Las guerras sacan lo peor del ser humano, de eso no hay duda. Sin embargo, hay ciudadanos que de repente sienten la llamada de la bondad: si dicen que la maldad es banal, deben pensar, luego la bondad debe ser excepcional, y yo quiero ser un hombre excepcional.
Me explico: escucho una entrevista en la radio del coche, entre bostezos (la noche ha caído hace horas, llevo muchas horas en el trabajo, el cielo se cubre con un manto de amarillo pálido). Un hombre -un buen hombre de la Cataluña profunda- se ha ido con una amiga a la frontera de Ucrania, con una furgoneta llena de comida, medicamentos y otros enseres sin especificar. Entre los vecinos (los más buenos, sin duda) ha podido rellenar la furgoneta, y el Ayuntamiento del pueblo le ha dado mil euricos para pagar la gasolina, que está por las nubes. Por el camino ha contactado con varias familias de exiliados vía WhatsApp, y a todas les promete que las llevará a España (a Cataluña, especifica el buen hombre). Una vez allí se da cuenta de algo obvio: en una furgoneta no caben cuatro familias, y entonces pide ayuda no se sabe a quién. Y lo aprovecha para criticar a los gobernantes a la vez que le da mil gracias a Laura Borrás: por lo visto nuestro buen hombre es un trabajador del Parlamento y la presidenta le ha dado permiso para ausentarse unos días a hacer el bien. Quizás le haya dado diez euros para los gastos. Ja ho trobarem.
La periodista que le entrevista se enternece ante la muestra de bondad catalana, pero no le pregunta lo que cualquiera le preguntaría. En vez de eso, se pregunta en voz alta: ¿el mundo sería mejor si hubiera diez hombres más como este?
Las guerras se pasan por las teles, aunque mucho me temo que usted vería una guerra diferente si sintoniza un canal español o bien uno chino, norteamericano, bieloruso o de África del Sur. Sea como sea, mucha gente siente como le sale un pequeño Oscar Camps de sus adentros y se lanza a la carretera como un moderno Sir Galahad. Y más aún tras ver que a Oscar Camps le han hecho una peli, con el gran Eduard Fernández en el papel principal. Nuestro bienhechor catalán de la Cataluña profunda, de viaje hacia la frontera de Ucrania, se habrá ensoñado con ser el protagonista de una peli futura, quizás con Javier Bardem interpretándole al volante de la furgoneta, con su amiga al lado, cantando a grito pelao canciones de John Lennon o de Joan Baez (y alguna de Lluís Llach, por supuesto).
Por un momento, solo, en el interior de mi cochecito regresando a casa, me pongo en la piel del exiliado ucranio que espera la llegada del catalán que le llevará a Cataluña. Junto a su familia. La esposa, los niños, el frío descomunal, la soledad, el horror, las imágenes imborrables de las columnas rusas y el fuego, las bombas que estallan durante la noche, los cuerpos tirados por las calles, los mensajes patrióticos en la radio, las banderas sangrientas. Por un momento me pongo en su lugar y se me hiela el corazón. Y entonces veo llegar al bienintencionado señor con su furgoneta y su promesa de meter en ella a cuatro familias. Lo quijotesco funciona en la literatura, pero ¿funciona en la vida?
La periodista, por fin, se huele algo. Y le pregunta: ¿Ya ha previsto usted qué hará con esas familias que piensa traerse a su pueblo?. Y nuestro Galahad balbucea algo, medias palabras: una amiga les prestará un piso, quizás el ayuntamiento otro, alguien les dará trabajo, digo yo.
Es decir ¿en qué consiste ayudar a los demás? ¿Se ha previsto algo? Aparte de presentarse ante sus conciudadanos como un valiente bueno, un solidario sin mácula, conciencia abrillantada con la furgoneta marca Cillit Bang... ¿se ha pensado realmente en esas personas? ¿Pensó nuestro buen ciudadano ejemplar que son personas de veras las que le ayudarán a presentarse como un héroe salvífico?
Por supuesto que las autoridades europeas están tardando en organizar la acogida y la inserción social y laboral de todos esos exiliados, y quizás esos quijotes deberían alarmarles y, por consiguiente, removerles un poco.
Demasiada realidad virtual es lo que hay.
ResponEliminaSupongamos que se trae cuatro familias, bien. ¿Y después?.
Lo primero : ¿Dónde los alojas?
Lo segundo: Papeles, hacen falta papeles, para todo, para escolarizar, para encontrar trabajo, para alquilar un piso, para darse de alta en la SS, para tener teléfono, gas, electricidad... o sea, hace falta llevarlos a la embajada de Ucrania en Barcelona y hace falta que se les crea quienes son, que esa es otra.
Lo tercero ¿Comida?, quién les abastece de comida mientras no encuentran un subsidio
Cuarto ¿ Quién los subsidia? y donde se hacen los trámites, y mientras no llega la paga, hace falta papeles para abrir una cuenta corriente, quién les da dinero para los gastos primigenios.
Todo esto está muy bien, pero ha de ser organizado por el Ay untamiento o el Estado. A nivel particular la ayuda humanitaria in situ o llevando cosas es lo fundamental, pero traerse personas hacia aquí sin el consentimiento de las autoridades es todo un despropósito.
Tengo otras preguntas que hacer. ¿Porqué ahora y a causa de esta guerra televisada?, ¿No hay pateras y pateras y muertes en el Mediterráneo y gente que quiere trabajar desde hace mucho tiempo y nadie va en furgoneta a llevárselos a su pueblo para encontrarles salida, tal como está sucediendo en esta guerra?
temo que la propaganda , tanto de uno como del otro lado, está cumplindo su misión, que es desinformar.
Unas vacaciones pagadas y algo que contar en el bar entre trago y trago de ratafia. Se parecen a los convoy humanitarios de camiones todo terreno que van al Sahara, se gastan más en ruedas de arena, de humedad, de todo terreno o de carretera que lo que llevan como ayuda. Impostura.
ResponEliminaUn saludo
Y salir por la tele, porque si se quisiera, ayyy si se quisiera, todo se haría anónimamente.
ResponEliminaSalut