Tintín y Puigdemont tienen algunas similitudes: ambos residen en Bélgica y en la ficción, ambos están tomados por una rara pulsión aventurera, a ambos se les distingue por un peinado peculiar y los dos viven en un palacete, de gorra, sin rascarse el bolsillo. Sin embargo, muchas son las diferencias entre ambos personajes de ficción: mientras que el reportero del tupé se lanza a la aventura con desparpajo y una arrogancia rayana en lo suicida (Tintín siente un raro desapego por la vida), en el hombrecito de Waterloo todo obedece a cálculos pusilánimes, y su apego al euro es proverbial. Dejémonos de retórica: Puigdemont es catalán de la Cataluña catalana.
Ambos tienen algo de insensato y de orate, pero Tintín siempre está de la parte del débil y de la verdad, y lucha por desenmascarar al malvado. Puigdemont, por contra, quiere ser fuerte, la verdad le importa tres cominos y se pasa el día recreando la máscara del malvado. Sus amiguetes son los malvados de turno: Nigel Farage y los neonazis flamencos. Dime con quien andas.
Las aventuras de Puigdemont empiezan y terminan en su lamentable huída en el maletero de un coche: todo lo demás son trucos para vivir bien al modo de los desaprensivos. De vez en cuando anuncia aventuras futuras que luego no cumple. Lo suyo es la ficción y la farsa. Todo se queda en palabrería y quizás en delirio, en ensoñación pueril, en el deseo del impotente. Y además tiene las manos pequeñas que, según Carrère, antes delataban al loco. Puigdemont ha creado un género nuevo: la épica bufa.
La última aventura anunciada por el hombrecito de Waterloo es su viaje a Perpiñán. Él, acostumbrado a vivir en mapas ficticios, considera que Perpiñán está en Cataluña: empezamos mal. Perpiñán no solo está en Francia si no que es profundamente francesa. Y vota mayoritariamente al partido de Marine Le Pen.
Veremos si se atreve. Puigdemont le teme a la gendarmería tanto o más que a la Guardia civil. A diferencia de Tintín. Todos recordamos su cambio de coche debajo de un puente el 1 de octubre de 2017, cual delincuente de un film de Chabrol (por seguir con la cosa francesa) para que la Guardia civil no le pillase, no vaya a ser que le den una tunda en su mullida cabeza (que se la den a los incautos y a los jubilados que mandó a votar en un referéndum ilegal le venía que ni al pelo, pero recibir en carnes propias ya es otro cantar).
Yo apuesto a que el hombrecito de Waterloo practicará otro de sus amagos, algún truquillo digno de un imitador de Houdini, de uno de esos imitadores de pueblo que imitan al escapista en las fiestas infantiles a cambio de tener barra libre. Algo hará, sin duda. Lo que sea por mantener el aura de aventurero, de héroe de ficción de una nación fictícia. Ese Puigdemont debería leerse "L'Héroe" de Santiago Rusiñol para comprender cual es su referente literario más cercano.
Antes, la gente catalana se iba a Perpiñán a ver cine porno, cuando estaba prohibido en España. Los catalanes acudían a miles, aunque luego contaban que iban a Perpiñán para comprar libros marxistas o novelas de Henry Miller. Ahora quizás irán allí unos miles de incautos para aplaudir al héroe de pacotilla y greñas. Yo les advertiría: teniendo en cuenta su edad provecta, que se anden con cuidado. Puesto que, a finales de febrero, en Perpiñán hace mucho frío, sopla el cierzo que da gusto verlo y la salud se resiente. No vaya a ser que el trilero de Waterloo no se presente, en otra nueva demostración de ser el reverso de Tintín, mientras que ellos habrán hecho un acto muy tintinesco de desapego a la vida.
Otro día les contaré las similitudes y las diferencias entre el Capitán Haddock y Jami Matamala, el Haddock encanecido.
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Nota: estuve en Perpiñán el 1 de octubre del 2017, dando un rodeo francés a la vuelta de Colliure, en donde me fui a homenajear a Antonio Machado. Nos sentamos en una terracita soleada y un hombre mayor, en la mesita de al lado, provisto de la enésima copa de Pernod, bebedor contumaz y algo plomizo, nos largó un rollo nostálgico y enternecedor sobre algo que no recuerdo (y él tampoco), en una rarísima lengua mezcla de francés, castellano y catalán. Si fuese hoy, le preguntaría qué opina de la visita (solo anunciada, quizás solo ficticia) del desaprensivo de Waterloo. Estoy seguro de que, en la línea de la perorata que nos soltó, diría algo así como "¡Ah! ¡Les catalans, les catalans...! Ils sont très méchants, ils se non pas lisé Le Quijote".
Ahí lo tienen: de Puigdemont a Tintín, a Rusiñol, al Quijote.
Estoy acabando de leer "De la miseria humana en el mundo publicitario", un pequeñísimo libro que no roza las 190 páginas y que mide (lo de la medida te resultará interesante) 17*10 ctms, o sea, muy, muy pequeño. Es del grupo Marcuse.
ResponEliminaEstá descatalogado, pero puedes encontrarlo en la biblio de El Clot, y sólo en esa biblio, dado que no hay otro ejemplar en ninguna otra parte.
De él destaco unas frases (estos del Grupo Marcuse son bárbaros), que validan para el Sr de Waterló.
Se debería hacer un cambio de nombre común, ya que es válido para todo. Así, donde pone "consumidores", valdría con el de "masa votante":
- La publicidad sólo puede vender lo que promociona, ya sea un producto o una "causa".
- No puede separarse la publicidad de los excesos, sencillamente porque la publicidad sólo puede
surtir efecto mediante excesos.
- No tomar nunca a los consumidores como estúpidos, pero sobre todo no olvides nunca que lo son.
- La Cocacola no hace publicidad para dar a conocer su producto, la hace para que no se olviden de
ella.
Salut ¡
Al Puigdemont le veo anuncios siguiendo la línea conceptual de "Media Market": yo no soy tonto.
EliminaPues yo le veo como buen vendedor de "el producto":
Elimina-No hay día que no salga por los medios
-Su producto es Trascendente. Promete felicidad si votas su opción; no te promete mejor
jubilación, o aumento de sueldo, o jubilación a los 60, o una vejez con recursos, o una
sanidad de calidad, no, él promete felicidad ("si em voteu serem més feliços" (sic. Anna
Simò).
-Posee el medio fundamental para ello, TVEN3
-Le apoya un conglomerado de publicistas que no tienen otra empresa que les contrate y a los
que remunera bien, por lo que les hace ser fieles por los dos conceptos.
-Y tiene los medios que le proporciona toda una organización que trabaja a su servicio.
El problema que le veo es que hay otro publicista no menos poderoso, y que también sabe jugar con las mismas cartas y en el mismo medio.
Salut