Un día me levanté con energía y buen humor, y creí que era Dios. Lo primero que hice (aparte de limpiarme los dientes y pasarle la esponjita mágica por los zapatos) fué perdonarme por haber sido un idiota. Me perdoné por haberlo hecho todo tan mal. Por haber permitido la existencia de ciertos tipos, empresas, leyes y latifundios. Por haber inspirado la idea de la propiedad privada, Convergència i Unió, la revista Hola, los cajeros automáticos, El código da Vinci y La Regenta.
Mientras me duchaba -sin duda con el agua más bendita de todas- me acongojé un poco: si yo soy Dios, me dije, ¿quién me amparará? ¿A quién me encomiendo? Descubrí de esa forma que ser Dios también es jodido y tiene sus servidumbres. Pero aún así, sentía que el universo giraba a mi antojo, que yo era su eje y mis caprichos leyes universales. No me extrañó nada, pues, que mientras me calzaba los gayumbos llamasen a la puerta. Me cubrí como pude y abrí la puerta.
Era un mensajero de MRW, que son quiénes me traen las compras del Amazon. Eso de comprar un libro desde tu casa y que tras 48 horas te lo lleve un trabajador uniformado de azul es realmente milagroso. Lo abrí intentando recordar cuál era. Tengo demasiadas cosas en la cabeza, pensaba, debe ser normal que Dios sufra lapsus de esta índole. Y tan frecuentes. Eso explicaría muchas cosas: sus olvidos, sus actos fallidos, sus amnesias y sus largos silencios. Sólo tienes que meterte un rato en la piel de Dios para comprender su obra.
Me quedé algo perplejo al ver la cubierta: El eco de los pasos, las memorias del fundador de la FAI. Dios mío: son ochocientas páginas de letra pequeña y bigarrada. Qué vida tan intensa, tan apretada, tan llena. Si yo soy Dios debería estar orgulloso de que mi creación incluya a hombres como Juan García Oliver. A lo mejor debería esforzarme en crear otros como él, porqué parece que no hay ninguno ahora. Ese tío atentó contra un dictador, detuvo (momentáneamente, claro está) una sublevación militar y le plantó cara al poder. Sólo con un fusil y un grupo de obreros dispuestos a seguirle.
Dios mío, toda esa gentuza que ahora están en los palacios aprobando leyes a lo mejor se lo pensarían dos veces si García Oliver pegase cuatro tiros y se cabrease un poco. Si por lo menos supieran que se juegan el pellejo con sus reformas, igual reflexionan. Debería pensar en eso. Pero enseguida se me va el santo al cielo y me lío a regar las plantas. Esta noche ha soplado el cierzo, me digo: están resecas y dolidas. Luego me peleo con la cafetera y entonces soy yo quién se mosquea: ¿cómo puede ser que ese estúpido trasto se me rebele? ¿Qué clase de Dios soy?
A media mañana ya me asaltan grandes dudas sobre mi condición divina: he bajado a tomar un café y se me ha olvidado el monedero en el piso. Tengo que dar explicaciones humillantes al camarero, prometerle bondad y jurar y prometer. Iba a jurarle por mi padre pero si le digo que yo soy mi propio padre, ese hombre me tomará por un loco o un gilipollas, y aún me las tendré que ver con esos borregos uniformados de los Mossos, que por mucho menos sacan la porra y te arrean. Esos no se detienen ni ante Dios, me murmuro.
A media mañana, y viendo como van las cosas, ya he renunciado a ser Dios. Si soy Dios lo puedo todo -razono yo- de modo que también puedo dejar de serlo. No ando muy fuerte en teología, pero diría que eso es posible. Así que nada, aquí os quedáis, suelto enmedio de la calle, como un orate. Me quedo un instante quieto y obervando. Para ver si de repente hay un temblor de tierra, me abofetea un huracán o sucede algun fenómeno que señale el cataclismo metafísico que ha sucedido. Abdicación de Dios, debe de llamarse eso. Pero ya no estoy seguro de nada. Ya todo es leve y tambaleante, los conceptos y las ideas se han vuelto débiles. Me duele el dedo gordo del pie derecho: he vuelto a ser un triste humanoide.
Me vuelvo a casa, para seguir leyendo a García Oliver. Ese tipo tenía las ideas claras y no se andaba con chiquitas. Para mi que se sintió como un Dios varias veces, por más anarcosindicalista que fuera. Hay días en que tendrías que volver a la cama y volver a empezar. O bien levantarte, pero decidido a ser un hombre.
Quina por quan la realitat es converteix en un mirall que només retorna la imatge ideal de nosaltres mateixos. Quants petits deus hi ha repartits pel món ocupant universos miserables fins que decideixen pujar-se sobre una estàtua eqüestre.
ResponEliminaI quina por que fan les estàtues eqüestres... Com a mínim en García Oliver no té monuments a les places. Fa pocs anys, els regidors d'esquerres de Bellver de Cerdanya van proposar construir un monument a Durruti a l'entrada del poble, per recordar els milicians. No ho van aconseguir. però de fet ja m'agrada. Prefereixo altres formes d'homenatge.
Eliminajo em demano ser Sant Pere...si tornes a jugar a ser Deu...
ResponEliminaConcedit. A la propera en parlem.
Eliminacom vols un monument a Garcia Oliver, o un carrer o plaça, els monuments, carrers o places sempre són per la gent d'ordre, allo que ara se'n diu politicament correcte.
ResponEliminaPodem preguntar al feixista aficionat del Felip Puig com veuria un monument al García Oliver plantat a la plaça d'Urquinaona.
EliminaFrancesc, em va sobtar que un òrgan de laCaixa, ni que sigui de l'obra social estigui situat a l'Avinguda Francesc Ferrer i Guàrdia. Però em va va sobtar encara més que tingués un carrer dedicat. Un error? Em pregunto què pensaria el llibertari que va ser executat per cremar esglésies, sense tenir en compte res del que va aportar en el camp de la pedagogia.
EliminaUn dels drames dels nostres temps és la manca de persones com ell. Caldrà llegir Garcia Oliver, o altres clàssics que han estat llargament criticats.
ResponEliminaHi ha molts Déus corrent pel món que més els valdria reconèixer que són simplement homes. Altre gall ens cantaria...