15 de set. 2021

Un aragonés en Waterloo

Cuando se dice de alguien que "aquel fue su Waterloo", uno se refiere al advenimiento de su peor derrota. Waterloo es, por consiguiente, la imagen del desastre. La imagen, originada en la batalla en donde Napoleón perdió su guerra, está obteniendo nuevos significados no muy fáciles de interpretar.

Waterloo, es a día de hoy y gracias al señor Carles Puigdemont, el referente de algo más complejo. Nadie sabe exactamente qué hace Puigdemont en Waterloo: hace unos años nos contó que diseñaba sellos. Luego, nada. Ahora sabemos que está entregado en cuerpo y alma a la noble tarea de derribar al gobierno nacionalista catalán, aunque eso pueda parecer muy raro. ¿Un nacionalista contra los nacionalistas? se preguntará alguien, poseído por la ingenuidad y el romanticismo que envuelve a todo lo que sea románticamente nacionalista.

Pues si: del mismo modo que el amor romántico es el más peligroso para la salud y la vida de los enamorados románticos, el nacionalismo romántico es muy hostil para sus románticos nacionalistas. Ningún enemigo de un nacionalista romántico es más peligroso que otro nacionalista romántico, incluso cuando lo sean de la misma nación, incluso cuando lo sean de una nación que, en términos estrictos y científicos, jamás ha sido una nación. Léase Cataluña, por poner un ejemplo cualquiera.

El señor Aragonès ganó las elecciones casi que por los pelos, pero las ganó. Y los afiliados a la secta del señor Puigdemont hicieron como que lo aceptaban puesto que es nacionalista como nosotros. Pero luego añadieron: el señor Aragonès es nacionalista, pero menos que nosotros. El señor Puigdemont tiene algo de gurú de los gurús raros, esos gurús que hablan poco pero mandan mucho, de esos gurús a quienes les gustan las sombras, los escondrijos, las frases crípticas, las jugarretas. A medio camino entre un tipo profundamente pueril y un gángster profundamente egoísta y ambicioso. A medida que pasan los años, Puigdemont adquiere un sonrisa más siniestra y más próxima al Jóker de Todd Phillips, con todas sus consecuencias.

Aragonès es, a día de hoy, un hombre perdido en Waterloo: no supo deshacerse de él y ahora debe soportarlo. Y no tan solo soportarlo: debe resistir sus embites, sus cinismos, sus perogrulladas patrióticas. Nadie sabe en qué cree o en que piensa el hombre en el castillo de Waterloo: su libro es una mezcla de superchería y de lenguaje críptico, rarao y solo para iniciados. Puigdemont es ya casi un Alesteir Crowley con mucho más pelo, sin duda, pero igual de incomprensible.

El señor Puigdemont, perdido y hundido en su Waterloo, solo busca algo que podría ser la venganza o podría ser la expresión, triste y lamentable, de un sentimiento voraz de odio hacia sí mismo, transmudado en odio a España. Y en no pudiendo perjudicar a España, perjudica a la región catalana que, por lo que sea, le parece más asequible. Ante ese individuo se pierde el señor Aragonès, quizás atrapado por su juventud.

Cataluña, la tierra que se disputan a sangre y fuego (fuego y sangre metafóricos, por fortuna) los dos señores, está bastante dolida. Cataluña es, hoy, una región herida y enfrentada entre sí, pero eso no creo que se lo más grave que le sucede: la despreocupación de sus líderes (y sus gurús) la ha dejado desnuda ante el virus, ante la falta de planificación educativa, ante los recortes jamás revertidos en sanidad, ante los desahucios, ante la pobreza. En todos esos frentes, la responsabilidad del gobierno regional es la única responsable. Y ellos lo saben. Quizás por eso deciden debatir sobre si el señor Turull debe estar o no en una mesa de negociación que no le interesa a nadie pero la quieren presentar como algo interesante.

Lo que están perdiendo en Waterloo es Cataluña. Y cuando digo Cataluña me refiero a su ciudadanía: a los alumnos sin plaza, a los enfermos sin cita, a los desahuciados, a los pobres que son pobres a pesar de trabajar diez horas diarias, a todos esos datos que no son datos si no personas con nombre y apellido y que nos sitúan en la cola de todos los parámetros. Cataluña se va al carajo en Waterloo.

Señor Aragonès: váyase de una vez por todas de Waterloo. Y véngase a Badia, a Campoamor, a Can Puiggener, a San Adrián, a San Cosme, a Rocafonda. Váyase de Waterloo y acérquese a Cataluña.


4 comentaris:

  1. Y de paso que venga al Raval y vea lo que hay, está sólo a quinientos metros cruzando Les Rambles.
    No hay nada como pisar tierra y ver la realidad.
    Todo lo demás es virtual.
    Un abrazo

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  2. Aclaro que lo que ganó Aragonés fue la Presidencia de la Generalitat, las elecciones fueron ganadas por Salvador Illa, aunque con resultados traducidos similares a los de Arrimadas en su día.

    Imagino que llumspercát está deseoso de otro otoño caliente y en este caso contra ERC, por eso que todo aquello que dificulte una supuesta mesa pues va bien, mandando tururús de inicio y a nadie más para evidenciar pataleando que ERC sigue el juego a P. Sánchez, que sin muchos aspavientos va haciendo.

    podi-.

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  3. Pero es que...CARLOS PORTILLO -PODI-, no me negarás que este P Sánchez no es una persona con suerte, los del prosses se matan entre ellos por la cuota de poder, y los del PP se dan de hostias por lo mismo entre aznaristas y liberales. Y el guapo de del kennedy de casa se muere de risa por lo fácil que se lo ponen, y eso que todo está contra él, desde las eléctricas hasta el follón casero, pero el tio es como las Duralex...sigue, y sigue y sigue..
    salut

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  4. El principal problema d'Aragonés, és que no se'l respecta, fins i tot hi ha un cert menysteniment cruel sobre el seu físic, que si és un enxaneta, que si encara no té edat per sortir de nit, etc., ia sobre ha de caminar sovint al costat de la Tibalta Borràs. Puigdemont no se si encara mana, però si sé que en cas de manar, mana molt malament, sap que està acabat i només li queda la rebequeria, el derecho al pataleo que diuen en castellà.

    Salut.

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