10 d’ag. 2020

Los ríos y las lenguas

Decidí arriesgarme a sufrir un soponcio y me fui a pasear por la Cataluña interior, la de los lacitos. Prepirineo, cerca de la muy lacista ciudad de Berga. Más arriba de la villa, que se deshilacha en carne viva, y pasado el santuario del siniestro capellán de Queralbs, una carretera antigua y cansada me lleva hacia un paisaje de la infancia, aquella infancia pobre y, con intermitencias, infeliz. Uno de los paréntesis de algo que no era felicidad pero quizás se le parecía sucedió en el campin (1) bajo los pinos rojos. Parece que un vendaval antiguo más que viejo hubiera borrado su rastro. Reconozco un sendero a duras penas y, entre la maleza de la orilla del río unas piedras amontonadas por los íberos, quizás, pero que son, sin embargo, el único vestigio de los antiguos retretes de aquellos veranos de la infancia. Los tábanos zumban a mi alrededor, hay que andarse con tiento. Uno de esos bichos me mordió a los doce y se me infectó la rodilla que daba pena verla, amoratada y tumefacta. Como si la viese hoy ¡qué raro es el paso del tiempo, y más rara aún la memoria!. Algo más arriba de la pista forestal, hay un nuevo campin, con las condiciones que uno espera hoy de un campin, cuarenta años más tarde. El aire es fresco y se escucha el murmullo del torrente. 

Cerca de la terraza del bareto hay una cama elástica con tres niños pegando brincos. La abuela de uno de ellos le advierte al nieto del riesgo del descoyunte con los saltos. En las mesitas bajo las sombrillas hay un par de familias. Un hombre le cuenta al amigo que un día de esos vendrá el nuevo novio de la hija.

-Espero que el chaval sea más de tomar cervezas que de caminar -le suplica a Dios en voz alta.

Luego consulto los precios del campin con la dueña y la posibilidad de reservar. Nunca se sabe, y Bolaño vivió en un campin. Esa es mi primera conversación en catalán, la que intercambio con la señora.

Entonces caigo en la cuenta: todas las conversaciones que he escuchado hasta ahora suenan en castellano, aunque alguno cambia a menudo del castellano al catalán, y tanto una lengua como la otra suenan bien, sin acento. Más tarde, en el Río de l'Aigua d'Ora, en donde le afluye el torrente que transita el campin, hay un montón de familias tomando el sol, preparándose para un picnic en el prado. Todos hablan en castellano. Tengo un oído malo para la música pero bueno para los acentos. Es el castellano de Cataluña, de Barcelona y su área, aunque ese mismo castellano se puede escuchar en los arrabales de las ciudades del interior. Hay un chico con la camiseta de Messi y un perro sin raza que luce una correa con el juego de palabras Julius K9, una marca de correas. El Río de l'Aigua d'Ora se puede transitar la mar de bien, casi todo el tramo a la sombra de la naturaleza desgañitada. El agua está limpia y fría. Andar por el cauce es un placer barato, pequeño, sencillo, uno de esos placeres que recomiendan los filósofos estoicos.

Me pregunto si en los campins están los pobres. Y si, ya se que caer en afirmaciones como "los pobres de cataluña hablan en castellano y los ricos en catalán" es caer en tópicos cuestionables que podrían tumbarme con ejemplos varios, anécdotas curiosas y argumentos más o menos filípicos. Incluso me podrían acusar de ir contra Cataluña o de ser un mal catalán por hacer observaciones de ese tipo. Me limito a contar lo que veo. Solo digo eso: en un campin barato y digno del prepirineo solo he escuchado hablar en castellano de Cataluña.

Luego, siguiendo por el valle del mismo río, me detengo a comer en un pueblo en el fondo de la Vall de Lord. Hay lazos amarillos, banderitas y pancartas que reclaman algo de unos presos, aunque muchísimo menos que un año atrás. Observo que en el balcón del ayuntamiento luce una pancarta de esas y tres banderas ondean (que no ondean, el aire está petrificado en un bochorno de cielo gris): la bandera local, la europea y la catalana. Falta una. La mayoría de las fachadas se caen a pedazos. 

Hablo con el dueño (y cocinero y camarero) de la fonda en donde me restauro. Me cuenta sus penas por lo del virus: "no andamos nada boyantes". La frase la pronuncia en catalán de la zona, pero la palabra "boyantes" en un estricto castellano. Infiero que el hombre es felizmente bilingüe, como yo. No se me ocurre el equivalente catalán para "boyante" y a él le debe suceder los mismo. Así que seguimos hablando. Yo suelto más alocuciones bilingües. Le pregunto si hubo infectados en el pueblo.

