Es de todo el mundo sabido que Jorge L. Borges descartó algunos textos cuando se editó su Historia universal de la infamia, que había aparecido en los suplementos sabáticos de un diario bonaerense, de la tarde. Auténticos y apócrifos: el propio cieguito de Buenos Aires quedó desconcertado y apesadumbrado por la duda. En algunas ocasiones no acertaba a reconocer un texto suyo, o bien aceptaba como propias torpes imitaciones. Cada uno construye su laberinto para morir en él.
El texto que sigue es muy posible que debiera constar en la nómina de los falsos, pero algunos críticos dudan de ello y creen ver la huella indiscutible del maestro, quizás en época preliminar. Otros creen que es ciertamente falso, y que los críticos anteriores deberían terminar sus días en un muy oscuro presidio en donde no fuese posible leer ni emitir juicios o críticas literarias. O ante el paredón de fusilamiento.
El rostro de Arnulfo recuerda a un charlatán de feria, o un zafio héroe mentecato de una casi olvidada zarzuela. Cuando uno sabe de su oficio de corsario, más bien lo imagina en una piratería coreográfica y arrabalera, en mares de cartón. Pero Arnulfo ejerció verazmente la piratería, y lo hizo con crueldad singular.
Arnulfo Mais nació en una familia mortecina, adinerada y vacua, dedicada a un comercio vago de ultramarinos y patentes dudosas, y aprendió las artes del engaño, la falsificación y la seducción. Aborrecía los libros y los atardeceres, aunque conoció las Escrituras. Los viejos daguerrotipos que lo muestran joven nos presentan a un joven blando y lampiño. Hay más brillo en los ungüentos de su peinado que en su mirada. Los años, luego, le confirieron esa peculiar majestad que tienen los canallas encanecidos, los criminales venturosos e impunes.
No tuvo ocupación alguna hasta muy entrado en la edad madura, cuando ya llevaba años medrando por los ambientes rapaces. Dispendiaba la fortuna familiar en los cenáculos del tedio y la codicia. Su destino parecía languidecer en la nada de los corazones de piedra. Pero un día acertó a trabar amistad con un ya viejo y destartalado capitán pirata, metido en las fauces de la senectud y la locura. Dicen que esa relación no fué fácil, que trabarla le supuso al aspirante admitir severas humillaciones. Pero Arnulfo no disponía de alma ni de orgullo, y era abstemio y nacionalista como el viejo perro marino. Así, imposible el lazo que perpetra el alcohol, se pudieron abrazar en el refugio de cretinos que son las ideas nacionalistas.
Cuando al anciano le llegó el momento de designar al sucesor para comandar el bajel pirata, tuvo que escoger entre avispados, astutos, peligrosos y díscolos halcones. O bien optar por el zopenco Arnulfo. Parece ser que una noche, el viejo tuvo una visión: si su sucesor era un inepto, su propia figura se enaltecía. Así fue como nombró capitán corsario a Mais.
Arnulfo era torpe, desprovisto de genio, dubitativo, incapaz. Pero esos adjetivos terminan por constituir el espíritu de los ambiciosos. Se hizo con el cargo y se rodeó de gentes ociosas y ralas, para que a su vez destacaran sus escasas virtudes. También es propio de insípidos rodearse de gentes más insípidas todavía. Sin embargo, y como es habitual, esa baja calaña era terriblemente cruel e insensata. Para demostrarse que era el nuevo capitán, Arnulfo Mais vendió mástiles, velas, trinquetes, cañones, el mascarón y la bodega del barco. Acudió a los traficantes y los contrabandistas para desmantelar el antiguo cascarón. Tan sólo conservó el timón, símbolo de su mente circular.
Desballestado y grotesco, el navío se hizo a la mar y emprendió batallas, pero sólo contra pequeñas embarcaciones desarmadas. Se ensañó con las chalupas, los pescadores de la costa, las canoas y las lentas barcazas del delta. Asestó duros golpes a los desprevenidos y a los infelices, asaltó a los débiles bañistas de las playas, capturó surfistas confiados y flotadores. Tan cobarde como avaricioso, siempre persiguió embarcaciones averiadas, enfermas o minúsculas.
