19 de maig 2019

El hombre que regresó de Waterloo

Resultat d'imatges de taured

El hombre que vivía en el chalé de Waterloo, en las afueras para ricos de Bruselas, enloqueció al poco de instalarse en la mansión belga. Eso parece un hecho contrastado. Sin embargo, sus siervos no se dieron cuenta de la locura en la que había caído el señor. O eso parece. Quizás los siervos si se dieron cuenta, pero simularon no percibir la locura del amo. Para evitar que un loco se torne violento se le debe seguir la corriente. Un loco violento es algo muy peligroso, eso lo sabe todo el mundo, incluso los más devotos del loco lo saben.

Un día de primavera, el loco desarrolló una pasión por la filatelia y se puso a diseñar sellos para el servicio postal belga. Sus siervos le aplaudieron, y aunque quedaron estupefactos ante la nueva afición del señor, le aplaudieron. ¿Qué otra cosa les era permitida, salvo aplaudirle? Sabían de sus obsesiones sobrevenidas, de sus neurosis flamígeras. Le temían. El señor disponía de unos escalofriantes ataques de ira y por eso los siervos aplaudían lo que fuese, cualquiera que fuese su nueva ocurrencia. Alguien advirtió que el señor cambiaba de obsesión en cada luna llena, y alguien dijo que las lunas nuevas pueden convertir a los hombres en lobos, o en lobombres. Un escalofrío recorrió el espinazo de los siervos. Aplaudámosle la neurosis filatélica, dijo uno, no vaya a ser que, si le cuestionamos el amor por los sellos en la era del correo electrónico, nos deje sin el asiento a la derecha del señor. Y así lo hicieron los demás.

Sin embargo, uno de los siervos, el señor de Mataplana, decidió largarse del castillo de Waterloo y se volvió con su familia. Eso dicen.

Dicen que el señor de Mataplana cogió un avión y se volvió con los suyos (los suyos de sangre) pocos días más tarde del suceso (filatélico y extraño) de Waterloo. Ignoramos qué excusas le esgrimió a la familia Mataplana en cuanto regresó a su lado. Quizás les dijo. "Salí a por una lata de berberechos y me abdujeron los habitantes de Ummo, pero no sus preocupeis, que estoy de nuevo aquí y sus traigo unos mejillones con papas fritas". Podría ser eso, si. Dudo que les dijera: "en cuanto el señor se puso a diseñar sellos, comprendí que había llegado el momento de regresar al hogar. Ya nada tenía sentido". Cuando yo era niño me contaron la historia de dos hombres adultos (adultos y maduros) que se fugaron el mismo día, y desaparecieron de la faz de la Tierra. Años más tarde reaparecieron, y cada uno volvió a su casa. Todo el mundo comprendió, con más o menos espíritu crítico, sarcástico o inquisitorial, que era lo que había sucedido. Eso no sucedió en Cataluña, si no en un país normal y tolerante.

En un cuento americano del XIX se cuenta la historia de un hombre que se largó de su casa y se instaló tres calles más allá. En la ciudad de Nueva York. Veinte años más tarde regresó. La familia le acogió sin preguntar. Solo necesitaba pasar un tiempo solo, les dijo. El cuento no cuenta la verdadera reacción de sus familiares. Se sobreentiende que le comprendieron. Hay mucha literatura buena al respecto de esos casos. El caso de Martin Guerre, llevado al cine por Daniel Vigne en 1982 (con Gerard Depardieu en el rol protagonista), y versionado luego en la cinta americana "Sommersby", con Richard Gere, trata de casos como el del señor Mataplana: ¿alquien le preguntó al señor de Mataplana regresado de la oscuridad si era él en verdad o era un impostor que pretendía suplantarle para obtener una familia, una hacienda y unos privilegios que no le correspondían por naturaleza?.

