Del mismo modo que el nacionalismo no se inventó en Cataluña ni el exterminio masivo en Alemania, tampoco la estupidez patriótica tiene un origen claro ni definible. Hay muchas hipótesis sobre el (deplorable) fenómeno. Sin embargo, es obvio que a día de hoy hay unas naciones que se llevan la palma de oro: Hungría y Polonia por el lado europeo más rancio, Rusia por el oriental y la América trumpista por el oeste. En síntesis: estamos rodeados. ¿Rodeados? La estupidez tiene su quinta columna en España: ahí están Pablo Casado, el desdichado, y su primo Santiago Abascal, el mamarracho. La idiotez nacionalista es infinita y España sigue de nuevo en el candelero, huérfana de una derecha ilustrada.
Así, aún sabiendo todo el mundo que el "procés" ha terminado de forma abrupta, e incluso habiendo aceptado el indescriptible profeta Jordi Cuixart que la cosa independentista ha caducado, son miles los que siguen empecinados en levantar las banderas y las antorchas, siempre vigilantes ante la pérdida de las esencias patrias: por un error (mío y estúpido), amanecí en Twiter y así puedo ver, a veces con gran regocijo y a veces con una pena infinita, como persisten en el odio patriótico muchas personas de apariencia sensata pero de tuit odiador. Entre ellas, el señor Pau Vidal, completamente desatado en su manía persecutoria contra los ciudadanos catalanes de clase baja o media-baja que no usan el catalán, o contra los catalanohablantes que lo usan mal. No recuerdo haber leído un solo tuit del señorito Vidal contra el desuso del catalán del señorito Messi, ni contra el catalán muy chocante del Consejero de Economía. Es curioso: las andanadas del purismo lingüístico siempre miran hacia abajo. No vaya a ser que molestemos a las élites, que persisten en hablar el catalán del que ya se mofaba Santiago Rusiñol hace más de cien años. ¿Acaso Pau Vidal comentó alguna vez que en casa del señorito Arturito Mas se habla en castellano?
No, el mal no es de ayer. En su magnífica obra en dos tomos "La raza catalana", Francisco Caja nos contó las raíces racistas ya viejas del nacionalismo catalán, y el libro sigue siendo de rabiosa actualidad y de lectura obligatoria para comprender las sandeces de Vidal y de tantos otros (y otras) que siguen empecinados en demostrar algo muy raro: que los catalanes somos superiores a las personas de nuestro entorno, que somos más cultos, más europeos o más descendientes de los griegos que de los romanos (ya que, a criterio de un lumbreras como Oriol Junqueras) los griegos eran superiores a los romanos. Todo eso huele mal y decimonónico, es cierto, pero es lo que circula a día de hoy por las huestes del Twiter patriótico, y no pasa día sin que tengamos el placer de leer nuevas sandeces.
El mal nacionalista es antiguo y se arrastra, como un gusano, a través de las décadas. En algunos países, la cultura democrática ha podido con él. En regiones como la catalana, el mal nacionalista se aferra al humus y repta. Todavía.
El gran Javier Tomeo, que no era catalán si no aragonés, escribió en su Bestiario a propósito del gusano:
- Yo soy el gusano, -me responde-. Un animalito estúpido y lento. Respiro a través de la piel y mi tubo digestivo se prolonga de un extremo al otro de mi cuerpo. Pero mi madre, a poco de nacer, me dijo: “No te preocupes, Federico. No eres inteligente, ni hermoso. No tienes alas. Ni siquiera tienes pies. Arrastrándote, sin embargo, podrás llegar a cualquier parte”.
No he visto el Tuit, pero no me he perdido nada.
ResponEliminaAh, y no te preocupes, ninguna gusana encuentra fea su cría, al menos eso es lo que me dijo mi madre.
Sobre el interpelado, nada que no sepas, la sorpresa hubiera sido que pusiera unas palabras nobles sobre tu persona.
Un abrazo muy fuerte
Tuyo, Miquel
Añoro cuando no existían las redes sociales, y estos individuos solo podían despotricar apoyados en la barra de un bar.
ResponEliminaLo poco bueno que tienen, es que con la falsa seguridad que sienten, se atreven a vaciar el buche, y así conocemos en detalle su obscena intimidad mental.
Nuestros males vienen desde la época de Wifredo el Peludo, que pidió ayuda al rey franco para sacudirles la badana a los musulmanes del otro lado del Llobregat, y la respuesta que recibió fue : "Allá te las apañes".
Ahí nació este despropósito de supremacismo.