Sucedió tal como suceden los fenómenos naturales. Me encontré con Fátima, que andaba con un brillo de soledad y rabia en los ojos, cuando menos me lo esperaba. Nuestra relación siempre fue accidental y tensa. Por eso intuí que me hallaba ante un fenómeno extraordinario cuando me dijo: tengo que hablar contigo.
Y luego:
-Hace dos semanas cumplí los 18. Ayer me marché de casa. Hoy dormiré en casa de una amiga, luego ya veremos, igual en una casa de acogida del ayuntamiento.
Toda la sangre de la juventud está en esas palabras que suelta con seguridad, incluso con aplomo. Ha aprendido a no llorar. Quizás volverá a llorar más adelante, cuando pueda. Está toda la energía de las personas supervivientes en sus manos, que se mueven con nervio pero sin prisas. Jamás había visto a Fátima tan segura de si misma y de sus decisiones. El incendio está controlado, pero todavía llamea.
-Estoy harta, no puedo más. Mis padres se piensan que vivimos en Marruecos. Me dicen: fumar de es putas, salir con amigos es de putas. Mi madre me dice que no quiere una hija sucia y me escupe a la cara. Me dice: aquí no queremos españolas y tu pareces una española. Ahora hace un tiempo que no me pegan, pero antes me pegaban por nada, por cosas muy pequeñas. Ellos nacieron en Marruecos, pero yo he nacido aquí y soy de aquí.
Hay ocasiones en las que, como se pueden suponer, uno siente ganas de aplaudir al terminar de escuchar un relato. Pero la verdad es que yo me quedo unos segundos sin habla y no hay aplausos. Me doy cuenta de que necesito respirar, pensar, hacer conscientes la emociones. Podría hacerla recapacitar quizás, lo dudo, o podría recordarle que la vida será muy difícil a partir de ahora. Pero me callo: ¿qué derecho tengo a proyectarle mis miedos? ¿Acaso yo no hubiese hecho lo mismo?
Ella permanece callada por un momento. Breve. Miro su rostro, mucho más sereno que en ocasiones anteriores, cuando me desafiaba tras haberla liado en clase y haberse ganado una colección de partes por mal comportamiento. Fátima ha vivido en el infierno y, en realidad, celebro su insumisión, me alegra su rebeldía, su desfachatez, esa valentía casi inconsciente que solo existe a esa edad mítica. No recuerdo las ideas que se pasan por mi cerebro en ese instante. Hago cálculos, pienso en los servicios sociales, en los recursos públicos, en sus tiempos y su burocracia... Pero en mi corazón se levanta una alegría que estaba dormida. Fátima es el futuro de este país, y me alegro por el futuro y por el país.
No se crean ustedes nada cuando les cuenten que tenemos una juventud débil, enganchada a las pantallitas, ausente, despreocupada e irresponsable. No es cierto. No se crean ustedes nada cuando les vengan con las monsergas sobre la inmigración, sus índices y sus porcentajes y sus prejuicios, y mucho menos el rollo sobre el islamismo: las primeras en abandonar el Islam son ellas, hartas de una religión que solo les procura represión, velos, dolor y silencio. La boca de Fátima no fue concebida para estarse callada ante los designios de un profeta exhausto que vocifera en el desierto.
El mundo no cesa y se sigue edificando cada día, incluso en los barrios más desastrosos, en las casas más humildes, en los rincones más ocultos. Quizás es exactamente así: el mundo crece justamente ahí, y no en los palacetes ni en los chalés con piscina ni en los pisos de diseño. Como siempre.
Quizás a partir de ahora el futuro de Fátima sea incierto y duro. Tampoco parece que fuera a ser mejor sin ese giro.
ResponEliminapodi-.
Es mayor de edad, y es española, por lo que los papeles no tienen porque ser problema.
ResponEliminaTenía que hacerlo, y bravo por ella. Lo ha hecho
Yo también le doy un bravo. Hay miles de Fátima aquí, y quizás pocas con el valor suficiente para rebelarse contra los códigos que ulemas fanáticos y misóginos dictaron para reprimirlas a ellas hace siglos.
ResponEliminaSoy ateo, y por eso le pido a la fortuna o la casualidad que esta muchacha encuentre su camino lejos de los desiertos mentales de algunos.
Por mi barrio pasean parejas musulmanas, ellas tapadas de pies a cabeza, empujando el carrito de un bebé, y ellos, dos pasos por delante, vestidos con camisetas deportivas y pantalones de chándal.
Y entonces comprendo la desgracia de haber nacido mujer, pobre y musulmana.
He conocido a muchas alumnas musulmanas con diferentes grados de rebeldía. Desde las más sumisas, la mayoría, a algunas como Fátima que se confrontaron con su familia. Sin embargo, Fátima lo tiene mal pues si persiste en su enfrentamiento con el integrismo islámico de su familia, se encontrará sola en el mundo pues nunca la aceptarán, se verá desvinculada de sus orígenes familiares en un mundo muy crudo para ella y hay muchas probabilidades de que, tras el estallido de su rebeldía, termine en un tiempo medio volviendo al redil. Estar sola en el mundo de los no musulmanes, sin la solidaridad de su núcleo familiar la expone gravemente. ¿A quién se uniría? ¿A un chico occidental? Ello es muy complicado porque ella es musulmana. Más allá de la épica de la rebeldía adolescente, que he conocido, hay una realidad más profunda que puede hacer que un tiempo indeterminado Fátima tenga que volver con las orejas gachas a su mundo si es que no es su propia familia que la localice y la envíe a Marruecos a ser reeducada. No es tan sencillo rebelarse con éxito. No digo que sea imposible pero es extremadamente difícil y doloroso romper con el mundo originario que la ha marcado profundamente.
ResponEliminaEsta es una apreciación muy acertada, JOSELU. Llevas mucha parte de razón en el argumento.
ResponEliminaSalut