El hombre que regresó de Waterloo incurrió en algunas incongruencias cuando fué preguntado. Dijo que era senador de una república, dijo que luchó en una guerra santa, dijo que él representaba el mayor amor por la democracia jamás visto en el mundo. Algunas afirmaciones eran verdaderas o lo eran a medias, pero otras no tenían evidencia científica alguna en donde agarrarse. Dijo que era un enviado del señor del chalé y por eso nadie osó discutirle nada. Le aplaudieron y le ofrecieron sus lomos sumisos para que se subiera encima de ellos, para entrar así en la Ciudad de las Moscas, a lomos de crédulos con alma de esclavos, de peones de una patria soñada en malas noches.

El señorito que regresó de Waterloo (que dijo regresar de Waterloo) tiene algo de aquel hombre que apareció en un aeropuerto de Tokio en 1954, asegurando que era ciudadano del país de Taured. ¿Es víctima de un episodio delirante? ¿Proviene de una dimensión paralela? Jamás averiguaremos la verdad. La hija del señor de Mataplana está convencida de que el regresado es su padre, y está dispuesta a matar por defender su hipótesis. Eso nos conmueve, eso es una historia humana de veras y no esas chorradas de series de netflix.

Los sellos, el chalé de Waterloo, la república imaginaria y todo lo demás son fruslerías. La literatura está ahí, en lo humano, en lo irremediable y humano, el dolor y la locura y el abandono, en el horror, en la frustración de lo que pudo haber sido épico y fué ridículo. Ridículo y catalán, como siempre, otra vez..

15 de maig 2019

Cataluña según Philip K. Dick

Imatge relacionada

Aunque conocí la literatura distópica (o lisérgica) de Philip K. Dick ya de mayorcito, se me ocurre pensar que, en realidad, la conozco desde siempre. O algo peor: que vivo dentro de una de sus novelas, inédita o jamás traducida a ninguno de mis dos idiomas. De todos modos... dejo en el aire una pregunta terrible: ¿sabe Semion Zajarovich que es el personaje -secundario, para más inri- de una novela?

No se me ocurren hipótesis que expliquen mejor el giro argumental catalán, esa caída libre en la mediocridad y la tiniebla protofascista de los identitarios -también conocidos como independentistas. Lo reconozco: no lo llevo nada bien. Hay algo que me huele mal, a conspiración imposible, a maniobra de guionista inhábil, a un error evolutivo no atribuible a causas naturales ni inteligentes.

Hay un ruido de fondo, eso si, un ruido de fondo que es, quizás, lo único coherente. Porqué me acuerdo del patio de mi escuela, en donde ya se escuchaba el ruido de fondo. Por razones que no vienen al caso, pasé mi primera escolarización en un colegio de la zona alta barcelonesa, rodeado de compañeros ricos o muy ricos, estrictamente catalanes.

Cuando, al finalizar octavo de EGB, le supliqué a mi padre que me matriculase en el instituto del barrio, uno de mis compañeros ricos y muy catalanes se despidió de mi con estats palabras: "¡Qué pena que te vayas a las fosas comunes!". El niño, encantador, pertenecía a una familia muy conocida que lideró la izquierda pija de los 70 y 80 y que, a día de hoy, ha enraizado en el indentitarismo.

Ese ruido de fondo, antiguo y siniestro, es lo más coherente de esa mala novela. Sin embargo, los últimos capítulos (los que abarcan los diez años contando desde hoy para atrás) son una colección de salidas de tono, locuras y dislates, violencia estructural y una horrenda mediocridad intelectual que amenaza con liquidar para siempre lo que tal vez fue la "cultura catalana". (Hay una cohorte de filólogos catalanes especializados en la época sin literatura entregados a destruir lo poco que hay, para volver a otra época sin literatura -y sin cine ni teatro ni pintura ni nada. Pretenden solo fiestas tribales: cabezudos, ferias medievales, ferias de vino tinto, ratafía y novelita gris, ferias a las que pueda acudir el pobre Torra o, en su defecto, la pobre Borràs).

