23 d’ag. 2020

El misterioso caso Grau-Moctezuma



Joan de Grau i Ribó, barón de Toloriu, era amigo de Hernán Cortés y con él se marchó a la conquista de las Indias. Entraron juntos en Tenochtitlán, y tras unos desafortunados incidentes con el rey Moctezuma II, Cortés pactó con el mexica una paz que se le antojó precaria, por lo cual decidió quedarse con los vástagos del indio en tanto y cuanto que garantes del acuerdo. Dos hijas (una de las cuales Xipaguazin de nombre) y un hijo. Antes se negociaba de otra manera.

Sin embargo, Moctezuma se rebeló y murió durante las refriegas que se sucedieron. El episodio es muy oscuro: los cronistas españoles cuentan que los mexicas apedrearon a su emperador por haber pactado con los españoles (¿un botifler transatlántico?) y los aztecas acusan a las huestes de Cortés de la muerte del emperador, tipo de talante bipolar a todas luces. Tras los incidentes Cortés le regaló la princesa Xipaguazin a Joan de Grau. El catalán tenía más de 60 años y ella menos de 20, y quizás por eso se la llevó enseguida para España, la bautizó con el nombre compuesto de María Xipaguazin y se instalaron en el castillo del pueblecito pirenaico en donde era barón. Tuvieron un hijo, Joan Pere de Grau-Moctezuma, hombre que se pasó la vida reclamando el virreinato de México sin lograrlo jamás. María Xipaguazin murió de melancolía y aburrimiento en las montañas catalanas. Hasta aquí lo que cuenta la historia, aunque incluso en ese conocimiento hay lagunas, dudas y versiones divergentes. Luego viene todo lo demás. Lo demás son los fenómenos que viví en mis carnes.

Me he cruzado con esta historia a lo largo de los últimos diez años, y cada vez me parece todo más extraño. La primera vez fue cuando me destinaron a trabajar a una villa cerca a Toloriu. Una tarde, paseando por este pueblo, di con la iglesia medieval en la que los caballeros franceses de la Orden de la Corona Azteca de Francia habían instalado una losa de mármol en honor de la princesa Xipaguazin. Hice unas fotos y las publiqué en una red social. De algún modo, involuntariamente, invoqué algo.

Poco después, un individuo redicho que se pretendía listo y misterioso se puso en contacto conmigo y me citó en una taberna: sé cosas muy interesantes sobre el misterio de Toloriu, me dijo. Estuve varias horas escuchándole contar una historia turbia en la que convivían buscadores del tesoro de Moctezuma, banqueros carlistas del XIX y una expedición siniestra y alemana en 1934, que estuvo husmeando por la zona. Los alemanes dijeron pertenecer a una empresa de prospecciones geológicas que andaba tras una mina de oro, aunque sus actos no se correspondían con ese objetivo. Estuvieron excavando en las ruinas de una masía (Mas Vima) y luego se esfumaron. Mi informador, en la taberna, sugirió que eran hombres de Himmler y mencionó a la Ahnenerbe. El lector fisgón puede encontrar trazos de eso si se entretiene un poco.

Años más tarde me puse a escribir un cuento sobre un tipo al que nombré Grau, aunque sin intención de referirme a los Grau de Toloriu (el primer apellido que se me ocurrió era Güell, pero lo cambié porque de los Güell se sabe demasiado). Situé a mi Grau en un pueblo imaginario, San Ferriol. Pocos días más tarde me encontré con un documental de forma completamente casual. En él se nombra a la descendencia de los Grau, y así supe que uno de ellos vivió en un pueblo real que se llama, cómo no, Sant Ferriol. ¡San Ferriol existe! En el instante en que conocí la terrible coincidencia, escuché un crujido en el aire, como cuando el pie aplasta una ramita seca en un camino del bosque.

No tardé mucho en encontrar, el azar de nuevo, un libro publicado en 2015 por un escritor mejicano aunque le dirías catalán, Jordi Soler: "Ese príncipe que fui", relato novelado de un descendiente de los Grau, timador contumaz, que se pasea por la España franquista vendiendo títulos de nobleza a los incautos codiciosos que querían decorar sus éxitos empresariales con un título noble.

