1 de juny 2017
Yo fui amigo de Sandro Rosell
Un extraño encadenamiento de fenómenos hizo que Sandro Rosell y yo fuéramos compañeros de clase en un colegio de Barcelona. Des de primero hasta octavo. Hablo de la EGB. Esta confesión sorprenderá a quienes sepan algo de mi y algo de él a la vez. Lo podría explicar de la forma siguiente: mi padre, aunque obrero, quiso darles a sus hijos una buena educación y concluyó que la escuela pública franquista (yo nací en el 64) no le garantizaba su pretensión. Visitó muchos colegios, a la búsqueda de uno que satisfaciera sus deseos y finalmente optó por el "Costa i Llobera", en Sarrià, la parte alta de Barcelona -alta en ambos sentidos.
En aquellos tiempos, el "Costa i Llobera" era un modelo de educación digamos que avanzada, con propuestas innovadoras en el campo pedagógico. Y estrictamente laico. Mi padre, que nunca supo ganar dinero, sí supo, sin embargo, remover cielo y tierra para conseguir que sus hijos accedieran a esa escuela mediante una beca privada: las familias más ricas pagaban un poco más de la cuota que les correspondía y con ese excedente podíamos estudiar allí algunos pocos hijos de pobres. La escuela "Costa i Llobera" era un centro privado por entonces, privadísimo. Mis compañeros de clase, en la siniestra década de los 70 (siniestra solo para los míos), tenían casas en el Ampurdán, esquiaban en Suiza, vivían en mansiones con piscina, tenían madres y padres cultos, ricos y elegantes y los apellidos más abundantes eran Maragall, Raventós, Muntaner, Serrallonga, Puig, Vilanova, Vila-d'Abadal, etc. Allí aprendí muchas cosas buenas y además tomé conciencia de clase. La letra no me entró con sangre, pero la conciencia de clase, sí.
[En cierto sentido, soy el resultado de la inconsciencia de mi padre y de un experimento social más bien fallido.]
Entre los apellidos del "Costa i Llobera" también estaba el de Rosell, que era el apellido de Sandro, un chaval agradable y tremendamente listo. El más listo de la clase, con diferencia. Su padre era gerente del Futbol Club Barcelona. Muchas tardes, al salir del cole, me iba a merendar a su casa, que estaba cerca de la casa de la familia Pujol -aunque eso, yo entonces no lo sabía.
Ser amigo de Sandro me conllevó muchos beneficios: era un líder nato, y era un lujo hacer los deberes con el alumno más brillante y, por si eso fuese poco, era el mejor jugador de fútbol en el patio. Sandro se burlaba de los defensas enemigos, marcaba un montón de goles y muchas veces era generoso en el pase final, y le ofrecía la gloria del gol a tipos oportunistas como yo, que esperaba el balón en flagrante fuera de juego mientras charlaba con el portero contrario para socavar su concentración en el juego. Sandro también tenía eso que llama "inteligencia emocional" y se sabía todos los trucos para ser un tipo admirado, incluso querido.
Cuando terminé octavo le supliqué a mi padre que me matriculase en el instituto del barrio. No soportaba más a esos compañeros de clase que lo tenían todo. Tenían incluso cosas que yo no sospechaba que se podían tener: todos los Geyper Man del mundo, coches de importación, televisores a todo color, aparatos de video, criadas filipinas o extremeñas, piscinas infinitas, vicios raros y unos tarros de crema de chocolate exquisito que solo se podían comprar en Ginebra, creo, aunque quizás provenían de Andorra. En el instituto hice un BUP más bien mediocre en lo académico, pero me sentí mucho más feliz que en "Costa i Llobera". La mayoría de mis compañeros eran castellanohablantes pero, como todos éramos pobres, me di cuenta de que la pobreza es como un esperanto.
