16 d’abr. 2017

Je suis Krls Putxi

Resultat d'imatges de correcaminos y coyote

Alguien me contó como deben leerse los dibujos animados del Correcaminos y el Coyote. Me dijo: esos dibujos de apariencia infantil, repetitiva y algo burda ejemplifican la imposibilidad humana para alcanzar a Dios. Desde que lo supe no he podido dejar de verlos según esta clave interpretativa, extasiado ante una metáfora tan brillante por lo simple, didáctica y cómica que es. Todos aspiramos a algo (sublime, perfecto, bonito, feliz), a algo importante. La notoriedad, el reconocimiento, el dinero, lo que sea. Cada uno se crea su dios para poder construirse su infierno -que es lo que de verdad importa.

Entre las formas de pretender alcanzar ese algo maravilloso está: agarrar una guitarra eléctrica, pillarse un balón de fútbol o meterse en política. Exacto: los políticos son grandes ejemplos ilustrados de la impotencia humana. Estoy pensando -como no- en el señor Carles Puigdemont. No por obsesión si no porqué los medios del régimen catalán me lo plantan cada día en sus portadas y uno termina por meditar sobre el personaje. Y pienso: hete aquí, Puigdemont es nuestro Coyote. El pobre tipo hace lo imposible por parecerse a un dirigente, a un gobernante con ideas, ideales y proyectos. Puigdemont intenta parecerse a un político de verdad, a un político que persigue algo en favor de los sufridos ciudadanos de esta parte de España que le sufragamos su salario.

El poeta Gabriel Ferrater dijo una vez, medio en broma, que le gustaría ser "como un charnego". Puigdemont piensa, medio en serio, que quisiera ser "como un Molt Honorable". Pero debe luchar contra el desbarajuste entre sus filas, contra la incompetencia de sus consejeros, contra su peinado, contra la realidad que le zarandea cual pelele, contra las encuestas, contra las escaramuzas barriobajeras entre los socios pendencieros, contra su muy notable incapacidad por ganar simpatías y "ampliar las bases" de la causa secesionista, contra las zafiedades del zafio Rufián, contra la histórica y mitológica mala suerte catalana, contra el mundo. Incluso contra Ada Colau, de quien ya percibe su aliento en el cogote.

Puigdemont es "KRLS" en Tuiter y (dicen que) "Putxi" para los amigos. Dos denominaciones más propias de un jovenzuelo bravucón que de un político -de más de cincuenta años- que aspira a transformar una región autónoma en un estado (abracadabra, pata de cabra). Visto de cerca, el president suplente es todavía un chavalote de pueblo catapultado con nocturnidad a la presidencia catalana por un destino tan caprichoso como sarcástico, que lo ha metido en camisa de once varas (incluso el traje azul marino le va payásicamente holgado). Si cierro los ojos le imagino de joven, en el pueblo: vacilón, chuleta y ramplón pero amigote de sus amigotes, poco dotado para los estudios y bastante refractario a la cultura. Solo hay que leer sus tuits compulsivos y trumpianos para encontrar las huellas del adolescente que fué entonces, en el pueblito.

Hay algo en Puigdemont que despierta empatía, una cierta compasión. Más allá de la discrepancia que siento por el político nacionalista-neoliberal, veo en KRLS al ser humano normal, el humano mediano y mediocre como yo mismo, enfrentado a su estupidez y su incompetencia, las de todos. Krls es un tipo digno de ser personaje de novela cómico-pesimista centroeuropea, el soldadito Schweik versionado para el lector catalán en la pluma Josep Maria Espinàs y cantado en verso por Núria Feliu (en el festival de la Porta Ferrada). Del mismo modo que yo no obtendré el Nobel de literatura, Putxi jamás logrará parecerse a un político hábil digno de mención en los libros "de texto". Ni tan solo se parecerá a un buen gobernante: un año después de ser nombrado para el cargo de presidentet, la inanidad de su gestión es inaudita, sonrojante. Solo comparable a la de Mas, el gafe. Tanto Mas como Krls parecen entregados a la labor de engrandecer la figura de José Montilla.

