21 de jul. 2019

El espectro carlista en la Cataluña despoblada

En La Mussara solo está apuntalada la iglesia, que se derrumba a pesar de los soportes de hierro. Las casas de las familias se caen o ya se han caído, y así se transmite un mensaje ancestral (y didáctico) sobre lo que importa y lo que no importa.

La ruta transita por dos despoblados de la parte catalana de la España despoblada. Bueno, quise decir de la Cataluña despoblada. Entre Gallicant y La Mussara, pasando por el complejo militar de Castillejos, también abandonado y ruinoso y escenario de fiestas "rave" años atrás. Debo decir que no es muy aconsejable recorrer el camino en el mes de julio y en un día soleado, pero mi atracción por las ruinas catalanas, que son muchas, me llevó a cometer esa imprudencia. La Mussara, en la Sierra de Prades, es quizás uno de los despoblados más famosos que aparecen en las guías de los pueblos abandonados de la comarca de Tarragona. La verdad sea dicha, hay pueblos vacíos mucho más sugerentes que este: es muy probable que La Mussara se haya hecho famosa por un factor lamentable: uno puede llegar en coche hasta la mismísima Plaza Mayor, y aparcar su Audi Q5 o su Porsche Cayenne en la puerta de la iglesia, aunque el campanario amenaza con caerse enseguida. Al que puede pagarse un coche de esos creo que incluso le gustaría contar que el anterior se lo arruinó la ruina de un campanario antiguo, en un pueblo de viejos miserables.

[Para el que le interese el asunto, puedo decirle que no muy lejos de allí está Marmellar, con leyendas negras (incluso con leyendas satánicas), mucho más inquietante, silencioso y tremendo. A Marmellar no se puede llegar en coche. O por lo menos con un cochecito vulgar y de gama baja como el mío.]

En La Mussara lo mejor es el paisaje. Al borde de un acantilado de piedra caliza solemne, desde donde algunos se lanzan en parapente y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Desde la roca más atrevida uno puede contemplar toda la comarca, Reus y el puerto de Tarragona, enfrente, y a la izquierda los Puertos de Beseit, soñolientos, sonámbulos más allá de la neblina de una tarde de calor fogoso. Digo que lo mejor es el paisaje pero lo digo sin desmerecer las ruinas, aunque están derrotadas, genuflexas, rendidas a las raíces de los grandes árboles que se protegen del viento entre lo poco que permanece de las viejas paredes, ya sin techo ninguna casa. En apenas 50 años, la naturaleza ha reconquistado lo que le hurtaron hombres y mujeres durante varios siglos de áspera lucha contra ella. La contemplación de ese fenómeno ayuda a meditar, y a componer pequeños pensamientos sobre la futilidad, lo perecedero. La pequeñez humana, en definitiva.

En la entrada del pueblo hay un atril sobre el que reposa una breve historia del pueblo de La Mussara, así como un plano para orientarse en la decena escasa de casas que no se mantienen en pie pero que se pueden adivinar entre la maleza, las higueras, algún pino doblegado por el viento de levante y esas encinas recias, soberbias, oscuras y llenas de coraje.

La historia que se narra en el panel informativo empieza con los inicios del pueblo, con más tendencia a lo legendario que a lo histórico. Aquí están los reyes catalanes míticos al uso, la guerra contra el musulmán siempre mal contada y etcétera. Lo bueno aparece cuando uno llega a la mitad del texto: así sabemos que en La Mussara se enfrentaron carlistas y liberales por lo menos una vez, aunque diría que fueron varias. La narración, entonces, abandona las referencias y se inclina por contar una anécdota sin contrastar y sin citar fuente alguna. Cuenta el mensaje oficial que los liberales llegaron a La Mussara persiguiendo a un famoso bandido carlista, pero resulta que éste ya había muerto. Los vecinos le enterraron en el camposanto debajo del ataúd de una anciana, para burlar al enemigo. Se cuenta que los liberales supieron el lugar del sepelio (ese conocimiento implica la presencia de un chivato local, aunque ese detalle se obvia), abrieron la tumba, sacaron el ataúd de la pobre viejecita y lo fusilaron allí mismo, sin ni siquiera abrir la tapa del féretro para comprobar la identidad del difunto.

Así, tan sencillo y tan breve, sin apostilla alguna. Así se hace para contar, sin explicitarlo, que los liberales eran tontos además de salvajes, desalmados y macabros. Liberales, malos. Y los carlistas listos y avispados, sutiles y muy capaces de engañar al enemigo. Carlistas, buenos. Y listillos, en resumen.

A continuación se narra el proceso de abandono del lugar.

Algún día voy a ponerme recopilar datos sobre el memorial de agravios contra la democracia que se han perpetrado en Cataluña en nombre del nacionalismo, de ese nacionalismo que reivindica sin vergüenza alguna sus raíces carlistas, autoritarias y tradicionalistas (tradiciones de la peor calaña), tal como lo hacen el nacionalismo vasco o el navarro. El panel de La Mussara estará en la lista de mi memorial (pediré que mi trabajo lo subvencione la Subdirección General de la Memoria Histórica de la Generalitat de Cataluña).

