6 de jul. 2021

MI EPIFANÍA SEPARATISTA

Hace muchos años vi por primera vez una peli de Andrei Tarkovsky y me cambió mi mirada sobre el cine para siempre. Comprendí de repente muchas cosas. Como aquel hombre que, en Palestina, se cayó del caballo tras el impacto de un rayo (de un rayo metafórico, por supuesto). Tarkovsky actuó como el rayo de Saulo de Tarso en mi cabecita. A partir de entonces, veo a Tarkovsky en todas partes: le veo cuando está y le veo cuando está ausente, puesto que echarle en falta es una forma de hacerlo presente en la ausencia.

El proceso separatista catalán obró del mismo modo en mi, de un modo tan maravilloso como difícil de contar en términos racionales y comprensibles. De repente, gracias al separatismo catalán, comprendí la educación recibida, el supuesto país catalán, la realidad en definitiva. Este logro epifánico se lo debo a los políticos separatistas en parte, pero sobretodo a sus seguidores.

En esta nueva vida incluso comprendí que no existe nada cualificable como "literatura catalana", puesto que no hay ninguna entidad literaria con el suficiente empaque para merecerlo: entiendo que se puede hablar de una literatura española escrita en catalán, del mismo modo que la hay en andaluz o en gallego, o incluso en vasco.

Volver a nacer implica repensarlo todo, repensarse a uno mismo. Reconocer sin rubor los años que viví engañado o incluso felizmente engañado, como el discípulo de una secta. Uno debe perdonarse por cosas como esas: quizás era demasiado joven quizás debía luchar contra demasiados apriorismos de la tribu. Pero pude hacerlo, gracias al arrebato irracional de los separatistas. Llegó el día en el que tuve que preguntarme quien soy, en qué creo, quienes son los míos. La respuesta jamás incluía lo catalán, lo catalanista: en Cataluña, cualquiera que se posicione a favor de los débiles, los explotados y los denostados, debe posicionarse a favor de esa mitad o más de la ciudadanía que ha sido despreciada, señalada, usada sin manías, tratada de inferior o de débil. Cuando no de colonizadores, de genocidas: ¿puede haber sido colonizadora o genocida mi vecina andaluza y siempre currante, siempre pobre,  siempre despreciada?

¿A favor de quien puedo posicionarme? ¿A favor de los señoritos de la Convergència de Pujol, de la cruel burguesía catalana, de la inclemente oligarquía -decadente y corrupta-, de los xenófobos y los supremacistas...? des de luego que no. Es imposible situarse en otro lado: el imperativo moral exige estar al lado de la democracia, la igualdad y la razón. Ese ha sido mi cambio, mi mirada ante el espejo. No puedo seguir al lado de esa catalanidad excluyente y furiosa, más próxima al Ku Klux Klan que a la Ilustración.

Mi lengua materna no se puede discutir: mi madre era catalanoparlante y así fui durante muchos años. Pero eso no me obliga a nada, ni me impone nada en lo moral. Me duele reconocer lo obvio, pero no me cuenten entre los catalanes. Me pueden contar entre los partidarios de la realidad, que es la igualdad entre españoles: la humanidad solo ha progresado cuando ha colaborado. No hay progreso en las identidades tribales. Esa es mi elección moral, elegida gracias al separatismo rampante y excluyente, irracional e iliberal, reduccionista y tribal: el separatismo que me mostró el camino correcto. Debo estar en contra del separatismo, y a favor de la democracia y del socialismo.

Creo en una Cataluña plural y abierta, para todos y todas, sin banderitas en las rotondas. Una Cataluña de convivencia, bilingüe, tolerante e ilustrada. Una Cataluña para convivir. Es decir, para vivir.

5 comentaris:

  1. A mí también, el separatismo me "iluminó" y me hizo ver que yo soy de Barcelona, barcelonés, pero nada más, a pesar que en un tiempo creyera otras cosas.

    podi-.

    ResponElimina
  2. Pues ya somos.................tres.
    Salut ¡

    ResponElimina
  3. mM apunto, aunque cuando me preguntan de donde soy siempre respondo"del coño de mi madre" y se acabó la intrusión

    ResponElimina
  4. Pues yo también me apunto y ya soy el sexto.

    [...] «en Cataluña, cualquiera que se posicione a favor de los débiles, los explotados y los denostados, debe posicionarse a favor de esa mitad o más de la ciudadanía que ha sido despreciada, señalada, usada sin manías, tratada de inferior o de débil. Cuando no de colonizadores, de genocidas».[...]

    Pues eso.

    ResponElimina