Pocos días atrás apareció un tipo que se había ido de peregrinaje a Waterloo y regresó con una urnita (perdón por maltratar la sagrada urna con un diminutivo), que contenía unos gramos de tierra del jardincito del señorito Puigdemont. El tipo, que sin duda no pertenece a la clase alta, ofreció la reliquia a sus familiares y allegados, que la acogieron con un temor reverencial, con una sonrisa extática. A eso me refiero: las clases bajas adoran a los señoritos, les ríen las gracias y se apuntan a su identitarismo maligno sin comprender nada. Antes, por lo menos, los identitarios eran de clase alta y salían a defender lo suyo ("lo nostre"), sabiendo que tenían algo a defender: su patrimonio, su hacienda, sus valores. Ahora los hay de clase trabajadora, incluso adorables ancianos pensionistas que parecen haber llegado al tramo final de la vida sin nada meritorio que recordar, por lo cual se apuntan al carro de los señoritos con sus banderas. ¿Se dejan engañar por el discurso zafio de Puigdemont? ¿Creen que ERC es un partido de izquierdas porqué lleva la E de "Esquerra" en su logotipo? ¿De veras se puede ser tan crédulo, tan ingenuo, tan... ¿tanto?

-Bueno, quizás siempre haya sido así -me susurra uno que es aficionado al cine- Fíjate en la pandilla de garrulos que se deja matar en Braveheart: son campesinos, pueblerinos, siervos más pobres que las zarigüeyas, a los que un señorito feudal les dice: Id y dejaros matar por mi, ya que viene otro señorito feudal a quitarme lo mío. Y van los muy desgraciados y obedecen, y se dejan matar en el campo de batalla, y todo por una bandera que no sirve ni para protegerse del frío.

Sí, quizás siempre ha sido así y uno puede llegar a razonar (entender) que eso fuera así en el pasado, en el medievo por ejemplo, antes de la ilustración, antes de la democracia y de la educación universal obligatoria. Lo que sucede ahora, aquí, no responde a nada racional ni, por más hipótesis que se expongan, uno encuentra nada plausible a donde agarrarse para explicárselo. Quizás el autor de la novela ha enloquecido, quizás desea terminar la novela con un rosario de la Aurora patriótico.

Lo único que me encaja, como dije, es aquel ruido de fondo que escuché de pequeño. Yo creí que ese ruido se había esfumado con los años, que se había diluído como la niebla a mediodía. Creo que soy un personaje secundario en una novela mala, y que la función de mi personaje es, justamente, ejemplificar a los que no comprendieron, no vieron venir, no se olieron el desastre, la tormenta que se avecina. Yo soy la vecina que se atormenta.

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Nota libresca: Philip K. Dick escribió demasiado, y muchas de sus novelas -digan lo que digan los admiradores- son más bien indigeribles. Yo me quedo con tres, entre las que está "El hombre en el castillo". Aunque todas tienen algo. Entre las árduas está "Lotería solar", en la que Dick imagina un estado que ha alcanzado la cota más elevada de democracia, y elige al presidente de la república por sorteo. ¿Qué hay más democrático que la suerte? Viendo a los altos mandamases catalanes de hoy creo que esto ha llegado a nuestra desdichada región. ¿Qué otro mecanismo que no sea un sorteo podría haber llevado a Torra, Artadi, Junqueras y demás hasta los puestos del poder? Eso solo está en la mente delirante del mejor P. K. Dick.

10 de maig 2019

Ladrón de Guevara


Este texto podría sorprender a algunos de quienes leen en este blog, aunque podría ofrecer tesis interesantes a algunos de ellos, en especial a los que se preguntan ¿qué hace un chico con apellidos tan catalanes escribiendo cada día contra Cataluña?.

Así es: a pesar de mis apellidos catalanes, tan catalanes, en mis ancestros no muy lejanos están los Ladrón de Guevara. A decir verdad, todo lo que escribo hoy aquí se lo dedico a ellos. Ando buscándoles. Por un capricho de la legalidad vigente (de las sucesivas legalidades vigentes en cada momento) mis apellidos son los que son, pero con unas legalidades alternativas uno de mis apellidos podría ser ese: Ladrón de Guevara. Mi bisabuelo por parte materna se apellidaba así, fue coronel del ejército y estuvo en las Filipinas como conquistador, y luego ostentó no se que cargo en tanto que ocupante y por fin, al fin, salió por piernas de las islas cuando la debacle. No creo que fuese de los últimos de Filipinas. Por lo que yo se, fue de los penúltimos. ¡Ah! dirán algunos: ahora comprendo el españolismo unionista del autor del blog. Y quizás se quedarán más tranquilos.

