La literatura catalana contemporánea regresa al periodo de la "Renaixença". Vamos a hablar del último éxito literario conocido por aquí, la novela "Canto jo i la muntanya balla", de Irene Solà, que según su editor se ha traducido a más de 20 idiomas -dato que aporta como prueba irrefutable de su calidad literaria.
La verdad es que me llegó el libro sin buscarlo, y aproveché para darle una lectura rápida. La prosa es poética y cuidada, aunque el interés decae súbitamente antes de la llegar a la mitad de sus páginas, ya que uno percibe que nada nuevo aparecerá en las siguientes y que, de algún modo, ya está todo dicho. Pero eso, que es común a muchas novedades de por estas latitudes, no sería tema de conversación. El asunto que me choca es el decidido regreso a lo rural como fuente de pureza, veracidad y autenticidad. Hay un rechazo a lo urbano que es deliberado y diría que incluso programático.
De alguna manera, lo que cuenta Solà es: la Cataluña de veras está en las montañas. Idea que no aparece ahora por casualidad, si no en pleno resurgimiento del nacionalismo esencialista. Una idea que nació a principios del siglo XIX, en la oleada del primer brote nacionalista, de los primeros autores seducidos por el romanticismo tardío europeo y al lado de los pensadores que parieron la idea de la "raza catalana". Si Irene Solà lee esto me dirá que estoy tomando algo malo y que lo deje, pero a mi me parece -en perfecto estado de consciencia- que eso es lo que hay. Aquella "Renaixença" ya se fue a escribir sobre los pueblos del interior buscando algún atisbo de pureza. No nos olvidemos que Barcelona, por aquellos tiempos, ya era una ciudad bilingüe, industrial y conflictiva.
Durante los últimos diez años he ido siguiendo (con interés decreciente) algunas pequeñas editoriales dedicadas a la novela de género negro en catalán y he observado lo mismo: los primeros números de cada colección trataban de lo urbano, pero a partir de cierto momento se produce el sesgo ruralista y las tramas se vuelcan en los pueblos de montaña -rehuyendo a los de la costa, demasiado cosmopolitas para su gusto. Casi perplejo leí el análisis de un experto en el asunto que, en un ensayo, habla de algo así como del descubrimiento del género negro rural, que pone de manifiesto que "también en los pueblos idílicos se cometen crímenes". Eso es una observación que produce sonrojo por su puerilidad. Me chocó la escasa perspicacia del experto, incapaz de identificar esa influencia del nacionalismo esencialista, obligado a escribir sobre pueblos y a abandonar la gran ciudad: la ciudad es compleja, cosmopolita, multilingüe, demasiado "española" para sus intenciones.Me viene a la memoria una novelita catalana que se permitió situar la trama en Galicia, y eligió la Galicia más profunda y rural y en donde se explicita que es allí donde se encuentra la verdadera Galicia, repitiendo, en realidad, el mismo mantra: lo verdadero está en la profundidad del monte y lo urbano es espurio.
Es decir, incluso la novela negra se marchó a las esencias. No es casualidad que una de las autoras de referencia de este giro sea la señora Núria Cadenas ("Tota la veritat", 2016, inexplicablemente premiada), que algunos de ustedes recordarán por un pasado que debería quedar al margen de cualquier crítica literaria pero que ahí está. Y que sus defensores, sin embargo, sí usan para ensalzarla.
Regresamos al carlismo, con sus fueros y sus misterios y su lista de mártires y héroes.
Interesante reflexión. Es posible que sea tal como dices, quieren volver a las raíces porque lo que hay ahora en las ciudades ya no les convence.
ResponEliminaAyer, sin ir más lejos, vi cinco madres magrebies con cinco carritos de bebes, cada una con uno, me llamó la atención porque iban todas juntas hablando.
Pensé que dentro de una generación (Ortega contaba cada generación por quince años y cada época cinco generaciones), dentro de una, digo, aquí se hablará un spanichmagrebí y todo lo demás a hacer puñetas.
Salut
La atracción por el condado de Yoknapatawpha no deja de ser universal.
ResponEliminaPara el nacionalismo catalán, las grandes ciudades, y en particular Barcelona y su área metropolitana, son lugares "impuros", habitados por una raza humana mestiza y pervertida por la mezcla de culturas y el cosmopolitismo.
ResponEliminaLos nacionalistas son gente que acumula muchas lecturas de leyendas y mitos, y han leído muy poco sobre antropología.
Yo les aconsejaría que se fueran con cuidado cuando descubran la realidad histórica, y les suceda algo como lo que experimentó Hitler con respecto a los ancestros germanos, cuando descubrió que las tribus germanas primigenias que habían convivido con el Imperio Romano habían sido poco menos que cavernícolas que sobrevivían saqueando a las tribus vecinas, fuesen germanos o no.
Hay que ver el daño cultural que hizo la tergiversación histórica realizada por los de la "Renaixença", los Pitarra y compañía.
Barcelona, y la mayor parte de las ciudades del litoral, acumulan más de dos mil años de historia, y fueron un crisol por el que desfilaron fenicios, griegos, romanos, visigodos, bizantinos, árabes, genoveses, venecianos, franceses. . .
Y actualmente, reciben inmigrantes procedentes de los cuatro puntos cardinales.
Así, poca pureza étnica puede haber en ellas, salvo que se realice una limpieza étnica al estilo de los Balcanes, cosa que creo que es el sueño inconfesable de algunos, solo tolerando al personal justo para realizar los trabajos sucios, pero imprescindibles, y una vez acabada la jornada, regresen a sus guetos para no moverse de allí.
Nada que decir si alguien quiere vivir engañado, solo que no me imponga a mí sus mentiras autocomplacientes.
Saludos