20 de des. 2016

Cuento de navidad con poco



Hubo un tiempo, en la edad de la vida cuando todavía me llamaban "joven", en que decidí vivir con lo mínimo, casi con nada. Me quise desprender de todo lo que me sobraba, y como resultaba difícil tirar cosas y muebles y ropa y objetos, lo que hice fue irme yo, dejándolo todo. Agarré mi coche cochambroso y me planté a mil kilómetros de mi ciudad, enmedio de una llanura con dehesas en las cuales pastaban los toros condenados a la lidia y en donde unos chanchos lustrosos, de piel oscura, futuros jamones y paletas para paladares adictos al lujo se estremecían de placer en charcas de barro. Solo me llevé lo que cabía en el maletero. Quería ser pobre en una tierra de pobres, y sabe Dios que lo conseguí.

Me habían prestado una casa casi abandonada en un pueblecito en la ribera del Tajo, muy cerca de la frontera con Portugal. Por el camino hacia el pueblecino, ya muy entrada la noche, un coche de la Guardia Civil me paró con un convincente juego de luces multicolores (mayormente anaranjadas).
-¿Sabe usted que lleva una luz trasera fundida? -me dijo el hombre, bastante joven, metido dentro de un anorak que le llegaba hasta las orejas. -¿Va muy lejos?

Le respondí la verdad. Incluso le confesé el nombre del pueblo adonde me dirigía. Me faltaban unos 400 kilómetros, me dijo después de un cálculo muy rápido. Luego se quedó en silencio, meditando, como si algo le hubiese ensimismado. "Conozco el pueblo", dijo. "Vaya qué casualidad. Y ¿que le lleva por allí?".

Le dije la verdad otra vez: que estaba huyendo de Barcelona, de Cataluña y posiblemente de mi y de mis cosas. El tipo se quedó pensativo de nuevo, y a mi se me hizo evidente que le había tocado una fibra del alma. Pero entonces hubo algo que se le pasó por la cabeza y le llevó a dudar. Creo que, por un instante, la posible simpatía dejó paso a la polilla de la sospecha. Al fin y al cabo, su trabajo es sospechar. "Abra el maletero", dijo, ahora en un tono más serio, repentinamente profesional.

Contempló el maletero repleto hasta arriba. Lo alumbraba con la linterna. Intenté mirar mi maletero con sus ojos y me di cuenta de que aquello parecía un contenedor de basura: libros desparramados, ropa en fardos mal pertrechados, zapatos viejos, un ordenador anticuado, un títere descoyuntado encima de todos los trastos, unos cuantos cedés de música clásica y una mantita gris con una cenefa roja.

Su sospecha se convirtió en algo parecido a la pena. Me miró con compasión, creo. Cuando un hombre más joven que tu te mira con compasión sucede algo muy difícil de explicar, y es algo que solo sabe quién lo ha vivido. Quizás los emigrantes ilegales pueden contar eso.
-Mis padres se marcharon de ahí y jamás volvieron -murmuró- Es curioso... y usted se va para allá...
-He decidido cambiar de vida -dije mientras intentaba esbozar una sonrisa- Bueno, empezar otra vez. Por eso no me llevo nada.

¡Nada! Escuché esa palabra pronunciada por mis labios y sentí vergüenza un segundo más tarde. "Nada" significaba un maletero lleno hasta arriba, además de un coche que, por más desvencijado que estuviese, todavía era un coche que anda. Es muy posible que un africano, un peruano o un afgano tengan otro concepto de "no llevarse nada", un concepto bastante más ajustado al sentido de la frase. Creo que ellos son más precisos cuando hablan. Y justamente por eso su literatura es más preciosa. Por eso me reí por dentro: en ese instante me di cuenta de que uno no se libra nunca de ciertas manías, de ciertos tics, de eso que llaman "cultura" y que es lo que hemos heredado de las generaciones precedentes. ¡Qué difícil es dejar de ser catalán! estuve a punto de pronunciar en voz alta.

-No pretenderá conducir hasta el pueblo sin parar ¿verdad? Con una luz fundida no es buen plan y además seguro que otra patrulla le verá, le va a parar y quizás le multen... Mire, a sólo unos diez minutos de aquí hay una pensión. Barata, apañada. Para camioneros. Quédese a dormir allí.

Hice lo que me había sugerido, más por cansancio que por obediencia. No caí en la cuenta de que no había ni un solo camión. Dejé el coche en el breve aparcamiento junto a la casa, me metí un cepillo de dientes en un bolsillo y unos calzoncillos limpios en el otro y entré, pedí una cama y me quedé dormido al cabo de pocos minutos. No tengo ningún recuerdo de aquella habitación. En mi memoria, es como si hubiese dormido en una cama que flotaba en una nada negra, insípida, inodora.

A la mañana siguiente bajé a tomar un café. El dueño estaba pendiente del televisor, en donde unos niños uniformados cantaban los números de la lotería nacional de navidad. Cuando salí al exterior me di cuenta de que había algo raro en el coche. Atrapada por el limpiaparabrisas una hojita de papel se agitaba levemente empujada por la brisa. Era una nota escrita en letra azul y menuda, sin firma. "Debe cuidar mejor de sus cosas. El maletero estaba abierto". El texto de la nota quizás no es exacto, ya que no me fío de una memoria que jamás ha sido muy de fiar. Pero el sentido era este, exactamente este. Eso lo juro.

