30 de set. 2016

El Ateneu Barcelonès, la libertad y La Charca

Resultat d'imatges de la charca literaria

A finales de septiembre el calor no mengua en Barcelona, pero la luz no sufre de cambio climático: a las siete de la tarde los malvas y las sombras caen del cielo o ascienden des del suelo. Es el pareado de la luz en esta ciudad. A las siete de la tarde el torero lleva dos horas muerto (según un poeta) y yo llego al edificio de ese gótico catalán (civil, lo llaman) un poco sombrío. Es decir, gótico sin más. ¿Para qué acompañar con otros adjetivos a un adjetivo tan rico?

Al palacete se accede por un enorme portal que antaño fue, sin duda, la entrada de los carros. Mejor digo "los carruajes". Así me encuentro en un patio ancho, de grandes losas. Tan grandes, que alguna de ellas podría ser lápida mortuoria. Al fondo y a la derecha del patio está la escalinata que lleva a las dependencias superiores y a ese jardín entre gótico y romántico, todo muy de época. Algún diseñador ha tenido la pésima idea de decorar el patio con paneles de luces fluorescentes y colorines, y parte del misterio se ha ido al carajo (nombro al "misterio" en sentido litúrgico). Los pastiches, cuando son pequeños, pueden contener algo de tierno, pero a partir de ciertas dimensiones es bastante desagradable. A un lado de la escalinata está la cristalera con la garita del conserje, cuyo rostro es agradable a pesar de las dimensiones calculadas y disuasorias de su masa corporal. Disuasorias para un españolito como yo, que no llegó a 1,70 metros de estatura ni en sus mejores tiempos. Aquí las cosas van en serio, me digo.

Más allá de la cristalera bien protegida está el antiguo ascensor, como esos de las casas señoriales del Ensanche: de madera añeja y noble, barnizada, con sus cristales bien labrados, sus apliques dorados y esa lucecita amarillenta que abrillanta las calvas de los intelectuales socios con destellos de un pálido fulgor. Son ascensores que inspiran a los directores de cine de terror y a los escritores de romances burgueses.

A mi el Ateneu Barcelonès siempre me ha producido un efecto inquietante. Empezando por ese algo solemne y raro que está alojado en su nombre. He estado poquísimas veces en él, y siempre ha sido por invitación de alguno de sus socios. La verdad es que solo tengo buenas palabras para los socios invitadores, lo digo para evitarme quejas y problemas. Pero eso no quita ni apacigua la congoja que me oprime el pecho cada vez que entro en el Ateneu, algo que no me sucede cuando he cruzado la puerta de una taverna, por más barriobajera, fea y maloliente que sea. El nombre de "Ateneu" ya contiene algo de antiguo y de severo, sobretodo si se refiere a un caserón de piedra tallada en tiempos remotos, de picapedreros y señoritos.

Están también los ateneos obreros, pero eso es otra historia.

El adjetivo ("Barcelonès") aumenta la inquietud, puesto que un templo de la cultura (perdón, la Cultura) que se autodenomine con un flagrante error (el adjetivo correcto en catalán sería "Barceloní") es algo que obliga a pensar en los tiempos pretéritos, cuando el señor Fabra no había desembarcado todavía en la cosa de la normativa lingüística y cuando los señores de Barcelona andaban a caballo.

Sin embargo todo lo dicho hasta aquí, ayer me llevó al Ateneu Barcelonès la presentación social de "La Charca Literaria", una publicación solo virtual en la que colaboro des de hace algunos meses. Y debo decir que me sentí bien. Incluso muy bien. "La Charca" es una publicación en lengua castellana en la que participan escritores de toda España, por lo cual el acto se desarrolló en esta lengua. Parece absurdo contar eso, pero no lo es. Lo que pasa es que en Cataluña cada vez suena más raro, más caro y más loable que un acto se desarrolle en castellano -y más en determinados lugares- sin que nadie proteste ni levante voces ni eslóganes ni proclamas solemnes. Hace pocos días asistí al homenaje a un poeta dadaísta en el que, de repente, alguien de entre los presentadores izó una bandera independentista sin venir a cuento. A mi no se me ocurre casi nada menos dadaísta que una bandera nacionalista, pero el caso es que ahí estaba la banderita, esa versión lisérgica de la bandera de Cuba. No protesté, pero debo decir que me aguaron el homenaje al poeta.