Su infamia le hizo célebre, de modo que su nombre llegó a oídos de un aguerrido marinero asturiano, de origen muy humilde, hijo de familia sometida a la infamia de los grandes hombres. Buenaventura Curruti se había confabulado contra los buitres del mar, y para ello reunió a un puñado de hombres valientes y salió en su busca. Le atrapó frente al Cabo de Creus, y prendió fuego al infamante navío. Cuentan que Arnulfo fué el primero en darse a la fuga, pero cayó en manos de Curruti. Éste lo llevó hasta el archipiélago de las Islas Medes, y lo desembarcó en el Cavall Bernat (1), una pequeña roca de aspecto impúdico. Allí le ható una soga al cuello, y Arnulfo expiró en un horca construida por manos obreras. Enseguida le comieron las gaviotas, ávidas de carne muerta y asquerosa.
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(1) Cavall Bernat significa, en catalán, Caballo Bernardo. Pero la etimología y la ciencia irreverente creen que cavall bernat es la deformación pudorosa de carall trempat, o sea prepucio erecto. (Nota del transcriptor, con la ayuda de Monseñor Galderich). En el macizo de Montserrat también existe una roca con este nombre, y es especialmente venerada por los monjes del monasterio, dada su verticalidad divina.
El texto que sigue es muy posible que debiera constar en la nómina de los falsos, pero algunos críticos dudan de ello y creen ver la huella indiscutible del maestro, quizás en época preliminar. Otros creen que es ciertamente falso, y que los críticos anteriores deberían terminar sus días en un muy oscuro presidio en donde no fuese posible leer ni emitir juicios o críticas literarias. O ante el paredón de fusilamiento.
La ejecución de Arnulfo, según boceto atribuido al aprendiz de cocinero Ludovico Mezzosforza
Arnulfo Mais,
un corsario mediterráneo
El rostro de Arnulfo recuerda a un charlatán de feria, o un zafio héroe mentecato de una casi olvidada zarzuela. Cuando uno sabe de su oficio de corsario, más bien lo imagina en una piratería coreográfica y arrabalera, en mares de cartón. Pero Arnulfo ejerció verazmente la piratería, y lo hizo con crueldad singular.
Arnulfo Mais nació en una familia mortecina, adinerada y vacua, dedicada a un comercio vago de ultramarinos y patentes dudosas, y aprendió las artes del engaño, la falsificación y la seducción. Aborrecía los libros y los atardeceres, aunque conoció las Escrituras. Los viejos daguerrotipos que lo muestran joven nos presentan a un joven blando y lampiño. Hay más brillo en los ungüentos de su peinado que en su mirada. Los años, luego, le confirieron esa peculiar majestad que tienen los canallas encanecidos, los criminales venturosos e impunes.
No tuvo ocupación alguna hasta muy entrado en la edad madura, cuando ya llevaba años medrando por los ambientes rapaces. Dispendiaba la fortuna familiar en los cenáculos del tedio y la codicia. Su destino parecía languidecer en la nada de los corazones de piedra. Pero un día acertó a trabar amistad con un ya viejo y destartalado capitán pirata, metido en las fauces de la senectud y la locura. Dicen que esa relación no fué fácil, que trabarla le supuso al aspirante admitir severas humillaciones. Pero Arnulfo no disponía de alma ni de orgullo, y era abstemio y nacionalista como el viejo perro marino. Así, imposible el lazo que perpetra el alcohol, se pudieron abrazar en el refugio de cretinos que son las ideas nacionalistas.
Cuando al anciano le llegó el momento de designar al sucesor para comandar el bajel pirata, tuvo que escoger entre avispados, astutos, peligrosos y díscolos halcones. O bien optar por el zopenco Arnulfo. Parece ser que una noche, el viejo tuvo una visión: si su sucesor era un inepto, su propia figura se enaltecía. Así fue como nombró capitán corsario a Mais.