El bisabuelo se metió a militar por culpa de una herencia. Es decir, por culpa de haber sido desheredado y, por lo que parece, le desheredaron por haberse liado con una "bailarina" según unas fuentes y con una "corista" según otras. Ambas profesiones son sinónimas y eufemísticas, y evitan nombrar la profesión que no se menciona jamás en una reunión familiar. De nada le sirvió al Ladrón de Guevara pasar por el altar y casarse con la bailarina corista: la decisión de dejarle sin herencia estaba tomada y no había marcha atrás. Eso es muy español: el empecinamiento, ese empecinamiento que demuestra la españolidad de algunos catalanes que creen ser distintos de los españoles. [Pensaba en el empecinado Puigdemont, por ejemplo, y les ruego que me perdonen la mención al majara residente en Waterloo, esa mención tan inoportuna.]

El bisabuelo obtuvo varias medallas en las Filipinas. Según un confidente que sabe un montón de asuntos militares, algunas de esas medallas solo se otorgan a quienes han matado a muchos enemigos. Ese es mi bisabuelo: un tipo sin miedo a la sangre que vivía rodeado de nativos de las islas, a quienes usaba de criados (¿esclavos?) y con quienes, según mi abuela -la relatora del asunto- mantenía muy buena relación. "Era muy bueno con ellos, le querían mucho y lloraron cuando se marchó", me dijo ella, cuando yo era poco más que un niño sin interés por la historia y con una conciencia muy vaga de descender de perdedores, desheredados y derrotados. Quizás entonces vislumbré el malestar y el resentimiento, pero eso no lo puedo afirmar. A día de hoy me pregunto: ¿hubo un coronel Kurtz español en mi familia?

Por lo que yo se (aunque el conocimiento mío es dudoso porqué en mi familia siempre hubo una tendencia al romanticismo, a la leyenda y al silencio pudoroso -solo les diré que muchos de ellos son separatistas a día de hoy), una vez vuelto a España, mi bisabuelo se estableció en Barcelona, lejos de su Cartagena natal, y allí tuvo descendencia y una vida familiar pacífica, y fundó una dinastía que, con el paso de los años, entró en decadencia hasta caer en la hidalguía empobrecida y casi miserable para adentrarse luego en la menestralía y, por fin, diluirse en el entramado fangoso de la sociedad catalana. Sin embargo, el apellido está ahí, como la resaca, como el recuerdo evanescente del sueño en los primeros segundos tras el desvelo, como el esgrafiado en la pared de escayola cubierto por un papel de empapelar de flores silvestres en color sepia, detrás de un estucado lamentable.

Mi familia fue y sin embargo aquí estoy yo siendo casi nada, casi nadie, acarreando mis dos apellidos que a veces me salvan y otras me condenan (de eso les hablo otro día) y que siempre sirven para borrar, para olvidar al Ladrón de Guevara al que me resisto a olvidar, a día de hoy con un empeño que solo enmascara la nostalgia del hombre después de los 50, el que de repente dice: ¿de donde vine?. El bisabuelo Ladrón de Guevara me mira des del fondo del espejo, ese espejo oscuro y claro a la vez, silencioso y locuaz, brillante y turbio.

Este texto solo cuenta eso: nostalgia y preguntas, el deseo de encontrar a otros Ladrón de Guevara y recuperar algo de la memoria perdida (a lo mejor me lo llaman "memoria histórica" y me estropean el sentimiento). Al final, ya lo ven, esas son las cosas que importan en la madrugada, cuando uno salta de la cama al son de la corneta. ¿Soy digno de ser un Ladrón de Guevara?


