Y allá voy. Les contaré esto sin apuraciones. Despacio. Al fin y al cabo tenemos toda la vida por delante.
Juan Rulfo, La herencia de Matilde Arcángel
Andaba yo unos días atrás ensimismado, leyendo y hablando de las cosas de la política de mi país como si eso fuese realmente interesante. Me sentía extraño: en vez de caminar por el mundo, alguien me había plantado en la tierra como se planta una lechuga. Una vez en el paro tenía mucho tiempo para vivir ocioso, pero se me pasaban los días del alba hasta la noche como abandonado a un vendaval silencioso. Para el hombre de clase media y mediana edad resulta difícil aprender de repente que la pérdida del trabajo regala libertad, la ofrece como el horizonte del desierto, del llano enorme. Y en ese llano incendiado uno debería saber hacia dónde quiere andar. Sólo se pierde el que se queda quieto. Y ese era mi caso.
Escribía, es cierto. Pasaba muchas horas escribiendo y en las pausas leía, o miraba películas. Aunque también debo confesar que miraba algunos programas de televisión poco edificantes y nada sesudos, de dudoso buen gusto incluso. Así me enteré, por ejemplo, de que las corrientes telúricas del imaginario medieval están relacionadas con vetas de un mineral riadioactivo, el radón. Definitivamente, hemos avanzado mucho en las cosas de la ciencia.
La tarde del último miércoles la pasé yendo y viniendo de los relatos de Juan Rulfo al prólogo de Las noches lúgubres de Alfonso Sastre. Mientrastanto, las nubes se habían cerrado de repente sobre la pequeña ciudad de provincias en donde resido. Fue durante esas horas cuando de pronto un bullicio inesperado inundó las paredes. Alguién estaba armando bulla en la escalera. Las puertas de mis vecinos se abrían y el griterío se multiplicaba como el eco de una tormenta de verano. Vencí mi pereza, cerré el libro y me asomé con cautela.
Desde el quicio de la puerta descubrí a mi madre discutiendo airadamente en el rellano de abajo. Señalaba con el dedo índice la nariz de la vecina del primero primera mientras le gritaba algo que yo no podía comprender. Me resultaba muy raro ver a mi madre en esa actitud -ella es muy comedida siempre, y creo que jamás la he escuchado levantar la voz. Hubiera negado que fuese ella. Sin embargo, el timbre de su voz la identificaba, resultaba indudable. Entre paréntesis: si me resistí unos instantes a admitir que era ella se debe a que mi madre murió en enero de 2010.
Descendí el tramo de escaleras, la abracé levemente por los hombros, me disculpé con la vecina y le conté que se trataba de un malentendido, que ella es mayor y andaba desorientada, etcétera. Acompañé a mi madre hasta el piso, la senté en la mesa del comedor y me fui deprisa a la cocina a preparar una infusión mientras intentaba -en vano-, ordenar mis ideas. Resultaba difícil mientras ella seguía refunfuñando, y aunque más calmada, me acusaba a mí y a otras gentes de desastres que no comprendía muy bien. El agua tardó en hervir los minutos de rigor, pero a mí me parecieron escasos. Escuchaba sus palabras y me daba cuenta de que no iba a encontrar argumentos para razonar con ella. Todo en mí le parecía mal: la novia que tengo, mis textos, que esté en paro sin haberlo peleado, mi actitud ante determinados hechos. Me echaba en cara que escriba en castellano en este blog.
-¿Crees que no lo leo? ¿Piensas que no leo las cosas que escribes?
Pero el agua hirvió y ella es mi madre, de modo que llené las dos tacitas y me encaminé hacia el comedor. Bebimos. Bebí despacio, con la mirada agachada. No me justifiqué, y permití que ella terminase con sus agravios. A pesar del dolor que me inflingían sus palabras fui capaz de darme cuenta de un cambio. Sudecía despacio, pero se calmaba. Se serenaba lentamente.
-A veces me cuesta creer que seas mi hijo. Y tu padre también lo dijo una vez. Creía que se había equivocado en algo, que te había educado mal. Porqué parece raro, parece raro que seas mi hijo.
Yo me sentía arrastrado a un abismo de luz y de piedad, arrebatado por una mezcla de amor y de agradecimiento. Por haber recibido su visita. Intuía cuán arduo debía de haber sido el viaje, cuántas enormes dificultades debía de haber superado ella para llegar hasta mi, para transitar la perplejidad y los mundos disonantes. Creo que en aquellos momentos pensaba algo así: que mi vida era demasiado pequeña y vulgar como para merecer su visita. De modo que me levanté, me acerqué al sofá y recogí el libro de Juan Rulfo.
Me senté de nuevo a la mesa.
Levanté un instante la mirada para comprobar que ella seguía allí.
-Vamos a pasar el resto de este tiempo escuchando un cuento -murmuré- No tenemos prisa ¿verdad? Ninguno de los dos andamos tomados por las prisas.