Abrí el maletero, y me imaginé que lo iba a encontrar vacío. En los brevísimos segundos que transcurrieron mientras me precipitaba hasta la portezuela, intenté escudriñar dentro de mi para saber si prefería encontrarme sin nada -pero ahora de verdad de la buena- o si prefería conservar mis cositas. Lo abrí. Estaba todo ahí, tal como lo recordaba. Sólo había un detalle distinto, una única diferencia: la linterna del guardia civil encima del títere. Le había cogido las manitas y lo había puesto como abrazando a la linterna, tal como se abraza a un niño muy pequeño, a un perrito o a cualquier ser desvalido.



PD. Hoy, muchos años más tarde y a finales de 2016, conservo el títere y la linterna. Ambos todavía funcionan.

14 de des. 2016

Y de postres, desobediencia a la catalana

Resultat d'imatges de cabaret dada

Por estos días, en la malograda Cataluña, un ingenuo podría pensar que se fragua un capítulo interesante sobre el antiguo asunto de la desobediencia civil. El barullo retomó algo parecido al auge con las fotos de unos ciudadanos -sin rostro- quemando fotos del monarca borbón en la plaza mayor.

Las fotos en que se muestra la foto de un rey quemándose tienen algo de broma antigua, jocosa y sin duda decimonónica. El rey está invertido (quiero decir que la imagen del monarca aparece cabeza abajo). Es una imagen que me lleva a recordar a los viejos dadaístas, los pioneros del humor moderno y del surrealismo en versión anarquista. Se cumplieron ya los 100 años del dadaísmo, pero parece que el dadaísmo no solo acaba de llegar a la vieja Cataluña, si no que lo hace de la mano de señores y señoras con cargo político, lo cual, lamentablemente, es más bien poco dadaísta.

Se trata de la desobediencia convertida en espectáculo. Uno, que leyó a los antiguos (que no viejos) teóricos de la desobediencia civil se sonroja un poco ante este tipo de gestos. Me pregunto qué pensaría Henry David Thoreau de los desobedientes catalanes, puesto que que son diputados o alcaldes o concejales y que, en virtud de esa condición, perciben y se ingresan -sin desobedecer- sus buenos emolumentos, procedentes del estado al cual dicen desobedecer. Cosas catalanas. En Cataluña, la pela siempre será la pela, aunque se llame "euro" (palabra que, en griego, significa pipí).

Hace unos días se celebró la festividad del 6 de diciembre en conmemoración de la fecha en que la Constitución española actual entró en vigor. No debería ser necesario apostillar que se trata de la primera Constitución [digamos que] democrática. Guste más o menos, es la primera constitución española después de 40 años de dictadura militar. Creo, modestamente, que ahí hay algo bueno a celebrar.

Pues bien, hubo unos cuantos cargos electos catalanes que ese día decidieron no celebrar nada, y se fueron al trabajo. Como es preceptivo, se hicieron una foto en el puesto de trabajo, la cual mandaron enseguida a dar tumbos por las redes sociales. Uno se saca fotos y las difunde cuando hace algo insólito. En ese caso, estaba justificado: alcaldes y concejales trabajando es algo realmente insólito. O por lo menos, desconocido por el gran público y por el "poble de Catalunya". A lo mejor, el único trabajo que abordaron ese día fué posar para la foto, pero algo es algo: hay que ser optimista y positivo en plan Claudio Coelho (y "coelho" significa "conejo" en portubrasileño)..

Ir a trabajar en el día de la Constitución es un poco dadaísta, pero hay algo más dadaísta todavía: el día 8 del mismo mes, dos días más tarde de la fecha desobedecida, se celebraba otro día festivo: la Inmaculada Concepción de María. En esa fecha tan sagrada, sin embargo, incluso los alcaldes del partido más radical de la izquierda radical, aunque con cargos electos, sí se quedaron en su casa, y respetaron fecha tan señalada por el señor obispo. Nadie desobedeció la festividad de la que es Virgen entre vírgenes. Silencio absoluto, respeto, veneración. Quizás los alcaldes del mundo nacional-radical no acudieron a la misa, pero mostraron su más profundo respeto por la madre virginal de la divinidad y se quedaron en su casa. A lo mejor, en la intimidad de sus casas y de sus ateneos, hicieron rituales satánico-independentistas, pero si fue así no difundieron las imágenes de su liturgia (o de su anti-liturgia, lo cual también sería bastante dadaísta). Hay que molestar al sistema, pero con mesura. Con la mesura que impone la medida catalana del seny i la rauxa.

Unos días más tarde, la policía autonómica catalana (la nómina de la cual procede del Ministerio del Interior español, lo digo por si alguien andaba perdido), detuvo a los concejales que quemaron la foto del monarca. Se trata de concejales de un partido que se autodenomina "antisistema" pero que acude a las sesiones del Parlamento catalán con la legítima intención de cobrar a fin de mes. Quizás no hay nada más "sistémico" que el Parlamento, a excepción de esos policías que les detuvieron. El palabro "antisistema" necesita una actualización urgente, dicho sea de paso.