Más tarde descubrí, también por un casual, a Jorge Grau, cineasta medio maldito, director de cintas con zombis y vampiros. Algunos le recuerdan por haber filmado el primer desnudo integral en España (a cargo de María José Cantudo en La trastienda, 1975). Fui incapaz de discernir si el cineasta descendía de los Grau-Moctezuma.

Luego volví a Jordi Soler, y me enteré de que su novela sobre los Grau se le ocurrió al encontrarse con la iglesia de Toloriu y ver la placa de mármol que nombra a Xipaguazin. Soler y yo tuvimos la misma experiencia fortuita. Soler escribió una novela que, en Barcelona, fue presentada por Enrique Vila-Matas nada menos. Yo, en cambio, viví con inquietud la repetición de los eventos relacionados con los Grau y solo desarrollé temores vagos. Ahora me asustan las personas de rasgos aztecas.

11 comentaris:

  1. Hay historias apasionantes que dan para películas enteras con final de acomodo, o sea, puedes elegir entre triste o apotósico.
    No se cual eligirías tu, pero yo, de poder, la acabaría como si fuera uno de los descendientes del imperio Inca.
    Mola mazo ¡

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    1. Si te lees al Jordi Soler lo vas a ver. Si no encuentras el libro te lo mando prestado, es fabuloso.

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    2. Ostras que suerte tener un prestamista literario.... no hay nada comno ser un enchufado amical, yo hando buscando un libro y como las bibliotecas están de Vacaciones ??????? (hay que joderse) pues he bajado 3 domingos 3 a san Antoni y ni por esas, por eso valoro mucho tu prestacion aunque si te dosificas tanto como contestas a los comentarios el Pobre Miguel, lo tiene crudo !!

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    3. Handando por el camino de San Fernando, un ratito ha pie... Creo que no es lo mismo prestamista que prestador, pero bueno... Bueno, a lo que cuenta: tengo previsto bajarme al mercadillo dominical de San Antonio y aprovecho para preguntar a los que sois del barrio: ¿abren cada domingo? Si fuese así me vendría un domingo de esos y igual nos podemos ver y nos contamos cosas.

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    4. Efectivamente, abren cada domingo de 8 a 14 horas, aunque no se si este mes estarán los paradistas al completo.

      Y no es una novela, es cierto que allá por los ochenta, un despabilado que decía descender de Moctezuma, andaba vendiendo títulos nobiliarios falsos a gente de aquí con mucho dinero y pocas entendederas. Si no recuerdo mal, el asunto de la "nueva nobleza mexicana" apareció en un articulo de investigación de la extinta revista "Interviu". Normalmente, la realidad supera a la ficción, y pocos de los estafados presentaron una querella contra el falso príncipe, que por cierto, no tenia rasgos aztecas.

      Moctezuma fue abatido y muerto de una sola pedrada que le hundió el cráneo cuando intentaba dominar a los suyos durante la "noche triste". Parece ser que algún súbdito suyo resentido con el por su falta de respuesta a la invasión de Cortés, donde ponía el ojo ponía el pedrusco.

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  2. Como dicen los del barrio, si abren, pero no todas las paradas están abiertas.
    Esperaría al primer domingo de septiembre, ahí si.
    Cuando bajes me avisas y me prestas el libro. Yo vivo casi enfrente, ya lo sabes.
    Un abrazo

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  3. Esto de morir de una pedrada me recuerda a Simón IV de Montfort, solo que a este le mató una mujer. La verdad es que, como en el caso de Moctezuma, no se perdió gran cosa.
    Los españoles unos años más tarde permitieron a los hijos de los jefes locales compartir escuelas con los españoles. Posiblemente esta sea la causa o la consecuencia (no se) del intenso mestizaje que hubo en América.

    Un saludo

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    1. De dice en tono de broma aunque no sea para reirse, pero hay una gran diferencia entre la colonización española de América y la inglesa: los españoles se pusieron a confraternizar con las indígenas, eran hombres solos. Los ingleses, puritanos y en familia, simplemente les exterminaron, no hubo mestizaje.

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