Putxi no debió cruzar jamás el Llobregat, como aquellos pistoleros de las películas de Sam Peckinpah, procaces e imprudentes, que cruzan el Mississipi para caer en manos de un sheriff rufián que les lleva al cadalso. Aquéllos pistoleros tienen la excusa de que no sabían donde se metían: había un trágico error de cálculo en sus planes atolondrados. Puigdemont no tiene excusa: por más cortito que sea, sí sabe donde se mete. Pero sea como sea, todo es terriblemente humano. Tanto el pistolero descuidado de Peckinpah como el nacionalista lenguaraz que es nuestro querido Putxi nos cuentan algo muy profundo sobre la naturaleza dramática del ser humano. Je suis Krls Putxi.

Cuando veo las fotos de la extraña pareja Putxi-Romeva dando tumbos por Estados Unidos no pienso en cowboys existencialistas ni en centauros del desierto, si no en Abbott y Costello. Los periplos de la pareja por el Nuevo Mundo a la caza de adhesiones para su causa mística contienen un mensaje enternecedor. Son solo dos tipos -dos catalanets desorientados- perdidos en el Oeste que, queriendo emular a Perceval y Galahad en la búsqueda del Grial, se quedan en payasos tristes, de cine mudo en blanco y negro. Lo dicho: humano, terriblemente humano. Y tremendamente español: es cierto, el independentismo catalán es un fenómeno muy español lo mires por donde lo mires. Podría ser un capítulo de la segunda parte de El Quijote, y lo digo muy en serio.

Quizás todo se debe a un error, si, pero el error también es mío: quizás yo confiaba en la posibilidad de un político sabio, de los que se preocupan por el bien común, por mejorar la vida de los que peor lo pasan y todo eso. Sin embargo, debo aceptar la realidad -yo también- de unos tiempos con políticos 2.0 pero cortos de miras, incultos, tramposos y mentirosos -o cuanto menos simuladores de una remota inteligencia. Debo aceptarlo: Putxi es decepcionante y nos dejará una Cataluña hecha trizas, una Cataluña peor de lo que estaba: incluso con la presión trotskista de la hilarante CUP, el país está más jodido que el país jodido que nos legó Mas. Pido un merecido aplauso para Anna Gabriel y sus asamblearios por la contribución desinteresada a la perplejidad y la paradoja -tan valleinclaniana- que nos han brindado. (Anna Gabriel: puedes llamar "facha" a quién te de la gana, pero será difícil olvidar que votaste a favor de los presupuestos de Junts pel Sí).

Vuelvo por fin al Coyote. El "Coyote" es, en México, el tipo que, de extranjis y previo pago, te lleva a cruzar la frontera con Estados Unidos. Krls Putxi quiso hacer el Coyote catalán (mezcla de Coyote mexicano y de Moisés hebreo redentor que lleva el pueblo a Ítaca) y, previo pago, llevar a Cataluña a levantar una nueva frontera. Finalmente hizo el Coyote, pero el de Looney Tunes: el pobre tipo al que todo le sale mal y sin embargo insiste, cual Sísifo de dibujos animados que, aún sabiendo que en su insistencia y su negativa a aceptar la evidencia del desastre está el ridículo más atroz, lo repite una y otra vez.

Porqué ahí está, también, la terrible metáfora de la esperanza humana: a ver si un día suena la flauta y llego al cielo y me sitúo a la derecha del Padre. (Dios Padre o Pujol padre).

1 comentari:

  1. No lo compararía con el Coyote. El Coyote no se da cuenta de que es le es imposible alcanzar al Correcaminos, simplemente porque no piensa.
    Sin embargo Puigdemont, Romeva, Mas y Cia si piensan. Y creen que si no pueden alcanzar la independencia podrán obtener algún fruto que les beneficie, como por ejemplo votos.
    Votos que les sirvan para estarse otros cuatro años más a base de Audi, Visas y 6000 seguros netos mensuales.
    No hay otra. No lo hay.
    Si se le hubiera de comparar con algún dibujo, y salvando las distancias, al Sr Puigdemont sólo se le podría comparar con Moe Szyslak, el propietario de la Taberna de Moe, que es donde Homer Simpson se toma las birras.
    A Moe no hay nada que se le escape...se sabe absolutamente todo lo del barrio...por eso no es comparable con el Coyote.
    Salut

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