10 de gen. 2018

Independencia y decadencia cultural. A Terenci Moix

Resultat d'imatges de acteon
Acteón y los perros

Hace unos pocos años, en uno de los momentos eufóricos del principio del "procés", alguien advirtió de que el proceso independentista era un fenómeno vinculado directamente a la decadencia cultural de una comunidad (llámele país, región o autonomía, según mejor le convenga). El argumentario iba más o menos así: cuando una cultura ha entrado en decadencia, suele vivir movimientos de repliegue, de furia identitaria y de reivindicación de un pasado mítico y heroico. Es decir: el proceso independentista puede ser analizado, también, como un síntoma inequívoco de la decadencia cultural catalana.

Han pasado los años y la evidencia de que aquella hipótesis era válida me parece cada vez mayor. Lo que pasa en Cataluña es que se están desmoronando un montón de elementos que los historiadores tratarán en su momento, pero lo que ya es innegable es la caída vertical de la producción cultural. En cantidad y en calidad. Arrastrada y triturada como tantas otras cuestiones por esa máquina de triturar que es el identitarismo. Teniendo en cuenta que somos una cultura pequeña y en declive, el asunto es muy grave: ¿nos podemos permitir semejante desastre?

La llamada de la tribu ha liquidado lo poco que teníamos. Lo poco que habíamos construido entre todos, tan lentamente. La llamada de la tribu es, en realidad, un hara-kiri, perpetrado con esa voluntad de liturgia nacionalista de los hara-kiris. A esta cultura, en donde todavía está vigente el lamentable debate sobre si la literatura catalana escrita en lengua castellana debe ser considerada literatura catalana o no (¡de ese debate ya se pitorreaba Terenci Moix en los 70!), solo le faltaba el envite del autismo nacionalista para echarse a los pies de los caballos de la historia.

Algunos amigos y conocidos míos me cuentan cosas bastante penosas -anécdotas con categoría de paradigma- sobre la actitud que han tomado, de un tiempo a esta parte, instituciones culturales como la Institució de les Lletres Catalanes -Moix les nombraba, entonces, "la Institució de les Dèries Catalanes" y un amigo (y excelente escritor en lengua castellana) les bautiza, hoy, como "la Institució de les Petites Lletres catalanes"-, actitud triste y de una mezquindad enloquecida que se encierra en lo tribal, llamando a la resistencia a ultranza, algo que también está presente en l'Institut d'Estudis Catalans, a quien otro amigo tilda de "l'Institut d'Estudiets Catalanets" por su deriva hacia una postura numantina, de cerrazón y de reivindicación de los autores que, aunque menores, han mostrado la actitud más beligerante en favor del nacionalismo catalán. Se les aplaude, con candor infantil, este posicionamiento político pero no su calidad literaria, por supuesto.

Nada peor que presentar a los demás una cultura excluyente, en esos tiempos de miseria cultural e intelectual: de aquí no vamos a sacar nada bueno, ningún futuro prometedor.

¿Donde está el cine en catalán? ¿Qué demonios le ha pasado al teatro? ¿Donde diablos está la novela?

Un amigo mío al que por su capacidad intelectual admiro y respeto, me dijo que el momento cultural de Cataluña es tan pésimo que más nos valdría callarnos durante un tiempo prudencial (unos 500 años, propone él), y dedicarnos a leer y a pensar. Pero en silencio, por favor. "El nostre mal no vol soroll", dice un dicho catalán: nuestra enfermedad no quiere ruido.

