En ciertos momentos del "procés", ustedes recordarán que hubo algunos líderes secesionistas exigiendo muertos por la patria. Era su estrategia más extrema, la definitiva para lograr su objetivo: si hay muertos, nos decían, podremos argumentar ante la opinión pública mundial que España es un país represor y malvado. Sin embargo, cosa paradójica, no apareció jamás ningún voluntario para morir en nombre de Cataluña. Los mismos líderes que exigían el sacrificio último eran los primeros en declararse exentos de tal acto sublime: alguien deberá guiar a la patria tras los muertos.
No hubo ejemplaridad de los líderes en la muerte patriótica.
Tan solo recuerdo a una señora que, el mismísimo día 1 de octubre del 17 declaró que la policía le había roto los dedos de la mano: solo unas falanginas se ofrecieron al holocausto.
La ausencia de muertos voluntarios tuvo un giro de guión: tras los terribles atentados del 17 de agosto de 2017, algunos creyeron haber encontrado a esos cadáveres catalanes, necesarios y útiles, que demostraban la brutalidad represora del estado, y se conjuraron para demostrar que el atentado lo había perpetrado el CNI, el comisario Villarejo o una encarnación carpetobetónica del Dr. No. Se montaron una asociación, en coordinación con la ANC y con aquellos misteriosos CDR de los cuales solo quedan los escombros.
A cualquiera que rija más o menos bien, todo eso le parecerá una patraña trasnochada, algo grotesco salido de mentes tan retorcidas y paranoides como las de quienes defienden que la Tierra es plana.
Solo hubo una autoridad que les dio pábulo: y esa autoridad no es otra que la señora Laura Borràs, hasta hace pocos días presidenta del parlamento regional y, en consecuencia, la segunda autoridad catalana. Una persona que debería representar al conjunto de la ciudadanía se apuntó al grupo de tres decenas de orates que pergeñaron la teoría conspiranoica. Es muy grave.
Usar a las víctimas de un atentado terrorista es algo ya viejo y cansado en nuestra pobre España. Lo hemos visto hasta la saciedad y el asco y estamos más que hartos, tristes y enojados con esta actitud infame. El abuso de las víctimas lo ha usado el PP hasta el infinito y más allá de nuestra paciencia, lo usa VOX sin ninguna vergüenza y, cuando no son esos, nos salen los del otro bando con sus homenajes y sus bailes regionales. Dejen a los muertos en la muerte, en el cementerio: la muerte no es el final -dice la canción- y todo parece indicar que no hay descanso alguno en la tumba. Ahí está la señora Borràs para confirmar que después de la muerte hay tribulación y patrias. Ni tan solo el bueno de Lovecraft pudo imaginar un horror semejante.
La infamia no consta en el derecho penal y por consiguiente no podemos llevar a la señora Borràs ante un tribunal por haber cometido esa infamia en las Ramblas barcelonesas. Pero deberíamos quedarnos, por lo menos, con la ilusión de pensar que cuando Laura se acuesta para dormir, esos muertitos de las Ramblas entran en su sueño y le murmuran que no va a poder dormir tranquila nunca más, y que incluso los delirios narcisistas tienen un límite.
Le dijo el gato a Alicia: si no sabes a donde vas cualquier camino te lleva ahí.
ResponEliminaY ahí es donde ha acabado la Laura. Dando apretones de manos a quienes alteran sesenta segundos (que siempre suelen ser menos) de respeto por los muertos.
El nacionalismo es una arma tóxica, siempre contamina las mentes.
Un abrazo.
https://www.elperiodico.com/es/opinion/20220819/homenaje-17a-rambla-escupire-tumba-articulo-albert-soler-14307887
ResponEliminaA mí lo que me repugna e incluso me horroriza es que gentes sin sentido común, sin la mínima sensibilidad y con escaso sentido de respeto y tolerancia puedan gobernar.
ResponEliminaPoco a poco la "revolución de las sonrisas" ha ido mostrando su verdadero rostro, y ahora ya enseña los colmillos.
ResponEliminaUn acto vergonzoso y estéril, que no les ha granjeado ninguna simpatía fuera de sus círculos rabiosos, y donde la Borrás se ha puesto en evidencia una vez mas, aunque al darse cuenta de su cagada, ha intentado recular diciendo que saludaba solo a algunos conocidos.
Lo que me sorprendió del incidente, es que los que berreaban eran en su mayoría gente de la tercera edad, con escasez de jóvenes.
"Separafascistas". . . .
Buen análisis, una pena que la convivencia en Catalunya esté tan degradada.
ResponElimina