El dilema está ahí. Monarquía o república. Uno diría, que, por principios éticos, uno es más favorable a la república. Eso es un concepto, una idea. Luego está lo concreto. En lo concreto uno no es partidario de cualquier república, ni opuesto a cualquier monarquía por el mero hecho de ser una cosa o la otra.
Hace poco me respondieron que la república es más barata que la monarquía. Eso me lo dijo uno que es catalán. Es buen chico pero es catalán, así que no hagan mucho caso. El buen chico catalán también dijo que con el dinero que nos ahorraremos por no mantener a un monarca haremos muchoas políticas sociales. Aquí ya no pude sostener mi carcajada interior, y se me salió toda para afuera.
Debatir sobre si un modelo de estado es más barato que el otro es un debate de barra de bar, con perogrulladas y sandeces por doquier y a ambos lados del mostrador repleto de cascos de cerveza. Siento decir que, por lo general y en Europa, las repúblicas son más caras que las monarquías. Pero el precio, lo repito, discutir sobre el precio me parece lamentable. Eso es una discusión de vendedores de grifos, de ollas a presión o de tarifas de telefonía móvil.
Visto lo visto, uno concluye que las monarquías constitucionales europeas son mejor garantía de buena calidad democrática. Aunque sin echar cohetes. Todo es discutible. Una república es un modelo que parte de la igualdad en todos los estamentos y los sentidos. Pero en cuanto nos pasamos a los ejemplos prácticos, el principio ético flaquea. Las repúblicas africanas no son un buen modelo de nada. Tampoco las monarquías, es cierto. Ahí hay empate. Si seguimos por el lado post-soviético, nos vamos a dar de bruces con unas repúblicas penosas, desprovistas de democracia por más que pongan urnas y celebren referéndumes.
Vamos a elaborar un ránquing de calidad democrática basado en criterios europeos. Francia no puede competir con Inglaterra: mantienen un empate técnico. Dinamarca, Suecia, Holanda, Bélgica: son democracias monárquicas a las que nos gustaría parecernos. Luego está Portugal, que es caso aparte, y un caso envidiable en muchos aspectos.
Hace varios años, justo al principio de la cosa del "procés" catalán, escribí el guión de una novela negra que mandé a dos editores. Los dos me mandaron a freir espárragos. El guión trataba de un pobre tipo, Llibert Busquets (hijo de catalán convergente y de andaluza sin filiación pero con hambre) funcionario burócrata de la Generalitat de Cataluña, que recibe el encargo de encontrar a los descendientes de una supuesta línea dinástica catalana. El pobre funcionario (inspirado en el protagonista de "El abrigo" de Gogol) se presta al encargo con toda la ilusión patriótica posible, y actúa lleno de nacionalismo entusiasta: está convencido de que Cataluña merece ser un país independiente de España y, firme creyente en las monarquías, se lanza a la realización de su misión. Está convencido de que, en cuanto dé con el heredero legítimo del trono catalán, su patria será reconocida en el mundo y sin necesidad de molestos trámites democráticos.
Pero... cada vez que detecta a un posible heredero de la corona catalana, este aparece muerto en extrañas circunstancias.
Conforme avanza la trama, el protagonista desdichado sospecha que quizás está siendo utilizado por un poder oscuro y asesino. Al final de la novela, el protagonista huye de Cataluña porqué se sabe perdido y se exilia en Burgos. Es en Burgos en donde escribe su historia y entonces les pide ayuda a las autoridades burgalesas, que le desoyen y le tratan como a un vulgar orate. En sus memorias, el pobre burócrata catalán comprende que le encargaron descubrir la línea sucesoria de Guifré el Pil·lós para poder eliminar a todos los candidatos, ya que el secesionismo catalán pretendía recurrir a la fórmula republicana tras demostrar que no hay descendiente vivo de la dinastía nacional. El protagonista descubre, por fin, y en pleno delirio, que tras su encargo envenenado está Marta Ferrusola.
El argumento, mejorable, se lo regalo al señor Boadella.
Bueno, eso es, en resumidas cuentas, lo que opino del debate entre monarquía y república.
