20 d’ag. 2021

Poema en un bloque de Badia

Ella está embarazada. Tiene 19 años y está estudiando un Grado Medio de Peluquería. Él, 21 años, conduce una furgoneta blanca, de segunda mano. Reparte paquetería para una multinacional de ventas a domicilio. Él sale a las seis de la mañana para llegar a la hora al centro logístico, esa nave metálica y reluciente de las afueras, que brilla como una enorme base extraterrestre. No tiene un horario fijo, su jornada solo la sabe la App que lleva pegada en la luna de de la furgoneta. A veces termina a las cinco, con suerte, a veces a las siete y vuelva a casa cuando oscurece. En invierno, de noche. Ve las estrellitas del cielo mientras piensa que le gustaría llevarse a Ylenia al McDonald's de Barberá, como al principio.

Ella estudia por las tardes: solo las chicas con más buenas notas de la ESO consiguieron pillar plaza en el turno de la mañana. Cuando regresa encuentra todo por hacer, y cuando termina con la cocina y se tumba en el sofá comprado en Wallapop por 60 euros a una chica que se acaba de separar en un barrio de Sabadell, el crío dentro de la barriga le arrea dos patadas. Ella acaricia la barriga antes de quedarse medio dormida, aunque le sabe mal no ver las cosas que se pasan en la Isla de los Deseos en esa pantalla gigante que se lleva media pared del saloncito. A ver como le cuenta a él que solo faltan dos meses para el parto y su madre le ha dicho que no tiene pasta para la cuna y el cochecito. La vecina de abajo está pegando berridos, harta de soportar al niño llorón. Cuando llama la suegra interesándose por el estado del feto ella ya está en el limbo y le responde con dejadez y porque no puede más. La suegra le cuenta que el viejo ha llegado a las tantas otra vez y huele a carajillo, y eso es culpa de la fulana esa, ya sabes.

Ylenia recuerda a sus amigas. ¿Por dónde andarán? Le manda un mensaje a la Martita. Martita está en casa de su novio viendo la serie preferida de él. Me aburro, le cuenta, y el Dani está raro, yo creo que ayer se lió con la Chula, llevan muchos días tonteando.

Cambia de canal. En el autonómico hablan del pueblo catalán y sus aspiraciones de independencia. Cuentan que los catalanes se sienten muy oprimidos y que eso es insostenible, bueno, ese rollo de siempre. ¿Cuántos años llevan ya con ese cuento? En el canal nacional hablan de las mujeres de Kabul, que las están pasando putas con unos machistas con turbante y barbas muy feos. Siempre salen feos esos tipos, hay que ver, con lo guapos que son los brasileños. Será que Brasil cae muy lejos del país de los barbudos con turbante y faldas. Sí, muy machistas pero llevan faldas: aquí debe de haber algo, digo yo, eso no es muy normal.

Cuando llega él, encuentra a Ylenia roncando a pierna suelta en el sofá. Y la tele encendida, con lo cara que se ha puesto la puta luz. Joder. Y eso con un gobierno de izquierdas. O socialista, yo que se. Se tumba al lado de ella y cuando intenta meter la mano por debajo de la ropa ella le suelta un bufido. Él saca la mano y contempla el anillo que se dieron en la boda, en el Juzgado de Badia. Lo pagó la vieja, a cambio de pasarse dos meses comiendo bocatas.

Al fin él también se queda dormido. Sale del duermevela por un segundo: la App del curro le avisa de los resultados del día, ha dado un 84,7% en efectividad en las entregas y eso representa un penalización de 85 euros en la nómina. Hay que ver lo listas y lo jodidas que son las App. 

Habrá que ir pensando en el nombre del crío.

Una vez dormido, él sueña: con una mujer que flota ahogada en un arroyo, en un campo de flores rojas como la sangre, en el párkin de la discoteca en donde Ylenia se quedó embarazada, en el asiento trasero del Seat León rojo, en una espada de plata que brota de un lago, en un caballo de madera repleto de soldados a las puertas de Kandahar, en un chiringuito en la playa de Castelldefels, bebiendo cervecitas sin parar, bebiéndose el sueldo de transportista en una sola noche con los colegas y la chica de sus sueños, Ylenia, mi amor, mi dulce amor: quiero estar a tu lado toda mi puta vida, seré como la puta sombra de tu perro.


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