27 de nov. 2017

El independentismo catalán es algo tan español como los toros

Resultat d'imatges de sangre en el ruedo

Nunca sabremos, a ciencia cierta, si Franco dejó a España fuera de la segunda guerra mundial por astucia, por dejadez o muy a pesar suyo. Lo que sí sabemos es que habernos quedado fuera de la contienda lo hemos pagado caro. Y eso se percibe. Se percibe en todo, cada día. Hoy.

Se intuye en los dejes fascistoides enquistados en el Partido Popular, en el autoritarismo latente en muchos políticos e instituciones, se intuye en el independentismo catalán, en Forcadell y en Puigdemont. En Marta Rovira. Se percibe en el folklorismo que vive, feliz y esplendoroso, en cada algarada nacionalista, en esa apelación a las emociones más primarias insertada en nombre de la patria. En la ausencia de racionalidad que ilumina, con luz cegadora, los conceptos patrios, ya sea la patria Cataluña o sea España. "España podría desaparecer", dicen unos. "La esencia catalana está en juego", dicen otros. Dios mío: dime tu lo que es la esencia porqué yo, pobre de mi, no lo comprendo, yo, que todavía dudo si la existencia tiene significado alguno (y yo diría que no).

Dios mío: si la existencia tiene imperativos no deben ser otros que convivir, tolerar y, a ser posible, amar. Pero Dios mío, déjame volver al asunto:

Habiendo salido soslayados e impolutos de la guerra europea, los españoles no hemos aprendido lo que aprendieron en el resto de Europa: que el fascismo (y su padre, el nacionalismo) son el mayor peligro que existe para la vida en paz, el mayor problema para la convivencia. La Unión Europea se construyó como un muro de contención, una prevención ante el auge de los nacionalismos en Europa. Con más o menos acierto, con más o menos gracia y con muchos peros, ese es el origen de la Unión Europea: concebir una herramienta supranacional que sea capaz de ponerle frenos al nacionalismo que destruyó millones de vidas.

Ahí está el dramático error que cometió Puigdemont en su huída a Bruselas: no se puede ir al corazón de Europa con un cuento nacionalista, y mucho menos a pedirle apegos. Pero bueno, quizás debo ir más despacio.

Por el hecho de haber salido impunes de la guerra europea, los ciudadanos de España aprendieron no solo que el fascismo es la opción vencedora, si no que también lo es el nacionalismo. No es ninguna casualidad que el bando franquista se denominase el "bando nacional" (contra el "bando rojo" o el "republicano", ojo al dato) y que, a día de hoy, uno de los medios digitales más recalcitrantes de la cosa independentista se titule "El Nacional". O que la palabra "nacional" esté presente en las reivindicaciones de ambas partes. O que alguien afirmase en Cataluña, hace tan solo un par de años, que era más fácil la independencia unilateral que la reforma federal de España (que equivale a decir: es más fácil la guerra que la paz. ¡Claro! Sobretodo si la sangre de esa guerra la vierten los otros mientras yo me zasco unos vinitos del Ampurdán, tan ricamente).

Hay un consenso muy amplio alrededor del término "nacional". Mi abuelo paterno, el franquista (el materno murió en un campo de refugiados republicanos cerca de Montpélier), hablaba con satisfacción del momento "cuando entraron los nacionales", y hoy escucho muy a menudo hablar de la "dignidad nacional catalana".

Y luego hay más datos, otros datos, aunque esos no son datos europeos. Me lo hizo ver (eso y otros asuntos) Francesc Trillas. Se trata del uso de "Nation" y de "State" (y de "Country") en los EUA, un lugar del mundo en donde la confrontación territorial está prácticamente resuelta y ausente del debate público. (Hay independentistas en Texas -¡en donde iba a ser, si no!- pero son unos tipejos curiosos, ancianos entrañables). Sobra decir que en los EUA también hubo una guerra, y huelga decir que la perdió el bando "nacionalista". Y la ganó el federal, el democrático (con todos los salves y los matices que hagan falta). Así, en los EUA, "Nation" es el conjunto de los "States", una opción terminológica que, digo yo, igual favorecería la implantación del modelo federalista en España como mejor vía para resolver los mal llamados "conflictos territoriales". Lo del nominalismo lo inventaron unos sabios medievales, pero su sabiduría no ha sido atendida jamás en nuestra península (solo Juan Ramón Jiménez dijo algo sobre el nombre y el olor de la rosa, que yo recuerde, ya ves).

A los EUA también se fueron de excursión Puigdemont y Junqueras. Del segundo no puedo decir a qué fue, pero del primero sabemos que fue a pedir adhesiones. Otro error de bulto. Quizás debido a haber leído poco sobre historia.

