Esa foto en sepia que ven justo encima de esas palabras no lleva fecha, ni nada que permita situarla con exactitud en el tiempo. No es muy antigua: quienes aparecen retratados son mis ancestros valencianos. La instantánea, algo preparada, se tomó en el Valle de Albaida, a principios del siglo XX.
Les contaré lo poco que se de ella. El decorado es la vivienda en la que nació y creció mi abuela, la que emigró a Barcelona a la edad de 15 años, para ponerse a servir en casas de barceloneses adinerados. Por lo que ella contaba, fue el hambre estricta quien la empujó a tomar el hatillo. El significado de maleta lo aprendió en Barcelona, cuando vio lo que preparaban sus amos en verano, para irse a la casita de Collserola.
En la foto sepia hay un cierto atrezzo. Los cántaros demasiado bien dispuestos (quizás el único ajuar y las únicas propiedades de la familia, quizás el préstamo de un vecino), la hogaza de pan y algo que podría ser un queso resquebrajado, la coreografía de la mujer que le alcanza el vaso de vino al joven, el gesto del anciano que hace como si tuviese un vaso en la mano y como si se sonriese, el mohín severo de la vieja, de negro, la piel curtida por el trabajo en el campo (entonces no estaba de moda la piel bronceada, que solo delataba a la clase trabajadora, quemada por el sol del trabajo en la intemperie). La burguesía era pálida de piel, por más negra que tuviese el alma.
Por la parte izquierda asoma la cabeza de alguien, como un fantasma para regocijo de los seguidores de Iker Jiménez, con todos mis respetos. El que asoma debe de ser, sin duda, el fotógrafo que quiso aparecer en la imagen vaya usted a saber por qué motivo. Quizás solo por el deseo de firmar la obra, como cualquier autor de cualquier cosa. Nadie quiere el anonimato en una vida efímera y trémula.
Jamás supe el nombre ni la filiación de los personajes. Una de ellas es mi abuela paterna, pero no se cual. Puede ser la joven o la niña. Salvo los ancianos, nadie se quedó en la barraca decorada con cántaros. Todos emigraron. Esos dos viejos asistieron, tan impávidos como en la fotografía sepia, al fin de una época, de un mundo, de una verdad. El universo se extinguió en sus narices.
En mis ancestros más antiguos hay un leve asomo de dinosaurios, pero su dignidad está escrita en ese ademán. Muchas veces he pensado que hicieron la fotografía cuando supieron que los hijos emigraban y que ellos eran los últimos. Quizás más heroicos que los últimos de Filipinas, los que defendían a tiros inútiles una colonia de ultramar por las mismas fechas.
De esos personajes casi irreales desciendo, casi sin saberlo, solo de oídas. Todos pensamos que el presente es terrible y algunos se permiten decir que antes vivíamos mejor, por no haber encontrado nunca fotografías en sepia de sus ancestros. Algunos creen que sus pisos, sus casas y sus coches las consiguieron con su esfuerzo y su inteligencia, con su destreza. Muchos son los que creen nada deber a nadie, y se sienten únicos y especiales y por consiguiente insultan o desprecian a quienes ahora llegan para ganarse el pan que les negaron, para burlar el hambre infinita.
Otros se piensan superiores y se alistan a la clase superior exhibiendo méritos nuevos y olvidando memorias antiguas, olvidando de donde venimos y quienes somos. Y justificando el estúpido sentimiento de superioridad de quienes se proclaman herederos de naciones que jamás fueron, salvo en las fantasías románticas más delirantes.
La nación de la que provengo, mi nación, es la pobreza que se cuenta en esta fotografía en sepia. No conozco ni reconozco a otra nación más que a esa, ni a ningún rey más que a los cántaros y la hogaza de pan. No tengo nada más parecido a una nación o a una patria. Y eso no es una poesía: es una foto.
Se como te sientes, o al menos lo intuyo.
ResponEliminaConservo tan sólo una foto de mís padres juntos, bueno, la de mi progenitor y la de mi madre, y es la única patria que me reclama, la única bandera que ondea en mi corazón y el único refugio para exiliarme cuando ya no tenga ganas de mucho más.
Todo lo demás es humo.
Un abrazo. Nos vemos pronto
salut
Que bien tre explicas "Mil demonis" eres un crack,
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