10 d’ag. 2021

El señor Ballart, un alcalde animalista

Mientras me paseaba por el sur de Francia (Altos Pirineos) me encontré con el aviso que pueden observar en la fotografía. Por extraño que resulte, no solo se respeta la norma anunciada si no que nadie ha pintado insultos ni amenazas en la señal. Todo el mundo parece entender que hay lugares en donde no está permitida la entrada a los perros. Es muy sencillo y es por el bien de todos, incluso el de los animales.

Hago un breve excurso: en muchas carreteras francesas está prohibida la circulación en bicicleta, y cuando uno se para a pensar se da cuenta de que la prohibición está protegiendo, justamente, a los ciclistas: se trata de carreteras con mucho tráfico y en donde se permite la circulación rápida, con el consiguiente peligro para la bicicleta.

Pero volvamos a lo de los animales. Eso funciona así en Francia, país al que nadie puede acusar de no ser democrático o de menoscabar derechos: por poca historia que uno haya leído, sabrá que no se puede decir eso de Francia.

Voy a añadir algo, para prevenir posibles comentarios ad hominem: crecí rodeado de gatos, siento un gran respeto por todos los animales (ya sean insectos, arañas o mamíferos) y creo que deben llevar vidas dignas. Pero no debemos confundir a los animales con las personas, del mismo modo que no confundimos a las plantas o a los minerales. Todo es respetable y, por consiguiente, todo debe estar regulado por el bien de todos. ¿Acaso no hay normas de conducta social y a las personas no se nos prohíben determinadas acciones, accesos y conductas?

El animalismo ha dado buenas aportaciones a la ética, pero quizás también se haya amparado en esa defensa de la libertad individual tan en boga en nuestros días: no solo Ayuso emplea la libertad a su modo, con fines espurios y propósitos populistas. Muchos alcaldes se han propuesto mostrarse animalistas con el único fin de ganarse adeptos y votantes entre las personas que tienen mascota, que son muchas.

¿Qué es un alcalde animalista? Bueno, tengo la desdicha de vivir en una ciudad cuyo alcalde prometió una gestión verde-lila o ecologista-feminista, y me quedé a la espera, expectante, de ver por donde iban las políticas reales de esa ideología. Valga el inciso: situar en un mismo plano al animalismo con el feminismo me parece una curiosa metedura de pata, por lo menos en lo conceptual o incluso en lo estético. Hasta el momento, sin embargo, pasada la mitad de la legislatura, solo he visto gestos más o menos destinados a la propaganda, al selfie consistorial y a la galería. Las políticas (es decir, los presupuestos) siguen ausentes. También cabría preguntarse: ¿el feminismo, el ecologismo y el animalismo son competencias de un alcalde de comarcas? ¿No sería más apropiado reconocer que las competencias y las prioridades de un ayuntamiento son otras, y que esos principios son sencillamente nacionales? ¿Qué sentido tendría que un alcalde se propusiera recuperar la pena de muerte en su municipio, cuando la Constitución no la contempla? Y por el contrario: ¿qué sentido tiene promover el feminismo en tu pueblo cuando el gobierno de la nación le está destinando millonadas, campañas, políticas reales, normativas y leyes? ¿Acaso el alcalde cree vivir en un mundo alternativo y propio?

Quizás el alcalde animalista solo pretende eso, la foto. Tan efímera como inane. Y por eso el alcalde pintó huellas de gato en las calzadas, para demostrar así su exquisita sensibilidad animalista. me pregunto qué impacto tendrán esas huellas de color amarillo, qué incidencia real en las vidas de los gatos. ¿Nos mostrará estadísticas de disminución de atropellos de felinos al fin de su triste legislatura? ¿Rendirá cuentas de su ecofeminismo y de su animalismo cuando llegue la hora de la rendición?

