A Carmen, que se marchó del infierno en 2004
-A veces gran amor. A veces nada -murmura Otilia, adormecida en la butaca floreada con flores marchitas y lúgubres. El libro de poemas cae desde sus manos hasta su regazo, luego sigue descendiendo y por fin se deposita suavemente en el suelo sin ningún golpe, ningún ruido. Levemente. Me invade una sensación de irrealidad, como si en vez de ser ella quién se ha dormido fuese yo.
En la pantalla del televisor imágenes de fuego en la calle, policías vestidos con uniformes negros y acorazados, como graves insectos. Golpean corren disparan. Luego se juntan para sentirse más fuertes.
-Apágala, apaga eso -susurra.
Entonces aparece el gato, paseándose por encima del baúl cubierto con encajes. Enarca el lomo y se le marca el espinazo en su flaquísimo cuerpo. Presenta un aspecto excéntrico y resulta espiritualizado, como consumido por ayunos largos, por falta de luz y quizá por las cavilaciones. Le sonrío y empiezo a vestirme.
Cuando encontré el nombre de Otilia Canet escrito a cuchillo en la corteza de una haya enmedio del bosque supe que había dado con algo importante. Supe que no había hueco para la casualidad ni el azar. Se accede al bosque a través de un caminito que arranca del desvencijado hotel Turpi, cercano al siniestro balneario de Benás. Asciende por la vera derecha del río Ésera, furioso y rugiente en este tramo de rocas como colmillos que el agua amansa, lame como una amante y debilita como un padre.
Pregunté por Otilia Canet, pero nadie me supo responder. No obstante, yo intuía en las miradas y los gestos una cierta inquietud hacia mi, una sombra de malestar. En mis suposiciones, supuse que aquellos gestos me estaban diciendo que yo nunca debí haber sabido quién era Otilia Canet. Que no debería de haber sabido de su existencia. Eso sólo confirmaba mis sospechas y la idea cada vez más poderosa de que este nombre significaba algo importante para mi.
-Deberías preocuparte de otras cosas. No olvides que ya estás en tu quinto mes en el paro, que España está como está y tu ya tienes la edad que tienes. Olvida a esa Otilia. ¿Me estás escuchando o te has quedado dormido?
Creo que lo del paro me ha vuelto mucho más proclive a las ficciones. Lo reconozco. Las horas extendidas me permiten leer más y soñar mejor, ver más cine, escribir en mi libretita de tapas azules. La libreta presenta esquinas roídas y páginas onduladas por el líquido de la pluma. Debería haber empezado a escribir un diario sobre eso de estar en el paro. Narrar detalladamente los procesos mentales y corporales que se derivan de algo tan aparentemente trivial como un sencillo cambio en la situación administrativa. En los extractos de la libreta del banco ya no aparece la palabra Nómina, si no las palabras Abono Régimen General Inem. En realidad, eso es todo lo que ha sucedido. Si, creo que lo mejor habría sido escribir ese diario.
Si ahora cuento mi primera conversación con Otilia Canet habré incurrido en una elipsis importante, pero si cuento como llegué hasta ella nadie me iba a creer.
La mujercita es muy anciana. Es una viejecita marchita y decrépita, de dientes verdosos. Es una mancha blanquinegra en camisón, con un toquilla echada sobre los hombros. Me cuenta: que hace muchos años escribió un cuento sobre un maestro de primaria, sustituto, que iba de escuela en escuela por los pueblos. Tenía la afición de escribir por las tardes y de salir a sacar fotos por los caminos. Por las noches leía cuentos de terror hasta quedarse dormido.
-¿Cómo terminaba el cuento?
-¡Uf! ¿Cómo quieres que me acuerde? Son tantos años... Además, el libro -aunque tuvo un cierto éxito- lo descatalogaron hace muchos, muchos años. Ya no se encuentra. ¿Porqué no me acercas la botellita de licor?
Como en un sueño veo a un hombre deslizándose por el bosque de hayas. Atardecer, niebla y llovizna. Lleva un abrigo grueso, de lana basta, empapado. En uno de los bolsillos se adivina una libreta de tapas duras y azules. Cuando llega ante el árbol de corteza blanquecina se detiene, rebusca en los pantalones, saca la navaja y se dispone a grabar un nombre. Lejos -pero cerca- se escuchan gritos, estruendos secos de armas de fuego. Cuando ha terminado de escribir esas letras grandes, rectas, con aplomo y precisión de orfebre vuelve hacia las sombras, hacia el norte. La frontera francesa no está lejos pero ninguna señal le indica si la alcanzará. La niebla se cierra hasta convertir la imagen en un lienzo virgen. Suenan más disparos.
-¿No me has oído? ¿Te has dormido? Alcánzame esa botella de licor, está ahí delante tuyo.
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Notas: El texto contiene frases y fragmentos de Nada, Carmen Laforet, Barcelona, 1945. Hace pocos días Francesc me prestó el libro y por ahora me tiene como hipnotizado.
El título está remotamente inspirado en la pieza Julia dream de Pink Floyd, de 1968, cuando yo contaba cuatro años de vida. Es curioso observar como a medida que pasa el tiempo (mi tiempo) más me gustan las canciones antiguas del grupo.
m'alegro que t'hagi agradat el llibre. Les teves fotos son magnífiques. La cerca de persones desaparegudes es una font d'històries interminable.
