Estuve una sola vez en el pueblo en donde nació Milagros. Eso sucedió en una fecha cercana a la navidad de hace unos años. Las calles estaban desiertas y soplaba un viento como de navajitas plateadas en ese pueblecino a donde ella no quiso volver jamás. En la megafonía del alcalde, unos viejos altavoces campanudos, sonaban villancicos viejos sin cesar. Anocheció mientras paseaba por esas calles, y así descubrí el cielo, miles de millones de estrellas sobre fondo negro profundo, abismal, eterno. El vacío del mundo. Quienes vivimos en ciudades hemos olvidado como es la noche de verdad y preferimos nuestras noches de albaricoques falsos.
Había una cafetería abierta. Dos familias y varios ancianos bostezaban en las mesas, dos niños correteaban entre las sillas vacías. Entre un anciano y el otro había varias mesas de separación, como años luz. Quienes vivimos en ciudades creemos que las gentes de los pueblos pequeños son todos amigos, y nada más falso. Se conocen demasiado. Los de las ciudades preferimos saber poco del vecino y así podemos saludarle cada día, sin rencores de por medio.
En este pueblo nació Milagros, el 8 de febrero de 1898. Mi abuela nació en el siglo XIX y yo moriré en el XXI, de modo que en tan solo tres generaciones habremos cruzado tres siglos. El tiempo pasa volando y muchas veces creemos que vivimos en un presente fugaz. En realidad, vivimos en un pasado extendido, suavemente, sobre la tierra áspera, casi lunar, de Cela, Muro de Alcoy, Alicante.
Escuché a mi abuela durante muchísimas horas, durante los años en que vivió en mi casa, el piso de la periferia barcelonesa. Hablaba sin cesar, y mezclaba recuerdos con fantasías, argumentos de zarzuelas. El rey que rabió. Le gustaba la lectura y pasaba largas horas en compañía de los libros de cocina de Josep Pla, a quien admiraba y releía y releía. El que hem menjat (Lo que hemos comido).
Mientras paseaba por las calles de Cela, Muro de Alcoy, imaginé como era ese pueblo a finales del XIX. Y recordé los relatos de Milagros sobre la miseria terrible, el hambre tenaz, la oscuridad flagrante de aquellos años, la tiniebla intensa de donde vengo. Quizás es la misma tiniebla a la que me dirijo.
Hablando de tinieblas: mi abuela Milagros fue analfabeta hasta más allá de los veinte, cuando la señora a la que servía en Sant Gervasi le enseñó a leer, a escribir y a hacer el cuento de la vieja, que es la matemática de los pobres. Y la señorita de Sant Gervasi le prestó unos libritos muy raros, uno de los cuales está aquí, a mi lado, y es su herencia: un libro de Amalia Domingo Soler, la musa del espiritismo.
Milagros nació miserable y fue analfabeta pero dejó de serlo por la intervención de un azar benevolente. Eso pasó en el siglo XIX y, a día de hoy, todos pensamos que esas cosas ya no pasan o que las corrige nuestro mundo fabuloso y tecnológico, socialdemócrata, democrático, igualitario. hay que andarse con cuidado con esas ideas optimistas, puesto que todo lo que hemos ganado en cincuenta años se puede perder en uno de populismo.
Entre las cosas de Milagros encontré sus libros espíritas y unas fotos, en una de las cuales Milagros debe de tener no muchos más de veinte años y posa con cierta coquetería, en el alféizar de una sonrisa. Esa mirada que me mira des de los inicios turbios del siglo XX español casi como si quisiera decirme: un siglo no es nada, cuídate. El tiempo está detenido por la magia de la fotografía, el tiempo es cero, no existe. Hoy es ayer y anteayer y el otro. Todos quienes vivimos alguna vez estamos aquí y una vida es todas las vidas. Des del principio de los tiempos y hasta el fin, todas las vidas son una sola vida, la vida de Milagros.
Chico, que narración tan bien parida ¡.
ResponEliminaLa he releído porque está tan bien construida que te quedas con ganas de más.
Como un cirujano he diseccionado unas frases que creo, son de fábula:
En realidad, vivimos en un pasado extendido, suavemente, sobre la tierra áspera...
Quizás es la misma tiniebla a la que me dirijo...
...puesto que todo lo que hemos ganado en cincuenta años se puede perder en uno de populismo...
Hoy es ayer y anteayer y el otro...
Un abrazote con muchas, muchas ganas de verte.
Sinceramente tuyo
Miquel
Gracias, Miquel. Como bien has visto, eso es una parte de un texto más extenso, pero las medidas del blog imponen sus normas.
Elimina¡Hasta pronto!
Muy bueno, si señor, hay fotos que nos atrapan y cuando ves el tiempo transcurrido nos confunde ya que la foto en el tiempo presente nos retrotrae a un pasado ahora otra vez presente en la foto
ResponEliminaEsas fotos antiguas nos recuerdan que la fotografía se inventó con la intención de fotografiar lo misterioso. Lo consiguieron.
EliminaAmalia Domingo Soler, tal como cuentas, fue espiritista, pero sobre todo una mujer que defendió la fraternidad universal, algo que ahora parece una antigualla. Has heredado rasgos físicos de tu abuela, la genética no engaña.
ResponEliminaTengo las obras completas de ADS y la verdad es que, más allá del espiritismo, la autora era una idealista fascinante, y divulgadora de políticas que hoy parecen muy "casual" pero en su tiempo eran vanguardistas: internacionalismo, feminismo, democracia, igualdad, etc. Una verdadera joya del pensamiento salida de la miseria y las penurias, y afectada por una diversidad funcional. ¡Qué terrible coraje y energía el de ADS!
EliminaPor cierto: la verdad es que no había caído en la herencias de sus rasgos, pero ahora lo veo. He salido a la rama familiar más "semítica", es evidente. Ni estoy orgulloso de ello ni dejo de estarlo, es lo que hay. Según el estudio genético que se hizo un pariente muy cercano, tan cercano como mi hermano, nuestros genes provienen del Oriente Medio y de la Europa Central. Con eso está todo dicho.
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