Digamos que no solo esa desobediencia a la catalana tiene una clara inspiración dadaísta, si no que toda la situación catalana sufre de un dadaísmo fabuloso, decadente. Cuando afirman que "la independencia está a la vuelta de la esquina" tras difundir sus alocadas desobediencias extemporáneas, lo hacen con esa seguridad apabullante del médium a quién el espíritu de un muerto le acaba de susurrar la verdad. Los dadaístas estaban encantados con los médiums y el espiritismo, y eso se nos repite ahora, como el ajo del allioli, quintaesencia de lo catalán -al lado del fenómeno casteller.

Aunque a veces me agobia ser ciudadano catalán, debo reconocer que tiene su gracia vivir en Cataluña. Es la gracia que promueven los payasos tristes. Me pregunto como debieron leerse a los teóricos de la desobediencia civil esos humoristas ajados aunque jóvenes, tipos que parecen haber nacido viejos más que antiguos, porqué jamás fueron modernos. ¿En qué extraña desobediencia gótica pensaban cuando quemaban fotos de un rey invertido en la plaza mayor? Pienso en las gentes que se opusieron a regímenes totalitarios jugándose la vida, y en el valor escalofriante de aquéllos que se expusieron ante dictaduras, terror y cárceles escalofriantes. En Argentina, en Chile, en Albania, en la Alemania nazi, en la URSS (pienso en Shalamov, en Soljenitzin). Y etc. Me acuerdo del pobre Gandhi. ¿Qué pensarían de la desobediencia a la catalana, de los cargos públicos de esa autonomía rica y consentida, que se hacen fotos para subirlas a Facebook o a Instagram, con sus chistes tristes en twiter? ¿Qué clase de desobediente es el que se ingresa la pasta de España y declara sus ingresos a la Hacienda española para no incurrir en un delito fiscal?

Me acuerdo del antiguo Cabaret Dadá. Igual es que me quedé dormido enmedio de la función, por inexplicable que pueda ser eso. Igual estoy soñando, dulcemente, sentado y cabizbajo en una butaca del Cabaret Dadá, y confundo a Francesc Homs o a Carme Forcadell con los actores que se marcharon a sus tristes pensiones del barrio chino berlinés después de actuar encapuchados, disfrazados de pájaro o desnudos. Igual confundo a los concejales de la CUP con un coro de actores del esperpento valleinclaniano. A lo mejor es eso ( y eso sería lo mejor, sin duda): estoy dormido en el gallinero del teatro y sueño. Porqué no solo la vida es sueño, también lo es Cataluña. En el sueño, escucho una canción antigua que suena como asordinada, como en una peli de David Lynch: Qué bonita es Cataluña...

Esa calle y esa plaza, y ese municipal, 
Y esa esquina y esa fuente, y esa escuela nacional 
Y esa estatua, y ese puente, y esa carretera punto cat
Y ese perro muerto en la cuneta, y esos albañiles en samarreta, casi ná 
Que bonito es Cataluña, en invierno y en verano 
Con mantilla y barretina, a la sombra, y al solano 
Qué desobediente es Cataluña, con sus concejales y sus diputaos 
Con sus Mossos y sus señoritos, sus apellidos, sus nombres 
Su sexo bien entendido, y su carnet del Pedecat. 

12 de des. 2016

L'Enric i el Rec (Comtal)

Resultat d'imatges de el rec comtal 1000 anys d'història


S'acaba de publicar "El Rec Comtal. 1000 anys d'història". L'han fet Viena edicions i l'Ajuntament de Barcelona, però sobretot l'ha fet l'Enric H. March, que du anys i panys treballant la qüestió amb la passió que se sent quan es fan les coses de veritat. És un d'aquells llibres que fa gust de tenir, de sospesar i de mirar-se'l. Llegir-lo és un plaer, però insisteixo en allò del "llibre-objecte" que es diu de vegades i que en aquest cas té sentit.

El treball, exhaustiu, documentadíssim, il·lustrat amb imatges que gairebé justifiquen l'edició és el resultat d'una feina llarga i meticulosa que va prendre cos en un blog i que ara es transforma en llibre de paper. Passa de vegades i no sempre ho entenc: però en aquest cas, jo diria que el paper era imprescindible. I per això felicito l'Ajuntament de Barcelona, de tot cor.

Resultat d'imatges de el rec comtal 1000 anys d'història

Barcelona és una ciutat enlluernada per la modernor (més que per la modernitat), pel disseny i per les transformacions a corre-cuita, i pel camí es deixa tantes llacunes i tants oblits que, algun dia, li donaran un premi a la ciutat més estúpida d'Europa. Amb les presses per les olimpíades van liquidar barris i paisatges (i aquells xiringuitos de la Barceloneta). Amb la carallotada del Fòrum, els darrers vestigis del Somorrostro van anar-se'n per la claveguera d'un disseny ridícul, de decorat sarsuela postnuclear. I una mica abans, els havia tocat el torn als carrers del Raval que recordaven el Xino: no cal ser massa llest per intuir quina és la Barcelona que es vol sostreure de la memòria. Sí, la Barcelona obrera.

I no sé si deu ser perquè ara tenim un ajuntament més d'esquerres i més digne, és aquest ajuntament el qui recupera la memòria del Rec Comtal. Mil anys d'història es diuen de pressa però passen d'un en un i fins a mil. I aquest llibre ens explica que venim d'un riu antic, que és el Besòs canalitzat des de Moncada (la Moncada de la bifurcació), i que el riu té mil anys. Riu i història són conceptes que, posats de costat, fan un goig especial i posen la pell de gallina. Quan contemplo els reflexos del sol al canal que passa per Vallbona, i des d'on es veu la Torre del Baró en una banda i el Bon Pastor a l'altra -camí de Sant Adrià- em sento petit, enformiguit. I alhora profundament emocionat.

