28 de jul. 2021

El castillo de Waterloo, contra la democracia

El inquilino de un chalé majestuoso (aunque algo siniestro y bunkerizado) en la Rue de l'Avocat de Waterloo afirma que la democracia no se puede resolver en los despachos. Dice: los despachos de Madrid están muy lejos de Cataluña. ¿Quizás sugiere que se puede resolver des de su chalé en Bélgica? ¿En las calles, a pedradas? 

El inquilino del chalé de Waterloo larga un monólogo contra la democracia real (y contra Pere Aragonès, más que nada) pero a favor de una democracia rara, la suya, que es un versión incomprensible de la misma cosa: he ahí otro signo de nuestros tiempos. La misma palabra puede designar dos conceptos distintos, cuando no opuestos. Sucede lo mismo con la libertad de Ayuso, para quien libertad significa tomarse una caña donde y cuando le apetezca a uno. Bueno, no está mal, pero reducir la libertad a las cañas es triste y mezquino, del mismo modo que es triste y mezquino reducir la democracia a unas urnas del Bazar y a un esperpéntico Consell per la República que solo es un club de socios.

La democracia es el parlamentarismo, la Constitución, las instituciones del estado con todo su complejo ensamblaje de garantías, leyes y reglamentos estrictamente validadas por la UE. Antes aludían a la Ilustración para distinguirse del oscurantismo. Y el oscurantismo, junto al pensamiento mágico, parece ser lo que abunda en el chalé de Waterloo, caserón que va tomando el aspecto de guarida tétrica al tiempo que su inquilino (aunque no sabría decir cuántos moran allí dentro) se retuerce, ávido de algo, por mantener algún tipo de notoriedad, influencia o simple presencia. Hay algo de delirio y de vampirismo en ese chalé inicuo. (Nota mental: alguien debería escribir el relato de un nuevo Jonathan Harker que llama a la puerta del chale, enmedio de una noche de perros. Drácula también puede ser leído como la lucha entre la ilustración y la barbarie). Saben, dentro del búnker, que el tiempo les devorará más pronto que tarde: un invento como el Consell per la República no puede sustituir a un Parlamento democrático, ni tan solo actuar en paralelo. 

Se intuye que el citado Consell, que nació tuerto y con pocas luces, se ha reavivado por haber perdido Convergència (o como se llame su enésima secuela) el silloncito de la Plaza de Sant Jaume, es decir, que es una pataleta de quienes se sienten los dueños de la tierra y viven el recambio en el poder tal como lo expresó la señora Ferrusola muchos años atrás: es como si el masover (el guardés) nos hubiese ocupado la masia. Si este es un planteamiento democrático, que baje Montesquieu y lo vea.

En cualquier caso, el engendro del Consell, en donde para poder votar hay que pasar previamente por caja y depositar un mínimo de 10 euros, no parece un invento ni democrático ni pensado para aportarle nada bueno a la democracia: a mi me recuerda demasiado a ciertos inventos de hace un siglo que dieron pie, con el paso de unos años, a la peor etapa en Europa, la de los nacionalismos agresivos y, por consecuencia, a la muerte que asoma tras los nacionalismos esencialistas.

Es posible que las ocurrencias que surgen de Waterloo sean todas ellas una curiosa colección de inanidades, producidas por mentes con una imparable tendencia al frikismo. Y es pensable, por lo tanto, que quizás sería mejor no hablar más de todo eso, relegarlo al olvido. Pero uno, que es de talante más bien pesimista, desconfía siempre de la capacidad dañina de este tipo de personas, cuyo enorme tiempo de ocio lo aprovechan solo para maquinar oscuridades, artimañas malignas y astucias tenebrosas. Su objetivo no es jamás mejorar la calidad de la vida de los demás: su objetivo solo es escalar en las cotas del poder a costa del sufrimiento de la ciudadanía.

