Hace poco, a la vuelta de una incursión por los paisajes y los lugares de Jacinto Verdaguer, el poeta loco, recalé en Vic. El tiempo era clemente y lucía el sol. Tras dejar el coche en un descampado fangoso, caminé hacia el centro. Me sorprendió la ausencia absoluta de banderas nacionalistas en los balcones, y por un instante pensé que la locura había amainado, por fin, incluso en las poblaciones más lúgubres y carlistas.
Hasta que llegué a la Plaza Mayor.
Por si alguien no lo conoce, en la Plaza Mayor de Vic está el Ayuntamiento. Cuando llegué a dicha plaza, el sol ya se había puesto y el lugar se inauguraba en las tinieblas de una tarde de diciembre. Las tiendas estaban abiertas, con sus lucecitas y sus anuncios de colores. Las gentes estaban en las mesas de los garitos, aprovechando el buen tiempo de regalo. Todo parecía leve y fluido, excepto si uno levanta la mirada y contempla las fachadas.
En los muros, a una altura imposible, están las grandes pancartas con los rostros de los "exiliats". Ahí está el rostro del siniestro Puigdemont y sus compañeros de Waterloo, amén de la indescifrable Gabriel y Marta Rovira, la prófuga tan inexplicable como lacrimosa. La visión es inquietante. Hay algo maligno en la exhibición de esos rostros serios y amenazantes, inquisidores y graves, levantados en lo alto de las fachadas leprosas. Aúlla un viento primitivo y caníbal en lo alto, aunque abajo, a pie de calle, las gentes actúen con indiferencia mientras toman sus refrescos y sus pastelitos, sus vinos y sus cervezas. Esas efigies hieráticas dan miedo, son rostros que miran y juzgan y sentencian. Si el nacionalismo es la muerte, esos rostros en las fachadas de la plaza de Vic son las trompetas que vaticinan el desenlace. Un apocalipsis pequeño, de tamaño catalán, se abalanza sobre la pobre villa quejumbrosa.
Una campana tañe a lo lejos. Nadie le responde: en las terrazas, las gentes siguen con sus cervecitas. Zumba un aire pútrido que agita las fatigadas banderas de la casa consistorial con un impulso terminal. En la librería que todavía tiene la luz prendida leo los títulos que se muestran: no hay rastro de los libritos de los "presos i exiliats". Incluso en el corazón de la miseria nacionalista, la miseria nacionalista se extingue.
Tras tomar algo, emprendo el camino de vuelta hacia el descampado embarrado en donde dejé el coche. Me detengo ante un edificio tan solemne como sombrío, enorme, siniestro. En uno de sus accesos hay un cartelito pequeño que me obliga a ponerme las gafas: ACDC, como el grupo de Heavy Rock. Pero resulta ser "Associació Catalana pels Drets Civils", aunque solo se preocupa de los exiliados procesistas. Son tan lúgubres y cínicos que incluso en ese cartelito piden un donativo.
Sigo calle abajo, en donde ya no veo ninguna banderita. En una librería me detengo y compro dos libros, en castellano, traducciones del ruso y del inglés.
Hace tiempo que me abstengo de pasar por ciertas poblaciones, me evito todo tipo de elucubraciones y no me da por especular.
ResponEliminaAldeas grandes hay cada vez más, todas encerradas en sus cuitas.
Cuidate
Yo habré pasado casi una década sin visitar muchas de esas poblaciones del interior lacista, porque me provocaban una mezcla de pena y de miedo. Ahora he aprendido a verlas con mirada de antropólogo, aunque todavía con el corazón encogido.
EliminaIgual que Miquel, hace unos pocos años que asumí como un hecho que estos pueblos han perdido a un visitante que décadas atrás disfrutaba del simple hehco di ir a visitarlos por el mero hecho de hacerlo.
ResponEliminapodi-.
Mucho me temo que esas poblaciones han perdido visitantes. Si algún desprevenido caía en ellas estoy segura de que se marchaba escarmentado, para no volver nunca. Al final, el procés ha sido la década nefasta de Cataluña en muchos sentidos.
EliminaMe sumo a los dos comentarios anteriores. Hace ocho años que no me adentro en ninguna de esas "aldeas", como las llama Miquel, lugares que antes frecuentaba con cierto agrado, aunque siempre fueron poblaciones un poco cerradas. Vic, Solsona, Cardona, Sant Sadurí d´Anoia o incluso el antaño alegre y desprejuiciado Vilafranca del Penedés, con tanta inmigración. ¿Qué ha cambiado? No lo sé, pero curas y alcaldes pelotas del bastón tienen algo que ver. Y aquel que no comulgue, más vale que lo sisimule o que se quede en casa.
ResponEliminaSin embargo... creo que es evidente que algo ha cambiado en los últimos meses. Para unos es la fatiga propia de la masa de crédulos que ya no creen tanto, y otros lo atribuyen a la política del PSOE, que supo dividir y desarmar al lazismo. Como siempre, la explicación obedece a muchos factores.
EliminaDisimule.
ResponEliminaAyer estuve en el Poble Nou, un barrio de Barcelona que me encanta. De camino a la rambla, vi en un descampado una pintada que me dolió. Decía: "Espanya és miséria". Si hubiera tenido un rotulador grueso habría escrito debajo donde nadie se había atrevido a contestar a lo escrito lo siguiente: "No vull molestar peró això significa que no coneixes Espanya y tampoc el que és la misèria". Me dolió por el desdén, el supremacismo y la ignorancia absoluta del que había escrito aquello. Por supuesto lo que hubiera escrito yo si hubiera llevado un rotulador grueso y me hubiera atrevido habría durado un telediario. En fin.
ResponEliminaEn efecto: quien escribe ese tipo de aforsmos demuestra solo ignorancia: desconoce a España y, sobretodo, desconoce la miseria. Pintadas de ese tipo, simplonas y vacía, hay muchas y en todas partes. Puedes econtrar "España es represión", "España es fascismo", etc. Y todas ellas solo cuentan la ignoracia del escribiente, que no tiene ni idea de represión ni de fascismo. A algunos les vendría bien haber nacido en la España de los 40 para ilustrarse un poco sobre miseria, represión y fascismo. Sin embargo, muchos de esos lacistas de hoy vivieron en los 40 y no levantaron ni un dedo contra el régimen.
EliminaVic es el corazón carlista de la Cataluña decimonónica. Tanto seminario y tanta sotana durante siglos, ha dejado una huella profunda de fundamentalismo retrógrado en el subconsciente de los indígenas de la zona.
ResponEliminaY ahora que la religión ha cado en la decadencia, necesitan otro "credo" en el que "hacer piña", ya sin los curas "trabucaires".
Estarían muy cómodos regresando al siglo XVIII.
Lo jodido del caso, es que la ley electoral prima con mas diputados a lugares como ese....
Creo que has dado en el clavo. Para comprender lo que sucede en Vic se debe ir a la historia y leer lo que sucedió allí durante el carlismo, que es la reacción antiliberal del XIX, cuando les convencieron de que los liberales habían venido a "quitarnos lo nuestro". Eso mismo sucede ahora con toda la ultraderecha nacionalista europea (incluyendo a Vox).
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