Avui, el passeig per la vora del canal és un passeig tan intens que hi he de tornar una vegada i una altra. Si mires el canal, hi ha mil anys d'aigua que circula en silenci. Si alces el cap, el paisatge de les xaboles i dels blocs per a pobres que van dreçar, oportunament transfigurats en constructors de blocs de merda, els señoritos catalans de sempre, la nòmina dels quals es troba als arxius de la militància convergent i abans, dels afectes al règim franquista. Deu ser per això -també- que Barcelona oblida amb presses? Per passar per alt qui feu què? Per esborrar els noms dels qui van prosperar amb Franco? És per aquest motiu que als señoritos no els va agradar que un esriptor dels blocs de Sant Adrià fes el pregó de la festa major?

Ara algú dirà que me'n vaig per les branques i que ja hi som, i que patatim i que patatam. Però aquestes preguntes venen al cas: passejar per la vora del rec -i duent el llibre de l'Enric a la mà- fa que preguntis, que pensis, que sentis. Des de la ràbia fins a la fascinació. Aquest canalet, de vegades terriblement modest, d'una humilitat que eixorda, ens explica una història llaguíssima i ens diu que l'aigua que entra a la vila, com la sang que ens corre per les venes, ha passat abans pels llocs de la misèria i de la perifèria, que hi han xipollejat ànecs i polles d'aigua i granotes i capgrossos.

El darrer passeig l'he fet amb la càmera a la mà, (n'hi ha un d'anterior aquí) i en aquest he volgut copsar com és la vida per les riberes del rec. Avui encara, blocs i postbarraquisme, horts de susbsistència, la pobresa i els autobusos de l'extrarradi, i les furgonetes cremades i els ocellets a la gàbia, prenent el sol. Fantàstic. No us perdeu la passejada -ni el llibre. Aquesta és la meva selecció de fotografies, fetes en homenatge a l'Enric, el desembre de 2016:






10 de des. 2016

Curs de llengua catalana, 1

Resultat d'imatges de las bailarinas muertas

Estic llegint "Las bailarinas muertas", de l'Antonio Soler (Málaga, 1956), publicat per Galaxia Gutenberg, a Barcelona, el 2016. M'embadaleixo en cada frase. En Soler té una capacitat per la frase bonica i terrible que fa conjunt amb el to i l'atmosfera d'allò que relata: la línia fràgil, dèbil i delicada que distingeix el bell de l'obscur, el que commou del que esgarrifa.

Quan faig una pausa en la lectura, em demano com és que no trobo textos d'aquesta mena en la producció catalana contemporània. Ara parlo dels catalans que escriuen en llengua catalana, és clar (i per això aquest apunt l'escric en català). Els autors que escriuen en català han renunciat a allò que és fonamental en la literatura? Es preocupen tan sols de l'argument, d'agradar (a qui sap qui!) i de fer una prosa que, de tan lleugera, esdevé banal? Sentim algun complex envers la matèria prima de la literatura?

Com és que m'emociona l'Antonio Soler o en Javier Pérez Andújar o en Jordi Ledesma o en Joan Marsé quan expliquen com és Catalunya i en canvi em deixen indiferent l'Antoni Vives, l'Alfred Bosch i la Margarida Aritzeta? Perquè em deixen el cor glaçat la Ramona Solé, en Damià del Clot, en Pere Verdaguer o en David Martí, la Raquel Gámez, en Marc Moreno? Les respostes són a la qualitat de la llengua que gasten, sens dubte.

Estic parlant de la llengua catalana i de les seves paradoxes: crec que són els qui més juren presservar-la aquells qui més la perjudiquen. La llengua catalana desapareixerà (i ho farà molt abans que la castellana), i no cal estripar-se la camisa davant de l'evidència que va fer desaparèixer el llatí dels emperadors del món i de Sèneca, de Virgili i d'Apuleu. No sabem quan, ni qui en serà nomenat el culpable oficial. Tan sols sabem que algú assenyalarà algú altre i li dirà "culpable". Alguns diran que ha estat el deixament de les autoritats, la pèssima dicció i la mala sintaxi que uneix polítics (especialment els més nacionalistes) i presentadors de Tv3. D'altres ens culpabilitzaran a tots: als qui ens diem bilingües i militem en el bilingüisme, els qui han inclinat la diglòssia cap al castellà, els qui han renunciat al català pur per motius polítics, sexuals o tan sols mandrosos. [De la crisi financera també ens en van culpabilitzar a tots, perquè vam gosar viure per damunt de les nostres possibilitats, com qualsevol señorito de mierda català i/o qualsevol hidalgo castellà.]

La llengua catalana té un problema seriós de reumatisme: quants escrits sonen xarons, ridículs, artificials o antiquats? I quants sonen banals, d'un col·loquialisme contaminat de periodisme? Per por de no semblar antiquat, hi ha qui prova d'escriure en una llengua de nivell baix, senzilleta, sense imatges ni figures, amb un lèxic escàs per voluntat d'arribar al "gran públic".