Arnulfo era torpe, desprovisto de genio, dubitativo, incapaz. Pero esos adjetivos terminan por constituir el espíritu de los ambiciosos. Se hizo con el cargo y se rodeó de gentes ociosas y ralas, para que a su vez destacaran sus escasas virtudes. También es propio de insípidos rodearse de gentes más insípidas todavía. Sin embargo, y como es habitual, esa baja calaña era terriblemente cruel e insensata. Para demostrarse que era el nuevo capitán, Arnulfo Mais vendió mástiles, velas, trinquetes, cañones, el mascarón y la bodega del barco. Acudió a los traficantes y los contrabandistas para desmantelar el antiguo cascarón. Tan sólo conservó el timón, símbolo de su mente circular.
Desballestado y grotesco, el navío se hizo a la mar y emprendió batallas, pero sólo contra pequeñas embarcaciones desarmadas. Se ensañó con las chalupas, los pescadores de la costa, las canoas y las lentas barcazas del delta. Asestó duros golpes a los desprevenidos y a los infelices, asaltó a los débiles bañistas de las playas, capturó surfistas confiados y flotadores. Tan cobarde como avaricioso, siempre persiguió embarcaciones averiadas, enfermas o minúsculas.
Su infamia le hizo célebre, de modo que su nombre llegó a oídos de un aguerrido marinero asturiano, de origen muy humilde, hijo de familia sometida a la infamia de los grandes hombres. Buenaventura Curruti se había confabulado contra los buitres del mar, y para ello reunió a un puñado de hombres valientes y salió en su busca. Le atrapó frente al Cabo de Creus, y prendió fuego al infamante navío. Cuentan que Arnulfo fué el primero en darse a la fuga, pero cayó en manos de Curruti. Éste lo llevó hasta el archipiélago de las Islas Medes, y lo desembarcó en el Cavall Bernat (1), una pequeña roca de aspecto impúdico. Allí le ható una soga al cuello, y Arnulfo expiró en un horca construida por manos obreras. Enseguida le comieron las gaviotas, ávidas de carne muerta y asquerosa.
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(1) Cavall Bernat significa, en catalán, Caballo Bernardo. Pero la etimología y la ciencia irreverente creen que cavall bernat es la deformación pudorosa de carall trempat, o sea prepucio erecto. (Nota del transcriptor, con la ayuda de Monseñor Galderich). En el macizo de Montserrat también existe una roca con este nombre, y es especialmente venerada por los monjes del monasterio, dada su verticalidad divina.
Alguna cosa falla amb l'RSS, que se m'han passat tres escrits teus, demà mel's llegiré tots que avui he estat de cangur de les netes i me'n vaig al sobre.
ResponEliminasalut
Francesc: aprovo que vagis a dormir, sincerament. No sé ben bé què carai és això del RSS perquè no ho gasto.
ResponEliminaEs un relato moral, Lluis!!! jajaja. Por estas cosas que me divierten y que tienen esa calidad innegable te perdono tus salidas de tono (es broma, és clar...). Luego no te quejes si la Moreneta no te atiende como es debido. Ya llegará un día en que te harás de convergència, ya... lo ves lejano pero ya llegará, jajajaja. Un guiño afectuoso de bona nit, que m'has fotut riure. Es veritat això del carall? Quines coses tan impúdiques que tens! Una abraçada.
ResponEliminaTreballes? Ja sé que no és el lloc per preguntes més personals però... Ah, ja t0he contestat al meu bloc... com som els conversos tots plegats. Jo convers català i tu no ho sé encara, jaja. Salutacions.
Eastriver, creo que desgraciadamente soy un moralista (pero sólo cuando escribo). Y las salidas de tono eran omprescindibles, porqué de otro modo alguien pensaría que el texto era de Borges.
ResponEliminaSí que treballo (encara, de forma discontínua i incerta). Però tambés estic disposat a escoltar ofertes, que diuen.
Lluís,
ResponEliminaNo sé de qui deu parlar aquest apòcrif de Borges...
Sobre el "Cavall Bernat" l'etimologia exacte és la de "Carall trempat".
