El mundo del gracejo televisado tiene las mismas dimensiones que la estupidez, lo digo parafraseando a Albert Einstein. Quizás sean infinitos.
Por lo visto y oído, en Tv3 medra un gracioso orgánico con programa fijo llamado Jair o algo así, en cuyo programa se repite, sin falta, la bonita expresión "Puta España". A algunos de los televidentes les parecerá gracioso, e incluso es probable que esperen el momento en el que el gracioso pronunciará su tan elaborado leimotiv. Cada uno ama lo que quiere amar, o lo que le dicen que debe amar. Un filósofo norteamericano se preguntaba, hace poco: ¿los seres humanos nos enamoraríamos si no nos hubiesen dicho que nos enamoraríamos?. Pues eso: ¿alguien se reiría si no le hubiesen dicho que esa vulgaridad estúpida es graciosa?
Si el amor es una construcción cultural... ¿lo será también el humor de Tv3?
Decir "Puta España" en un programa de una televisión pública española no parece algo muy gracioso. En primer lugar, porque es una televisión pública, es decir, sufragada con los impuestos de todo el mundo. Pero vamos a olvidar el asunto de los dineros, y vamos a fijarnos en lo otro.
Ese adjetivo antepuesto a España, el sustantivo convertido en adjetivo puta... ¿es algo graciosamente aceptable? Y no me lo pregunto por el hecho de adjuntarlo a España, si no a cualquier otro sustantivo. ¿Puta Europa? ¿Puta Francia? ¿Puta policía? ¿Puta democracia? ¿Puta justicia? ¿Puta judía? ¿Puta sanidad pública? ¿Puta Cataluña? [Pregunta al margen: ¿que dirían los tertulianos de Tv3 si un gracioso de Telemadrid dijera una sola vez Puta Cataluña?]
¿En alguno de esos supuestos sería aceptable y gracioso el puta? ¿Existe algún caso en el que lo sea?
No parece que en tiempos de igualdad, lenguaje inclusivo y respetuoso se deba aplicar la palabra. Y menos en un canal de comunicación público, insisto en lo público, porque no es baladí que sea público. El tal Jair, el gracioso, quizás sea gracioso. Pero vive en otra época o sufre de algun problema cognitivo, al igual que quienes le mantienen en su puesto, con su sueldo y sus cosas.
No, señor Jair. Se puede ser bromista y gracioso sin recurrir al puta, y eso debería tenerlo claro. Eso es de un mal gusto estratosférico que no debería ni comentarse, ya que usted, que se las da de listo, debería saber que se puede ser gracioso de muchas maneras y sin recurrir a la vulgaridad, lo grosero y lo machista de la peor forma posible.
Me da igual lo que añada usted tras el puta: lo que me resulta impresentable en el siglo XXI es que recurra a esa palabra con el objetivo de hacer la gracia. Usted no es un gracioso, usted es un vulgar maleducado común y ofrece usted una pésima influencia sobre quienes le ven.
Creo que puedo hablar en nombre de muchos docentes, que combatimos cada día ese lenguaje en las aulas por un tercio del sueldo que cobra usted a cambio de sus minutos de tristísima gloria.
El señor Jair, gracioso y televisado, tiene un problema que debe resolver. Pero también lo tiene quien dirige su programa y, en última instancia, el director de la Tv3, de cuyo nombre no me acuerdo.