15 d’oct. 2020

España, historia de un fracaso

España, la historia de un fracaso. O de muchos y sucesivos fracasos. Esa debe de ser la tesis del último y voluminoso libro de Paul Preston, que analiza la historia española des de 1874 hasta nuestros (tristes) días. Y eso mismo estaba pensando yo mientras escuchaba el runrún de fondo, la sesión parlamentaria. De pena. Ni una sola mención a las ideas. Incluso alguien con un nombre tan coquetón como Cuca se deja ir por la pendiente de la bronca, aunque sin el brillo argumental e irónico de su predecesora en el cargo de portavoz.

Cuenta Preston en "Un pueblo traicionado" que la historia reciente de España es la crónica de un desastre sostenido en el tiempo: nunca nos deshicimos del espíritu caciquil y autoritario, de los poderosos que se sienten iluminados en un fulgor se salvapatrias, del fragor de las banderas, del destello plateado de los sables y el dorado de la cruz. Diríase que España es aquél país que no pierde la oportunidad de perder oportunidades. Triste España que solo Berlanga supo retratar como nadie: cada película suya cuenta un fracaso, uno tras otro. Incluso en eso se demuestra que Cataluña es España, y lo es íntimamente, intensamente. Uno diría, a menudo, que Cataluña es españolísima, quizás esencialmente españolísima. Aunque en cataluña haya quien piense lo contrario, basándose en el racialismo cultural y lingüístico. Pero andan completamente equivocados. Yo creo que los separatistas quieren construir una España en pequeño, para su uso y disfrute, una miniatura de España con todos sus defectos y ninguna virtud. Eso es lo que creo que quieren.

Hace algunos años alguien intentó convencerme de que, cuando llegase el referéndum del 1 de octubre del 17, debía acudir a votar y votar "Sí". Dame un buen motivo, le pedí. Y me dijo: al menos nos libraremos de Rajoy. ¡Librarse de Rajoy! Parece un noble objetivo, pero eso es lo que llamamos matar moscas a cañonazos. Estaban convencidos de que la segregación nos haría mucho mejores, y más progresistas y republicanos y etcétera. ¡Ilusos! A día de hoy todavía hay quien cree que la ilusoria república catalana nos libraría, incluso, del capitalismo neoliberal, que ya son ganas de creer. Como si por arte de magia, desgajándose del resto de país nos fuésemos a volar, como en el vuelo de Alaska, por un universo paralelo de felicidad y dicha sin fin, feminismo, anticapitalismo, antifascismo, veganismo, gente en bicicleta, animalismo, ecologismo y el largo etcétera de los ismos por la parte progre, que no siempre es progresista ni liberal. Ni tan solo democrática. La pulsión antidemocrática (¿antipolítica?) está injertada en el nacionalismo catalán, y eso viene de lejos. Incluso se lo han contagiado a Vox, a quienes nadie les gana en nacionalismo por la parte de estribor.

Y así vive España y malvivimos los españolitos, entre ilusos y malintencionados, mientras se aproxima el siguiente colapso de la sanidad pública. Pero eso... ¡qué más da!: quienes van a pillar de lo lindo no son los de las banderas, no es el niño barbudo que sustituye al de la ratafía: los que piden sacrificios hacia abajo se preocupan muy mucho de no sacrificar ni un pelo propio. Esa pulsión caciquil que relata Preston pasó de los verdaderos caciques a los políticos, de tal modo que incluso el último interino recién llegado no duda en mostrarla, quizás orgulloso y sin duda altanero. 

Hay quién piensa que tumbar un gobierno es derrotar al mal, o que separar una parte del país da pasaporte a la felicidad. Estamos apañados con semejante paisaje. Con muchas banderas, eso sí, eso que no falte. Con banderas y lacitos y pancartas en los balcones oficiales. 

Hoy me he sentido triste, pero ha sido mi culpa: nadie me obligó a escuchar la sesión parlamentaria. Luego he recordado a Berlanga y he pensado que necesitamos a un Berlanga catalán, los catalanes, porque nos quedamos en Folch i Torres y El Patufet.

2 comentaris:

  1. Duro, acertado, triste y certero comentario el tuyo. Reflexión, que le dicen los del diseño de las palabras.
    No es una reflexión, es un pensamiento que llevamos solapado todos, incluso aquellos que creen en una hipotética república catalana. ¿Porqué? sería la pregunta, porque el Gran Jefe Utópico se encargó de desmantelar el ilusionario colectivo a fuerza de tener un avi Florenci poco dado a llevar los asientos contables con la debida prolijidad.

    Sólo han quedado tres colectivos diferenciados: A) los que viven del partido y no se pueden dar el lujo de cambiarse, a no ser que se lleven el acta de diputado, y con él, el sueldo. B), Los abuelos septuagenarios, cuyas ilusiones van rebozadas de recuerdos, y estos les traicionan como lo hace la edad con las arrugas del rostro. C) Los jóvenes adolescentes, que buscan una salida a sus energías y no encuentran nada mejor que la benevolencia de los anteriores cuando queman tontainers y revientan muebles urbanos, porque lo hacen, eso les hacen creer, en nombre de la "llibertat".

    Todo lo demás fullaraca y bullanguería.

    Estamos bendecidos por un mal de ojo, triste paradoja, y no saldremos de esta porque nosotros nos negamos a hacerlo. Hoy, guste o no, Catalunya está fraccionada, y gane quien gane, siempre gobernará para los suyos, todo lo contrario de lo que nos marcó Aristóteles en su libro "Política" : "Cuando se gobierne se ha de hacer para todos, no para la mayoría".

    Un abrazo triste. Me voy a donde ya sabes. Cada día hay más trabajo.
    Salut

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  2. UN pueblo traicionado, de Preston, es un libro sumamente interesante. Es principalmente una crónica de la corrupción. Será de algo más, supongo, apenas he iniciado su lectura. Y sospecho que es la crónica de una tomadura de pelo secular por parte de las élites y las castas que las elevaban. Ese alma que las derechas españolas labraron para sí mismas considerando que el país era su finca. Y que siguen manteniendo, incapaces de aceptar las mayorías electorales (ya pasó dramáticamente en 1936) ¿O es que los demás no hemos tenido que tragar siempre con las suyas? Si esas mayorías que no son las suyas lo hacen bien o mal es otro tema.

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