¡Uy! me olvidaba de decirle algo a la diputada Laura Borràs: si algún día vuelve a entrevistarse con el Rey de España, le pido que no le repita que los catalanes no tenemos rey. Dígale, por favor, que una parte de los catalanes prefieren una república autoritaria como la que nos intentaron endosar ella y sus amiguetes.
Creo que tu novela debía estar muy bien, pero en realidad falla en un punto: de descubrirse algún auténtico descendiente del Peludo ese, inmediatamente propondrían su restauración monárquica como jefe del Reino de Cataluña. Que no hubiera nunca un rey catalán son nimiedades.
ResponEliminaSobre tu contacto con el poder político de Cataluña, desiste. Nunca conseguirás que hablen sólo en nombre de una parte de Cataluña. Al principio creía que lo hacían porque daban por hecho que los no nacionalistas no pintaban nada. Después viré para pensar que creían que realmente no existían. Finalmente lo que sé es que piensan que no merecen existir y son, somos, prescindibles, eliminables.. Dicho lo cual son totalmente coherentes hablando como un todo. Cataluña, una, grande y libre.
Ya me gustaría echarle la mano a esa novela. Parece divertida.
He seguido un proceso muy parecido al que expones. Estoy convencido de que cuando hablan de "el poble català" no pretenden incluir a la ciudadanía catalana. Se refieren solo a los suyos, y los demás no pintamos nada. Han dividido a la sociedad catalana entre "els nostres" y "els altres", de modo que, en realidad, no cometen ningún error cuando hablan. El "poble català" es el 47% que les vota, creo que su pensamiento es ese. Eso se debería resolver por las urnas, aunque esa solución, de momento, no se ve probable. Menos con la ley electoral catalana.
EliminaEl eterno debate...
ResponEliminaYo no me atrevo ni a opinar y menos aún no siendo catalana, pero en cuánto al país...casi tiemblo de pensar en algunos de nuestros " presidentes" como Jefes de Estado, ahora que podría comprender que algunos catalanes sus presidentes allá fueran hipotéticamente magníficos, pero claro, habrá para todos los gustos.
Pero has dicho grandes verdades en tu post, pero tenemos el peso de la historia muy reciente, con lo cual no somos neutrales, y pesan ciertos colores políticos, las izquierdas suelen preferir repúblicas, excepto ahí , que parece que a la derecha clásica independentista, no le desagrada la idea de república en vez de monarquía...
por esto de que es más democrático y no pesa la sangre... sino el voto...
, me pregunto si incluso aunque votasen a un no catalán de pura cepa...
¿?
Es un tema delicado así que no profundizo.
Saludos.
Yo insistiría en editar la novela. Si la escribes en catalán se de algún editor dispuesto a ponerla en el escaparate, más que seguro; cuenta que, lo primero será la subvención por el mero hecho de estar escrita en el idioma del grupo Koiné; lo segundo serán las ventas, se venderá, pero tu jamás sabrás el número de ejemplares que se han vendido, sólo lo sabrá el editor. Tercero, te pagará los ejemplares que deseé y además en el tiempo que le de la gana, a la vez que pronunciará las palabras mágicas: "Noi, és no es ven rés" ¡¡¡¡¡
ResponEliminaSobre lo de la sra Borràs, decirte que no está para escucharte. Le ha salido un ruidillo al Jaguar XF, y no está por la labor, cuenta que con el sueldo de 92.000 anuales, va justa para un modelo con absolutamente todos los extras, como no podía ser de otra manera, porque ella se lo merece, ya lo dice la propaganda.
Un abrazo
No hay problema. Nombrarían rey al de las gafas: Puchi I. El héroe, el exiliado, el patriota, como si se tratara de Víctor Manuel II, el padre de la nación. Y comenzaría una nueva dinastía.
ResponEliminaComo dice Miquel, te queda la opción de buscar un editor aventurero o de autopublicar. Con un poco de suerte colocas cien ejemplares y logras pagar el coste de la edición. Y te sobra para un café con los amigos. Ánimo. Por ese camino transitamos muchos, incluyendo la experiencia de pasar por editores que te dan una palmadita en la espalda, te desean suerte o, directamente y como tú dices, te mandan a "freír espárragos".
Un saludo, Lluís.