-No, me responde. Ni uno infectado en el pueblo. Pero ahora nos está viniendo una gente que... enfin, unos desgraciados. El otro día me entró uno sin mascarilla, se lo recriminé y me respondió que se la había olvidado en casa, "me la he olvidado en Hospitalet", imita el cocinero, ahora en un castellano con deje andaluz muy mal imitado, y yo le dije: pues fuera de aquí, vete a Hospitalet.

Le asiento con la cabeza, le hago un mohín ambiguo y él comprende que la conversación ha terminado. "¡Hospitalet!" esa es la población que ha escogido el cocinero del fondo del valle para situar a los desalmados y a los ignorantes. "Le eché, le mandé a la calle y a tomar por el c...". Bueno, la anécdota tiene visos de contener algo de verdad, pero la elección de Hospitalet parece intencionada y como si me intentase hablar en clave, como si pretendiese decirme: tú ya me entiendes.

Hospitalet (ese Hospitalet que nombra no ya como un lugar del plano si no un lugar mental) debe ser, para él, el lugar en donde ubicar, simbólica y paradigmáticamente, sin género de dudas, a los charnegos que se resisten al catalán, tierra de mala gente monolingüe, quizás visto como el fuerte que los soldados azules han plantado en territorio sagrado, la avanzadilla de la conquista, con conquistadores que vinieron con sus maletas de cuerdas para huir del pueblo en donde eran los pobres e instalarse en la región en donde siguieron siendo los pobres, con una diferencia: aquí les tratan de colonos y de genocidas. Y, de unos meses hasta hoy, propagadores de virus y de muerte.

Me pregunto qué hubiese sucedido si llego a seguirle la corriente y le digo algo como "esos charnegos...". Estoy seguro de que el hombre se hubiese explaiado a gusto en consideraciones sobre las diferencias étnicas y etcétera. Pero no lo hago. Solo me dan ganas de salir zumbando y plantarme en mi barrio de charnegos, algunos monolingües y otros bilingües, casi todos pobres aunque algunos asintomáticos.

_______

(1). He optado por la forma "campin", recogida por la RAE.

14 comentaris:

  1. En el fondo, los compadezco, a estos "hosteleros" con poco "seny". Qué manera más estúpida de perder clientes, aunque sean de Hospitalet. Yo veraneaba hace unos años en un "campin" cercano a esa zona. Me llegaron a aburrir con sus esteladas plantadas en cada parcela, y sus quejas constantes hacia "xarnegos, moros, panchitos" y similares. Ellos se lo pierden. Nos dejábamos un buen dinero en temporadas de campin y consumo en los comercios de la zona. Una zona que, sin ser superturística (ni playa, ni alta montaña) debería cuidar más a la clientela. En fin, enhorabuena; como siempre, una lectura amena. Saludos.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Nota: campin se puede escribir así, sin comillas, puesto que la RAE lo recoge y la Fundeu lo recomienda (la Fundeu odia los anglicismos, como yo).
      Sobre la zona: toda ella está visiblemente empobrecida, y es incomprensible que traten mal a lo que es una de sus pocas fuentes de ingresos.

      Elimina
  2. Pues gracias a la ley electoral que tenemos, el voto de ese hostelero vale lo que cuatro en Hospitalet ( mi ciudad ).

    Todo esto me recuerda cada vez mas a la época de las guerras carlistas, curas "trabucaires" incluidos.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Hablando de trabucaires, en un bar de la zona escuché una conversación sobre trabucaires. Todavía existen. Ahora solo disparan salvas de pólvora, pero me temo que sus ueño es dispararle perdigones al enemigo.

      Elimina
  3. No deja de ser triste. El negocio se le va a la mierda, pero él no tiene previsto unas mascarillas para los campistas. no de regalo, sino de venta. Se supone que en un campin el mismo gerente, en la oficina, si ve un usuario sin mascarilla le ofrezca una gratis (el negoci és el negoci, ja la cobrarem), y después le diga que tiene mascarillas igual que gel , e igual que en el super del campin tienen lechugas y melones.
    En fin, el campin es suyo, lo que desconoce es que Cataluña es de todos.
    Salut

    ResponElimina
    Respostes
    1. Exacto: sería muy fácil tener mascarillas en la entrada. Ese no tiene ni tan solo el gel hidroalcohólico.

      Elimina
  4. Yo he vivido cerca de Berga y trabajado en su instituto entre los años 82-85 y Berga todavía no era el aquelarre hitleriano que es ahora. Guardo un recuerdo maravilloso de aquellos alumnos todavía no maleado por el nacionalismo. Recuerdo que tenía en el mismo curso al torpe hijo del alcalde de Berga y al superinteligente hijo del comandante de puesto de la Guardia Civil y no era problema.

