20 de febr. 2012

Episodios neoliberales - 1


Hacia la muerte de la ética
(Continuidad de los cementerios)

Museu internacional de titelles d'Albaida (foto E.M.) 

Anoche soñé que soñaba que me enterraban. Era una tarde sombría, de nubes malvas y sol blancuzco, como leproso. El enterrador me resultaba conocido, quizá algún vecino de cuando vivía en el barrio de la Ribera. De repente me despertaba asustado por las primeras paletadas de tierra encima de mi pecho. En el sueño número uno (el contenedor de ese segundo providencialmente esfumado), mi familia me tranquilizaba, me consolaba y me ofrecía chocolate caliente, para aliviarme. Poco más tarde todo se ensombreció de nuevo cuando comprendí que todos esos compasivos familiares eran mis muertos recientes. Fue entonces cuando salí por fin y desperté al mundo. Era lunes, invierno, las nueve de la mañana. Llamé al trabajo para disculparme, arguyendo un socorrido resfriado con algunas décimas de fiebre.

Me senté en una butaca de Ikea y me orienté hacia la ventana. Era un día turbio, con una luz como metida en el agua de lavar los platos. Me quedé meditando sobre los rizos y caprichos del destino: cuando se cumplía un año de la muerte de mi madre, me mandaron a un centro cuya directora llevaba el mismo nombre que mi madre. A veces no puedo concluir en qué se inspiraron los antiguos fabuladores cuando describieron el cielo y el infierno: ¿cuál de los dos está imaginado a semejanza de nuestro fatigado mundo?


Esas meditaciones son estúpidas y ociosas, además de lúgubres. Por fortuna sonó el teléfono y me quité del embrollo. Una voz educada y elegante, con el acento de Tarraco, me informó de que la sepultura en donde reposan mis padres debe de cambiarse de nombre.
-Le llamo de los Servicios Fúnebres. Ha pasado un año desde que falleció el titular, y la normativa exige que, pasado ese tiempo, el titular esté vivo.
-Tengo previsto resucitar a mi madre -le respondí con un buen humor improvisado- Ando estudiando un viejo grimorio, De vermis Mysterii. Es un tratado de nigromancia.
-En ese caso debería usted escribir una instancia a las altas instancias -sigue la voz elegante- Porqué he aprovechado para teclear eso del vermis en el google mientras usted hablaba. Veo que lo escribió un tal Ludwig Prinn, siglo quince.
-Correcto -me descubro ante la eficacia del empleado. Incluso en tiempos de recortes y furioso neoliberalismo, ese hombre mantiene la profesionalidad de los buenos tiempos.
-Estoy viendo que Prinn murió y nunca más se supo. Si el nigromante falleció sin remedio es lícito sospechar que su método resucitador es falible. Deberíamos estudiar bien su propuesta.
-Lleva usted toda la razón, como un juez del Supremo.
-¿Le parece que mientras lo valoran cambiemos el nombre del titular?
-Me parece bien, es usted un funcionario sensato.
-Mañana a las doce y cuarto. ¿Puede pasarse por nuestras oficinas? Váyase pensando quién será el nuevo titular.

No es nada fácil decidir cuál es el óptimo titular de una sepultura. ¿Debería ostentar la propiedad el pariente con una mayor esperanza de vida? ¿O sería mejor transmitirlo al más firme candidato en usufructuarla pronto? Si optamos por la segunda, creo que soy yo quién debe firmar y certificar mi reserva: superados los cuarenta y cinco, fumador, con severos antecedentes familiares de cáncer (mis antecesores han catalogado el de próstata, pulmón, útero, limfático, la leucemia, el cerebral).

Martes a las doce y cuarto. Otra vez un día de luz triste y plateada, con un sol de marfil ajado. Subo al piso indicado, en donde me entrevistaré con el funcionario de la voz elegante. Ante su puerta huelo el aire viciado por alguna sustancia dulzona y corrompida. Empujo y me siento. El hombre tiene un aspecto realmente malo, poco saludable. La piel hinchada y tumefacta, de un blanco verdoso. Una parte del labio inferior le cuelga sobre la barbilla, la nariz está devorada por los bichos descomponedores, va despeinado, le falta un ojo y en la cuenca vacía habita un gusanito blanco y nervioso, de movimimentos espasmódicos.

-Antes de que diga alguna inconveniencia -se anticipa él- le contaré lo que sucede. Ya sabrá usted que Artur Mas decidió no cubrir las vacantes que surgen en la administración. Jubilados, excedencias o defunciones se amortizan. Qué quiere usted que le diga, a mi me sabe mal y eso mismo pensaba yo una vez enterrado. No me parece bien la decisión del gobierno, y pensé en hacer algo. Pasé a la acción. Creí que igual como se plantea la ética de los negocios o los banqueros, era posible hablar de la ética más allá de la vida. De una ética muerta, por resumirlo así. Volví y ocupé mi antiguo puesto. Ahora soy como un voluntario: estoy muerto y no deben pagarme nómina ni tengo derechos laborales de ninguna categoría. Máxima eficiencia. Sé que mi aspecto podría molestar algún usuario, pero...
-No le reprocho nada -me apresuro- Es cierto que su aspecto es algo bochornoso. Pero he visto gentes que, aún estando vivas, muestran un aspecto más tétrico que el suyo. Y, por otro lado, tratar los asuntos de la muerte con un muerto inspira confianza y seguridad.