Abrí el libro por la página que llevaba el punto. Carraspeé y empecé a leer.
_____________
El texto leído en el vídeo es un fragmento del prólogo de Las noches lúgubres, debido al mismo autor, Alfonso Sastre. Editado por Argitaletxe Hiru, Hondarribia (Guipúzcoa), 1998.
Desde el quicio de la puerta descubrí a mi madre discutiendo airadamente en el rellano de abajo. Señalaba con el dedo índice la nariz de la vecina del primero primera mientras le gritaba algo que yo no podía comprender. Me resultaba muy raro ver a mi madre en esa actitud -ella es muy comedida siempre, y creo que jamás la he escuchado levantar la voz. Hubiera negado que fuese ella. Sin embargo, el timbre de su voz la identificaba, resultaba indudable. Entre paréntesis: si me resistí unos instantes a admitir que era ella se debe a que mi madre murió en enero de 2010.
Descendí el tramo de escaleras, la abracé levemente por los hombros, me disculpé con la vecina y le conté que se trataba de un malentendido, que ella es mayor y andaba desorientada, etcétera. Acompañé a mi madre hasta el piso, la senté en la mesa del comedor y me fui deprisa a la cocina a preparar una infusión mientras intentaba -en vano-, ordenar mis ideas. Resultaba difícil mientras ella seguía refunfuñando, y aunque más calmada, me acusaba a mí y a otras gentes de desastres que no comprendía muy bien. El agua tardó en hervir los minutos de rigor, pero a mí me parecieron escasos. Escuchaba sus palabras y me daba cuenta de que no iba a encontrar argumentos para razonar con ella. Todo en mí le parecía mal: la novia que tengo, mis textos, que esté en paro sin haberlo peleado, mi actitud ante determinados hechos. Me echaba en cara que escriba en castellano en este blog.
-¿Crees que no lo leo? ¿Piensas que no leo las cosas que escribes?
Pero el agua hirvió y ella es mi madre, de modo que llené las dos tacitas y me encaminé hacia el comedor. Bebimos. Bebí despacio, con la mirada agachada. No me justifiqué, y permití que ella terminase con sus agravios. A pesar del dolor que me inflingían sus palabras fui capaz de darme cuenta de un cambio. Sudecía despacio, pero se calmaba. Se serenaba lentamente.
-A veces me cuesta creer que seas mi hijo. Y tu padre también lo dijo una vez. Creía que se había equivocado en algo, que te había educado mal. Porqué parece raro, parece raro que seas mi hijo.
Yo me sentía arrastrado a un abismo de luz y de piedad, arrebatado por una mezcla de amor y de agradecimiento. Por haber recibido su visita. Intuía cuán arduo debía de haber sido el viaje, cuántas enormes dificultades debía de haber superado ella para llegar hasta mi, para transitar la perplejidad y los mundos disonantes. Creo que en aquellos momentos pensaba algo así: que mi vida era demasiado pequeña y vulgar como para merecer su visita. De modo que me levanté, me acerqué al sofá y recogí el libro de Juan Rulfo.
Me senté de nuevo a la mesa.
Levanté un instante la mirada para comprobar que ella seguía allí.
-Vamos a pasar el resto de este tiempo escuchando un cuento -murmuré- No tenemos prisa ¿verdad? Ninguno de los dos andamos tomados por las prisas.
Abrí el libro por la página que llevaba el punto. Carraspeé y empecé a leer.
Después ella me dijo, ya de madrugada:
-Eres una calamidad, Lucas Lucatero. No eres nada cariñoso. ¿Sabes quién sí era amoroso con una?
-¿Quién?
-El Niño Anacleto. Él sí que sabía hacer el amor.
_____________
El texto leído en el vídeo es un fragmento del prólogo de Las noches lúgubres, debido al mismo autor, Alfonso Sastre. Editado por Argitaletxe Hiru, Hondarribia (Guipúzcoa), 1998.
otro paralelismo, yo estoy ahora con Pedro Páramo
ResponEliminaPues lo vas a disfrutar. La primera vez que leí Pedro Páramo tuve algo así como una epifanía, y me ayudó a descubrir que las novelas no sirven sólo para explicar historias.
Eliminade que las corrientes telúricas del imaginario medieval están relacionadas con vetas de un mineral riadioactivo, el radón.
ResponEliminaMe quedo con esta explicación si es que se puede explicar todo con la ciencia o eso nos creemos, no veas la tele que atonta...
Bueno, yo diría que lo del radón es la explicación para la gente que necesita explicaciones para todo.
