Hay una tienda, por ahí, cerca de mi piso, en la que venden libros de segunda mano. Los clasifican en los estantes por orden alfabético, separados por los idiomas de la edición.
Entro a menudo en este local y rastreo un rato, olfateando como un sabueso humano que se pretende sensible al olor de los grandes libros. Me gusta el olor de esos libros polvorientos, amarillos a veces, a veces húmedos de humedades humanas, a veces ondulados, a veces enmohecidos y a veces impolutos como Neptuno, jamás surcados por el hombre.
Cuando entro en la tienda me paso un rato en ella dando tumbos. Voy des de la G de García Márquez a la V de Vargas Llosa. Busco en la K de Kadaré, en la C de Carrère. Y luego vuelvo a la G, pero a la G de Goytisolo.
A veces encuentro chollos. Y me sorprendo que alguien se haya vendido por 20 céntimos una obra de Zweigo de Tolstoi editada por El Acantilado, libros que fueron comprados por muchos euros. Me llevé un librico de Valdemar hace poco, cuyas ediciones son muy caras.
Soslayo invariablemente la B de Bosch, temeroso de saber que alguien se vendió uno de mis pocos libritos. Eso sucederá algún día, es inevitable.
Hace poco, mientras yo olfateaba entre los anaqueles, apareció en la tienda una pareja de ancianos que acarreaban un carrito de la compra de color azul y chirriante. Ambos, con dificultades y quejidos, arrastraron su carrito hasta detenerlo delante del dependiente. Empezaron a extraer libros bellamente encuadernados, de los de antes. Clásicos del siglo de oro y de la literatura hispánica. Los depositaban encima del mostrador con una mueca indescifrable, entre la pena y la ilusión.
No vi ninguna lágrima en esos ojos que habrán derramado millones de lágrimas y casi ya están secos.
Allí dejaron a Lope de Vega y a Blas Infante, a Carpentier y a García Lorca, a Quevedo junto a Góngora, a Borges, al anónimo del Lazarillo y a Pardo Bazán.
A veinte céntimos el tomo, les recordó el dependiente. Y el chico iba sumando de 20 céntimos en 20 céntimos, hasta que llegó a 14 euros. Cuando la suma llegó a los 14 la pareja de ancianos se miró con una sonrisa medio tibia, medio helada. Vaya usted a saber qué pensaron que se iban a comprar con 14 euros. Quizás algo exquisito del Mercadona.
-Volveremos enseguida con otro carro- murmuró el hombre.
-Bueno, igual mañana -susurró la anciana.
Escrito en una población de provincias de España, en diciembre de 2022.
Vaya, ya te he comentado antes, pero insisto por el bloc. Si por aquellas buscando en la letra M encuentras algo de Mounier o Marcel; o en la C, algo de Cirlot, no dejes de adquirirlo en mi nombre.
ResponEliminaUn abrazo
Una historia muy bonita,llegada a una edad se deja de leer(ley de la naturaleza),este matrimonio en lugar de tirarlos para reciclaje,optaron por la segunda oportunidad
ResponEliminaYo suelo ir a una librería de viejo, ellos no compran, los libros que hay son donados. Suelen tener un precio bastante bajo y el dinero es para la Obra Social. Una ONG que ayuda a personas sin hogar.
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