Lo reconozco: hay días en los que mi curiosidad me oprime el alma y no consigo recuperar la paz hasta que no entro en la página de Vilaweb, ese órgano de prensa digital que, desde siempre, ha mantenido la postura más inflexible y beligerante en favor del secesionismo catalán. Hay que reconocerles no solo el valor, sino esa persistencia tan española: impasible el ademán es su ademán.
A partir del 27 de octubre, las editoriales y muchas de las crónicas de Vilaweb iniciaron la senda hacia el corazón de las tinieblas republicanas (de la fantasiosa república catalana) y, durante más de 60 días, mantuvieron que Cataluña es una república, tan verdadera como las de Kosovo y/o Transnistria. Y que todo va bien, y que todo va según el plan previsto. ¡La república catalana va bien!
El editor de Vilaweb, un hombre que me deja perplejo desde hace años, se dedicó durante algo más de 60 días a elaborar una compleja labor de exégesis: la república está viva y su presidente ejerce des de Bruselas pero con buen tino y salud mental envidiable, el gobierno republicano gobierna con solvencia y eficacia sin parangón (los unos en la sombra fresca de Estremera y los otros en la neblina gélida de los belgas), y las declaraciones ante el juez de Forcadell, de Junqueras, de Mundó, de Rull y de Turull no dicen lo que parece que dicen (¡creer que dicen lo que dicen es una caída en el pecado mortal de confiar en la propaganda unionista!), si no todo lo contrario: todo confirma que vamos directos al éxito. El editorialista se permitió dejar, por escrito y por consiguiente para la posteridad, este argumento: si Donald Tusk niega la independencia catalana, en realidad la reconoce, ya que nadie niega algo que no existe. Creo que Wittgenstein dijo algo sobre la imposibilidad de negar lo que tampoco se puede afirmar, pero ahora me metería en un berenjenal. Lo de Wittgenstein era más o menos: no se puede negar la existencia de Dios, porqué no se puede afirmar. [El prófugo que reside en Bruselas se preguntará: ¿quién coño es Wittgenstein? del mismo modo que Jordi P. se preguntó: ¿qué coño es la Udef?].
El Señor de las Editoriales de Vilaweb inició una senda oscura, no solo de hermeneuta (nos dejó títulos como "¿Qué debemos entender cuando nos dicen que Forcadell niega la validez legal de la DUI?") si no también de inquisidor entregado a combatir la tibieza y las dudas con el ahínco de un moderno Torquemada, amenazando a los posibles herejes y a los que se dejasen arrastrar por las dudas. Decía por entonces: "Ya se que algunos se preguntan ¿ha sido proclamada de veras la república catalana? ¡Ay de aquel que lo ponga en duda!, -les respondía (se respondía)- porqué las llamas del botiflerismo no le soltarán en toda la eternidad". Lo vociferaba día tras día, con un verbo atronador, henchido de patriotismo febril y poseído por la fe que mueve montañas (la de Montserrat, en concreto, con su Moreneta eterna en la cúspide, el Virolai vivent).
Durante más de 60 días, el editor mantuvo que la duda es una cobardía -en contra del pensamiento de Sócrates y de los últimos 200 años de filosofía, por lo menos-, y cada día, inflexible e iluminado, aseguraba que la república va p'alante, que el viento sopla de popa. Debemos permanecer todos activos (o hiperactivos) y unidos en la fe, decía el hombre, y si alguno duda que le den mil azotes en el infierno de los malos catalanes, que es el peor de los infiernos posibles, tal como lo explica Dante en la Divina Comedia, y en bell llemosí -como todo el mundo sabe.
Poco a poco y a cada día que pasaba, sus editoriales se alejaban más y más de la realidad con un tesón airado, de profeta loco, de visionario de visiones que, día tras día, inclinaban a este sufrido lector que soy yo a temer por una severa disonancia cognitiva en la mente del editor.
Pero en los últimos días ha sucedido algo. Hay un cambio.
Ha habido un quiebro insoslayable hacia la razón. Una grieta, un indicio de luz. Se lo comento a un amigo sarcástico y este me quiere resolver el enigma así: "El editor de Vilaweb no ha entrado en razón, me dice, lo único que le pasa es que sabe que en 2018 es posible que no cobre las millonarias subvenciones de las que lleva viviendo -y viviendo muy bien- en las últimas décadas. Ya sabes lo de la intervención de las cuentas autonómicas y todo eso...". Es posible, pienso yo. A veces los asuntos catalanes más raros se resuelven cuando uno comprende el asunto de la pasta y su incidencia en el patriotismo de cobro debido. El amigo sarcástico me recuerda que el editor de Vilaweb era conocido en el gremio del periodismo catalán como "Míster Subvenció". Tu ya me entiendes.