Eliminaabans de llegir-te i de mirar el vídeo, veient la imatge que apareixia, he pensat que m'agrada veure't despullat, la teua pell suau... abans de mirar el youtube, he volgut esperar a llegir-te primer, i m'agrada el que has escrit i com ho has fet. me sap greu que imagines a ta mare fent-te aquells retrets, per ella (perquè no sé si realment te'ls faria o te'ls va fer alguna vegada) i per tu, per com te pugues sentir. només dir-te que jo també (i segurament altres) ho sentim paregut: "que esté en paro sin haberlo peleado" (en el meu cas, sin yo haber peleado que otros lo estén, i tot el que passa...), "mi actitud ante determinados hechos"... si tornes a trobar-la, podries preguntar-li què pensa ella que hauries de fer, o què li agradaria, i com, per la curiositat de saber com "des d'allà" se veuen les coses, encara que potser tampoc te convenceria i mos quedaríem igual o paregut.
ResponEliminael "mi", quan és "jo", me sembla que s'escriu amb accent (me acusaba a mí, a mí me parecía, todo en mí, llegar hasta mí), i sense accent quan és lo possessiu (mi madre, mi novia, mi actitud, etc.); a "en aquéllos momentos" no li cal l'accent, perquè tens els "momentos"; "des de", en castellà, me sembla que sempre va junt, "desde", i "des del" seria "desde el"; "porqué parece", sense accentuar (diferent dels "porqués" o motius); se m'ha fet estrany llegir "sentarse a la mesa", però t'he imaginat assentat "en la mesa" i m'has fet veure que segurament ja ho tens ben escrit.
encara tinc un nus entre la gola i la panxa de quan t'he vist i sentit pronunciat "la muerte es la muerte". despullat per fora i per dins.
i m'ha impactat lo final que has escrit en cursiva.
una abraçada, lluís.
Sempre m'impressiona veure com un text força improvisat permet despertar emocions, i llegir aquests comentaris llargs i plens d'idees i suggeriments és tot un regal.
EliminaEm miraré així de "mi/mí", jo diria que tens raó i fa una mica de vergonya cometre faltes però en fi...
Sobre el video a mi em sembla teatral però en fi...
I el text final és el final d'un conte de Juan Rulfo, "Anacleto Morones", al recull "El llano en llamas".
amb Rulfo pel mig, tot és possibñe, fins i tot un fantàstic conte fantàstic.
ResponEliminasalut
Doncs sí, el Rulfo és el primer culpable del text.
EliminaLluís, avui m'has deixat sense paraules. El text és molt punyent, i ja per rematar-ho, el vídeo m'ha deixat un nus a la gola. En fi, una sensació molt extranya. Com que en certs moments un sobra.
ResponEliminaClar que després llegeixes el que et diu la noia aquesta, que li agrada veure't en boles i un pensa que encara sobra més...
Si no fos perquè escrius molt bé, i que els que escrius és molt identificable doncs en certa manera jo també ho he viscut (ni que sigui en forma de pors), doncs si no fos per això pensaria que el teu bloc és perillós; s'hi pot plorar, asistir a confesions tremendes o llegir requeriments insospitats.
Jo el que sí penso és que si els teus pares et poguessin veure no se sentirien estafats. Hi ha qualitats que tenen a veure amb coses més profundes que tenir un contracte. Vaja, és com em miro jo el món...
Intento transmetre estatd d'ànim més que no pas explicar històries. Penso, pel que escrius, que aquest cop me n'he sortit.
EliminaGracias José María, iré a visitarte.
ResponEliminaCrec que va ser més o menys ara fa un any quan vas penjar aquest video. Els sentiments que em va provocar ja van ser intensos. Com ara. No val a dir que ho veus teatral, perquè els que el mirem sabem que no ho és. No recordo bé el text que acompanyava el video aquell cop, però recordo que el nus a l'estómac va ser el mateix que ara. Respecte el text, m'agraden aquests retrobaments que fas de tant en tant amb la mare, aquestes visites. Crec que no et vol fer retrets, sino retrobar-se amb tu.
ResponEliminaPodria dir coses sobre altres sentiments que han aflorat als comentaris. Però el blog és massa públic.
Las mares tot ho veuen malament...
ResponEliminaEm continua impressionant els textos a partir de la teva mare. Tenen una força especial amb un equilibri magistral, entre el fantàstic i el real.
ResponEliminaQuantes vegades he pensat en tenir converses amb els meus avantpassats ja morts (coneguts i que no vaig arribar a conèixer) per saber les seves opinions, contrastar-les amb el que penso i ells com ho veuen. Veig que només tu ho aconsegueixes i això és un do. No el perdis.
...y contemplará la madre la apostura vegana de su niño-hombre; siluetará, como sólo saben hacer las madres, los rasgos amorosamente retenidos y, cuando en travelling curioso, repare en el batiburrillo de vida expuesto, en caótico orden, cabeceará, y escribirá, en hilillos de vapor sobre el cristal del cuadro de la pared: "Hijo, cuando termines, recógelo todo. No se vaya a perder algún documento".
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