Tanto David Livingstone como Henry Morton Stanley tuvieron una infancia dickensiana: ambos pobres, hambrientos y desdichados. Sin embargo, Stanley se sentía el más desfavorecido de los dos y eso explica la desfachatez arrogante en su anécdota más célebre: "Mister Livingstone, I suppose." Stanley odió a muerte y durante toda su vida a las clases altas y a los aristócratas. Más de uno pagó con la vida el odio de Henry hacia los favorecidos.
De algún modo, ambos se consideraban oprimidos, por decirlo con palabras de hoy. Livingstone se marchó a África y ese viaje podría ser visto como una huída de su oscura Escocia natal y nacionalista. Una vez allí se puso a predicar el mensaje de Jesucristo a una gente que vivían muy bien sin Jesucristo y ni les hacía falta ni se lo habían pedido. Stanley, por el contrario, buscó la fama y el dinero a través de gestas militares, la mayoría escabrosas. Stanley, en su tiempo, llegó a ser mucho más famoso de lo que hoy lo es Bono, el de U2. El famoseo, como el postureo, no es un invento de Tele5. Está casi todo dicho y escrito (y lo que no lo está me da un poco de miedo).
Stanley accedió a la fama y al dinero exagerando sus hazañas, maquillando las derrotas bajo capas de maquillaje victorioso, y por jactarse de haber matado a millares de africanos. Eso era admirable por entonces, en la Europa que hablaba de democracia, de derechos humanos y de parlamentarismo. Europa solo se aplicó los derechos humanos para consigo misma: la hipocresía y el cinismo no son, tampoco, un invento de los políticos actuales. Se cuenta en los libros que Stanley, tras una gesta bélica más que dudosa que él solo se encargó de narrar, fue agasajado por el rey belga con un banquete jamás visto y en un salón decorado con cuatrocientos colmillos de elefante. Un capricho de Leopoldo II. Parece que los reyes europeos y los elefantes llevan una larga tradición fraterna.
En tiempos de Stanley había alguien, en Inglaterra, que le combatía: los líderes de un movimiento que, años más tarde, se iba a llamar socialismo. Como es de suponer, a los futuros socialistas les tildaron de adanistas, de buenistas y de tontos nocivos por oponerse al progreso y a la libertad. A la libertad de matar a cuantos elefantes me dé la real gana, a cuantos negros quiera. El derecho a decidir que puedo hacer lo que me guste, ya que no hay más ley que la mía. La libertad de los fuertes, que es el fantasma de la libertad que todavía da tumbos por la Europa de hoy y que, de vez en cuando, se sienta a tomarse unas cañas en la Plaza Real.
(Continuará).
Va tomando buen cariz...
ResponEliminaNo me cae de nuevas, que ya había leído algunas cosas sobre estos dos individuos, aunque las primeras noticias que tuve de ellos los presentaban como "heroicos exploradores".
ResponEliminaTambién sabía de Leopoldo II. Siempre hemos sido gobernados por grandísimos hdlgp, como no podía ser de otra manera.
Otro día podemos hablar de Teresa de Calcuta...
Molt be com sempre. Esperant la prospera entrada.
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