Durante tres décadas no supe nada de mi amigo Sandro. Hasta que aparecieron google y facebook, y el nombre de Sandro se iluminó un día en mi pantalla. Quería reunir a los antiguos compañeros del cole y nos invitaba a todos, con todos los gastos pagados, en una terracita de un hotel, creo que en Sitges o por ahí. Ese tipo de reencuentros estuvieron muy de moda hace un tiempo. Me lo pensé un par de segundos y luego borré su mensaje. Según me informó un informante que asistió al acto, Sandro había reservado una linda terraza con vistas al mar, y agasajó a los excompañeros del cole con cava catalán (o francés, ese detalle lo he olvidado), bebida con la que te rellenaban la copa unos camareros y camareras negros y negras, escrupulosamente uniformados de camareros negros y de camareras negras. Poco después se supo que Sandro, junto a su amigo Joan Laporta, se presentaban de candidatos para presidir el Futbol Club Barcelona. Deduje que la invitación era un prólogo a la publicación de su candidatura y más tarde sospeché que no fue Sandro quién pagó el dispendio, si no algún jeque qatarí o un magnate brasileño, ya que esos son la clase amigos que tuvo después de los compañeros de clase en aquella escuela de Sarrià.
De la campaña que hizo Sandro unos años después, cuando se presentó para presidir el Barça como cabeza de lista y sin Laporta, recuerdo haberle escuchado decir en la radio: "el Barça és més que un club: és un sentiment". Pronunciaba "sentiment" con un cinismo inadjetivable. Sandro respondía así al exabrupto de un entrenador zafio, Javier Clemente, quién había parafraseado el viejo eslógan barcelonista: "El Barça es más que un club: es un puticlub". (¿Qué sutileza cabe esperar de un bertsolari futbolero?). A mi el fútbol no me ha interesado jamás, y además es algo que detesto tanto como la Fórmula Uno, Convergència, la poesía patriótica y los bocadillos de frankfurt con chorro de mostaza y de ketchup.
Cuando escuché lo del "sentiment" en boca de Sandro comprendí que Sandro había dirigido su inteligencia hacia el mal, como un Darth Vader cualquiera: en vez de orientar su capacidad mental hacia la ciencia, el arte o el bien común, la había dirigido hacia el negocio del fútbol, la pasta, la mafia, el chanchullo hipermillonario. Quizás hay un determinismo trágico, también, en la clase alta. Su padre estuvo en el mismo negocio del fútbol, al fin y al cabo, y Sandro quizás nunca conoció nada más que eso: el mundo de los ricos también es un mundo pequeño por más lejanos que nos parezcan los jeques qataríes y Qatar a nosotros, los pobres. Para un rico como Sandro, Qatar está más cerca que para mi lo está la playa de l'Escala. Para él, estaba mucho más lejano que Qatar el barrio gitano de Can Puiggener, en Sabadell, en donde yo pasé tres cursos día tras día, dejándome la piel y en donde fui casi feliz.
Por estos días, Sandro ha ingresado en la cárcel de Soto del Real, inculpado de varios delitos financieros, por blanqueo de dinero y cobro de comisiones ilegales. Un mangante, vamos. Un mafioso de mierda. Su abogado es un tipo de sobras conocido en Cataluña, pariente directo del convergente y empresario de los cementos Molins, y abogado de otros muchos defraudadores. Veo la efigie de Sandro en la tele, cuando se dispone a sentarse en el asiento de atrás de un coche de la Guardia Civil que le llevará al juzgado y después al talego.
Recibo un correo: un amigo de mi clase social me cuenta una historia sobre la medalla que el Futbol Club Barcelona le impuso a Franco en el 74 y que ahora no se la retiran porqué, según dice el actual presidente -un tal Bertomeu, hombrecito con un parecido físico bastante curioso con el Juez Moix- no consta en las actas del club que se la hubieran impuesto: actas que no ven, corazón que no retira.
Me disponía a pensar en qué fue de toda aquella inteligencia del jovencito Sandro, en qué destino le dió a sus capacidades, qué hizo con todo lo prometedor que había en él... cuando de repente recuerdo que, en el instituto, entablé amistad con un joven poeta de ascendencia andaluza que hoy es guardia civil y con quién, mira tu por donde, todavía nos intercambiamos mensajes a veces. Quizás debería haber titulado este relato con un título como: soy amigo de un guardia civil andaluz.
