17 de juny 2012

Señoritos de mierda



¿Qué otra cosa podía esperarse de los jóvenes universitarios en aquel entonces si hasta los que decían servir a la verdadera causa cultural y democrática del país eran hombres que arrastrarían su adolescencia mítica hasta los cuarenta años?
Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, generoso y hasta premiado con futuro político, y todos como lo que eran: señoritos de mierda.
Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa 

"Manolo levanta la persiana y los párpados al mismo tiempo, y se sonríe para sí, pensando en como crujen y rechinan y gimen esos párpados por la mañana, hay que ver, qué barbaridad. Debería llevar una vida más ordenada, más saludable. Pasados los cincuenta, uno debería hacer algo. Escucha el ruido atroz de una motocicleta ascendiendo por la calle, debajo del balcón entreabierto por donde entra, también, el vago olor de los jazmines. La calle empinada y torcida sigue ahí, piensa, eso es bueno saberlo...
El hombrecito detiene el rasgar de la plumilla sobre el papel, le pone el capuchón y cierra con un golpe brusco la libreta, como si quisiera castigar a los papeles por alguna culpa imprecisa pero grave, aunque sea del que escribe y no del lugar en que lo hace. En verdad, piensa, ponerse a imaginar como es la vida del Pijoaparte a los cincuenta y tres (la edad que le ha elegido para el imposible relato) es una auténtica gilipollez. No sólo porqué el personaje se lo encontró en un libro ajeno -no es ni tan sólo equiparable a un hijo adoptivo-, sinó porqué la narración de su vida está completa en aquél libro, publicado en el lejano 1966. El hombrecito tenía dos añitos en el 66, y probar a escribir la continuación, ahora se da cuenta, es de una arrogancia insoportable.


El hombrecito se pregunta porqué empezó con esto: porqué escribió la cita del libro, porqué la copió con letra tan redonda y casta, tan pretendidamente bella. Lo hizo con esmero, como quién pretende componer un hermoso cuadro de flores pulcras metidas en un jarrón vagamente oriental. Cree que, desde que le enseñaron caligrafía siendo un mocoso, jamás había vuelto a practicar ese esfuerzo. Como para agradar a alguien y recibir una recompensa. Los niños pobres siempre esperan con ansia -por más años que cumplan-, recibir un pellizco del premio que tan ancho y ostentoso les ha sido regalado a los niños ricos aunque sean lerdos, babosos, llorones o repelentes.

Siendo niño, el hombrecito adquirió una digna destreza caligráfica que todavía conserva y ahora observa fascinado. Aunque hace ya algún tiempo que sabe lo otro: que también adquirió un sordo resentimiento del cual jamás se ha despojado. Y no sabe si le llegará la redención. Es el viejo resentimiento de clase baja, unido a una sensación de desclasado, de apátrida en todas las patrias visitadas hasta hoy.

El hombre que escribió el texto de arriba le ayudó un poco. Sus libros actuaron como un vendaje o un analgésico contra el dolor antiguo: el alma de aquél escritor tenía algo de la suya -pensaba. pero eso no lo sabía, es tan sólo una suposición: uno siempre busca a los suyos.

El hombrecito piensa que con Juan Marsé podría hermanarle la zona oscura, donde anida la mala leche y el miedo a no encajar bien, el asco, todas esas cosas. El hombrecito se mira en el espejo y encuentra un brillo sutil en la mirada que identifica al perro apaleado pero tenazmente amaestrado y que sin embargo muerde de vez en cuando. Aunque también el aliento gozoso de la rebeldía y el impulso de nombrar el nombre del cerdo, para nombrárselo en su cara bonita de niño guapo por rico, que no guapo por naturaleza.