6 de maig 2019

La novia de todas las bodas

Resultat d'imatges de mathausen

Si le invitan a una boda, cree que es la novia. Si le invitan a un bautizo, cree que es la niñita que van a bautizar. Me pregunto qué se le ocurriría si le invitaran a un entierro: ¿se metería en el féretro?. Con tal de ser la protagonista y soltar su discurso, el discurso de lo mío, de lo nuestro, lo que sea. Queda la duda: ¿actúa así por ignorancia, por desparpajo o por mala fe? Creo que nunca voy a ser capaz de resolver el enigma.

Lo único que se es que le invitaron a un acto de homenaje a las víctimas del exterminio nazi en la localidad de Mathausen, en Austria, y soltó un discurso en favor de los "presos polítics", o quizás de uno en concreto. Un preso que está preso pero no es un "preso político" (eso se está demostrando cada día en el juzgado), y está por discernir si es un político en el buen sentido. Llevar muchos años metido en política no significa que uno pueda otorgarse el título, del mismo modo que Paco, que lleva más de veinte años filosofando acodado en la barra del Bar Comidas Casa Bonifacio cada tarde, no es un filósofo.

A mi me parece grave, por lo que tiene de obsesión, de disonancia cognitiva, de nacionalismo narcisista: ¿acaso piensa que acudió a Mathausen por su valor personal, por la profundidad de su pensamiento y su obra?. No. Nada de eso: acudió en calidad de representante de un gobierno (regional, por cierto) y del cargo que ocupa en él, dirigiendo un pequeño organismo que trabaja en pro de la memoria democrática. Eso también es preocupante: ¿en qué debe pensar que consiste la memoria democrática? Creo que cualquiera que tenga algo de mollera sabe qué narices significa el campo de Mathausen, y debería saber que es un lugar al que se debe acudir con respeto y humildad. Sobretodo con respeto. Para mostrar respeto hacia los judíos masacrados en este lugar no hace falta ser judío (aunque corre por mis venas algo de sangre judía). Sin embargo, para comprender la actitud de los catalanes haría falta lobotomizarse, y extirpar la parte racional del cerebro.

Se me ha ocurrido que, como hacia abajo no hay límite, también yo podría haber escrito unas palabritas para ser dichas en el evento (palabritas dichas o proclamadas, con entonación muy patriótica):
-Ahora, aquí, ante el muro del campo de exterminio de Mathausen, y pensando en lo que sufrieron aquella pobre gente, pienso en Margarita, que me dejó tirado a pocos días de la boda, y en el horrible sufrimiento que tuve que vivir por culpa de su perverso abandono (abandonar al novio a pocos días de la boda es un acto de violencia, incluso podríamos afirmar que lo es de violencia de género, ya que no solo maltratan los hombres a las mujeres si no que también haylas maltratadoras, sí, mujeres que maltratan a hombres y mujeres que maltratan a mujeres, pues el maltrato no es unidireccional y no conoce distinción de clase, sexo ni raza). Aquí, ante el muro del campo de exterminio, quiero tener unas palabras para con por mi dolor, que por algo es mío, ya que el sufrimiento, como el maltrato, es transversal, tan transversal como el independentismo y la fiebre amarilla. Además, los que sufrieron aquí ya no sufren, pobrecitos, y los que sufrimos ahora somos nosotros, los míos, los nuestros, los reprimidos por ser buenos catalanes, los oprimidos por ese estado maligno que me ha dado un carguito muy bien remunerado, a las órdenes del oprimidísimo Honorable, reprimido por un estado insensible que le paga el sueldo más alto posible de los que ocupan su mismo cargo en otras partes (partes no oprimidas, huelga decirlo), ese estado represor que garantiza los derechos de sus procesados y de sus prófugos. Imagínense pues mi doble (o triple) sufrimiento: por ser catalán, por ser un cargo muy bien remunerado y por ser catalán con cargo muy bien remunerado abandonado por su novia a pocos días de llevarla al altar (al altar del Monasterio -o Basílica- de Montserrat, por supuesto), a pocos días de humedecer mis ojos ante el canto del Virolai. Al lado de mi sufrimiento nacional y sentimental, el sufrimiento de los que sufrieron aquí es poca cosa, bueno, debo corregir: el sufrimiento que no es poca cosa es el de los catalanes que sufrieron aquí, ya que españoles, judíos y otras etnias, como todo el mundo sabe, tienen un sufrimiento de valor inferior al de los míos, los nuestros, yo. 
[Pausa y aplausos]
Cuando un judío es encerrado en un campo de exterminio y exterminado después por ser judío, sufre un sufrimiento menor que el de un catalán que es detenido y juzgado por saltarse las leyes y una constitución democrática en nombre de "la voluntad del pueblo" expresada en un referéndum de chichinabo. Lo sabe todo el mundo. El sufrimiento de los catalanes horroriza al mundo. Ah, por cierto: Margarita, la mujer que me plantó a pocos días del altar, era de origen murciano. 
[Risas cómplices, bravos, más aplausos] 
El sufrimiento verdadero es el de los míos, los nuestros, yo. Hermanos y hermanas: bañémonos sin fin en nuestra mierda, ya que todo el mundo lo sabe: la mierda (de la muntanya) catalana no fa pudor.

