20 de des. 2016
Cuento de navidad con poco
Hubo un tiempo, en la edad de la vida cuando todavía me llamaban "joven", en que decidí vivir con lo mínimo, casi con nada. Me quise desprender de todo lo que me sobraba, y como resultaba difícil tirar cosas y muebles y ropa y objetos, lo que hice fue irme yo, dejándolo todo. Agarré mi coche cochambroso y me planté a mil kilómetros de mi ciudad, enmedio de una llanura con dehesas en las cuales pastaban los toros condenados a la lidia y en donde unos chanchos lustrosos, de piel oscura, futuros jamones y paletas para paladares adictos al lujo se estremecían de placer en charcas de barro. Solo me llevé lo que cabía en el maletero. Quería ser pobre en una tierra de pobres, y sabe Dios que lo conseguí.
Me habían prestado una casa casi abandonada en un pueblecito en la ribera del Tajo, muy cerca de la frontera con Portugal. Por el camino hacia el pueblecino, ya muy entrada la noche, un coche de la Guardia Civil me paró con un convincente juego de luces multicolores (mayormente anaranjadas).
-¿Sabe usted que lleva una luz trasera fundida? -me dijo el hombre, bastante joven, metido dentro de un anorak que le llegaba hasta las orejas. -¿Va muy lejos?
Le respondí la verdad. Incluso le confesé el nombre del pueblo adonde me dirigía. Me faltaban unos 400 kilómetros, me dijo después de un cálculo muy rápido. Luego se quedó en silencio, meditando, como si algo le hubiese ensimismado. "Conozco el pueblo", dijo. "Vaya qué casualidad. Y ¿que le lleva por allí?".
Le dije la verdad otra vez: que estaba huyendo de Barcelona, de Cataluña y posiblemente de mi y de mis cosas. El tipo se quedó pensativo de nuevo, y a mi se me hizo evidente que le había tocado una fibra del alma. Pero entonces hubo algo que se le pasó por la cabeza y le llevó a dudar. Creo que, por un instante, la posible simpatía dejó paso a la polilla de la sospecha. Al fin y al cabo, su trabajo es sospechar. "Abra el maletero", dijo, ahora en un tono más serio, repentinamente profesional.
Contempló el maletero repleto hasta arriba. Lo alumbraba con la linterna. Intenté mirar mi maletero con sus ojos y me di cuenta de que aquello parecía un contenedor de basura: libros desparramados, ropa en fardos mal pertrechados, zapatos viejos, un ordenador anticuado, un títere descoyuntado encima de todos los trastos, unos cuantos cedés de música clásica y una mantita gris con una cenefa roja.
Su sospecha se convirtió en algo parecido a la pena. Me miró con compasión, creo. Cuando un hombre más joven que tu te mira con compasión sucede algo muy difícil de explicar, y es algo que solo sabe quién lo ha vivido. Quizás los emigrantes ilegales pueden contar eso.
-Mis padres se marcharon de ahí y jamás volvieron -murmuró- Es curioso... y usted se va para allá...
-He decidido cambiar de vida -dije mientras intentaba esbozar una sonrisa- Bueno, empezar otra vez. Por eso no me llevo nada.
¡Nada! Escuché esa palabra pronunciada por mis labios y sentí vergüenza un segundo más tarde. "Nada" significaba un maletero lleno hasta arriba, además de un coche que, por más desvencijado que estuviese, todavía era un coche que anda. Es muy posible que un africano, un peruano o un afgano tengan otro concepto de "no llevarse nada", un concepto bastante más ajustado al sentido de la frase. Creo que ellos son más precisos cuando hablan. Y justamente por eso su literatura es más preciosa. Por eso me reí por dentro: en ese instante me di cuenta de que uno no se libra nunca de ciertas manías, de ciertos tics, de eso que llaman "cultura" y que es lo que hemos heredado de las generaciones precedentes. ¡Qué difícil es dejar de ser catalán! estuve a punto de pronunciar en voz alta.