De acuerdo, me digo. Esa explicación es plausible. Pero tiene que haber algo más, me digo yo, incapaz de admitir que todo era un asunto de dinero. De dinero y nada más. Un asunto feo, por lo tanto. Llámeme ingenuo. O burro, si lo prefiere. Pero me resisto a creer que tanta fe, y tan inquebrantable, y tanta impasibilidad en el ademán obedecían, tan solo, a satisfacer al que paga y a la genuflexión que este le imponía al beneficiario. Y del mismo modo, me resisto a creer que ese indicio de conversión no es nada más que eso. Quiero pensar que el cambio puede ser un acto de razonamiento, de admisión de lo que es evidente: la realidad es. Y la realidad es que, hoy, los Jordis le han confesado a un juez español que tanto el referéndum del 1 de octubre como la proclamación de la república del 27 del mismo mes solo fueron actos simbólicos, sin valor jurídico ni legal, sin consecuencias en el mundo real.
Y, sigo, como don Erre que erre, pensando que no puede ser solo la pasta, si no que hay un cambio que podría ser sincero. Algo que va más allá de los euros. ¿Se cayó del caballo, el editor, al fin? ¿Le descabalgó un relámpago de realismo?¿Ha encontrado un agujero de gusano que le ha devuelto a un indicio de realidad? El día 11 de enero, Santa Hortensia, el titular que abre el medio digital cuenta que Jordi Sánchez y Jordi Cuixart le han dicho al juez que la vía de la independencia unilateral es inviable, que ellos no querían, que la república era simbólica y que el 1 de octubre mandaron a unas urnas (y a unos solemnes porrazos) a una gente incauta que no sabían que iban a un acto simbólico, a un jueguecito más de los suyos, a una camama. A mi me cuesta creer que los supuestos 1000 damnificados por los porrazos del 1 de octubre se quedarán tan panchos y sin ánimo de venganza para con los Jordis, en cuanto lean esto. ¿Los tractoristas que acudieron a defender las urnas simbólicas con sus artefactos de labranza les van a reclamar el gasto de gasoil, nada simbólico, que hicieron el día de autos? De Nelson Mandela solo hubo uno. Y Cataluña nunca fué tierra de Nélsones Mandelas. Yo tampoco quiero la cárcel para mi, por más heroica que sea.
Hoy, por primera vez, he conseguido empatizar con los Jordis al leer sus declaraciones ante el juez. Por fin entiendo algo. El heroísmo es como lo de los principios a ultranza: da gusto verlo, pero en los demás y nunca en carne propia.
La edición de Vilaweb del día 11 de enero cuenta las declaraciones de los Jordis con fidelidad a los hechos -a sus declaraciones ante el juez-. Eso es muy novedoso en este medio. Y el texto de la editorial que escribe el editor es para leérselo con calma y más de una vez, si que quiere llegar a un acercamiento al significado último de esas líneas: es un texto críptico, casi esotérico, una divagación cuasi incomprensible sobre la represión y su acatamiento, algo turbio, oscuro. ¿Qué le ha sucedido al periodista almogávar?
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Debo decir algunas cosas más sobre Vilaweb, cosas que algunos tildarán de contradictorias por mi parte. Bueno, no pasa nada: la contradicción es uno de mis signos, tal como como la confusión es el epitafio de mis admirados King Crimson. Vilaweb publica reseñas de libros y entrevistas y artículos sobre cultura que no solo no están nada mal, si no que son muy recomendables. Y lo digo de veras. Sin maldad alguna, de corazón. Escriben en este medio personas por las que siento no solo admiración si no aprecio, y de las que se de su compromiso sincero con la cultura. Han publicado artículos y entrevistas que no se cortan nada cuando hablan del declive cultural en Cataluña, textos que cuestionaban severamente algunas de las tesis de la tribu, sin pudor y sin censura.
Quizás deberíamos esperar que la dirección del medio digital siga por ahí, ofreciendo algo más que identitarismo descoyuntado, y que confíen en los redactores de la cosa cultural (redactores freelance, por supuesto) que han obrado el milagro de que alguien como yo, tan botifler, siga sus artículos incluso durante el período más tenebroso y más falaz del secesionismo, ese Movimiento que ahora periclita. El optimismo no es mi fuerte, pero incluso para un pesimista metódico como yo hay indicios de algo bueno en la deriva de estos últimos días, que algunos interpretarán como un declive en Vilaweb. O que lo leerán como una táctica provisional, una sumisión hipócrita a los nuevos administradores de la pasta de la subvención. Mientras no llegan tiempos mejores, unos tiempos que parecen muy lejanos a día de hoy.
Jesucristo, ruega por nosotros.
Hay que empezar a tender puentes hacia algo que huela a reconciliación.
No vivo ahí y no sé lo que será.
ResponEliminaPodría ser que la gente necesita creer " en lo que sea" y quien se lo venda tiene ganado el cielo de su corazòn, porque hay cosas que desde mi punto de vista la razón ya no comprende.
Y sí , el dinero lo mueve todo y agudiza el ingenio o pensar que te vas a quedar " sin dinero más".
Como dice el refrán:" más sabe un necesitado que cien abogados".
