El mismo día en el que el Parlamento europeo le retira la inmunidad al señor Puigdemont, leo este párrafo en "Los europeos" el libro fantástico de Orlando Figes. Se trata de una de las citas que abren ese volumen imperdible:
Cuando las artes de todos los países, con sus cualidades locales, se hayan acostumbrado a los intercambios recíprocos, el carácter del arte se verá enriquecido en todas partes de modo incalculable, sin que cambie el peculiar genio de cada nación. De esta forma se formará una escuela europea en lugar de las sectas nacionales que aún dividen a la gran familia de los artistas; entonces, una escuela universal, familiarizada con el mundo, a la que nada humano le será ajeno.
El fragmento corresponde a Théophile Thoré (Les tendances de l'art au XIXe siècle) y fue escrito en 1855, con un optimismo que hoy nos sonroja y nos enternece. Debieron de pasar dos grandes guerras y transcurrir muchos millones de muertos para que alguien empezara a tomarse en serio, en lo político, ese sueño que Thoré albergaba para el arte y la cultura.
Uno, con el paso de los años, tiende a creer cada vez menos en las coincidencias. Y aunque no acierte a descubrir la causalidad última, se que no es puro azar que haya leído el texto en el mismo día en que al señor Puigdemont le arrebatan la inmunidad de la que gozaba como diputado europeo. No voy a entrar a hablar del diputado Puigdemont, baste decir que se fue a Europa a buscar su protección. Es decir, a servirse de Europa para sus intereses (legítimos o no, eso es otro asunto).
Es reseñable que un grupo como Podemos haya votado a favor de mantenerle la inmunidad, por cierto, ya que ese mismo grupo hizo muchos aspavientos, unos años atrás, con el escandaloso número de cargos aforados que tenemos en España.
Tampoco hace falta recordar las ideas fundacionales de la Unión Europea, ni ese sueño que algunos mantenemos por ver, algún día, quien sabe cuando, unos Estados Unidos de Europa que nos alejen un paso más de los populismos nacionalistas, esa ideología que solo trajo desgracia, miseria y muerte y que, a día de hoy, tantos quieren resucitar al precio que sea, pasando por encima del dolor de quien sea. Quien olvida la historia no solo está obligado a repetirla: también está obligado a pagarla y a sufrirla, y puede que deba sacrificar a sus hijos en el altar patrio de ese olvido.
El libro de Orlando Figes (no se lo pierdan, aunque quizás déjenlo mejor para el veranito --pues llega a casi 700 páginas) es un canto al cosmopolitismo y contra el nacionalismo. El propio Figes se nacionalizó alemán cuando se vio venir el Brexit, y se nacionalizó alemán para poder seguir siendo europeo. Es la cultura (la popular, la mediana y la alta) la que nos hace humanos y la que nos hermana, y eso es lo que cuenta ese libro majestuoso. El sueño de Europa y el de las personas que vivimos en ese rincón del planeta es olvidar, algún día, las viejas tribus rencillosas, ruines y mezquinas de las que salimos.
Lo tengo en cuenta entonces, LLUIS. Iré a por el libro.
ResponEliminaEn otro orden de cosas, he visto como el tal Toni Comín, el que vive del recuerdo de su padre, se ha pronunciado en "que lo volverán a hacer". Se asegura así el papeo "in eternis" del grupo al que pertenece, sea cual fuere, porque ya ha cambiado de camisa en varias ocasiones.
De él, voy a dejar unas declaraciones que hizo cuando fue conseller de Sanitat, cuando el colapso en el 2016 por falta de camas en los hospitales.
El simple hecho de verle, provoca en los sanitarios esos sarpullidos de saber que está delante de un incompetente, y es evidente, con esas declaraciones es como para no fiarse.
salut
https://totbarcelona.blogspot.com/search?q=comin
Inserto un artículo de hoy, de Miquel Gimenéz, en el que nos aclara quien ha votado en favor de la inmunidad del Sr Puigdemont, por si se nos pasa desapercibido:
ResponEliminaLo que no comentarán los voceros de la corrección política, antes denominada simple y llanamente censura, es que entre quienes han dado su voto a esta tropa se encuentra nada más y nada menos que el icono de la ultraderecha por antonomasia: Marine Le Pen y su Rassemblemant Nationale, formación heredera del Front Nationale fundado por su padre, el ultra Jean Marie Le Pen. Ya dijimos en su día que el primero en visitar a Puigdemont cuando lo encarcelaron en Alemania fue un miembro destacado de la AfD, la filo nazi Alternative für Deutschland. La extrema derecha ve con buenos ojos a estos partidos supremacistas en los que encuentra muchas coincidencias, como sucede con la Lega italiana. Pero los fachas siempre son los demás. Al ladito del inquilino de Waterloo también se han posicionado ultraderechistas eslovenos y flamencos. Lo mejorcito de cada casa.
¿Se imaginan lo que dirían Rahola o Rufián si Le Pen votase a favor de un diputado del PP o de Vox? O como abrirían los informativos de TV3 o los medios del régimen. ¡El fascismo campa a sus anchas, el fascismo ataca, el fascismo no pasará! Porque como ahora resulta que el problema de España es la ultraderecha – repasen todo lo que se dijo este ocho de marzo y verán como no exagero – hay que combatirlo. Bueno, menos cuando apoya a uno de los nuestros. Entonces, se calla uno como un muerto y a vivir, que son dos días.