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Simplemente magnífico relato. No hay más que decir.
ResponEliminaSalut
Sorpresas te da la vida. Jo vaig ser company de classe de gent normal i corrent com jo. Una bona historia molt ben explicada, com sempre.
ResponEliminaJo també vaig tenir companys normals... un cop vaig ser alumne de l'institut del barri
EliminaNo tinc cap pes pesant al meu voltant... En fi, curiosa l'anècdota i sobretot els xeflis servit a Sitges...
ResponEliminaHe obviat algun detall del xeflis, sobretot per prudència, perquè no ho conec de primera mà i no està bé informar sense contrastar i sense demanar-li a l'encausat que doni la seva versió... perquè el pobre Rosell és al talego.
EliminaQuina mentalitat tan colonial, per dor-ho finament, deu tenir el Rossell. Es retrata l'anècdota dels cambrers del xèflis...
ResponEliminaCelebro que no et xuclés cap al cantó fosc.
Quan hom té per amics xeics àrabs i magnats brasilers no vull saber la mena de mentalitat que té...
EliminaEstupendo retrato el que haces de ese (presunto) mangante. Yo fui a un colegio muy cercano al Costa i Llovera, con un alumnado similar al que señalas y me sentía allí un poco como tú. En cuanto a las comidas de antiguos alumnos, no me gustan nada. Hace unos días se celebraron los 50 años de mi promoción y, por suerte, me pilló a bastantes millas.
ResponEliminaPor lo leído en tu blog, el colegio al que fuiste estaba justo al lado y lo recuerdo bien... Es más: los alumnos del Costa íbamos de prestado a las instalaciones deportivas del tuyo una vez por semana. Vete a saber com iba el cobro de comisiones o el intercambio de favores, teniendo en cuenta que los unos eran catalans de la ceba y los otros de la iglesia católica, los del cepillo.
EliminaObserva...simplemente observa:
ResponEliminahttp://totbarcelona.blogspot.com.es/
Acabo de verlo. La verdad es que los asuntos del fútbol me importan un pimiento, pero lo de Tv3 me indigna porqué és un canal público que pagamos todos.
EliminaQUINA BADADA¡¡¡,ARA,FINS I TOT,ESTARIES ENCAUSAT...HORES D'ARA QUI NO TE UNA "CAUSA",N'ES DINGU.
ResponEliminaTens raó. Acabo de veure un ximplet sobiranista que es queixa pel facebook que el pobre Josep Pujol sigui retratat a bord d'un veler de 40 metres en companyia de dos magnats "espanyolistes". Diu el pobre: "a veure si els Pujol no poden fer vacances!". Em queda clar que si ets un mafiós però ets català sempre tindràs la veu del poble que clama a favor teu. Això és Catalunya.
EliminaMuy bien tu experiencia. Gracias. Aunque tras leerte, parecería que ni entonces (como colegial) ni con los años hayas aceptado/comprendido/tolerado la diferencia de clase; no parece que entonces consiguieras adaptarte a un "perfil superior" al tuyo, sino exclusivamente al propio obrero. Nada que objetar, faltaría más. Pero que esa inadaptación social la lances, ahora, cual dardo envenenado en envidia/venganza/superioridad moral... Deja claro (perdón, sí, a mí) que ha sido el único canal y oportunidad que has encontrado para desahogar el rencor sentido, por esa diferencia de poder adquisitivo y los consiguientes privilegios, o desventuras según parece el caso. Pero digamos que S.R. no es el culpable de tus desdichas, ni siquiera de las suyas. Lo será, de las suyas, por cierto, cuando un magistrado lo sentencie y condene, si finalmente es condenado. Antes, por favor, PRESUNCIÓN DE INOCENCIA, para todos. No se debería administrar ni promocionar nuestra particular "justicia personal" juzgando a nadie, públicamente, como mafioso, mangante de m., como dices. Porque seas rico, pobre, o ala delta, todos somos PRESUNTOS INOCENTES hasta tanto no sea declarada nuestra culpabilidad, ante Tribunales de Justicia, y bajo sentencia firme, además.
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