Recordo lliçons antigues i llibres de llengua i literatura llegits fa anys. Recordo que unes de les funcions de la literatura és afavorir la llengua: d'una banda, presservar mots, expressions i girs que tendeixen a desaparèixer. De l'altra, modernitzar-la i fer-la avançar. Però mai (mai!) empobrir-la.

Quan escric solc buscar mots que tinc ganes d'indultar. Més que presservar-los, sento que els concedeixo un indult: el qui indulta un reu sap que el reu morirà igualment, perquè és la llei de la naturalesa. Però a l'indultat (mot o persona) se li concedeix un temps afegit de vida sobre la Terra un cop ja era condemnat. Vet aquí el vetust i bell "àdhuc", el fantàstic "saltataulells", el sonor i breu "xava", el preciós "tronat", el llarg i cacofònic "entotsolat", el delicat "reguitzell", el "xiroi", el noble i desprestigiat "nogensmenys", el temps verbal moribund a "de fora vingueren..." (una expressió que agrada a la caterva processista, col·lectiu especialment desproveït de gràcia lèxica i sintàctica), i vet aquí el delicat i fosc "metzina", "l'eixorc", "l'eixordador", l'etimologia misteriosa del "xarnego" (m'estalvio un segon comentari sobre el processisme i la Carme Forcadell -perquè no va dir: President, "poseu" les urnes?), la tenebrosa "bubota", la bellesa fràgil "d'esberlar", l'amplia sonoritat de "l'estrafolària".

És probable que la llengua castellana, per la boníssima influència dels parlants i dels escrivents llatinoamericans, hagi millorat i evolucionat molt més que la catalana, fins al punt que ja és a anys llum de nosaltres en capacitat presservadora. Tinc el goig de tenir alumnes de talla petita i d'edat curta que provenen dels països de l'amèrica castellanoparlant i que em donen una lliçó diària de bon castellà: ric, ple, amb girs i lèxic alhora modern i alhora arcaic. Dóna gust de sentir-los parlar (només a l'horeta de castellà, és clar!). És evident que les colònies catalanes (Andorra i l'Alguer) no ens han dut gran cosa, tret de penes i expoli. Aquí es parla de "Països catalans", però les Illes i el País Valencià ens passen la mà per la cara en vitalitat lingüística i no ens els escoltem, perquè continuem pensant que com Catalunya, res. Deixo una pregunta: què carai és això del "català estàndard", aquest penós prejudici que ens impedeix usar els girs, el lèxic i les frases fetes de la llengua valenciana i la llengua de les Illes? I que s'oblida de les "varietats" ebrenques, de les ponentines, de les pirenaiques? No serà que el català del poder vol esborrar el català de les comarques sense poder? Ai, quin embolic! Com pot ser que els escriptors de ponent escriguin en un estàndard artificial? Com pot ser que una barcelonina com la Sílvia Mayans reivindiqui amb tanta energia la llengua de l'Ebre a la qual renuncien molts dels qui la tenen per materna (exceptuant el prolífic i notabilíssim Jesús M. Tibau, és clar)?

Perquè vet aquí: l'altra funció de la literatura és fer avançar la llengua, recollir la llengua del carrer, que és la llengua sense adjectius. Vivim en un país feliçment contaminat (parlo de sociolingüística, no de medi ambient ni de qualitat de l'aire que es respira). Però aquesta contaminació contamina la llengua escrita de la pitjor forma possible: entra a la sintaxi i s'oblida del lèxic.

Dit d'una altra manera: reduïm l'ús del pronom feble, abaratim la sintaxi autòctona però en canvi ens neguem a acceptar la presència cada cop més massiva de mots castellans. Fa poc he vist una mena de diccionari d'expressions grolleres i d'insults pensat per fornir de material els escriptors del gènere negre que necessiten lèxic per parlar d'hòsties, de baralles a la taverna, de drodadictes, de pallisses al barri Xino i de bandes de quinquis. I... què vols que et digui? La majoria sonarien millor en xarnego, més versemblants. (La versemblança és aquesta obsessió malaltissa de la nostra literatura actual, que viu l'inversemblança com un mal, quan resulta que l'inversemblança és el secret més sublim de l'art).

Cal començar a acceptar que la llengua castellana ha entrat a la catalana, i que això no té qui ho aturi. En alguns dels textos que he publicat he optat per fer parlar en castellà el personatge castellanoparlant, i n'he assumit els riscos. A "Aire brut", aquest risc va imposar que un terç de la novel·la fos escrita en castellà. Això ho tenim a favor: el lector català és perfectament competent en castellà i (més enllà de si les causes són bones o dolentes -patriòtiques o no) no recordo ningú que se'n queixés.

Com sempre, em remeto als meus ídols de la llengua catalana. Tots ells duen dècades morts i enterrats. Parlo d'en Juli Vallmitjana, d'en Jacinto Verdaguer, d'en Paco Madrid, d'en Domènec de Bellmunt. Fins i tot del nen de dretes en Josep Maria Planas. I el jutge de poble en Joan Perucho. Ah! I en Blai Bonet, en Bauçà, en Jesús Moncada, en Desideri Lombarte (recomano amb fervor!), en Dalí (sí, el pintor de Portlligat fou un gran escriptor -amés de franquista i mala persona, com en Josep Pla i la majoria de gironins), en Joan de Santamaria, en Rafael Tasis. Cap d'ells no va tenir por d'incorporar el gir en castellà (amb la cursiva dels nassos, de vegades), però tots ells escriuen en una llengua de gramàtica rica, de sintaxi agosarada, de frase llarga i ben pensada -si cal. (A mi que em diguin el què vulguin, però en Jaume Fuster fa un dels ridículs més monumentals de la història de la literatura catalana a "De mica en mica s'omple la pica". Com si diguérem: algú ho havia de dir).