Lo dicho: solo en un país por el que no pasó la segunda guerra mundial se puede concebir que exista ese deje fascista, ese deje nacionalista. Y, en consecuencia, ese uso malintencionado de la palabra "democracia", que sirve para todo: democracia es el término que jamás hemos aprendido bien, aquí. Democracia no es sacar un voto más que el adversario como argumento para aplastarle, ningunearle y quitarle el derecho a la palabra. Democracia significa consenso, diálogo, participación. ¿Consenso? ¿Qué palabra es esa?. ¿Diálogo? El diálogo es un pecado, eso es lo que nos cuentan. El diálogo parece una expresión de la debilidad, y en eso están de acuerdo Puigdemont, Rajoy, Soraya SS, Marta Rovira (capaz de lloriquear ante tal palabreja). Aquí se entiende por "democracia" algo así como "aplastar en las urnas al enemigo", con un uso de las urnas más parecido al de los obuses que al de la participación ciudadana.

Podríamos hablar, también, de carlismo y de primorriverismo, y de todos los males que en este país reflotan y perviven sin desfallecer jamás, nuestros males mal momificados, nuestros males zombis. Guerra de banderas, desfiles con camisetas unicolores, llamadas al honor patrio, al destino, a la historia debidamente tergiversada, balcones y calles inflamadas de banderas. Claro que es de burros desear una guerra, pero habernos librado de la guerra europea (la guerra de las democracias contra los totalitarismos) tuvo un precio muy elevado, y nos impidió comprender el significado de ambos conceptos: nacionalismo y democracia. El primero pretende enfrentar, dividir y vencer. El otro pretende comprender, convivir, consensuar, pactar, perder. Perder, si, perder sin miedo, perder en el sentido de renunciar a los objetivos máximos: ¿alguien cree que la vida misma no es nada más que algo azaroso y frágil, destinado a ser perdido? El uno pretende dificultar la vida en común -algo ya bastante dificil de por si. El otro, facilitarla. Quizás hay quien necesita el conflicto para existir, para sentir que existe con un propósito. Eso es lo que pensaron los nacionalismos de principios del XX: construir la vida sobre el conflicto, darle sentido a través de la lucha de mi nación contra la otra. Los nacionalismos de Europa comprendieron adonde lleva el enfrentamiento nacional llevado hasta el final. El desastre, el horror, la ruina, la muerte. La nada. Los de España, no: en España venció el nacionalismo y eso es lo que hemos acarreado hasta hoy, lo que todavía tenemos que soportar.

Por eso me sonrío (con dolorosa amargura) cada vez que escucho a alguien, en Cataluña, hablando de hechos diferenciales. ¿Saben ustedes cual es el hecho diferencial catalán? Que somos más españoles que los toros. Somos, todavía, los pobres españolitos a los que una de las dos Españas ha de helarle el corazón (o una de las dos Cataluñas, que es lo mismo). Creo que va siendo hora de dejarnos de esencialismos, de banderas y de proclamas patrióticas. Que alguien me cuente que sacó de bueno, en su vida diaria, a costa del patriotismo de la patria que más le gusta.

Yo voy a seguir, tal como vengo haciendo desde hace años, empadronado en la patria de Moby Dick, del Quijote, de Joseph K, de Fernando Atienza y de Iván Bezdomny. Y de otros muchos sin techo, sin patria. Voy a seguir creyendo en la educación y en la prevención.

Educación y prevención contra el fascismo, contra el nacionalismo, contra el odio, contra las fronteras, contra los esencialismos, contra la ignorancia, contra los totalitarismos, contra las banderas, contra la injusticia, contra la desigualdad...

(Dios mío: ayúdame a acortar la lista, te lo suplico).

14 comentaris:

  1. Lo cojonudo del caso, LLuis, es que si preguntas a cualquier vividor de sueldo público, ya sea senador, diputado o chamarilero de comisión, por las diferencia etimológica entre las palabras país, nación y estado, ninguno te sabrá responder con claridad meridiana. Buscarán después en Wikipedia, el último recurso de los copistas, y responderán banalidades.
    Uno puede sentirse unido a cierta clase de gente, como las Teresas de Calcuta de la calle Arc de Sant Agustí con los deseredados del sistema, y no sentirse de ningún país, ni tener sensación ni necesidad de nacionalidad alguna.
    En mi caso nada me representa, y por no llevar no llevo una cruz al cuello, siempre he pensado que llevar un instrumento de tortura pendiendo del cuello en señal de adoración es lo mismo que tatuarse el escudo de un equipo de futbol en el pecho, o lo que es peor, poner un trapo atado al balcón para que el vecino de enfrente sepa de tus pensamientos a la voz dual de la Nuria de Gisbert a coro con el rancio Aznar, " y si no te gusta ¿porqué no te vas a tu país?"