Quizás sea una anécdota sin más valor que el propio y exiguo de las anécdotas: hace un tiempo, una conocida a quien conté que dedicaba unas horas semanales al voluntariado social, me llevó a un aparte y me soltó esa reflexión: he pensado en eso del voluntariado que haces, y he pensado que yo también debería hacer algo por la sociedad, de modo que me ofreceré como voluntaria en el centro de atención a animales domésticos. Me quedé algo perplejo, así que la felicité en voz alta y me guardé la opinión para mis adentros. Su decisión no solo era legítima: era loable. Lo que no supe expresar fue mi sorpresa ante la equiparación inconsciente entre lo social y lo animal: a no ser que uno parta de que las mascotas tienen los mismos derechos que las personas o de que, en definitiva, las mascotas y las personas seamos lo mismo.

Salvando la anécdota: mi pregunta sigue siendo la misma. ¿En qué consiste el animalismo de un alcalde? ¿Consiste en pintar cuatro huellas amarillas?  Estamos hablando de una ciudad (la tercera en Cataluña en número de habitantes) muy seriamente golpeada por la pandemia, y con muy graves situaciones de pobreza, exclusión, paro y precariedad. Ya lo ven: cuando aún estamos inmersos en el descalabro, al alcalde se le ocurre pintar pasos para gatos en las calzadas mientras todavía no ha planteado ninguna medida para las personas. Quienes lamentamos el populismo irredento de Ayuso debemos reconocerle, a Isabel, que no haya caído en el animalismo zafio de Ballart. Por el momento.

12 comentaris:

  1. Yo solo mato arañas cuando se me meten en casa, vivo en un pueblo y tengo un jardín grande donde no me meto con ellas, es más me gusta que estén y mirar la telaraña que siempre tiene algo no se si llamarle "poético". Tuve un perro que me regalo un criador porque no era de pura raza (como si los demás lo fuésemos), le enseñe con bastante trabajo a andar a mi lado. a sentarse, a respetarme y a respetar al prójimo, nunca le ate y así vivió hasta que murió. Pero hay mucha gente que tiene a los perros encerrados todo el día, los sacan a la calle diez minutos al dia para que te caguen en la puerta de casa y ahí dejan lo "sembrao" y luego van de amantes de los animales, conozco muchos.
    Estoy de acuerdo con los franceses, mi hermana les tiene un miedo enorme a los perros y no tiene porque sufrirlos, porque si mi hermana tiene miedo a los perros y tiene que sufrirlos para contentar a algunos, con el mismo planteamiento mañana adopto un cocodrilo y a ver que pasa con los derechos del cocodrilo. Hay muchos animales como alcaldes, les gusta presumir de todo lo que es presumible en estos tiempos "tan modernos y tan jodidos", a falta de rotondas millonarias siempre esta bien pintar carriles..

    Un saludo.

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    1. Aunque yo haya nacido rodeado de gatos, la verdad es que los perros grandes me dan grima. Me molesta cruzarme con esas bestias cuando salgo a caminar por el campo, y a veces le cuento a sus dueños que deberían llevarles atados, como exige la norma. Ellos me responden: es muy bueno, no muerde. Es entonces cuando pienso en adoptar a un cocodrilo, sacarlo a pasear por el campo y decirles lo mismo a los amantes de los perros. Y luego pedirle al alcalde que reconozca los derechos de los cocodrilos.

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  2. La verdad, LLUIS, es que me descolocan las personas. Quizá sea la edad, quizá en que voy creyendo cada vez menos en ellas, quizá la pandemia, que me tiene alejado de todo y de todos, pero insisto, me descoloca esta manera he proceder.
    Insisto en que nos gobiernan los últimos de la clase y que somos nosotros los que los elegimos.
    Tenemos lo que votamos, no lo que nos merecemos, pero deberíamos saber a ciertas alturas de nuestra vida, otra vez la edad, de que la mediocridad que nos pintó Kennedy Toole con su Ignatius como lider, es la que nos ha ganado la partida.
    Particularmente cada día extraño más a Pasqual Maragall. Todo lo que ha venido después de él ha ido a peor, y por lo que veo, a vosotros no os ha ido mejor.
    Debe de ser cosas del destino.
    Un abrazo

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    1. Quizás la edad tenga algo que ver, pero creo que hay algo más. No somos sabios, solo hemos visto más cosas. Y por eso nos sorprende que uno más joven salga por peteneras animalistas y populistas, y lo que más nos sorprende es que le voten, como pensando que tiene buenas ideas. A lo mejor la democracia es cosa de viejos.

