Capítulo 1
-Está usted en el paro, caballero, lo lamento, pero sólo soy un funcionario.
-¿Cómo? ¿A mi edad? ¡Dios mío, qué va a ser de mi!
Cuando me quedé en el paro a los cuarenta y siete años comprendí que me iba a ser muy difícil empezar de nuevo. No tan sólo por las dificultades y la pequeñez malsana de la oferta de empleo, sinó porqué me sentía poco predispuesto. Mendigar un empleo, aceptar las humillaciones, tragarme la inquina. Mis ganas de encajar y agradar se habían visto muy mermadas tras los años de la servidumbre que exige esa forma de vida, tan minúscula y ruín. Incluso los vagabundos son más libres y completos que yo, me había dicho alguna vez. Incluso los gatos de mi calle llevan una vida más plena, más gloriosa.
El narrador, dispuesto a emprender un aciago camino como nuevo sinempleo español.
Sin embargo, el mismo Estado que me había puesto en la calle me comunicó que era perceptor de un subsidio de paro durante once meses. El día en que me llegó la notificación estaba manoseando la posibilidad de salir a la calle para cometer algún pequeño delito, posiblemente un sabotaje en alguna oficina de La Caixa. Incluso me había provisto de alcohol de quemar y pasamontañas. Pero la tentación de operar desde dentro me sedujo enseguida.
Creo que muchas veces había soñado en ser eso: un espía, un traidor agazapado en el corazón de la fortaleza y que la menoscaba poco a poco, hasta derrumbar sus altas torres. Desde adentro. Aunque sea como un pobre sinempleo cobrando un subsidio. Creo que eso confunde (hasta aterrorizar) a los señores de la patria. Actuar como un pequeño terrorista -subvencionado con fondos públicos- no sólo me excitaba profundamente, sinó que me resultaba incluso algo lúbrico.
Me marché sin rumbo, pero orienté mis pasos hacia las montañas. Me ofrecí como jardinero o algo así (casero, guardés, casi mayordomo) de un señorito alcalde de Villorriu d'Àneu, en el fondo del valle. Era el típico alcalde de pueblo pirenaico: reservado, conservador y católico hasta la superstición, un pequeño cacique local bendecido por los votos de sus tristes y mezquinos vecinos. Sólo un poco más cretinos que él porqué habían votado a un tipo que jamás habría votado por ninguno de ellos. En esos pueblos todos se odian salvajemente pero veneran las viejas jerarquías, como en los tiempos del cromañón.
El alcalde de Villorriu d'Àneu en el salón de su casa
El tipejo me instaló en una caseta dentro de su enorme propiedad, alejada del caserón principal y oculta al otro lado del extenso jardín ondulado tras una prudente hilera de cedros y cipreses. Pasé un tiempo cumpliendo con mis nuevas obligaciones -que no eran muchas, sólo serviles-, ganándome su confianza y acariciando cada noche el suave y pegajoso lomo de la miseria: el cacique me daba quinientos euros a fin de mes, aduciendo que el valor de la vivienda era incalculable.
-Sé que no es mucho -ronroneaba- Pero vivir aquí en una casita para ti solo es un privilegio. ¿Sabes qué me sacaría si la alquilase? Por lo menos ochocientos.
Creo que el hijodeputa pensaba así de verdad, y debía estar convencido de que me estaba pagando también ese dinero hipotético. De algún modo consideraba que mi sueldo real era muy superior a los billetes que prometía darme (aunque no le di tiempo a hacerlo). Por las noches yo me reía para adentro y, aunque yaciera con la miseria, también sorbía lentamente el placer de la venganza cada vez más cercana: podía oler ya ese aroma acre y dulzón como de seta venenosa y brillante.
Una noche apacible en el jardín del alcalde
Y finalmente me decidí. Era una noche apacible y cálida, de mediados de junio. Había observado los preparativos del viejo alcalde cada vez que acudía una mujer del pueblo a visitarle que, aunque elegante y altiva, mostraba una mirada turbia y atroz, una mueca de horror en las pestañas. Esa noche el hombre no la esperaba, iba a estar solo: no había hecho ninguno de sus preparativos habituales previos a la llegada de la triste dama.
Llamé a su puerta aduciendo unos vagos problemas con el riego automático del jardín. Abrió envuelto en un batín de rojo sangre, cubriendo un cuerpo delirate y enfermo. El sudor amaraba su rostro enjuto y le temblaban las manos. Balbuceó algo incomprensible. Pensé que estaba borracho o drogado (circunstancias que me favorecían enormemente) y le empujé hacia adentro. Trastabilleó con una luz amarilla y macilenta en los ojos, retrocedió y empujó con la espalda la enorme puerta del salón principal.
Quedó postrado de rodillas sobre las burguesas baldosas de mármol arlequinado. Hizo un gesto amplio con las manos, pero no pudo evitar que viese el salón: centenares de velas encendidas rojas y negras, con un nauseabundo olor a pescado podrido flotando en el aire y ese idolillo asqueroso, encima de una peana de piedra sangrienta, presidiendo la estancia.
Aguafuerte encontrado en la casa, posteriormente a los terribles y escabrosos hechos acontecidos en una noche de junio en el municipio de Villorriu d'Àneu (Archivo de la Policía Judicial).
(Continuará)
___________________________________________
Nota: algunas de las imágenes de la fotonovela están extraídas de la película The Call of Cthulhu, 2005
___________________________________________
Nota: algunas de las imágenes de la fotonovela están extraídas de la película The Call of Cthulhu, 2005
je je, al alcalde le espera la del pulpo...
ResponEliminaCreo que el alcalde va a pillar, pero con Cthulhu nunca se sabe
EliminaComo todos los poderosos era de la raza reptiliana... ¿Va por ahí la cosa? jajja. Salutacions
ResponEliminaNo se, no se... como tdas las fotonovelas, eso se construye sobre la marcha. Seguro que algo reptiliano hay, eso seguro.
Eliminajajaja, esperaremos con ansia las próximas entregas, pues.
EliminaDONCS QUE CONTINUI JA!
ResponEliminaEsperarem a la butaca la continuació d'aquestos novel.la que promet!
ResponEliminaRogamos permanezcan atentos a nuestra pantalla.
ResponEliminaEsto promete!
ResponEliminaCarai, ara m'hauré d'esforçar a pensar i redactar la continuació per no decebre el respectable!
ResponEliminaNo paras de currar, Lluís. Ojalça algún día pudiera leerte en papel. Lo merece.
ResponEliminaEstoy intentando terminar algo en papel. En estos momentos dudo entre seguir en catalán o definitivamente en castellano. Igual te escribo para hablarte de eso.
Elimina