Barcelona me pone de mal humor y quizás sea por este motivo que hoy me he equivocado de calle. Tenía que bajar a la ciudad y cuando buscaba la calle de la Independencia me he metido en la calle del Dos de Mayo. Eso parece una oportuna broma fácil sobre el alboroto que han montado sus señorías diputados y diputadas (y que corean algunos miles de ingenuos). Pero no lo es, simplemente ha ido así.
He visto a las personas que tenía que ver y luego no lo he podido evitar: dando un rodeo de apenas cinco minutos he pasado ante mi antigua casa, donde viví con mis padres. He andado ante la fachada oscura casi sin mirarla, sin atreverme a mostrar interés por el portal. Como si no tuviese nada que ver con la puerta que crucé miles de veces. Una especie de pudor exagerado y enfermizo me ha invadido, he agachado la cabeza y he pasado ausente, como olvidado, simulando que andaba cavilando algo, alejándome de cualquier emoción y de la puerta entornada con la luz del vestíbulo prendida (el tono amarillento por donde una figura bajita y rechoncha, abrigada en ropas oscuras subía las escaleras lentamente, con dificultad de anciano o de minusválido). He pasado ante el portal convertido en un actor que interpreta a un fantasma leve y despistado.
Cuando he doblado la esquina del Paseo Maragall he sentido un alivio, he levantado los ojos y entonces me han visitado los recuerdos, me han alcanzado como los engolados cazadores ingleses a un desprevenido zorro en una cacería inglesa.
Las últimas imágenes de este piso son las del día en que, una vez vacío, mi hermano y yo devolvimos la llave al administrador de la finca. Quedaban atrás tres meses de invierno vaciándolo, desmontando los muebles uno a uno, llevando sacos de ropa a Cáritas, libros a los drapaires y algunos trastos -pocos- a las tiendas de segunda mano de Sant Antoni. Cada rincón y cada mueble de la casa contenían recuerdos des de la primera infancia pero sin embargo esa escena final los ha cubierto como un sudario. Los recuerdos huelen distinto con la tela color ámbar del desalojo y el olvido.
Recuerdo las largas horas del verano de 1977 en la butaca color arena, leyendo a la luz reverberante de esos julios y agostos del preadolescente en vacaciones, cuando la vida por delante es más larga que el mundo entero. Y a la vez recuerdo el instante en que rompí la butaca porqué no pasaba por la puerta, camino del contenedor de trastos viejos, a finales de abril de 2011. La imagen de la butaca habla con dos voces, se vuelve esquizoide y se desdobla.
Uno de los últimos días en este piso que ahora no he osado mirar, mi hermano y yo encontramos unas viejas cajas de zapatos con centenares de soldaditos de plástico. Los dispusimos para la última batalla encima de la mesa del comedor, justo antes de desmontarla. Nos quedamos en silencio observando las figuritas, muchas de ellas cojas o mancas, acéfalas, desgastadas. Los dos bandos iban a perder esta batalla. No he podido evitar pensar en la tragedia monstruosa de los desahucios que hoy llenan páginas de periódicos, la monstruosa codicia legal de los banqueros. Soldaditos mutilados y enfermos ellos también, dispuestos con una ridícula marcialidad en la guerra de los ricos contra los pobres en la que todos terminan desahuciados.
He sentido otra vez el aire fresco del alivio, luego, ya de noche, en el tren que huye de Barcelona. Rostros cansados, casi amarillentos a la luz quirúrgica de los fluorescentes del ferrocarril. Mientras estaba sentado contemplando mi propia imagen reflejada en el cristal de la ventana (¿porqué, de noche, las ventanas de los trenes reflejan los rostros fatigados?) iba pensando en este texto, en las palabras o frases clave que quería escribir -algunas de las cuales y sin duda las mejores se me han escapado para siempre.
Al llegar a casa y ponerme a escribir este texto me he dado cuenta de que había olvidado la fecha en que murió mi madre y he tenido que teclear su nombre en el google. La esquela virtual de Roser Albert me ha revelado el dato y a la vez he descubierto que, en Hungría, existió un Albert Roser. Entornando los ojos he imaginado que se conocieron y he intuido un cuento al estilo de Julio Cortázar, dos seres alejados que se persiguen y quizás son el mismo, quién sabe. La continuidad de los parques y de la memoria, la extraña urdimbre de los vivos y los muertos. Los soldados hieráticos dispuestos a una guerra perdida pero eterna. Los desahuciados, los pobres, los grotescos banqueros, los rostros cerúleos que vuelven a casa en el último tren de cercanías surcando la noche inútil.
un relat estremidor i nostàlgic, solcant la nit inùtil.