Como estoy adscrito a algunos foros que tratan de novela catalana, leo muy a menudo afirmaciones sobre la calidad literaria de dicha novela que no se basan en ninguna evidencia, ni de la crítica ni de las ventas: simples ocurrencias cuyo único valor es la celebración de "lo nuestro". Uno de los diálogos (virtuales) más estrepitoso que he leído hace poco es el que cuento, ocurrido a propósito del fin de año, cuando a la gente le da por elaborar listas de sus lecturas del año que se terminó: "Mi lista de novelas leídas en 2017 es la siguiente", dice uno. Y, a continuación, cita 10 títulos, todos ellos de autores catalanes que escriben en catalán y de probado soberanismo. Uno de los comentarios que aparece a continuación procede de una persona universitaria, la cual, tras felicitar al autor del ránking tribal por sus elecciones patrias, expone una tesis fascinante: es normal que leas solo en catalán, al igual que un inglés lee sobretodo en inglés y un francés, en francés. Tuve que leer el comentario un par de veces porqué no podía salir de mi asombro. Alguien -con formación académica de nivel superior- estaba equiparando la cultura francesa y la inglesa con la catalana. Me gustaría saber en qué datos se basa para afirmar algo sí. A mi se me ocurriría comparar la literatura catalana con la lituana, con todos mis respetos hacia la literatura lituana, porqué me fundamentaría en datos algo más científicos. Me duele que, quien escribe algo así, esté ninguneando la labor del gremio de los traductores, a quienes la cultura catalana les debe un agradecimiento infinito, mucho mayor que el debido a la mayoría de los autores autóctonos.

Por si algún lector ha llegado hasta aquí: voy a contar que nací en Cataluña, y de lengua materna catalana, y que si escribo sobre la cultura catalana es porqué me preocupa, porqué sufro por su mala salud, y eso no solo me afecta si no que me angustia, porqué siento un doloroso amor por esta pobre cultura. Una pobre cultura maltratada, en primer lugar, por los suyos. También debo decir que soy lector de literaturas anglosajonas, francesas, rumanas, italianas, rusas. Incluso suizas, balcánicas, africanas, sardas. Y consumidor de cine de las culturas antes nombradas más la siciliana, y del cine de muchos países orientales. Por pudor, jamás comparo literaturas "nacionales" entre sí.

Me gustaría sentir que formo parte de algo que me hace sentir bien, de algo que me hace sentir en paz con mis semejantes en la lengua y la cultura catalanas. Pero, de momento, no lo he logrado. Siento que hay algo, o alguien, que me lo impide. Y ese alguien son la (casi) mayoría de mis semejantes. Y ese algo es el nacionalismo, el tribalismo en el que hemos caído, como el cazador cazado del cuento, el cazador que ha metido la pata en el cepo que él mismo dispuso en medio del páramo.

5 comentaris:

  1. La decadencia literaria ve de molt més lluny, d'abans del procés i no és nomès aqui. És a Espanya, a França i en general arreu. Hauries de viatjar més.

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    1. No et nego que tinguis raó, Francesc, valga'm Déu. Però la nostra decadència és més aguda i pitjor que la dels francesos. De cada premi Goncourt se'n venen cents de milers d'exemplars i la gent els llegeix i els ressenyen i en debaten. Jo no sé ni tan sols quin ha estat l'últim premi Sant Jordi de novel·la. I si et mires els exemplars venuts i les ressenyes que en corren te n'adonaràs del fracàs. Aquí estan passant alguna cosa molt greu. No ens val de res comparar-nos amb altres. Si els altres se'n van a la merda ens hem de conformar amb un destí semblant? Això no em sembla cap bon plantejament.

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  2. Cada vegada es llegeix menys, Lluís, o es fa d'una altra manera que no sigui a través dels llibres, de ser cosa dels nadius digitals, i en aquest sentit potser aqui anem per davant de molts altres països, per a bé po per a mal.

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  3. Como te lea un independentista intentará matarte.

    Si bien es necesario a veces expresar lo que uno siente o ve.

    La verdad es que eres valiente teniendo en cuenta que no estás del lado del poder dominante allí.

    Sí.
    Podría intentar aconsejarte el silencio
    en un intento de decir algo sensato , sin embargo para la propia salud mejor es soltar el interior.

    Un abrazo.

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    1. Quizás tengo algo de insensato escribiendo lo que escribo sobre Cataluña cuando vivo en ella y convivo con catalanes independentistas. Pero creo que decir lo que se piensa no solo es bueno, si no que también es necesario. La democracia, más que vora cuando te lo ordenan los que deciden, es expresar tu opinión en tanto que ciudadano. Esa es la obligación moral de un demócrata. Se que el silencio, como la prudencia, es algo recomendable. Pero no es lo mejor.

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