Admiro la majoria de traductors i traductores al català. Jo diria que fan la feina que no fan els escriptors (demano algun premi per a ells!). Hi ha una traductora que fa poc va publicar aquest pensament (cito de memòria): "traduir és la millor manera d'escriure una novel·la sense sentir el pànic a la pàgina en blanc". [Em va fer venir ganes de suplicar que, si hi ha una propera vida -esperem que no!- em sigui concedit ser traductor o traductora]. Donaria el què fos per saber què opinen els traductors i les traductores d'allò que escriuen els escriptors catalans actuals. M'agradaria saber-ho, però em refereixo a saber la seva opinió sincera, honesta, de veritat.

Aleia iacta adhuc. Nogensmenys, amen. Joder (amb /j/ aspirada, en plan cordovès)!

5 de des. 2016

Anemia y colesterol en la literatura catalana

Resultat d'imatges de parla en catala

Hace muchos, muchísimos años, el por entonces presidente Adolfo Suárez soltó que la lengua catalana era válida para hablar en familia y hacerles mimitos a los críos, pero que no era útil para hablar de ciencia. Sucedió al principio de aquel fenómeno paranormal y fraudulento llamado "Transición", y que tanto les gustó a los señores políticos de la época. (Pujol estaba que se moría del gusto a la par que Roca, quien hoy es el abogado de la Infanta).

La respuesta de los poderes fácticos catalanes (eso que ahora llaman "sociedad civil") fue tan contundente y unánime que, poco después, Suárez se retractó. La retractación de Suárez acalló el debate y todo el mundo quedó satisfecho en Cataluña, puesto que el valor del catalán ya no estaba en entredicho. Visto desde hoy, creo que desaprovechamos una gran oportunidad para analizar, dialogar y buscar soluciones.

Cuando Suárez soltó su torpedo, el país salía de una dictadura militar en la que la lengua catalana estuvo prohibida para el uso público, en la educación y en los medios. La mala situación de la cultura catalana tenía una buena excusa. Se toleraba con moderación la edición de libros en catalán a medida que el régimen flaqueaba. Franco, ya senecto, debió pensar que si la burguesía catalana me pide flexibilidad para con la lengua catalana no puedo negárselo más, ya que me ayudaron mucho y bien en mi cruzada contra la clase obrera, el comunismo, los ateos y los anarquistas. Franco y sus amiguetes catalanes habían exterminado a la clase obrera catalana, de modo que, en teoría, solo le era posible escribir en catalán a la intacta burguesía de misa: Salvador Espriu, Foix y demás señoritos lletraferits de obra tan inútil como prescindible.

Durante la dictadura, sin embargo, se publicaron buenas obras literarias. Algunas de ellas escritas desde el exilio. Ojo al dato; en México, Argentina, Chile, etc. Los países citados no lo son al azar. Hay que pensar qué y quién escribía allá. Y ¿quienes si no los hijos de la burguesía catalana se fueron a esos países para "cooperar" con ellos para labrarse un currículum de burguesitos enrollados a su vuelta, después de hacer exactamente nada y nada más que nada?

Cuando se produjo la "apertura" en la Transición, el aluvión de literatura catalana fue tremendo. A mi casa llegaban novelas, traducciones, poesía, ensayo, historia... Un torrente de papel impreso en catalán que mis padres compraban por encima de sus posibilidades económicas y lectoras, ansiosos por leer y sobretodo por demostrarles a sus hijos que la lengua que les legaban era una buena lengua, con mucha cultura detrás y un gran porvenir. Mi padre y mi madre fueron dos ingenuos maravillosos: creían en eso y en el ascensor social.

Pero pasaron los años, y tras la euforia vino el tedio. Hace ya muchos años que se presiente, algo va mal. Y en los últimos años, peor. La producción literaria catalana está en declive. Se escribe y se edita mucho, pero casi nada trasciende ni emociona ni provoca cortocircuitos en la mente de los lectores. El ensayo está ausente y la novela languidece entre novelitas y prosa breve, de entretenimiento.

El profesor de la UB Jordi Llovet lleva años advirtiendo del declive, y lo achaca en parte a la falta de inversión: se traduce poco pensamiento, poco ensayo. Grandes autores de las ideas contemporáneas apenas tienen traducción al catalán. La producción propia flaquea. Busquen a Zizek en catalán y ya me dirán. Che altro c'è. Llovet también acusa al giro nacionalista de la cosa catalana, porqué el soberanismo que nos oprime es un movimiento que se mira a si mismo ensimismado y se excluye del mundo mientras, narcisista y onanísticamente, celebra como grandes cosas las cosillas propias: confunde lo propio con lo bueno, siguiendo la tradición de los nacionalismos de corte fascista. Primer els de casa. Com Montserrat no hi ha res, Margarida Aritzeta és igual o millor que Asa Larsson.

El exceso de azúcar obtura la circulación y al final paraliza el corazón. En un artículo reciente, Llovet casi implora: "¡dejen de exportar castellers y bastoners, y empiecen a importar pensamiento y literatura!".