ResponEliminaUn atac de melanconia, ja ho veus. Quan arriba la tardor...
EliminaQuan t'ataca la melangia no hi ha qui t'aturi: cantes. I el cant a l'oblit és gris i trist. I màgic.
ResponEliminaEn quan als soldadets, tots n'hem tingut, i crec que ens hem de plantejar què ens aporta una societat que "juga" a la guerra. I ha coses que no hauríem de tocar ni de broma.
I aquests soldats i aquests tancs segueixen venent-se a les botigues, però si fas un cop d'ulla als jocs de guerra per a PC o la Xbox et quedes de pedra: allò era molt innocent.
EliminaTambé tenc soldadets i jocs de la play i vaig esser insubmis a l´exercit i ara ho som per convicció i necesitat.
EliminaJa ho veus, jo també vaig ser insubmís al cap i a la fi, i tan sols per una poprtuna amnistia al darrer moment no vag anar a visitar la casa de les reixes.
EliminaI es que el cas dels deshaucis es increible: paguem milions als bancs perquè cobreixin les deutes però els bancs no ens perdonen les hipoteques que no es cobreixen només amb la propietat sino sumant els interessos. El negoci rodó. cobro d'aqui i embargo d'alli.
ResponEliminaUn dia d'aquests van cremar amb benzina una oficina de La Caixa...
Eliminahttp://danielfuente.blogspot.com.es/2012/11/dinero-caliente.html
Et felicito pel text. Molt bo. Cada vegada tinc més clar que quan apareix la Roser Albert, com un fantasma personal teu, et dona una energia especial que fins i tot les idees més crítiques les dius amb una harmonia que ningú les pot contradir perquè són emotivament contundents.
ResponEliminaLlegint el teu text no he pogut treure'm del cap la dona de Barakaldo que ha saltat per la finestra abans que entrés el jutge i el gestor del banc. En fi, un escàndol el tema de les hipoteques, dels desnonament i de tot plegat.
Crec que aquet escàndol és un crim al qual, un cop més, assistim sense oposar cap resistència i sense donar resposta. Algun dia ene spreguntaran: i tu què feies mentre desnonaven els que no poden pagar?
Eliminapenso com en Galderich que quan apareix la Rosa Albert els teus textos prenen una intensitat especial on tot sembla harmonitzar-se d'una manera inevitable..
ResponEliminai també hi ha frases al text molt evocadors, com ara aquesta vida que de adolescents sembla més llarga que el món sencer.. , el tren que fuig de la ciutat o el reflexe dels rostres fatigats a la finestra..
per acabar, me n'he adonat que érem del mateix barri.. jo per mallorca castillejos..:)
És curiós, sembla que en aquesta òrbita dels blogs som uns quants que vam viure per aquella zona...
EliminaLa realidad de la vida...
ResponElimina¡¡Saludos!!
O la irrealidad de la vida.
EliminaAlgo del espíritu acompaña a las cosas. Algunas veces me paseo por la casa de mi padre, que es una casa grande y veo sus fotos y ventilo la casa y arreglo el jardín y quiero mantenerlo como cuando el estaba, nunca he ido a su tumba, mi respeto a su memoria es mantener su espíritu en lo que el hizo...
ResponEliminaY cambiando de tema, un desahucio debe tener como respuesta, un zippo y veinte litros de gasolina, hay veces que no queda otra...
A mi también me parece que se ha terminado el tiempo de determinados pactos, y que ha llegado la época del zippo y la gasolina.
EliminaLa tardor i la melanconia , en el meu cas s´avia .Espero consevar molts anys els objectes i demés, el que no recordo la mare ( ja avia ) m´ho explica.
ResponEliminaA n´aquesta , gent que som tots ( com em recordaves al poema ) li he de fer costat lluitant desde les plataformes ...i desde la metxina , com no .
Tu posses el zipppo i jo els mistos si de cas.
salut , lletra , seny i lluita. Insubmissió social.!!!
Això del zippo i els bidons ho hem de parlar, seria una inelegància no encendre alguna oficineta de La Caixeta.
Elimina"...en el tren que huye de Barcelona". Y una mirada de refilón a las cenizas de la niñez que se adhieren, invisibles, al plástico de los soldaditos mutilados. Y los restos del sillón troceado de las lecturas adolescentes dejando marcas indelebles en los surcos de las manos.
ResponEliminaEl tren huye, sí, pero el viajero porta en su equipaje el manoseado puzzle del pretérito para recomponerlo en una sola décima de segundo que parece eternizarse más allá de la estación de destino.
Me ha encantado el texto, Lluís.
Creo que nos pasamos mucho tiempo recomponiendo ese puzzle, casi hipnotizados.
Elimina