Con el bienintencionado (y obsesivo) objetivo de promover la lengua y la cultura, en Cataluña hay más premios literarios que escritores. Se trata de promocionar a esa figura entrañable: el letraherido, el lletraferit. El lletraferit es esa persona que, aún sin haber leído ni estudiado demasiado, siempre le ha dado por escribir poesías y cree que son muy pero que muy buenas. En mis tiempos mozos conocí a muchos lletraferits e incluso yo lo fui durante un breve periodo de tiempo.
Uno suele empezar a escribir poesía de muy joven, con intención copulatoria, aunque a muchos esa premura se les pasa con el tiempo: encuentran otras estrategias o, simplemente, satisfacen su impulso y se dedican a trabajar, a ver el fútbol o a ganar dinero. Sin embargo, hay un residuo de personas que persisten en su adolescencia y la cronifican entre verso y verso. Esos son los que se presentan a los premios literarios de Vilafranca de l'Arquebisbe, Sant Ferriol d'Entremón o Sant Prepuci de Baix. A veces ganan el premio y publican un librito que nadie lee, pero que ellos mandan por correo postal a determinadas amistades, con un sello real, todavía con la esperanza de obtener la consolación primigenia.
Los premios literarios pueblerinos se publican, invariablemente, por el convenio del consistorio con alguna pequeña editorial, tan pequeña como crepuscular y siempre al borde de la bancarrota. Todo lo que rodea al premio es el discurso milenarista de lo catalán y terminal, ese victimismo ploramiques y pesetero sin el cual no se puede comprender nada de Cataluña.
Eso es una herencia de los tiempos de Pujol, el presidente que odiaba la cultura y solo quería ver un poco de cultureta en su hacienda, que es lo que más les gusta a la menestralía rural de este país carlista. Es cierto que todo el embrollo deriva de los poetas de la Renaixença y de aquellos Jocs Florals que, de forma casi inverosímil, todavía se celebran. El esquema mental de los Juegos Florales persiste en este presunto país, anclado en la niebla tenebrosa de un pasado imaginario de condes, de puerilidades pastoriles y de delirios soberanísimos y muy solemnes.
Hace poco me di de bruces con el premio de novela "Margarida Aritzeta". Cuando lo leí me dio un respingo: hace años conocí a Aritzeta y, al ver que un premio llevaba su nombre, pensé que la señora murió y habían convocado un premio en su honor. Me equivocaba. Margarida Aritzeta está viva -siempre según la Viquipèdia. Quizás ya no quedan muertos para tanto premio y hay que empezar a tirar de escritores vivos, aunque sean de la tercera fila empezando por el fondo.
La trayectoria literaria de la señora Aritzeta es más bien discreta, por lo que uno se sorprende todavía más de tal iniciativa. Tras unos inicios de eterna promesa inconcreta, Aritzeta estuvo décadas en silencio. Hace poco alguien la repescó para la novela negra, aunque tras leer una de ellas me llevé las manos a la cabeza: si eso es novela negra más vale que Hammet no levante la cabeza de su tumba: lo de Aritzeta es gris. Acaso gris perla.
Vamos a dejar en paz a la noble señora: nuestro mal no quiere mucho ruido. Los premios literarios catalanes crecieron sin freno ni vergüenza durante los años más oscuros del pujolismo y se multiplicaron durante la década nefasta del independentismo rampante. Se puede formular la hipótesis de que ahora, con el fin del procesismo y el descalabro que se avecina, esos premios rurales irán en descenso. Eso sería una buena noticia para la cultura universal incluyendo a la catalana.
Y será, sobre todo, una buena noticia para los árboles que se librarán de ser talados para convertirse en papel: jamás el mundo vegetal hizo tan gran sacrificio, tan inútil y tan gratuito como el que hicieron para publicar los premios literarios catalanes. Del fin del procés se alegran incluso los pinos.
Margarida Aritzeta...¿y quién es esta señora?. ¿qué ha hecho? como para merecer el nombre de un premio literario..
ResponEliminaPor si le sirve de consuelo, la " semana cultural" en mi aldea manchega va por derroteros similares. Yo creo que todo ésto son emanaciones de las diputaciones provinciales, pero igual habría que preguntarle a Stephen King....
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