A lo mejor estaría bien preguntarle algún día por todo eso al creador del Cardenal y la Jeringa. Por lo menos -pensó mientras leía las aventuras del Pijoaparte o de Rosita, la chiquilla de Ronda del Guinardó- algo me reconcilia con mis compadres y encuentro -¡por fin!- a un autor que no es un señorito mimado y malcriado. Porqué alguna vez, años atrás, el hombrecito pensó que la providencia le había dejado caer en un país lamentable y mezquino, sólo poblado (superpoblado) por cretinos ricos, lustrosos y cultivados, con abono en el Liceo y dignísimos bienhechores de Cáritas diocesana, o muy discretamente simpatizantes de Esquerra Republicana de Cataluña. Todas los prohombres de ese país le parecían eso mismo: señoritos y señoritas de mierda.



Carles Riba, Joan Maragall, Josep Carner, Salvador Espriu, Baltasar Porcel, Isabel-Clara Simó, Maria de la Pau Janer, Salvador Sostres, Joan Margarit, Antoni Vives, Lluís Llach y un largo etcétera que abarcaba celebridades o simples lacayos de la oligarquía, aunque todos laureados pero al fin y al cabo todos señoritos de mierda (*). Cuando escarbas un poco siempre llegas al mismo lugar: el gran poeta es un hijo de papá a quien todo le fue fácil y regalado. Le llevó un tiempo encontrar a Joan Sales, a Joan Brossa, Maria-Mercè Marçal, a José María Fonollosa, a Jesús Moncada, Vicent Andrés Estellés o Miquel Bauçà. Y al autor de las aventuras de Rosita en el Guinardó.

(El herido no encuentra jamás el láudano justo a la vuelta de la esquina. Hay que salir a buscarlo y suele estar lejos. Te puede llevar media vida si tienes mucha suerte).

Bueno, hay que joderse, se dice a veces el hombrecito cuando siente los tambores tocando a rendición incondicional ante el avance vigoroso del ejército robusto de la Realidad, camuflado de incuestionable bosque como en el final de Macbeth. Eso es lo que te han dado -se dice-, y deberías dar gracias por estar vivo, aunque herido. Mejor herido que muerto, o que no haber nacido. Aunque a veces piense que, en Cataluña, si no has nacido en una casa burguesa más te valdría no haber nacido. Pero tampoco hay que negarlo: a los demás se nos ofrece una cierta imagen de la dignidad que no es completamente inalcanzable.

Y entonces el hombrecito se sienta, abre de nuevo su libretita azul, le quita el capuchón a la pluma. Si vence al resentimiento o por lo menos lo domestica un poco, incluso podría llegar a escribir de verdad.


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Con este texto se cierra (provisionalmente, claro), la breve serie dedicada al escritor de Barcelona.

(*) La lista de los señoritos de mierda en mi país es tan enorme, tan descomunal, que uno se siente pequeño y minoritario, decididamente excluído. Quizás Cataluña sea un jardín de señoritos, y yo su jardinero, junto a otros desposeídos en general. Mientras elaboraba el texto me hice una lista, cansina y fatigosa como todas las listas. Intenté limitarme a los señoritos de la cultura impresa, pero se me desbordaba hacia otros ámbitos: el político, el científico, el periodístico, el funcionarial, el artístico, el musical. Incluso el de algunos autores de blogs. No invito a nadie a escribir listas feas. Sólo a que lo piense.


14 comentaris:

  1. Es posible que seas crucificado por esta entrada, pero yo me cojo la otra cruz...
    "un largo etcétera que abarcaba celebridades o simples lacayos de la oligarquía, aunque todos laureados pero al fin y al cabo todos señoritos de mierda. Cuando escarbas un poco siempre llegas al mismo lugar: el gran poeta es un hijo de papá a quien todo le fue fácil y regalado." esto tambien lo firmo yo...

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    1. Bueno, hay unos cuantos lectores que ya se han dado de baja, y otros que me dan a conocer su disgusto por las opiniones de formas diversas. Es lo que hay.

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    2. Bienvenido al club... no hay blog con más bajas que él mio, es lo que pasa cuando no te montas en ninguna "ola"...