ResponEliminaM'està agradant molt, molt més del què em va agradar quan el vaig llegir per primer cop i segurament li dedicaré algun altre post, perquè té pàgines brutals.
EliminaApunt la referència i afegesc a la llista per a llegir.
ResponEliminaEmdeman de totes maneres qui devià esser o ès la otilia ( lo del arbre no es fotoshop d´aquest ? ) .
M´ha agradat la narració i m´ha intrigat. Que hi ha de real i de fictici ?.
Gracies. salut.
No estaria bé que expliqués què hi ha de cert, (perquè ni jo mateix no ho sé ben bé) però sí que puc dir que la fotografia no té cap retoc. L'arbre existeix, i en la seva escorça hi ha aquest nom i cognom. I no l'he escrit jo, per l'aspecte diria que porta uns anys escrit.
EliminaGràcies al teu escrit Otilia Canet surt varies vegades al Google.
ResponEliminaAi ai ai... no fotis. D'aquesta me'n vaig al jutjat per perjuris i difamacions. I d'aquí a uns dies, quan comenci la campanya, crec que un tal Arturito també em denunciarà. Ho tinc xungo. Sort que estic a l'artur, vull dir a l'atur, i em puc declarar insolvent.
EliminaSeñora Otilia Canet,
ResponEliminaUn amigo me comunica que por culpa de un texto mío, ingenuo y leve como todos los que escribo su nombre ha sido elevado al Google. Le pido mil disculpas sinceras.
Soy un maestro en paro y un escritor frustrado, de modo que le pido su comprensión.
Atentamente su seguro servidor,
Lluís
Me ha encantado por lo que tiene de autorreferencial (supongo que lo puedo decir así). Lo que ya no he podido distinguir son las frases de Nada: hace pocos años que releí la novela, y probablemente me toque este año otra vez, porque es lectura obligatoria para los de bachillerato de este curso. Y se trata de una novela que no se agota, de esas que cuando las piensas se van abriendo nuevos caminos, nuevas interpretaciones, aunque alguna sea demasiado filosófica y otras demasiado obvias.
ResponEliminaEs curioso lo de releer una obra. Todo el mundo ha releído alguna, es casi inevitable. Pero me refiero a estas obras que releemos cada tres o cuatro años. Cuando ya las has leído tanto ocurre primero una cosa evidente: la abarcamos, es decir, es como esos temas que estudiábamos y que de hacer resumen y aprendértelo acabas aprendiendo de memoria no su historia, sino su estructura. Es como si de repente abarcaras la obra, y se ve muy fácilmente si las costuras están bien cosidas (si están bien cosidas no hay nada en la estructura que sea discordante). Pero después de esto, que tanto se parece a aprenderse de memoria la estructura narrativa de un texto, viene lo mejor: las interpretaciones diversas que van surgiendo y que nunca surgirían tras una primera lectura. Que a veces se cae en ese caso en lo mínimo, porque también en lo mínimo se esconden significaciones nuevas. A mí esto me ocurre con la novela que más veces he releído en mi vida, serán como unas doce o trece veces, sin exagerar: La Celestina. De tanto que me la sé ya la explico mal, porque por un lado se me han ocurrido tantas cosas leyéndola que comentarlas a alguien que hace la primera lectura suena a paranoia. Y por el otro, las cosas pequeñas que me parecen genialidades puede que no sean más que fragmentos normales que yo he acabado elevando a la categoría de genialidad de tanto leerlos.
Creo que estoy totalmente de acuerdo: a veces, explicar una novela demasiado analizada suena a paranoia, pero yo creo que de esa lectura paranoica surge algo importante que no sabría nombrar. Algún tipo de verdad, alguna extraña conexión con el autor. Escribir lleva a neurosis varias y a paranoias, porqué el mismo hecho de escribir ficciones tiene algo de trastorno por más socialmente aceptado (tolerado) que sea. Comprender al autor sólo es posible entrando en este mundo neurótico, y en el caso de "Nada" parece obvio. La narración es tan pura que tiene algo de medieval.
EliminaDesde luego las imágenes son tan gélidas como el ambiente del piso de la calle Aribau. Cuando observo el rostro de la ganadora del Nadal la imagino, sola y aterida, en esa casa; ya sé que ella, la escritora, siempre negó que Nada fuera autobiográfica, pero... Ay esa carita angelical con el corazón deambulando entre muros pintados con humedades, en permanente otoño-invierno.
ResponEliminaEs difícil imaginar que la novela no habla de su propia experiencia, aunque debidamente contada de forma literaria. El retrato de la Barcelona de postguerra y de la vida de la burguesía rancia es tan demoledor que a veces lleva a imágenes de terror y de asco. Y por otro lado, explicar que la familia es el verdadero infierno así, sin manías, permite una reflexión sobre nuestro pasado tanto individual como colectivo que resulta terrible. Hay que leerlo despacio y con pausas.
EliminaNada, va ser un dels primers llibres que em van fer seguir en l'aventura de llegir..m'han entrat ganes de rellegir-lo..
ResponEliminaSi la rellegeixes espero que la gaudeixis tant com jo, que ho he passat molt millor que als 20 anys.
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