No está de más recordar que, hace poco, alguien cercano a la cosa de Waterloo rescató una frase de Marx según la cual (cito de memoria), las revoluciones violentas son la locomotora de la historia. El inquilino de Waterloo y sus amigos quisieran crear malestar y crispación constantes, ya que su estrategia solo es esa: cuánto peor para ellos, mejor para nosotros. El ellos somos los ciudadanos españoles; el nosotros, su pandilla. Puestos a comentar a Marx, les dejo el comentario que hizo Walter Benjamin: "Para Marx las revoluciones son la las locomotoras de la historia. pero tal vez las cosas sean diferentes. Tal vez las revoluciones sean la forma en que la humanidad, que viaja en tren, jala el freno de emergencia".

Al inquilino de Waterloo quizás se le haya olvidado que le olvidaremos. Que nada bueno ni interesante nos está proponiendo. Quizás se le haya olvidado que quienes vivimos en los países de la UE sabemos que vivimos en un rincón del mundo extrañamente apacible, de derechos y libertades, de valores democráticos construidos, precisamente, para paliar la barbarie nacionalista que no asoló y nos dejó millones de cadáveres, de muertes completamente inútiles. Debería recordar, el hombre encerrado en el chalé, que los españolitos deseamos vivir en paz entre nosotros, que para nada nos sirven las esencias medievales de sus ensoñaciones carlistas, que estamos hartos de banderas y de pendones.

3 comentaris:

  1. Lo que me fastidia de esta historia, de este "estás conmigo o contra mi", es la mezquidad de miras.
    Leí ayer un Tuitter de un conocido mosso de escuadra prossesista, no citaré el nombre porque es de todos conocido y porque el tuitter en si es tan asqueroso que no vale la pena darle más propaganda a su autor. Este individuo dice que los incendios que sufre Cataluña son provocados por el gobierno Central.
    Se queda tan ancho.
    Esto , no dicho por todos, es pensado por muchos, porque así necesitan creerlo, porque sino no sabrían contra quien luchan, y es bien sabido que siempre es necesario tener un enemigo, primero para ir contra él, y segundo para poder darle las culpas de cuando las cosas van mal.
    Siguen habiendo problemas con las eléctricas, pero la culpa es de Franco por haber construído los pantanos con poca capacidad.
    El hombre encerrado en el chalé está así, encerrado, y como tal ya ha perdido la capacidad de saber in situ lo que pasa. No se ha enterado de que cada vez pinta menos y que ahora es una molestia incluso para los suyos, pero, amic LLUIS, ¿tu te atreverías a echar a la basura el paragüero rojo chillón que te regaló tu cuñado para tu cumpleaños, cuando sabes que cada dos por tres tendrás la visita de la familia y lo encontraría a faltar?
    Pues a sí pasa con él. No lo tiran para no tener que dar explicaciones.
    Un abrazo

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  2. Hace unos días acabé de leer "la marcia su Roma". Brigadas de gente organizada - camisas negras - tomando las instituciones y cortando vías de comunicación para que dichas autoridades cambiaran a la fuerza a determinados cargos ante la pasividad de las policías locales y Carabinieri, el "capo" Mussolini allá en Milán, sin querer asomar el hocico por Roma para tratar del tema, y una pretendida Gran y Multitudinaria manifestación - inflada en número y magnamidad hasta extremos rídiculos al pintarla tan falsamente heróica - hacia Roma a la que el Rey no podría hacer oídos sordos.
    La cosa que pasaba por la cabeza de Benito era que o me dan el Gobierno por voluntad del Rey o me lo dan por la Fuerza.
    El caso es que el Rey no hizo oídos sordos (por miedo a una peor evolución) y ahí estuvo Mussolini 23 años de mandatario... Ah, que hablabas de Cataluña... Sí, claro, no sé porqué mezclé hechos.

    PODI-.

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    Respostes
    1. ¿23 años?...caramba, igualico que nuestro ex-honorable...23 años....jooo ¡que casualidad¡

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