"Fin de poema" es el título, quizás poco atrevido, de un libro de Juan Tallón en donde narra los últimos días de cuatro poetas suicidas: Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Gabriel Ferrater. Así, nos paseamos por Turín, Buenos Aires, Boston y Sant Cugat de la mano de alguien tocado por la poesía y la muerte, a quien acude raudo y sin pestañear apenas.
Sobre el libro les diré lo justo: está bellamente escrito, con un lenguaje literario trabajado y trabado, cercano a lo poético per sin lirismos. Su estructura es angustiosamente bella y, a la vez, contiene cosas que no sabía de esos poetas, con lo cual el goce es doble: estético y de aprendizaje. Para las personas susceptibles: se habla de dos hombres y de dos mujeres -paridad- y hay diversidad sexual. Lo tiene todo. Sin embargo, como es preceptivo, jamás fue un número uno de ventas. Ni un dos ni un tres. Ustedes se lo pierden.
Pienso en el asunto del libro a propósito de conocer otro libro similar en su tema: "Saturno", de Eduardo Halfon (13 euricos). Y luego pienso en todos los suicidas que jamás aparecerán en un libro ya que no son poetas ni músicos ni intelectuales de renombre. Hace muchos años supe de alguien que se suicidó en Sant Cugat, como Gabriel Ferrater: una alumna de segundo de la ESO que se echó a las vías del tren, a la salida del pueblo. Se trata de un tramo curvo de la vía férrea en donde el maquinista no puede ver más allá de unos pocos metros, y ese punto ciego ha sido escogido ya por varias personas, ya que es infalible. El buen suicida jamás es original, pero siempre es efectivo. En tiempos de internet y redes sociales, cualquiera puede encontrar un buen catálogo de sugerencias.
En este caso, el que quiere, puede. Luego están los miles que simulan querer, pero que solo quieren llamar la atención, que aún siendo de todas las edades y condiciones, suelen ser jóvenes. Hace poco, estuve hablando con una chica de 18 años recién cumplidos, alumna, que hizo un amago de suicidio. Su mundo es un derrumbe constante, la imagen de un terremoto casi detenido, un abismo que se abre a razón de un milímetro por año, tan lento como seguro, tan obstinadamente eficaz. En los ojos de de esta chica, cuya inteligencia brilla con una oscuridad espeluznante, está el horror de la miseria, la dejadez, el hastío, las calles de los barrios pobres, un eclipse detenido de esperanza.
Dijo un filósofo que la esperanza es nuestra última esclavitud y que, una vez libres de ella, somos libres del todo y por fin. Y aunque esa afirmación sea verdadera, también es letal: se trata de una libertad tenebrosa, cuya eficacia es tan absoluta que consigue librarnos de lo único que tenemos.
Aunque me temo la respuesta de esa joven: si lo único que tengo es miseria, tristeza y abandono ¿debo mantenerme en ella para salvar lo único que tengo?
Les añadiré algo, a propósito de la joven sin ganas de vivir, con ganas de huir: esa joven, nacida en España, es hija de inmigrantes. Y ella ve, escucha: y ve y escucha el discurso que ronda por las calles, por las pantallas, por las radios. Ve y escucha los mensajes de los políticos y de los periodistas, y a veces de los compañeros de clase, e intuye que el monstruo recorre Europa entera, y que se avecina un futuro de más odio, de más patrañas, de más banderas. Esta chica, que habla un inglés envidiable, habla un catalán escaso y hace un mohín, porque intuye que de nada le valdrá el inglés mientras lo catalanes la señalen por pertenecer a un colectivo "poco amigo de lo catalán". Eso ya es otro tema, y voy a dejarlo ahí.
Y mientras lo dejo ahí la veo alejarse, cabizbaja, hacia esa zona de la calle donde las farolas siempre están fundidas y hoy ha ardido un coche. Quizás nunca escribirá libros de poesía como Anne Sexton o Alejandra Pizarnik. Y, sin embargo, estuvo aquí.
Podría haber también un libro que tratara sobre cuatro personas que sobrevivieron al intento de emular a nuestros cuatro poetas.
ResponEliminapodi-.
Eso me parece una idea fantástica.
EliminaTuve la fortuna de la mano de CORNADÓ de conocer a Beneyto, el último postista. Él fue íntimo de Pizarnik, y conservaba cartas y fotos de la poeta que pude ver.
ResponEliminaEl suicidio es la primera causa de muerte en Barcelona capital. Tres al día, tal como suena. Un tema tabú que ninguna administración quiere afrontar. Ni hay dinero, ni ganas, porque los recursos se dedican a otros menesteres y las ganas las han quitado a base de ignorar lo que pasa.
Un abrazo
Si no lo he entendido mal, entre la gente joven el suicidio ya es la primera causa de mortalidad, habiendo adelantado a las muertes por accidentes de tráfico en los últimos dos años.
EliminaCorrecto, Lluís.
EliminaUn abrazo