Es por eso que me encantó estar en el Ateneu Barcelonès hablando en castellano sin problemas ni protestas. La mayoría hablábamos castellano con acento marcadamente catalán, tal como hablamos el francés (o el inglés o el italiano quién lo hable). Y no es por casualidad que se nombrase a la libertad algunas veces (no muchas, no hubo abuso): la libertad es algo escaso, que pasa poco. Había un ambiente de tranquilidad y de normalidad, de hablar de letras y literatura y lectores y lecturas y cosas así, con las ironías pertinentes, algún chascarrillo y buen rollo.

En mi imaginario (construído en parte por prejuicios y manías) el Ateneu Barcelonès i Òmnium Cultural siempre han sido aparatos parecidos, no diré hermanos gemelos pero sí primos. Y ayer tuve que recomponer ese imaginario tremebundo, gótico y mío, para aceptar que el Ateneu, con su adjetivo anacrónico, no se parece a Òmnium. Es un espacio en donde caben las lenguas diversas y las pequeñas libertades, las que nos permiten hablarnos para entendernos en una lengua que es común amén de ser la de, por ejemplo, Rafael Chirbes.

Ayer pensé (mientras me volvía para casa, con una sonrisa) que quizás no está todo perdido en este país -todavía. Y esta mañana, aunque me haya levantado a las 7 para ir a trabajar, la sonrisa perduraba. Puede que en la génesis de mi sonrisa matutina hubiese otras causas (a todos los trabajadores se les dibuja la sonrisa santoral de los viernes), pero el eco de lo vivido en la víspera estaba ahí. Y que dure.


5 comentaris:

  1. Buen comentario, sí señor.
    Sentí tener que marchar antes de finalizar, pero ya que hemos contactado, espero que nuestra relación sea fructífera.
    Estoy escribiendo y veo que me estoy metiendo en un jardín ¿o es una charla? y hay frases equívocas: contactado, relación... En fin, por ahí va la cosa.

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  2. Amic Bosch, te lo comentaba antes de empezar la presentación de la Charca Literaria: hay espacios de libertad. Encuentros de personas de buena voluntad que no dejan que ciertas lucecitas deslumbren su ojo crítico ni que ciertas consignas de intolerancia afecten su ceatividad. Ya sea en la una charca inmunda o en laberinto con paredes de piedra y pavimento de cristales. No. Autores libres, a veces recónditos, a veces indómitos y siempre sensibles escriben o se reúnen y se expresan.
    De todas maneras debo aclarar que en el Ateneo te puedes encontrar de todo, su espíritu fundacional es el librepensamiento, pero de todo hay entre estas piedras viejunas, ya sabes que siempre hay que estar alerta y que las banderas que puedan ondear en su balcón pueden confundir nuestra mirada.
    Y como dice el amigo Felipe, "por ahí va la cosa".
    Salud

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  3. Mís felicitaciones por el artículo.
    En realidad creo que hemos empezado a verles el plumero a nuestros manejadores políticos, sin distinción de partidos.
    Creo , Lluis, que estamos saturados de confrontaciones, que a la postre sabemos que son como la rueda del hámster, siempre girar en el mismo sentido para no llegar nunca a ningún lugar.
    Me he tomado la libertad de ponerte en Totbarcelona, en el recuadro de la derecha, en el apartado de "tienen cosas que decir y yo que escuchar".
    Un abrazo y recordarte que fue una alegría inmensa el verte, muy, muy grande.
    Salut

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  4. Acabo de leer tu entrada en La Charca. Me ha parecido exquisita.
    Molt, bé.
    Salut

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