En 2014 se editaron decenas de docenas de libritos sobre la guerra de 1714 (incluso vi "La cuina de 1714", con supuestas recetas feudales). Todos basura. Y ni una sola traducción de Baumann, ni de Klein, ni de .

A mi se me hace cada día más farragoso leer un buen texto literario escrito en catalán contemporáneo. Lo más atrevido, vivo, brillante y locuaz que leo en esta lengua sigue siendo Verdaguer, Juli Vallmitjana, Paco Madrid, Joan Perucho... Manuel de Pedrolo, Josep Maria de Segarra o Blai Bonet me parecen más vivos que los vivos de veras. Por no hablar de Miquel Bauçà. En el caso de la poesía, la galaxia que se mueve alrededor de Enric Casasses es un asunto aparte, el único asidero que nos queda. Pero... ¿la poesía nos salvará? ¿Cuántos lectores tiene ese género?

El asunto pinta feo. No sabría decir si la cultura catalana necesita entrar en la UCI o recostarse en el diván del psiquiatra. No andaba desencaminado el que hace poco pedía a gritos un barco cargado de psicoanalistas argentinos (de la escuela lacaniana, añadiría yo) para Cataluña.

A todo eso hay que decir que hay pequeñas editoriales valientes, que traducen y apuestan sus pocos dineros por traernos cultura de calidad. Hay varios ejemplos pero solo voy a nombrar dos: Edicions del Periscopi i Raig Verd, cuyo valor es de categoría épica y de los cuales ni mu en Tv3. Esas editoriales viven al límite del abismo.

Por otra parte, leo a escritores catalanes de expresión castellana (lo digo así, aún sabiendo que escribo en ridículo) que me ofrecen una prosa de alta calidad, capaz de explicarme como es el país en donde vivo.

Dejo algunas preguntas:

  • ¿hay algo en la misma lengua que dificulta la literatura? ¿Se ha perdido el catalán como lengua para la creación literaria de calidad? ¿Ha perdido vivacidad? ¿Porqué suena tan pobre y cahabacana y campechana la mayor parte de lo que se publica?
  • ¿tiene algo que ver con todo eso la "normalització lingüística"? ¿Qué papel ha jugado Omnium Cultural y su secuestro de la lengua? ¿La guerra contra el castellano -y contra el bilingüismo- nos ha empobrecido? ¿Cómo se explica que, tras tantos años de inmersión lingüística en la educación y de gasto en Tv3 las ventas de libros en catalán representen el 30% de lo que se vende? ¿El público lector lector es refractario por rebeldía o porqué lo que se escribe en catalán es incapaz de despertarle interés?

Hablando de todo eso hace poco con un amigo indiscutiblemente culto y ponderado, me dijo, lacónico, que la literatura catalana debería enmudecer por un tiempo, ponerse a leer y a formarse. Yo diría que podría aprovechar el tiempo para reflexionar, también, sobre el propio vehículo, sobre la lengua. En estos momentos, veo más respuestas en los buenos traductores (y traductoras) que en los creadores de literatura.

Hay que leer lo que se escribe fuera. Más allá del Ebro (y del Atlántico) existe una literatura de muy alto nivel. Pocos días atrás hablé con un escritor diletante que se propone retos raros, por puro placer. Y por ese motivo intenta traducir a Roberto Bolaño al catalán. Me dijo que, a veces, esa tarea le parece imposible. Si eso es así se debe a alguna anomalía del catalán. Esperemos que sea una patología curable.

Mientras tanto, y ya que soy felizmente bilingüe, voy a seguir leyendo a mis queridos charnegos y a mis amados sudacas.

2 de des. 2016

Los Recónditos

Resultat d'imatges de escritores reconditos

El día 1 de diciembre fue un día de apariencia fea, de frío húmedo y tristeza. La tristeza quizás la llevaba yo, pero lo demás me lo encontré, igual como te pasa con tus apellidos. Ese día, por la tarde, me subí a un tren en dirección a Barcelona para reunirme en cónclave con el Club de los Recónditos. Era el día de la presentación en público de la primera edición en papel de este blog.

Escritores recónditos... La idea surgió de Miquel y de Francesc, dos mentes que nunca cesan de pensar, y empezó a concretarse en su blog "Escritores recónditos". Hace ya bastante tiempo me llamaron para participar en él, y yo me presté. Recuerdo que era a finales de curso, posiblemente en primavera (lo digo por el atuendo que llevo en la foto que documenta la reunión). Nos encontramos en el jardín medio romántico medio burgués del Ateneu de Barcelona, charlamos un rato, nos reímos y yo, a la vuelta, perdí las llaves de mi casa. Tardé más de dos horas en convocar al cerrajero de urgencias, que me cobró unos 500 euros por romper la puerta y luego reparar el estropicio. El cerrajero tenía algo de bovino y a la par de judío. Si existen los toros judíos, deben ser muy parecidos a mi cerrajero nocturno.

¿Qué es un escritor recóndito? les pregunté a mis admirados amigos. Creo que carraspearon un poco, se miraron de soslayo. "Son los escritores poco mediáticos", dijeron al fin. Bueno, en ese caso, les respondí, estoy de acuerdo en figurar en vuestra lista. Por lo visto, algunos de los escritores a quienes les invitan a figurar en su compendio rechazan la oferta, y yo creo que es porqué la palabra "recóndito" les sugiere marginalidad, miseria, maldición o, incluso, toxicomanía. Yo creo que todos esos conceptos ocultan al verdadero monstruo que acecha tras el término: el fracaso. El fracaso es bello, poético y sobrecogedor cuando sucede a los demás, es como el suicidio valiente, como el héroe patriótico. Pero todos queremos verlo en las páginas de una buena novela rusa, en la pantalla del cine o en el hijo del vecino fanfarrón. Jamás en carne propia.