Viendo como se narran los sucesos de las guerras carlistas en Cataluña no me extraña nada que cuando 150 años más tarde otro tal Carlos se levanta en Waterloo para pedirle sublevaciones al pueblo sumiso y crédulo casi la mitad de los catalanes le adulen e incluso le voten. El adoctrinamiento no se da solo en las escuelas.

8 comentaris:

  1. Bilbao es mi ciudad. Tres guerras carlistas hubo en el XIX, que fueron tres auténticas, asesinas, terroríficas guerras civiles. Si la del XX todavía la vamos arrastrando, qué sería la herencia de esas guerras entre la carcunda y el progreso. Imperfecto, pero el progreso. En cada una de esas guerras, y por motivos puramente geográficos y estratégicos,y como el epicentro del carlismo estaba en Navarra y el País Vasco rural, pero Bilbao era liberal que lo flipas, el objetivo clave acababa siendo sitiar y tomar Bilbao. El encargado de hacerlo en la primera de estas guerras, la más feroz, fue el general Tomás de Zumalacárregui, héroe de la guerra contra Napoleón. Es que el XIX español da para Guerra y paz. Allí instaló este general, en los montes que circundan Bilbao, sus baterías de cañones, allí bombardeó Bilbao durante meses, y hasta que una bala perdida lo mató, se dedicó a hacer lo que se hace en estos casos con una ciudad sitiada, es decir, tratar de matarla de hambre y sed y bombas. Tenían un problema con el mar, pero parece que era fácilmente bombardeable el acceso.
    Así hasta que llegó el ejército liberal español, lleno de andaluces, cántabros y castellanos que en la batalla heroica de Luchana se la jugaron y palmaron bajo el fuego, la lluvia y la tormenta para liberar Bilbao. Si en tu pueblo o tu ciudad encuentras una calle de Luchana, que sepas que que está dedicada a la heroica batalla en que el ejército liberal, sí, español, liberó mi ciudad, Bilbao, de la carcunda retrógrada integrista carlista. Esa batalla supuso el declive de estos capullos en la primera carlistada.
    Al recuperar la democracia en los 70, ¿Cuál creéis que fue el juego de prioridades del Ayuntamiento, nacionalista vasco, de Bilbao en el nomenclátor de las calles? Retiró la Avenida del Ejército, medida que puedo llegar a entender, años 70, y dedicó una de las principales, avenidas de la ciudad... a... Zumalakarregi (obviamente, ya con K). Obvian que fuera general.
    Ni hay ninguna calle de Luchana, ni del Ejército liberal español, ni nada parecido. Se homenajeó directamente a los que bombardearon la ciudad. Y todo porque los carlistas fueron los padres o abuelos de los nacionalistas vascos.
    Llevamos dos siglos arrastrando esta porquería retrógrada y no veo solución. No sé qué se puede hacer. Y la semilla del odio da plantas robustas, y carnívoras, y la de la concordia anda chuchurría. Allí homenajean hoy día a los etarras. Y aquí, en Cataluña... También. Y los carlistas pasan por simpáticos rebeldes decimonónicos, con vistosos bigotes y uniformes, contra España. Se callan la mierda retrógrada absolutista que significaba.
    Perdonad el rollo.

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    1. Nos queda mucho por leer y por estudiar sobre el carlismo, y estoy en ello. Me apunto tus referencias. En Barcelona (de momento) existe una calle dedicada a Luchana.

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    2. No, ya no existe. Cambiaron el nombre de esa calle por Roc Boronat

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    3. Javi: tienes razón y me muero de vergüenza por haber dado por válido un recuerdo de la juventud, cuando la calle llevaba el nombre de Luchana. Roc Boronat es uno de los fundadores de ERC, participó en la sublevación (ridícula, por cierto) de Prats de Molló y militaba en el ala de Estat Català, es decir, la ultraderecha.

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  2. Bueno, creo que hay un poco de confusión en cuanto a la relación entre carlismo y nacionalismo. Te dejo un enlace que creo que lo explica bastante bien en relación a las Vascongadas; una reseña de un libro con un título muy acertado: "Una resistencia olvidada. Tradicionalistas mártires del terrorismo”
    Precisamente esta semana ha muerto Sylvita Baleztena con casi 90 años: una heroica resistente al nacionalismo en Navarra, su caserío en el que ondeaba con asiduidad la bandera española ha sufrido ataques durante décadas. No creo que ninguno de esos valientes tradicionalistas merezcan el calificativo de ser "de la peor calaña". Pocos de nosotros, por no decir ninguno, habríamos aguantado lo que ellos.
    https://www.ahorainformacion.es/blog/resena-una-resistencia-olvidada-tradicionalistas-martires-del-terrorismo/

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    1. Gracias por tu comentario y el enlace, que leeré enseguida. He cometido una generalización, posiblemente, y pido perdón por esa ligereza.

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  3. Has puesto un pueblo curioso, de esos del Cuarto Milenio. Se ve que por allí acostumbran a ir los psudocientíficos y para psicólogos para poner grabadoras y escuchar sonidos fantasmales.
    Supongo que serán los ecos de los segadores de otras épocas; hoy poco queda por segar, porque lo único que se siembra es blat de odio y rancunia de paz.

    Un abrazo

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