2 de maig 2019

El del medio de La Trinca

Resultat d'imatges de san jorge

Al del medio de La Trinca le van a colgar una medallita  un día de esos. Una medallita que no es otra que la muy patriótica medallita de san Jorge. Al del medio y a los otros dos de su grupillo, de quienes no sabemos muy bien si están vivos, muertos o zombificados.

Quien les colgará la medallita no es otro que nuestro Amado Sustituto del Amado Líder. Loado sea san Jorge.

Puesto que al del medio de La Trinca (ni a los otros dos) no le pueden colgar la medallita por sus méritos musicales (la aportación de La Trinca a la música universal es similar a la de Leonardo Dantés), cabe preguntarse a qué se debe el reconocimiento patrio. Yo tengo mi hipótesis, pero me la reservo.

Hay 43 condecorados más en la próxima entrega de medallitas. Entre ellos está un tipo que defraudó más de 10 millones de euros (1.660.000.000 pesetas para los antiguos como yo). Que el estado condecore a un defraudador al estado creo que solo es posible en una determinada fase grave de la disonancia cognitiva, pero eso lo dejo para los psicólogos. ¿Nos estarán preparando para que veamos normal una futura medallita a la señora Ferrusola?

Lo de la cruz del santo patrón es un drama contemporáneo, aunque viene de lejos como todo el mundo sabe. A la crucecita le pasa lo que le viene pasando al Premi d'Honor de les Lletres Catalanes: se premia a lo irrelevante, a condición de que sea tan malo como patriota. En el caso del premio de las letras catalanas, llegó a tal degradación que ya todo el mundo sabe que los premiados forman el cánon de la mala literatura. Los premiados forman el catálogo catalán de lo mediocre en literatura. Mediocre y patriota, valga la redundancia (literatura y patriotismo han sido oxímoron desde la noche de los tiempos).

Esa es una de nuestras desgracias. Y digo "desgracias" con pena, porqué entre los 44 condecorados en esta edición de la medallita del santo hay uno a quien conozco, y de quien se el valor y los frutos objetivos de su dedicación (durante más de 3 décadas) a la educación pública de calidad y para todos, su labor de más de 30 años en favor de la escuela de los desfavorecidos, su determinación por mejorar la vida futura de los excluídos.

Es por esta persona por quien lamento el pozo sin fondo en el que se cayó la medallita.

Me pregunto qué sucedería en las filas patrióticas de mi desdichada Cataluña si le diesen un premio Príncipe de Asturias a Cristiano Ronaldo o a Georgie Dann.

[Lo de Núria de Gispert, otra galardonada con la medallita, lo dejo para otro día, en un artículo que quizás llevará por título: "La noche de los muertos vividores"].



¡Creu de Sant Jordi para Estopa ya! (Estopa consiguió, durante un breve lapso de tiempo, el espejismo de una Cataluña cohesionada, tolerante y divertida).