela catalana es nada, una burbujita, un espejismo. Aquí no hay nada, no lo ha habido jamás, no puede haber novela sin lectores y eso: no hay lectores, esa es la única verdad. Por fortuna llegaron los postres, y la subida del azúcar en sangre levantó un poco el ánimo. La novela catalana es nuestro Atapuerca: una operación (operacioncita) de márketing que enmascara la nada, el vacío.

Durante la conversación salieron a relucir algunos secretillos (secretillos que todo el mundo conoce, por otra parte, aunque nadie lo cuenta en voz alta): uno de los autores catalanes que más vende, Martí Gironell, es un malísimo escritor que plagia y roba argumentos sin pudor alguno, pero sale en Tv3. A tal (A.M. Villalonga) le han dado el comisionado de una efeméride literaria de la forma más oscura y más lamentable posible, puro nepotismo y puro ejercicio del aúpamiento de los peores. Y así una tras otra. Es decir: aquí no hay nada, y lo poco que hay es muy cutre. Dice bien mi amigo el que propone que la literatura catalana se incline hacia el silencio y se ponga a leer (a leer clásicos universales) de una vez, y que se calle durante por lo menos cinco siglos.

Nadie lo dice en voz (vox, en latín) alta, pero todo el mundo lo sabe: la literatura catalana es terriblemente mala, un campo yermo, esterilidad, poco más que el horror vacui a la catalana. Este año, una asociacioncita catalaneta de la cultureta premió el mejor libro publicado de 2018: premiaron a un texto pequeño, inane, próximo al ejercicio de redacción de tercero de la ESO, en el que una chica cuenta su vida desgraciada como si a los demás nos importasen algo las cuitas de una muchacha de clase media que se siente insatisfecha pero no tiene ni idea de lo que sufren por aquí los que de veras sufren. Si yo pudiera, la acompañaría un día por unos barrios que yo me se, por unas familias que yo me se, y quizás descubriría lo que significa pasarlas putas en la Cataluña de hoy. También le diría: ¿por qué no lee un poco de literatura del mundo? Y a quienes la premiaron les diría: ¿por qué no leen algo de literatura del mundo?. Sobre la autoficción hablaremos otro día, aunque solo sea para recordar que la inventó Alighieri en el 1300, y ese sí que era un escritor de veras. Pero, por lo que parece, Alighieri no es un autor muy leído en la Cataluña de hoy.

El otro día leí la entrevista a una señora (N. Cadenas) que de joven flirteó con el terrorismo indepe (¿se acuerdan de Terra Lliure, que era otro ejercicio de simulación de algo que era nada pero que se disfrazó de terrorismo?) y hoy va de novelista, porqué pasó por el trullo y allí debió pensar en reorientar su vida, aunque escribe de pena. Esa señora sí que sabe: entrenada en la simulación, pasó de simular que había terroristas a simular que hay cultura, que hay novela. Sin embargo, aprovecho la ocasión para decir: su terrorismo de pa sucat amb oli causó víctimas y costó vidas -Terra Lliure era una caricatura patética, pero sin embargo asesinaron, algo por lo cual todavía no ha pedido perdón-, y es de agradecer que ahora se haya pasado a la simulación de la cultura, algo que es falso pero por lo menos no derrama sangre.

La señora antaño aficionada al terrorismo y hoy al novelismo (el novelismo no la llevará a la cárcel, esta vez ha escogido mejor) insiste en defender que hay novela catalana: miente, que algo queda. Y a lo mejor vendes 200 ejemplarillos de tu novelilla que solo es un argumentito mal desarrollado.

Entre todo el desbarajuste me entero de que las Cup han decidido no presentarse a las elecciones europeas y mira, aquí hay alguien sensato (aunque cueste creerlo): las Cup se habrán dado cuenta, digo yo, de que no tienen nada interesante que aportar al mundo y optan por el recogimiento. El identitarismo que profesan solo sirve aquí, en casa, con los suyos, entre los suyos y para los suyos. Es mejor callarse y recogerse en casita, dicen. Por supuesto que sí.

Nos recogemos en casa, nos callamos y aceptamos el fracaso. Eso no es nada malo, ni es pecado ni es delito. La cultureta catalana es cultureta pero no es cultura, del mismo modo que el yacimiento de Atapuerca está bien pero no es el gran hallazgo. Hay huesos y huesecillos, eso sí. Pequeños residuos, muestras mínimas de algo que quiso ser y no fue. A pocos quilómetros de Atapuerca están Altamira y Lascaux. Del mismo modo que están cerca de Barcelona (y de Amer) París, Londres, San Petersburgo, Nueva York y Roma. Hablando de Roma: hay más novela en Bucarest que en Barcelona.

1 de gen. 2019

Mossèn Torra explica la superioridad de Cataluña

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Mossèn Torra, el presidente vicario se rió, y decía, caminando entre los dos diputados del Pedecat, casi hasta llegar a la verja que circunda la estatua de Cambó:
-¡No se preocupen por eso, señores, no se preocupen por eso! Es posible que haya uno o dos exaltados o dos botifleros que se quejen, que digan tonterías sobre la  la decadencia de Cataluña y que estamos cayendo en un marasmo y que estamos cayendo en el embrutecimiento y que esto no puede durar más de diez años, etcétera ¡Babosadas! -estaba casi apoyado en en las verjas de la estatua, y adoptando una actitud de confianza -: La verdad, señores míos, es que los extranjeros nos envidian.... Y lo que voy a decir no es para halagar a Sus Señorías: pero mientras en este país haya diputados respetables como Sus Señorías, ¡Cataluña mantendrá con dignidad su lugar en Europa! ¡Porqué la fe, señores míos, es la base del orden!

-Sin duda, señor Torra, sin duda -dijeron, con convicción los dos diputados.
-Si no, ¡vean esto, Sus Señorías! ¿Qué paz, qué animación, qué prosperidad!

Y con un amplio gesto les mostraba la Plaza de San Jaime, que a aquella hora final de una tarde serena concentraba la vida de la ciudad. Carruajes vacíos circulaban despacio, deambulaban parejas de señoras empelucadas con colores amarillos, con los movimientos cansinos y la palidez clorótica de una raza degenerada; sobre algún rocín enflaquecido trotaba algún mozo independentista o de las Cup, con la cara todavía verdosa por la noche de vino; en los bancos de la plaza se tumbaban las gentes embrutecidas por la pereza, un tractor con la estelada en ristre era como el símbolo de una agricultura atrasada de siglos; los dansaires, los castellers y los grallers se pavoneaban con un palillo entre los dientes; algún burgués aburrido leía en los carteles los anuncios de operetas nacionalistas y rancias; los rostros escuchimizados de los obreros eran como la personificación de las industrias moribundas... Y todo ese mundo catalán, decrépito, se movía lentamente, bajo un cielo lustroso de clima rico, entre mozalbetes que pregonaban La Grossa y las apuestas ilegales, y chiquillos de voz plañidera que ofrecían El Punt Avui; y andaban, en un deambular holgazán, entre la Vía Layetana, en la cual brillaban tres tres letreros de casas de empeño, negreaban cuatro entradas de taberna y desembocaban, con un aspecto de cloaca abierta, las callejuelas de un barrio de prostitución y crimen.

-Vean -decía el presidente vicario, mossèn Torra-: vean toda esta paz, esta prosperidad, esta alegría... Señores, ¡verdaderamente creo que Europa desea que la república catalana permanezca en Europa!¡Y que Cataluña sea la envidia de Europa!