-No pretenderá conducir hasta el pueblo sin parar ¿verdad? Con una luz fundida no es buen plan y además seguro que otra patrulla le verá, le va a parar y quizás le multen... Mire, a sólo unos diez minutos de aquí hay una pensión. Barata, apañada. Para camioneros. Quédese a dormir allí.
Hice lo que me había sugerido, más por cansancio que por obediencia. No caí en la cuenta de que no había ni un solo camión. Dejé el coche en el breve aparcamiento junto a la casa, me metí un cepillo de dientes en un bolsillo y unos calzoncillos limpios en el otro y entré, pedí una cama y me quedé dormido al cabo de pocos minutos. No tengo ningún recuerdo de aquella habitación. En mi memoria, es como si hubiese dormido en una cama que flotaba en una nada negra, insípida, inodora.
A la mañana siguiente bajé a tomar un café. El dueño estaba pendiente del televisor, en donde unos niños uniformados cantaban los números de la lotería nacional de navidad. Cuando salí al exterior me di cuenta de que había algo raro en el coche. Atrapada por el limpiaparabrisas una hojita de papel se agitaba levemente empujada por la brisa. Era una nota escrita en letra azul y menuda, sin firma. "Debe cuidar mejor de sus cosas. El maletero estaba abierto". El texto de la nota quizás no es exacto, ya que no me fío de una memoria que jamás ha sido muy de fiar. Pero el sentido era este, exactamente este. Eso lo juro.
Abrí el maletero, y me imaginé que lo iba a encontrar vacío. En los brevísimos segundos que transcurrieron mientras me precipitaba hasta la portezuela, intenté escudriñar dentro de mi para saber si prefería encontrarme sin nada -pero ahora de verdad de la buena- o si prefería conservar mis cositas. Lo abrí. Estaba todo ahí, tal como lo recordaba. Sólo había un detalle distinto, una única diferencia: la linterna del guardia civil encima del títere. Le había cogido las manitas y lo había puesto como abrazando a la linterna, tal como se abraza a un niño muy pequeño, a un perrito o a cualquier ser desvalido.
PD. Hoy, muchos años más tarde y a finales de 2016, conservo el títere y la linterna. Ambos todavía funcionan.
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Una bona historia, m'agrada.....
ResponEliminaBones Festes!
Vulguis o no, la llanterna és una magnífica metàfora, com molt bé saben el titella i tots els contes de Nadal. Miraré què se n'ha fet de la meva. Gràcies per fer-m'hi pensar.
ResponEliminaGràcies, Enric! Efectivament, el conte parla de la llum i dels vidres. És bo saber que hi ha lectos que copsen el sentit global...! Salut!
EliminaEnhorabuena, me han gustado mucho, la historia y su manera de explicarla, de manera tan poco enfática, llena de detalles y con un ritmo interno que anima a seguir leyendo.
ResponEliminaEspero que no se moleste por haberla reproducido en mi modesto blog. Muchas gracias.
Gracias por todo. Y por supuesto que la puedes reproducir.
EliminaEm sembla una historia molt dolça, trista, divertida, valenta!!
ResponEliminaUn sempre torna a la terra on ha nascut, oi?
Bon nadal
Em sembla una historia molt dolça, trista, divertida, valenta!!
ResponEliminaUn sempre torna a la terra on ha nascut, oi?
Bon nadal
L'autor ha eliminat aquest comentari.
EliminaDiu en Josep Maria Esquirol que viure és retornar a la casa on no hem estat mai. O alguna cosa així. Jo l'entenc molt bé.
EliminaMe ha gustado cantidad.
ResponEliminaUn abrazo
te me cuidas.
Salut
Magnífic!
ResponEliminaLuís,
ResponEliminaMolt bonic i molt tendre, alhora una metàfora de la vida, el que som i la llum que ens manté orientats. Efectivament és un conte de Nadal/solstici d'hivern, petit, agredolç, rodonet…
Fabuloso relato.
ResponEliminaFabuloso relato.
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