Records a en Curruti que tampoc sé qui és... ;-)
Galderich, em limito a fer una trasncripció. No tinc ni idea de qui es podria amagar darrera el curiós nom d'Arnulfo Mais, perquè desconec molt la història, i ja saps que Borges era un gran ficcionador i un gran cuentista. Gràcies per la precisió etimològica: els mestres de primària no sabem gran cosa d'etimologies.
ResponEliminaLi faré arribar els teus records a en Curruti. No sé ben bé qui és, però en tinc una adreça de mail.
Prevec alguna cosa de premonitòria en el conte.
ResponEliminaVes a saber.
Crec que no està lluny el dia en què vindran no un, sinó molts Currutisque , després d'acabar amb el Mais arremeti i es faci amb el Botí i la seva patoleia.
Al pas que anem tot arribarà.
Eulàlia, ja m'agradaria que hi hagués una anticipació del futur en el relat, però no veig la resistència gaire organitzada. Sembla que de moment la tècnica de la pirateria moderna és aplicar la doctrina del shok. I per ara els funciona molt bé.
EliminaAquest el Mai es dun dolent d'opereta, com el Rastapoupolos...tan de bó la a realitat hi hagués un Curruti...
ResponEliminaAris, a mi també em sembla que Mais és un dolent d'opereta però mira, aquí el tenim.
EliminaSi hay algo que rasgó mi intelecto, es la responsabilidad y autorías de nuestras buenas y malos augurios del futuro.
ResponEliminalas siembras, los frutos...
"Cada uno construye su propio laberinto para morir en él".
¿Cántas trapas y laberíntos me he construido yo?
Carmeloti, la idea existencialista del laberinto (el infierno) propio parece muy clara a medida que pasan los años. Se suman las cosas que han sucedido a las que no han sucedido y por fin tenemos el laberinto, sin Ariadnas y con posibles Minotauros.
EliminaSempre havia sentit a dir que era "carall venerat"...
ResponEliminaPuigmalet, no ho sé, però en aquestes qüestions em refio del Galderich. Tot i que ho inestigaré.
EliminaNo queden gaire Cuturris, avui. D'altra banda, les gavines farien festí de Mais cada diumenge.
ResponEliminaJoan. No queden Currutis però la nostra època ha fet un retrocés a l'època en què hi havien Currutis. Ja ho anirem veient.
EliminaSe m'ha quedat la imatge del pirata abstemi. Tan poc natural que, si no és de rom, només me l'imagino alimentat-se de sang. La sang dels incauts, però també la dels ofereixen el coll com a sacrifici.
ResponEliminaEnric, crec que va per aquí. Aquests pirates moderns s'alimenten de sang, i tenen una colla d'incauts que corren a oferir el coll dòcilment.
EliminaÉs que si no, hi ha coses que no es poden entendre. És un segrest emocional. Puc entendre que, per benefici propi, recolzis una determinada ideologia; però a canvi de no res...
EliminaDoncs ja ho veus: hi ha qui vota els pirates, i ho fa amb il·lusió. A canvi de no res o de menys que res. I jo imagino quin és l'argument del segrest: aquesta gaita del nacionalisme.
Eliminaquest Arnulfo Mais em porta a un personatge del qual les inicials són iguals a un altre pirata de tercera fila.
ResponEliminaFrances, és possible que jo hagi pensat en el mateix que tu, però no sé en quin coi de trist piratet deuria pensar Borges.
EliminaCurruti... Curruti... em sona. No serà per causualitat aquell Güenaventura Curruti que diuen que també va fer una escapçada de coll a un tal Emilio Zapatón?
ResponEliminaLeblsnky, no sé pas de què em sona també a mi un Curruti, tot i que no sé com el coneixia Borges. Em penso que un home amb aquest nom (o molt similar) es va encarregar del bisbe de Saragossa fa molts anys.
EliminaUn post amb un títol molt "Peckinpha". Interessant el relat (A Buenos Aires vaig veure un llibre amb els apòcrifs d´en Borges al mercat de llibres de Parque Palermo) i molt instructives les dades dén Galderich. Salutacions. Borgo.
ResponEliminaMiquel, estic pensant en arribar-me a Buenos Aires i comprar aquest llibre de Palermo...
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