El escritor recóndito ¿es recóndito por elección deliberada o por dejadez? ¿lo es por una cuestión de principios o de impotencia? Jamás lo sabremos.

Cuando yo era muy joven (sobre los 16 y un poco más) escribía poesías y me reunía en un bar de barrio con otros colegas del instituto, todos poetas. Éramos poetas tremendamente recónditos y, además, furiosos, llenos de rabia y de rencor. Éramos jóvenes catalanes pobres. Cuando nos poníamos a hablar de poesía solíamos tratar a los escritores "consagrados" de imbéciles, de hijos de la gran puta para arriba. Les deseábamos una muerte atroz tras una enfermedad horrible. Escribíamos sobre ello. Ya por aquel entonces, yo añadí a algunos de mis textos vengativos y llenos de mala leche al señor Jordi Pujol, por entonces autoproclamado Muy Honorable y Potestad de la Sardana.

Pasaron los años y nuestro club de poetas rabiosos proseguía indemne, cabizbajo, con la mueca del odio torcido ya fosilizada en el rostro. Nos agarrábamos al fin de la adolescencia, aunque los asideros eran cada vez más escasos, más escuálidos. Los dueños del bar del barrio envejecían y eran cada día más descuidados, más guarros. El café estaba realmente malo. (El "tallat" adquirió categoría de terror gótico, pues nadie supo como demonios habían conseguido dotarlo de un tono verdoso, de charca podrida). Los vasos de cerveza siempre sucios y el aperitivo de la casa, progresivamente aguado, sin vergüenza ni disimulo.
-Anem malament de quartos -gemían. Eran mayores y se terminaron las osadías de antaño, cuando se iban los fines de semana a Andorra para mantener el estraperlo de pornografía y paquetes de Winston. Eran los viejos catalanes, emigrados de un pueblo miserable del Pallars con un fajo de billetes, primero franquistas y luego nacionalistas de los de Convergència. Me contó el dueño del bar que las revistas porno las compraba sólo para cubrir el alijo de cartones de tabaco que yacían debajo, ya que la guardia civil de la frontera conocía su condición de conco irredento y se conformaba con un ejemplar o dos a cambio de hacer la vista gorda, a la vez que le regañaban como una abuela a su nieto, díscolo pero ya sabes, buen chaval.
El mundo se esforzaba en proveer de argumentos nuestro odio por él.

Llegó un día en que alguien me propuso escribir cuentos para una revista. Yo acepté, pero no dije nada a los miembros del club de los poetas enfermos. Luego, alguien leyó uno de aquellos cuentos y me invitó a escribir una novela breve, para jóvenes. También acepté. Comprendí que mi silencio no podía prolongarse más y decidí que debía contar la verdad. Me imaginé que mi novelita aparecería en los escaparates de las librerias, que habrían reseñas en la prensa y que quizás me iban a entrevistar en radio y televisión. Como en una pesadilla, sospeché que alguno de los poetas medio muertos me descubriría, y que iba a ser delatado y luego lapidado ipso facto en el descampado del Guinardó (por encima del hospital de Sant Pau) al que acudíamos a emborracharnos, o que quizás amanecería cadáver en las costas del Garraf, ya que alguno de los poetas tenía carnet de conductor de autos y yo ya leía novela negra.

Así que tras una noche aciaga, me armé de valor (y de tres o cuatro vasitos de orujo) y confesé mi pecado ante los poetas. Fui automáticamente vilipendiado. Alguno me trató de "patética prostituta" y otros, simplemente, empezaron a despreciarme suavemente. No me invitaban a los encuentros, no respondían a mis llamadas y si aún así yo conseguía hablar con ellos hacían como que el viento soplaba huracanado y no se me escuchaba.
-Es que lo tuyo es muy grave... -me susurró uno de ellos- Cobrar por tu arte, por tu alma... ¡Qué pensaría Rimbaud de ti..!

Pasaron los años. Yo continué publicando, aunque jamás fui un escritor visible. O sólo esporádicamente, brevemente. Casi como por accidente u omisión. Si aparecí en tv, fue en canales municipales.

Mis antiguos compañeros del club de los poetas que querían ser malditos se hicieron mayores. Dos de ellos lucharon arduamente para ser funcionarios autonómicos. Los dos lo consiguieron, aunque uno de ellos murió poco más tarde y el otro se las apañó para ser pensionista a los 50 años: era listísimo. Tanto, que consiguió engañar a los tribunales médicos fingiendo una grave enfermedad mental. (En 2011 se hizo independentista catalán y dejamos de hablarnos). Otro entró a trabajar en Caixa del Penedès (hoy debe ser por lo menos director de una sucursal de pueblo del Banc de Sabadell). Otro hizo una carrera discretamente buena como comercial de electrodomésticos de la conocida cadena Kyoto, y luego se pasó a la cosa inmobiliaria.

Bueno, para ser chicos de barrio y jóvenes españoles de los ochenta no está nada mal.