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    2. Me retrotraes a la Antigua Atenas, a las Polis Dorias, a Esparta, Halicarnaso, Gnido, Cos, Lindos, Cámiros, Ialisos, Corinto, Megara; a los gerontes, que formaban el Consejo de Ancianos de las polis en número de vente y ocho vitalicios, mayores todos de sesenta años, bajo la máxima de de " No puede mandar quien no ha aprendido a obedecer, y para ello el político ha de ser prudente, el gobernante además, bueno, y el ciudadano, legal"

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    3. En Francia, justamente, la inmensa mayoría de los políticos han pasado por una formación en la escuela de administración, de donde salen con conocimientos sobre el funcionamiento de lo público. Eso aquí no sucede y eso se nota. Estoy a favor de que los cargos públicos no estén limitados por determinadas formaciones, pero una vez en el cargo creo que deberían seguir alguna formación. A mi por aquí me cuentan atrocidades sobre cargos municipales (de muy alto nivel) que no tienen ni idea de procedimientos ni de legislación, y que provocan grandes caos en la administración en donde ejercen. Como te puedes imaginar, en vez de darles otro destino menos relevante les ascienden para arriba para que molesten menos y no protesten: es decir, se premia la ineptitud y la ineficacia.

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  3. Como veo que te estás volviendo "polipublicante" (*) repito por aquí mi comentario:

    Bueno, no es nada del otro mundo, aquí en España también está prohibido el acceso de mascotas a las playas salvo alguna excepción, y me parece razonable, aunque aquí quizá no se nos haya ocurrido hacer una señal de tráfico para eso. Por otra parte, Francia es un país bastante más respetuoso que el nuestro con los derechos de los animales no humanos. Personalmente he de decir que he tenido perros y los he querido y no sólo me parece comparable el animalismo a otros "ismos" sino que, si hubiera tenido que elegir entre salvar a mi perro o a muchas de las personas que he tenido la desgracia de conocer (en persona o por razón de su estatus público, y ahora pienso en muchos políticos que vemos por la tele con frecuencia), me hubiera decantado claramente por mi perro.

    En lo que sí estoy de acuerdo contigo es en que lo de pintar un "paso de gatos" es una chorrada como un castillo.

    (*) Por cierto, me parece un admirable zasca en toda regla el ver tu artículo repetido en "ese" otro lugar

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    1. Bueno, mi estrategia de publicaciones está en permanente experimentación, y eso es un experimento más, espero que me disculpes.

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  4. De nuevo la Administración - sobre todo la local - nos trata como si fuéramos al parvulario con sus "gatadas" y dibujitos para que los niños lo entiendan todo sin saber leer...

    podi-.

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    1. La infantilización de la población es un fenómeno global. Lo correcto sería que las administraciones públicas no se sumaran a esa tendencia si no que intentaran combatirla, pero no parece que sea su intención.

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  5. aquí están de moda las asociaciones de defensa de los gatos callejeros. gatitos, gatitas, gatetes…. Un saludo desde Albacete

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    1. No me parece nada mal que haya personas interesadas y preocupadas por el bienestar animal, que conste, y además me parece un signo de los tiempos. Lo que me sorprende es que los políticos se apropien de esa tendencia para sus argucias populistas y hagan una política de gestos propagandísticos pero sin ninguna política real que la justifique. Es posible que muchas personas se contenten con esos gestos, pero debemos exigirles algo más. De otro modo estaremos vendidos al populismo y no habrá quine lo pare.

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