22 de maig 2019

Vic, capital catalana

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Uno de los varios honorables que mantenemos ha expresado una opinión sobre la capitalidad de Cataluña que llevaban años murmurándola, diciéndosela en sus pequeños cenáculos, durante sus tenebrosos cónclaves de ratafía y Virolai: Barcelona no es la verdadera capital catalana, porqué Cataluña no se parece para nada a Barcelona. Y a la inversa, tampoco. Es más: quizás se odian. Para entender eso solo se debe buscar el origen geográfico de los últimos próceres, desde Carod-Rovira a Puigdemont o Torra, de Benach a Puigcercós. Comparen los lugares con el mapa del carlismo y lleguen a sus propias conclusiones.

Su Cataluña no se parece a Barcelona porqué su Cataluña es tosca, ensimismada, tractoril, porcina, pura y purina. El honorable que ha expresado tan alta opinión piensa en catalanizar Barcelona en vez de construir una Cataluña algo más abierta y cosmopolita. Bueno, allá él. El honorable de turno dice que la capital verdadera es Gerona. Pero creo que se equivoca. Creo que la verdadera capital es Vic, el villorrio que se encuentra en el corazón estratégico del paisito.

Cuando tenía unos veinte años (año arriba, año abajo) salía con una chica avispada que se sacó el carnet de conducir a los 18 en punto (yo me lo saqué a los 30), y nos pegábamos fines de semana dando vueltas por el territorio, como dos pequeños aficionados a Jordipujol. Estuvimos en algunos de los baluartes de la cosa nostra. Recuerdo algunos: Ripoll (feo, oscuro y tristón), la Banyoles de cuando exhibían la momia del bosquimano, Reus (todavía carlista y muy falangista), la mismísima Gerona (cara, pretenciosa y endomingada) y por fin, si, Vic, la ciudadela tenebrosa del interior, con esa niebla desagradable, su plaza mayor desgarbada, sus factorías del porcino. Por la noche (era un sábado), salimos de bares y nos encontramos en un ambiente inesperado: la noche batasunizada, una noche de cervezas, calimochos, símbolos nacionalistas por todas partes. La juventud de aquellos tiempos (en el 80 y algo) parecía emular a la juventud hipertrofiada del País vasco: los garitos estaban decorados con fotos de etarras (presos o libres), oscuros activistas corsos, referencias al pasado mítico de la nación inexistente, el Che, Yasser Arafat, etc. La banda sonora estaba compuesta por los chicos de Muguruza mayormente, algo de Mano Negra, un poco de reggae para los niños del porrito y algo de ska inglés. Por fortuna, todavía no pertetraba canciones el engendro de "Obrint Pas". Y poco más. Para cerrar el local, a las tres, nada mejor que el grande Lluís Llach. Los pañuelos palestinos abundaban. Y las botas militares.

Alguien me susurró quienes eran los padres de esos jóvenes airados: empresarios del porcino en su mayor parte, gentes que se estaban forrando vendiendo carne de cerdo a media España y ocultando los purines con tretas escabrosas para aumentar los beneficios.

Muy pocas veces regresé a Vic, y estoy por asegurar que ya nunca lo haré: salí de aquella ciudad lúgubre con el mismo ánimo con que uno saldría de Dunwich o de Innsmouth. Hace poco me contaron historias más recientes de Vic. Como se llenó la ciudad de inmigrantes atraídos por la oferta laboral del cerdo, como los inmigrantes empezaron a trabajar en las factorías del porcino en turnos horarios inspirados en el siglo XIX, cobrando sueldos miserables, amenazados siempre con la exclusión y la denuncia por no tener los papeles en regla. Aquellos fueron grandes tiempos para los magnates del cerdo: los oriundos les alquilaban pisos infectos y luego habitaciones, los comercios de barrio les vendían su mercancía a precio de oro, los mecánicos se forraban arreglando coches de tercera y cuarta mano. El dinero escaso de los jornales salía de las manos del industrial porcino y tardaba muy poco en volver a ellas. El industrial era el alquilador de los pisos, el dueño del taller, el cuñado o el primo o el amante de la tendera. Por la noche, sus retoños, salían a hincharse de cervezas y a jugar a revoluciones etílicas. Y mientrastanto iban aprendiendo a ser los herederos del negocio del cerdo a gran escala, a ocultar los purines bajo capas de chanchullo, soborno y corrupción. La merda catalana no fa pudor.

Llegó la crisis y los inmigrantes perdieron el empleo. Empezaron a vagar por las calles, a no poder pagar los alquileres, a dejar de comprar en la tienda de la señora Mercè. Los chavalines negros y moritos le hurtaban hoy una naranja y mañana una bolsa de pipas a la pobre comerciante. O una Xibeca. Entonces, justo entonces, surgió "Plataforma por Cataluña", la semilla de Vox. Si: no nos olvidemos de eso. Vox nació en Vic.

A día de hoy la explotación laboral ha vuelto. Han vuelto los turnos de 12 horas en las fábricas en donde se procesa el cerdo. Vic se ha engalanado con esteladas, con pancartas en favor de unos delincuentes, suena el himno del Somatén en los altavoces del ayuntamiento. La ciudad cree vivir en la república independiente de la que Dios nos libre. Lo dicho: si una ciudad es la capital soñada de esa Cataluña de cerdos, purines y urnas de pacotilla, esa no es otra que Vic. Allí todo respira catalanidad de la buena, la bien entendida, la triste. Estamos advertidos: el proyecto es que Barcelona se parezca a Vic: nada de cultura, nada de arte, nada de nada. Cánticos patrióticos, tribu, Ratafía Roset, primer els catalans. ¡Ah! y mucho fuet y mucha butifarra.

6 comentaris:

  1. Estoy más que convencido de que Vox nació en Vic. Casi seís años trabajando allí me dan esa visión en conjunto.
    Todo iba bien, todo, hasta que llegó la crisis y el monocultivo del cerdo se fue al garete, y con él la mano de obra.
    te diré otra cosa que no sabes, LLUIS, han recosido el problema de los purines, ¿sabes cómo?, se llevan las "berras" a Bulgaria, paren allí, se engordan allí; a la vez se lleva el pienso desde aquí (las fábricas están aquí) y se les trae aquí para el sacrificio.
    La mierda pa Bulgaria.
    Un abrazo

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  2. Y digo yo..... los meados de los cerdos son grocs?.... pues eso

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  3. Tractoria de sardana y moreneta
    De gralla y ratafía
    Campeona de la cursilería
    Rebelde de dramón y pataleta

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  4. Y viviendo como viven , de la teta,
    hacen de esta gran tierra gran desgracia,
    que viviendo en su vivir de algarabía
    hacen disentir a la empresa y la peseta.

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  5. Lluís, en este escrito sí que estoy de acuerdo.

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