El piso de abajo, el primero primera, quedó vacío a principios del año pasado. Vivía allí una señora nacida en la provincia de Albacete y residente en esa ciudad catalana des de los 9 años. Es una señora mayor, que dedicaba casi todas las horas del día al cuidado de su nieto, un mocoso de dos años. Cuando recibió la notificación del aumento del alquiler, decidió largarse y lo hizo con una discreción sorprendente. Un día me la encontré por la calle y me contó: su hija es madre soltera, con ingresos muy escasos. La hija no podía pagar la guardería y ella cuidaba del niño mientras la madre trabajaba en un trabajo de mierda. En cuanto le dijeron que le iban a subir el alquiler, madre e hija decidieron compartir piso en otro lado de la ciudad. Ahora, en un piso de alguna otra parte conviven las tres generaciones. Es una historia de pobreza y de fracaso.
Al poco tiempo de haber quedado el piso disponible, llegó un nuevo inquilino. Es un hombre simpático, extrovertido, con algo de payaso en su alma. Y por eso me cae bien. Viste de modo poco convencional, lleva gafas de sol extremadas incluso al atardecer, lleva mujeres a su casa, es parlanchín. Y le gusta mucho la música. La escucha todo el día y a volumen bastante alto. Al principio ponía los álbumes de Pink Floyd, en orden cronológico, empezando por el "Wish You Were Here", de 1975, y terminando por el "The Wall", de un ya lejano 1979.
Un día, alguien hechó un sobre por debajo de mi puerta. En su interior había una carta. Sintetizo su contenido en pocas palabras, aunque el texto, escrito en un ordenador e impreso en una impresora láser, ocupaba una entera."El nuevo vecino del primero pone la música muy alta y nos molesta. Deberíamos hacer algo. Te propongo reunirnos los demás inquilinos y acudir al gestor para expresarle nuestras quejas".
No respondí a la misiva. En vez de eso, en la primera ocasión que tuve, hablé con el nuevo inquilino y le conté que algunos vecinos se quejaban de su música.
-¿A ti te molesta? -me preguntó él.
-Si es Pink Floyd no me molesta -le respondí con sinceridad.
-Debes escuchar las versiones de "Comfortably Numb" que andan por el youtube.
-¡Qué me vas a contar! ¡"Comfortably Numb" es la mejor pieza de la historia del rock!
A continuación, nos enzarzamos en una conversación sobre el rock sinfónico en la que yo le menté a "Genesis" y él a Peter Gabriel, para llegar, cerca del fin, a los orígenes del blues, que él domina muchísimo mejor que yo.
Mi vecino de abajo se me presentó como "Juan", pero uno descubre enseguida que es extranjero. Quizás rumano. O búlgaro. Pero podría ser un italiano del sur. Español seguro que no lo es. No pregunto jamás por la nacionalidad de nadie. La verdad es que me importa un comino en donde haya nacido alguien, del mismo modo que a mi no me interesa lo más mínimo mi lugar de nacimiento: haber nacido catalán me parece tan relevante como tener dos orejas pegadas a la cabeza.
Otro día me crucé con el vecino que había escrito la carta y le argumenté porqué no había respondido a su misiva. Le conté que, en vez de eso, había hablado con el inquilino melómano del primero primera para exponerle las quejas que recaían sobre él. Cuando me disponía a contarle que mi opción era el diálogo, él me interrumpió con brusquedad.
-¿Hablaste con el charnego? -me censuró mientras levantaba la ceja derecha.
-Creo que es extranjero -musité yo, con timidez en mi respuesta.
-Lo que te digo. Un charnego -y entonces me lanza una sonrisa que busca mi complicidad, en la que puedo leer multitud de eslóganes del catalanismo supremacista, entre los que destaca la idea recurrente: los catalanes somos los más educados, los mejores en civismo, etc. Los mejores tanto en general como en concreto. Mi imaginación me lo presenta, de repente, con una caperuza blanca a la moda Ku Klux Klan con adornos al estilo Givenchy, que oculta su rostro ario.
-Me dijo que promete bajar la música a las 10 de la noche.
[Esta conversación se produjo en lengua catalana, como es deducible].
A partir de ese día, el vecino censor apenas me saluda. Lo hace con un ligero -muy ligero- movimiento de su cabeza. Hace pocos días, estaban él y su mujer sentados dentro de su coche, detenido ante la puerta del edificio. Él estaba ante el volante y le estaba echando a ella una bronca de campeonato. El vecino llevaba el dedo índice levantado, y lo blandía ante la vecina como un pequeño pene erecto pero sin embargo amenazador, señalando al cielo. Ella mantenía la cabeza agachada y la mirada soslayada hacia el lado de la ventanilla, y miraba las baldosas de la acera pero sus ojos veían lo que hay debajo de ellas, el inframundo, el infierno, Xibalbá. Des de la ventana del primero, sonaba una canción de "Oasis" (Wonderwall) en versión drum & bass a todo trapo. Una escena impagable.
El vecino del primero ha decidido subir el volumen de su música y ahora ya no pone Pink Floyd. Se ha decantado por la música disco radical y el trash metal. A las diez en punto, como un clavo, la música desaparece del aire común. Yo pongo la tercera sinfonía de Gorecky a todo volumen y, a las diez, la suspendo.
El vecino que odia a los extranjeros sigue amonestando en la calle a su mujer, y lo hace a menudo. El "procés" ha llegado por fin a la escalera de vecinos. Unos vecinos trabajadores, de raza humilde. Ninguno somos catedráticos de nada. He ahí una historia catalana.
Los muros cuestan de derribar, y lo que es cierto, como en tu caso, que el primero que osa hacerlo sale con el cuerpo ensangrentado. Los demás lo tienen más fácil, eso si.
ResponEliminaTengo un vecino similar a "JUAN". Su música es el tango, de lo que deducí (después comprobé) que era o bien argentino o bien uruguayo. Llegamos a un acuerdo. Que no todo el tango es bueno. Que pusiera a Astor Piazzola (dado que yo soy amante del jazz), y que después entre Anibal Troilo, Julio Sosa y Osvaldo Pugliese, me pusiera Carlos di Sarli, y de este, que no se olvidara de Bahía Blanca.
Creo que quedó impresionado de mi versatilidad en asuntos tanguísticos, y no se olvida ni de Piazzola ni de Di Sarli.
Como es una escalera de viejos en la que yo represento la juventud a mis 65 años, nadie ha dicho nada. Creo que al resto de la finca les place.
Salut
He ahí un buen ejemplo de los efectos que causa una creencia basada en ellos -la purria- y nosotros -la excelencia-. El charnego pone la música alta, de acuerdo, hay que decirle que no moleste, pero la cuestión es que cuando se refiere al nuevo vecino está señalando que "no és un dels nostres".
ResponEliminaPues no os cuento lo que sucede en mi escalera con la guerra de lazos amarillos , bufandas y estrelladas en el balcón....
ResponEliminaMe agradan esas historias breves tal como las cuentas, no sé como explicarlo. Además, me parece deducir que te "molan" Pink Floyd y "The Wall". Coincidimos en eso, y también en que que "Confortably Numb" esté en tu lista de esas "50 canciones que tienes que escuchar antes de morir" (está en la mía, aunque la he oído miles de veces), un siniestro eslogan que detesto y que nuestros agresivos publicistas aplican a poesía, música, cine, etc.
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