Hablamos un rato distendidamente sobre como ha cambiado el tema de los muertos revenidos: de Edgar Allan Poe para acá, han pasado de horribles espectros a frágiles individuos con problemáticas laborales y éticas. Luego hablamos de lo que procede: términos, plazos, cuotas y formas de pago de la sepultura familiar. Cuando por fin me levanto para marcharme se me ocurre preguntarle si por casualidad tiene alguna noticia de los míos. Piensa, entorna su único ojo y salmodia los nombres.

-Sí, a su madre la conozco. No decidió subir a ayudar a los vivos. Optó por embarcarse en un velero y se fue para los mares de levante. Creo que allí hay una playa blanca y serena en donde la gente se sienta y ve levantarse el día. Eso no significa que algún día no cambie de idea.

Me marcho con esa imagen de la playa lejana y levantina. Me gustaría que ella cambiara de idea, y que vuelva. Pero voy a respetar su decisión. El amor -cuando es verdadero- es incondicional.

13 comentaris:

  1. Ostres, has donat amb la clau per que l'administració pública no gasti en personal: zombies! realment brillant, deu semblar que soc un adulador però t'asseguro que no...

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  2. Aris, gràcies per les adulacions... però el tema dels treballadors zombis pertany a la pel·li "White zombi", filmada el 1932. Jo només he fet una adaptació als nostres dies. Aquells zombis eren treballadors forçats, ara podríem ser voluntaris, amb il·lusió.

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  3. Deixant de banda el rerefons, el conte està molt aconseguit. Has sabut donar l'aire entre gòtic i kafkià dels bons contes de terror; amb aquell punt de distanciament irònic d'un Bartleby, ben amanit amb humor negre...

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    1. Enric, ara m'hauries de criticar el rerefons, doncs. Pel què fa a la forma, volia fer una mena de teoria del conte de terror en època neoliberal, que potser aviat formularé per aquí. Tot sigui per no quedar-se simplement atònit cada matí veient com van les coses.

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  4. Ai, Lluis, quins sotracs narratius! És la més tremenda alegoria de les retallades catalanes augmentades per la reforma laboral espanyola. Si no és perquè escrius molt bé crec que em donaria de baixa del teu bloc, que després tinc malsons i calfreds i tremolors... A més aquesta barreja que hi sé veure entre realitat i ficció fan que la cosa s'assembli perillosament a un somni d'aquests que et fan estar inquiet.

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    1. Eastriver: espero que no hagi estat res, i que t'hagis refet aviat. I em sap greu, perquè em temo que de moment el blog seguirà per aquesta línia...

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  5. Ves per on, des del títol, que m'ha dut a esperar un post de reflexió político-social, he acabat intentant fer-me una imatge de la playa lejana y levantina. I lamentablement, m'ha resultat més senzill construir-me l'escenari on fa el que pot el funcionariat zombi, que pensar en una bella platja de llevant. Deu ser que queda lejana, muy lejana. O deu ser que se les han carregat totes.

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    1. Leblansky: és possible que no quedi cap platja que sigui alhora "lejana" i "levantina", si ens limitem a pensar en les coordenades properes. Imagino que el personatge es refereix a una platja molt llunyana, d'un altre llevant. Lamentablement, resulta més fàcil imaginar un funcionari zombi (gairebé no cal usar la imaginació) que no pas una platja.

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  6. Lluis, ara llegeixo el teu comentari al meu i em vec amb l'obligació de dir que el que pretenia era ser elogiós amb un text tan divertit i ben escrit. El que passa és que m'incomoden els elogis exagerats, i llavors tiro pel camí de la ironia. Salutacions.

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  7. Ha,ha... he rigut molt! També estic en tràmits mortuoris i el surrealisme és ben bé el que es porta!

    En fi, el filó de la teva mare -ara a la "playa blanca y serena en donde la gente se sienta y ve levantarse el día"- és d'una poètica extraordinària fins i tot quan el conte és gòtic (no m'acaba d'agradar aquest terme) i amb la deguda mala baba marca de la casa.

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  8. Galderich: els tràmits mortuoris són una font inesgotable de recursos. A mi ara em demanen el certificat de defunció d'una persona que està enterrada per tal de poder fer el canvi de nom de la tomba, perquè com que està morta no pot ser la titular. És a dir, l'enterrador demana una any després el certificat de defunció de la persona que va enterrar.

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    1. Ha, ha... a mi em demanen el certificat de defunció d'un individuo mort cap els anys 30 que els anys 60 fou traslladat a un ninxol de Catalunya, cosa dels de Sanitat, diuen! Finalment es van adonar del surrealista que era tot plegat i fan la vista grossa...

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    2. Això és boníssim, perquè és clar... I si l'enterrat no estava mort? Potser vam enterrar una persona viva, i anys més tard ens demanen un comprovant. El qui està viu és Kafka.

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