Se debe recordar que la fotografía se inventó para retratar lo invisible al ojo humano. Eso explica que, entre las primeras fotografías de la historia, haya tanta abundancia de espectros, ectoplasmas, duendes, demonios y hadas. Con el devenir de los años, se fotografiaron platillos volantes y seres extraterrestres, sirenas, monstruos que viven en lagos, yetis, apariciones marianas.
El principio que inspiró a todas esas imágenes es el mismo: si se ha fotografiado es porque existe. O bien del revés: existe porque ha sido fotografiado. Es decir: lo que sale en la foto debe ser, forzosamente, real.
Pero pasaron los años, la fotografía se popularizó y hemos llegado a un día en el que todo el mundo lleva una cámara en el bolsillo y la mayor parte de las veces, en la mano. Siempre me ha sorprendido que ahora haya tan pocas fotos de espectros y de ovnis, cuando debería de haber miles a diario con tanto fotógrafo suelto y en todas las partes del mundo.
Ahora empezamos a vivir en el fenómeno opuesto: lo que se fotografía es invariablemente falso. Lo que antes era una prueba de veracidad, ahora lo es de falsedad. Ya nadie cree lo que aparece en una fotografía: demasiados filtros, demasiadas aplicaciones de retoque, de trucaje, de manipulación. Ya nadie cree: la fotografía exige una fe imposible, de la que ya no disponemos. Parece que nos hemos vuelto tozudamente racionales y exigimos pruebas indiscutibles, científicas, indudables. Y la fotografía ya no cumple ninguno de esos requisitos.
Vivimos inmersos en la duda cuando no en la negación, y uno solo cree lo que le complace de veras o lo que le reafirma. La fotografía debería de habernos devuelto al misterio, pero nos ha despojado para siempre de él, no porque haya mostrado la absoluta falta de misterio en el mundo si no porqué no es fiable nada.
Hoy he leído un medio que demuestra la falsedad de las fotografías hechas en la ciudad ucraniana de Bucha, y son muchos quienes se apuntan a negar la veracidad de esas fotos. Dicen: esas fotos pertenecen a otro tiempo y otro lugar, o bien afirman que los cadáveres "se mueven", son actores.
Décadas atrás, la filmación de un cadáver que se mueve hubiese supuesto un estupor general, rezos, programas radiofónicos y televisivos sobre esoterismo, magia negra y fantasía. Hoy, el cadáver móvil es objeto de burla, prueba de una mentira. Alguno llega a afirmar: no puedo darle crédito a la matanza de Ucrania porque no lo he visto con mis propios ojos ni estuve allí. Bienvenidos al fin de la última certeza: no puedo afirmar que la Luna exista, ya que no estuve en la Luna. Tampoco los dinosaurios existieron: no había hombres -¡ni mujeres!- allí para certificarlo, y esos esqueletos fósiles pueden ser un montaje de Photoshop, o un andamio de plástico.
Quizás el bombardeo de Guernica no existió jamás, ni los campos de exterminio.
Sin duda, y mira como son las cosas, alguno de los que niegan la masacre en Ucrania, los campos nazis o el bombardeo de Guernica es el mismo que afirma, con vehemencia, la existencia de Jesucristo, de la nación catalana y de su fundador Wifredo, las gestas de Don Pelayo o las bondades de la lejía ingerida para combatir al coronavirus. De modo que: la negación de la fotografía no se debe a un exceso de racionalidad, ni es la racionalidad el signo de estos tiempos más bien infantiloides.
El negar lo que todos afirman se basa, en parte, en adoptar una supuesta posición de superioridad, el salirse del rebaño, el creer ir más allá del jucio que expresa la oficialidad y en otras cosas, claro. Ayer, en una ventanilla postal una persona rusa se quejaba de una carta que nunca había llegado a Rusia desde hacía cosa de un mes, carta ordinaria y por lo tanto sin posibilidad de ser rastreada: "pues no lo sé, quizás la guerra esté retrasando el correo aunque no hay ninguna restricción al mismo..." "¿guerra...? ¿qué guerra? no hay ninguna guerra, ¿dónde ve usted una guerra?"
ResponEliminaVaya, no es que le absoluta credibilidad a todo lo que me llega sobre el conflicto en cuestión, pues seguramente sea cierto que existen múltiples intereses y que ninguno de ellos pasa por salvar vidas, pero eso ya entraría en las interpretaciones de los "porqués" más que del "qué".
Llegados a este punto, habrá quien me diga que si vas a Nueva York podrás comprobar que las torres existen aún pero que no dejan fotografiarlas... (el hecho existió; lo que pudiera haber detrás del mismo y cómo se gestionó posteriormente es otra cuestión).
podi-.
Supongamos que los muertos son actores. ¿Y la destrucción de la ciudad?....¿acaso es un decorado de "Cinecitta"? Bombardear y destruir y arrasar una ciudad está condenada por la ONU, y con ello ya sería suficiente para condenarlo, pero vamos de "izquierdistas" y nos atrevemos a cuestionarlo todo porque cobramos por ello, me refiero a la Talegón, que confirma y ratifica mi frase ya casi banalizada de tanto utilizarla: nos gobiernan los últimos de la clase.
ResponEliminaSalut
En un tiempo en el que proliferan los "terraplanistas", los negacionistas de la pandemia de COVID, y otros alelados de diversas tendencias, no me extraña nada que haya quién niegue el bombardeo de Guernica. Y no deja de ser una paradoja, ya que hace algunos años el gobierno alemán pidió perdón oficialmente por aquella atrocidad de la Luftwaffe.
ResponEliminaYa en su momento, a la vista de la catástrofe ocasionada, el propio gobierno militar de Franco negó la autoría de la masacre, atribuyéndola a "dinamiteros rojos" empeñados en desacreditar internacionalmente al bando nacional.
Por suerte, un periodista inglés fue testigo del hecho, que relató aquello con pelos y señales en sus crónicas.
No deja de ser triste, que a estas alturas la teoría de los "dinamiteros rojos" siga circulando en determinados ámbitos de la extrema derecha.
Así nos va....
Saludos.