    Salut

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    1. Vamos a dejar aparte a Núria de Gispert, que es lo más parecido a una señorita de mierda, para usar el concepto de Juan Marsé.

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  2. Recordo haver escrit:la diferencia entre un català i un español és que no hi ha cap diferencia.

    salut

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    1. I tens tota la raó. O potser: a un català no li treguis els toros embolats, i a un espanyol no li treguis els toros sense embolar.

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  3. Comer bien, cagar correctamente, no tener frío en casa, pensar algo más que en fútbol y ver crecer felices a tus hijos deben ser las prioridades, pero no las veo por ningún lado, la verdad...Cuando empece a vender, había clientes que me impresionaban y me quitaba el complejo imaginándomelos cagando y ahí se acaban los complejos, los hechos diferenciales y la madre que lo pario...

    Un saludo

    P.D. Aparte de comer y todo lo demás, si de vez en cuando follo, ya lo he bordado...

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  4. "El nacionalismo convirtió un periodo de treinta años (1914-1945) y dos guerras mundiales en excepcional, dejando múltiples huellas inconfundibles. El total de muertos ocasionados por esas guerras, internacionales o civiles, revoluciones y contrarrevoluciones y por las diferentes manifestaciones del terror estatal, superó los ochenta millones de personas. Cientos de miles más fueron desplazados o huyeron de país en país, planteando graves problemas económicos, políticos y de seguridad. Pese a todo ello cincuenta años después el nacionalismo ha resurgido para volver a condicionar la vida de los ciudadanos y ciudadanas europeas desde la maquinaria del estado (quejosa de las limitaciones que le impone la UE) y con el consentimiento de poblaciones acuciadas por el miedo al extranjero, al inmigrante, al refugiado, al miembro de otra cultura, en definitiva, al Otro. La amenaza y el miedo convenientemente manipulados y la pertenencia emocional a un ente superior, que es la nación propia, vuelve a propiciar el crecimiento de partidos nacionalistas y ultras como si lo sucedido entre 1914-1945 no hubiera sido suficiente lección respecto a sus catastróficas consecuencias en vidas humanas y en destrucción material".

    Nacionalismo y totalitarismo – Laura Vicente

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    1. No el nacionalismo catalán, fueron los otros, entre ellos el peor de todos, el más nocivo, el naciofascionalismo español.

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    2. Lo cual no contradice la cita de Laura Vicente.
      Estoy de acuerdo contigo. De hecho, a quienes, con mejores o peores argumentos, arremeten contra los nacionalismos "periféricos" yo les suelo responder con una pregunta: Muy bien, pero ¿qué hacemos con el intransigente nacionalismo español?
      Cada cual coloca la paja y la viga según le conviene.

      Salut!

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    3. Por lo visto, puede haber una nación española porque España es un país OFICIAL. Puede haber una nación francesa porque Francia es una nación OFICIAL. Puede haber una nación italiana porque Italia es una nación OFICIAL..Ad infinitum...
      Pero no puede haber una nación catalana OFICIAL porque eso es nacionalismo peligroso. A esa forma de proceder yo la llamo; colonialismo subjetivizado.

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  5. Educación y prevención contra el odio , fronteras y otras cosas.

    ¿ cómo?

    Tanto el odio como el amor y cualquier sentimiento no tienen fronteras, y se extienden con la pólvora y el fuego.

    No se puede racionalizar un sentimiento , se apagan o se encienden , imposible racionalizarlos.

    Me pregunto , a ¿ quién quienes interesa mantener vivos o alimentar esos fuagos? ¿ qué ganan?

    Es mi único esfuerzo racional para intentar entender algo y tal vez poder apagar esas causas . No lo sé.

    Estoy tan pesimista que creo que todos seremos pasto de llamas , ¿ a quien interesa fomentar ese paisaje quemado?.

    Besos.

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    1. ¿Que a quien interesa fomentar ese paisaje quemado?... A los amos del capital, como siempre.

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  6. En mi opinión, el nacionalismo español estaba bastante amuermado, en estado hibernante. Ha sido el independentismo catalán, vía procesista, el que lo ha reactivado. Y ahora... a ver como nos sacamos de encima a unos y a otros. Mal asunto.

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  7. P.D. De hecho, la figura de Franco, el de "la abotijada figura y voz de flautín" (Radio Pirenaica), la ha sacado ahora en procesión la (presunta) izquierda y los procesistas, empezando por el siempre bien documentado Rufián.

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