Y si encendiendo pasiones " mueves voluntades" mejor que mejor.
Yo únicamente veo " oscuridad en todo", en las aguas turbulentas ara ganancia de pescadores ( entiéndase votos, entiéndase lo que sea) que me estoy volviendo atea en cuanto a las instituciones " ya esa estatales , de CCAA , repúblucas supuestas y las demás que pueda haber a cualquier nivel ncluso supra - estatal o niveles más pequeños de administraciones pequeñas que supuestamente ni pinchan ni cortar ni pintan nada.
Un abrazo.
Haces bien es escribir porque a veces hay que desahogar sentimientos y emociones.
Buen finde.
Gracias, Amapola. Escribo sin saber muy bien porqué. O porqué no lo puedo evitar. Quizás eso sea "desahogarse" (verbo de significado verdaderamente inquietante). Me procupan (o me ahogan) muchos asuntos, y la verdad es que los de la política catalana no son los que más me ahogan. Como trabajo en la educación, esa es mi mayor preocupación, y mi mayor ocupación. Aunque de eso me desahogo por otros lados, gracias a mi quehacer diario.
EliminaSaludos. Creo que la poesá también se escribe por necesidad. No así la novela, cuya escritura obedece a otras cuestiones. Bueno, eso sería un asunto de debate muy extenso. Gracias por tus comentarios.
Estar en contacto con cierta realidad social ( que dicho sea de paso en general los politicos tienes tan lejos) , es normal que despierte inquietudes.
EliminaLo digo porque se que estás en contacto con esa realidad en tu trabajo.
Y es imposible cerrar los ojos a lo que uno ve todos los días.
Un abrazo.
Hoy escribo sobre el órgano del MNAC y sobre las subvenciones de TVEN3 y sus múltiples canales y frecuencias, mientras un bello instrumento se muere de angustia en lo alto de la montaña.
ResponEliminaY escribo sobre las subvenciones de papel prensa que hacen más rico al sr. conde, siempre que el papel sea de árbol; el idioma, el que se quiere subvencionar y los dineros vayan a la propaganda institucional poniendo un director afín al prosses.
Aún recuerdo este año pasado que yo, único suscriptor de La Vanguardia, que pagaba por adelantado con 460 euros anuales, entraba a la Facultad de Filosofía y me encontraba pilas de Vanguardias ya puestas en la entrada totalmente gratis.
Escribile al director diciendo que además de idiota (yo, por supuesto), era un capullo (yo, por supuesto) y que me daba de baja, porque acercándome a la facultad ya la tenía gratis.
El cerrojazo a don Gregorio Morán los sábados, hizo el resto.
Salut
Vilaweb es uno más de los estómagos saciados, todos ellos hacen muy buena cara y cantan al son del que les da de comer, pero cuando se acaba el alpiste, se va callando el pajarito. No me cabe duda, amic, es cuestión de dinero. Muchos de los individuos que ahora se quejan eran unos privilegiados, vivían muy bien, y luego cuesta mucho volver hacia atrás y renegarán todo lo que convenga: dirán que todo fue una pantomima o un símbolo y que los intelectuales del tractor venían a Barcelona a participar en una gincana. Todo este país es una ludoteca (la gran ludoteca nacional). Razón de estado ninguna, todo juguetes caros y todos con la sonrisita jugando a sembrar odios y venganzas.
ResponEliminaAbrazos
Francesc Cornadó
No tengo por costumbre leer ese diario digital, aunque sí tengo noticia de sus "artículos de fondo". Yo también creo que es cuestión de pasta y que "cuando se acaba el alpiste, se va callando el pajarito" (sic).
ResponEliminaVendrán días en los que veremos lo que hoy nos parece casi imposible: adictos a la secta identitaria, los propagandistas y beneficiados por el tinglado que justificarán el apoyo pretérito en infumables excusas, pero los hechos están ahí para demostrar que una creencia infantil, excluyente fue una astucia (como diría su timonel Mas) no para conseguir la República catalana, sino para seguir controlando el poder, de paso que repartía ilusiones entre ingenuos y oportunistas.
ResponEliminaParece que estamos llegando a un final de juego, a ver qué pasará en los próximos meses. Confío en que los engañados, gente de buena fe porque haberla, hayla, abran los ojos y rechacen para siempre a estos vividores sin coraje ni conocimiento, capaces de destruir esta tierra sin parpadear.
Ojalá los dioses te escuchen, Amaltea. Sin embargo, yo quería pensar que en las elecciones del 21 de diciembre un personaje como Puigdemont no podía sacar más de 3 escaños y ha obtenido treinta y pocos, pero muchos más de los que merecía: le han votado los mismo a los que engañó, contentos de haber sido engañados, con sus lacitos amarillos in pectore. Cosas del ppopulismo de derechas, las mismas cosas que llevaron a Trump al poder, por supuesto. No soy nada optimista. Cataluña está muy enferma. Pero quizás lo estamos todos, la humanidad entera. O casi.
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