4 de març 2019

Por fin llega Éric Vuillard


Llevo miles de años leyendo ficción literaria, y otros tantos viendo cine de ficción. Empecé de muy niño con la lectura de novelas de aventuras. Y, de muy joven, en el cine, en el cine del barrio, que era barato y de sesión doble, con humo de tabaco y a veces con pederastas tristes y cincuentones rondando por las butacas. En una casa muy pobre como la mía, y en cierta forma desarraigada, los libros de la biblioteca pública fueron el oxígeno del niño que fui. En casa (en realidad, un piso casi suburbial) no había aparato de tv, pero había una butaca de escay y un carné de la biblioteca. Con eso sobreviví.

Con el paso de los años, uno aprende a pactar con la realidad, y aprende incuso algunos trucos para sobrellevar el malestar, trampear con la pobreza (es decir, meterse a asalariado) y lo demás. Sin embargo, uno no deja de leer nunca, porqué la realidad y los pactos con ella suelen ser renuncias, bajezas, rendiciones. La lectura es triunfo, mejora, redención y maravilla.

Sin embargo también, y aunque eso uno no lo escoja, uno crece. Se hace mayor. Encanece, se cansa más tras cualquier esfuerzo físico o mental, reflexiona largamente sobre nada en el sofá, se duerme con la tele encendida y se encandila con las primeras flores del fin del invierno mientras sonríe, con una socarronería ingenua y se dice: ¡Mira! He sobrevivido a otro invierno. Y se apasiona por asuntos que antes no le habían interesado, así como se desinteresa por cuestiones que antaño le parecían muy apasionantes.

Así fue como llegó el momento en el que las ficciones narrativas me cansaron. Por decirlo de algún modo, tuve la sensación de que me las sabía todas. Los trucos del narrador, los giros argumentales, los planteamientos ingeniosos, las frases brillantes que pretenden sustituir que "la marquesa salió a las cinco" y todo eso, todo eso me aburre. Me aburrieron casi de repente esas cosas, como en una iluminación. Abandoné decenas de novelas en la página 50 y centenares en la 10. A algunos autores conocidos les mentí y le dije que había leído su novelita, pero en realidad la tiré al cubo de la basura tras quince minutos de trabajo de lectura forzada: a partir de los 50 años de vida, creo que eso se puede comprender. O tolerar, por lo menos. Demasiados años leyendo ficciones, pensé. Salvé a pocos autores: los clásicos, y luego Faulkner, Bulgakov, Bolaño y pocos más. Ahora me doy cuenta de que todos ellos están muertos. Salvo Mircea Cartarescu, que por fortuna suya sigue vivo.

Unos días atrás revisité la cinta de Peter Greenaway "El contrato del dibujante", vista por primera vez cuando tenía 19 años. Eso pasó en 1983. Me enamoré de Greenaway por esa cinta. En ella, la tesis (o la tesis que yo creo que Peter Greenaway quiso expresar) es esa: cuando el arte intenta reproducir la realidad, siempre termina por contar un crimen. Entonces ¿a qué falsa necesidad obedecen las ficciones criminales, las novelas negras y sus parientes, los thrillers, las tonterías policiales?

La realidad es el relato de un crimen. Da lo mismo que uno cuente el colonialismo europeo en África que la vida de Buffalo Bill, que la vida de un rey polaco, que la búsqueda de El Dorado, que lo que sucedió en el puente de San Luis Rey, que los hechos de Waco, que los negocios del Pigat de Vilassar de Mar, que las intenciones de los racistas de Alabama o los lacistas de Gerona.

Abandoné la ficción. Y, como no podía prescindir de la lectura, me fui para el ensayo. Descubrí que hay muchos géneros en el ensayo. El periodístico, el literario, el científico, el divulgativo, el histórico. Incluso me encontré con la crítica literaria, de la existencia de la cual había dudado siempre. En el ensayo literario (eso que algunos llaman "novela de no-ficción") me encontré a autores fascinantes, a personas que escriben con un registro alto, exigente, poético y sugerente. Cuando uno le pide a la literatura que sea arte más que entretenimiento como es mi caso, teme que el ensayo no le ofrezca arte en palabras. Nada más lejos de la verdad.


Así fue como llegué a Vuillard, o como Vuillard llegó a mi. Di con Vuillard por casualidad y creo que gracias a la publicidad. La publicidad no siempre es mala, ya lo ven. Empecé por "El orden del día", seguí con "Tristeza de la tierra", y ahora me espera "Conquistadores". Sobre "Conquistadores" hay algo que me intriga y que debo decir: Vuillard escribe una obra sobre Francisco Pizarro y la conquista del imperio inca que no se ha traducido al español: la leo en francés. No me lo explico. Si alguien francés escribiese una obra sobre la barbarie de los Almogávares entendería que no fuese jamás traducida al catalán, que es lengua de veto, excluyente y fastidiosa, pero que "Conquistadors" no se traduzca al español, que es idioma abierto, plural y de debate, no me lo explico. Supongo que ese déficit será corregido pronto.

Les recomiendo a Vuillard en esos tiempos de banalidad, simplismo y romanticismo levantisco y desatado.

[Otro día les contaré porqué hay que leer la "Otra historia de Cataluña", que es un gran ensayo sobre historia, del que se concluye que en su título hay un error: jamás existió ninguna realidad nacional o jurídica llamada "Cataluña". Todo fue un inmenso error de interpretación]

10 comentaris:

  1. Tomo nota de Capdeferro, de Vuillard tengo pendiente de leer "El Orden"

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    1. Dentro de pocos días pondré la reseña de Capdeferro.

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  2. Jo també el tinc en llista, saps que també ha dirigit i escrit guions de cinema?
    Té un curtmetratge de 10’ “L’homme qui marche”

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    1. Ho he llegit. Saps on es pot trobar alguna de les seves pel·lis?

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  3. Los racistas de Alabama sé quienes son, pero no se a quién te refieres con los " lacistas de Gerona ". Que son, algún tipo de klan que se dedican a apalear a los que no son de raza blanca y a los homosexuales? No he oído hablar de que haya ningún tipo de organización así en Gerona.

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  4. Bona recomanació Lluís! Em vaig llegir "L'ordre del dia" i em va captivar el seu estil narratiu des del minut u. Dificil trobar algun autor en els temps que corren on tot sona tant repetitiu que aporti una història, punt de vist i estil narratiu diferent als que estem acostumats. Quan llegeixes Vuillard tens la sensació que no falta ni sobra cap frase ni adjectiu. Lo ideal seria llegir-lo en francès. Però en el meu cas com que no tinc nivell de francès he llegit la traducció al català. Vull creure que és una bona traducció perquè el llibre em va atrapar i me'l vaig llegir prou ràpid. L'altre dia vaig veure que li han traduït un altre al català-castellà però no recordo el nom.

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  5. Ara he recordat el llibre que fa poc li han publicat: 14 de juliol. El periodista Jordi Sanuy en parla en el seu blog. Tota una raresa en ple 2019, on els blogs gairebé han passat a millor vida, trobar blogaires que encara parlen de llibres i no d'altres coses exemplars. Per això he tornat al teu cau endimoniat a escriure un parell de comentaris.
    Aquí tens l'enllaç del post del blog d'en Jordicine: http://jordicine.blogspot.com/2019/03/14-de-juliol-eric-vuillard.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+Paranoia68+%28Paranoia+68%29

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    1. Gràcies pel comentari i l'enllaç, Gabriel. Hi ha qui diu que "14 de juliol" no arriba al nivell de "L'ordre del dia", però tot i així el llegiré. Com dius, el nivell literari de Vuillard costa de trobar.

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