    Quiero recordar en aquel tiempo que había un gran cuartel con ochocientos soldados que para una ciudad de quince mil era una importante fuente de consumo para bares, para tiendas, para alquiler de pisos de soldados en sus tiempos libres. El cuartel era vital en la vida de Berga. Y también recuerdo que un día el ministerio decidió cerrarlo. La reacción de la comarca y de la ciudad fue inmediata, había carteles que decían Exèrcit, no et vagis. Igual que en las minas de cielo abierto de Gosol donde trabajaban técnico y trabajadores de toda España. En mi instituto había profesores andaluces, madrileños, vascos... Ahora ya están solos, ellos solos, que con su mierda se lo coman. ¡Qué pobreza de sociedad! Porque éramos los extranjeros, yo aragonés, quienes le daban vida a aquel instituto perdido ahora en la pureza étnica. Quieren estar solos pero solos son una mierda, que la disfruten. Ya tienen su aquelarre en la Patúm y la plaza de Sant Pere. Saludos.

    ResponElimina
    Respostes
    1. La Berga de hoy es triste y depauperada. Quizás acusen a España de su empobrecimiento, son muy capaces de eso y de más. La alcaldía está en manos de la Cup, que ha incumplido todas las promesas electorales ya que se encontró las arcas vacías, dicen (algo que sabían de sobras y mucho antes). La verdad es que el paisaje urbano es bastante desolador, muchas fachadas que se caen a pedazos, suciedad, edificios abandonados. Es curioso que ante el declive tan pronunciado se agarren al patriotismo. Bueno, no es curioso, parece una reacción transparente: culpar al "enemigo" exterior y listos.

      Elimina
  5. En cuanto al continente:

    Yo defiendo camping, diga lo que diga la Real Academia. Como defiendo whisky y no güisqui, o PC (de personal computer) y no computadora y como tantas otras palabras que nos han ido llegando desde otros idiomas y se han ido quedando. Quizá porque he sido campista toda mi vida, quizá porque me parece un poco chapucera la labor que hace a veces la RAE.

    En cuanto al contenido:

    Si es una experiencia real, puedes dar por seguro de que el individuo supo enseguida que eras de Barcelona, y desvió el disparo. Usualmente esas opiniones son aplicadas a la capital y todo su entorno, los pixapins, los de Can Fangas. Puedes estar seguro de que fue considerado contigo al dirigir sus desprecios a los de Hospitalet, con lo que tú quedabas fuera (que hablarás catalán pero seguro que es "abarcelonado")

    Trabucaires sigue habiendo, y no sólo en la Cataluña profunda. Me lo recuerda todos los días y a todas horas el tinnitus que me quedó cuando, hace unos 10 años, uno de ellos disparó junto a mí en las fiestas de Gracia.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Gracias por tu comentario, ante todo.
      Sobre el continente: opto por la forma "campin" por mi manía hacia los anglicismos, tan loable como estúpida. Del mismo modo, loable o estúpido, que les tengo manía a los cavas catalanes o a las canciones de Lluís Llach. No es racional, es cierto.
      Sobre el contenido:
      Mi acento catalán y neutral desconcierta a muchos, y les permite presuponer que soy "uno de los nuestros". Y no te digo nada si ven mis apellidos, algo que me permitiría infiltrarme incluso en Waterloo sin problemas.

      Elimina
    2. Que bueno!!!! Espero, algún día, una crónica desde este lugar, símbolo de la República. Aunque, pienso yo, que la elección de un pueblo, donde alguien, tiempo atrás, se pegó la gran hostia, no sea lo más indicado.

      Elimina
    3. ¿Desde qué lugar te parece que se puede escribir una buena crónica de la republiquilla que no fue ni será?

      Elimina
    4. Bueno, yo partía de una suposición: doy por hecho que buena parte de tu vida se ha desarrollado en Barcelona o en su área de influencia, por lo que es lógico que tu acento se parezca más al de por aquí que al de Berga. Yo mismo sé que mi acento no se parece en nada a los de Gerona o Lérida.

      Y del hecho cierto de que en buena parte de la Cataluña profunda se suele tener animadversión hacia los barceloneses (entendiendo por tales a todos los que habitamos en la conurbación de Barcelona, lo que incluye a Hospitalet pero también Cornellá, El Prat, Santa Coloma, Badalona...)

      Elimina
    5. La verdad es que después de vivir en la parte occidental y en la oriental de Cataluña, sé hablar en un acento neutro que les descoloca a los nacionalistas, y eso me divierte un montón.

      Elimina