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    3. No te creas... aquí son numerosas (aunque a algunos les mandé yo a freír espárragos y entonces claro, se piran). Y la gente es sutil haciéndote notar que no les gustas, algunos muy sutiles.

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  2. no siempre se puede estar de acuerdo en el todo con la lista de señoritos, quizás yo quitaria algunos,no demasiados tampoco, y como al hombrecito me costó un tiempo encontrar a Joan Sales, a Joan Brossa, Maria-Mercè Marçal, a José María Fonollosa, a Jesús Moncada, Vicent Andrés Estellés o Miquel Bauçà.

    Salut

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    1. Eso de las listas es un rollo, y me gustaría haberlo evitado. No sé porqué ya sabía yo que iba a ser el centro del texto, cuando no debería serlo...

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  3. Més que fer una llista de "señoritos", que seria molt llarg i cansat (no ens hauríem d'estar de posar-hi també a tots els anònims ciutadans que pensen com pensen i eduquen fills), és més gratificant anotar de tant en tant el nom d'algú amb qui aniries a fer una cervesa o a fotre un clau.

    Submergir-se en les pàgines de Marsé, per exemple, també és viure. I la literatura és un lloc molt habitable.

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    1. Exacte: la llista no és la part del text més interessant,i de fet es podria treure perquè només em faltaria ara haver de fer el cànon dels señoritos: llarg, cansat i inútil. Em qudo amb això, que la literatura és un lloc habitable on s'hi està molt bé.

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  4. Sense ser especialment beligerant, Marsé ens va retratant aquesta burgesia de señoritos de forma clara i contundent. Sense eufemismes, això sí.
    El meu oncle explicava que va venir a Barcelona des de Jaén perquè ell volia ser un "señorito", i no un escarràs. No, no ho va ser mai, és clar (i per sort).

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    1. La ideal del señorito és una mena d'ideal que deuria moure molta gent, i que avui encara ho fa. L'Enric parla més amunt dels qui, sense ser-ho, es comporten com si.

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  5. crec que no et donaran els premis cats...d'entrada ja escrius en castellà i això es tot un crim en aquesta terra. A Marse els d'aqui no el consideren un escriptor català, com en Mendoza i molts més. Es un debat que s'arrosega fa molts anys...

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    1. Ja deus saber que els premis CATS ara es diran premis CATETS. Les bases estan una mica reformades per a ser més entenedores, i són:
      -es premiaran blogs escrits en catalanet, millor que en català
      -han de ser correctets i divertidets però sense passar-se
      -els textos seran aptes per al nét i la iaia
      -hi ha d'haver una mica de xerinol·la ben entesa, però que no ofenguin a dingú.
      -han de traspuar els vells valors de la Pàtria
      -s'acceptaran els textos del Full Parroquial

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    2. Acabo d'enviar aquest text a premiscat@gmail.com.

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  6. la literatura i l'art en general, si és que sabem de què estem parlant quan parlem d'això, solen ser fruit d'inquietuds que esdevenen "art" quan es té temps lliure i no cal treballar.. sinó les inquietuds resten soterrades en les hores de treball i el descans posterior..
    vist així tot l'art -o quasi, sempre hi ha excepcions- el pot produir qui té temps i diners, sobretot temps, i si a més a més té contactes segur que allò que faci tindrà les crítiques oportunes perquè sigui reconegut com a tal..

    també hi ha qui en hores mortes aconsegueix escriure obres i pertany a ambients de no senyoritos de mierda,llavors el que escriu ens toca molt més d'aprop als qui no vivim envoltats de cotofluix..

    el pitjor dels senyoritos de mierda és la prepotència i el mal que provoca el poder a qui no el té..
    quan s'és una criatura o un adolescent les emocions penetren d'una manera irracional i fan mal.

    Potser ara amb un tant per cent d'atur tan considerable hi hagi un llegat artístic difeerent i notable.. esperem..

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