5 de maig 2021

España y el deseo de la guerra


El hombre de la foto es mi abuelo, uno de los dos. Murió por España y por la democracia, y por lo tanto no le puedo preguntar por España. Murió en 1941. A los 34 años. Y murió por España en un campo de refugiados, en Francia. La vida es rara y contiene esos giros trágicos. En España solo parece real lo que sangra, por eso gustan tanto los toros y el vino tinto.

Así las gasta España cuando España se lía a tiros contra sus hijos: uno amanece muerto en una playa, en Francia.

Hubo un tiempo en el que la guerra fue el signo de España. Ese tiempo se prolongó durante siglos. La España en guerra llegó a su clímax en 1936 y tuvo su fin, aparente, en 1939. Entre esos años se desató una masacre jamás vista entre vecinos, parientes y conocidos. Inglaterra y Alemania vieron sus ciudades destruídas bajo los bombardeos, pero los bombarderos eran del otro país. En España nos bastamos solos y nos bombardeamos entre nosotros. En algún momento aprendimos a destruirnos juntos y parece que eso nos gusta. Parece que nos guste ver al otro como a un enemigo a batir y, a ser posible, a humillar. ¿De qué sirven los programas educativos sobre tolerancia, diversidad y convivencia? ¿Dónde se quedó la conllevancia de Ortega? ¿Cuándo olvidaron los líderes políticos que también son pedagogos y ejemplares?

En 1939 terminó la guerra pero no llegó la paz: la paz no es la ausencia de la guerra, es la ausencia de la injusticia. La paz, o lo que más se le parece por el momento, no llegó hasta 1978. La paz está en la Constitución. En 1978 llegó la democracia, eso que algunos, por ignorancia o por mala fe llaman "el régimen del 78" como si fuese algo malo o un objetivo a derribar. Sin embargo, lo que sucedió en el 78 fue eso y nada más que eso: llegó la democracia. Con todas sus imperfecciones, la democracia más longeva jamás vista al sur de los Pirineos.

Quizás algunos sueñan con la España en guerra, quizás porque la guerra ofrece grandes oportunidades a los bestias, a los poderosos, a los violentos sin duda. El recuerdo de la última guerra alienta algunos discursos: el que nos llega desde Waterloo, el que metaforiza Vox a veces y el que usa Podemos cuando rescata des del abismo y las tinieblas eslóganes marchitos como No pasarán. En Cataluña, por paradójico que sea, la derecha nacionalista entona a veces el Bella Ciao en su más lamentable disonancia cognitiva.

En esa coyuntura, contar que la humanidad progresa cuando colabora parece buenista o naif, parece que es decir algo que nadie quiere escuchar, ya que lo que gusta de veras es la confrontación. Aún sin recordar de qué es capaz una España confrontada. Los abuelos murieron y ya no les podemos preguntar qué carajo sucede cuando España se enfrenta.

Los discursos del odio y del enfrentamiento no buscan lo mejor para la mayoría: buscan mantener los privilegios de los fuertes. Y la democracia (o el régimen del 78, que es lo mismo) nacieron para buscar la igualdad, una igualdad real entre géneros y territorios, entre lenguas, entre clases. Ese no es un camino fácil. Nadie dijo que la democracia fuese un camino de rosas ni que la vida iba a ser fabulosa.

Pero nadie quiere vivir en la noche ni en la guerra. Salvo los bestias, los violentos y los más fuertes. Algún día deberíamos hablar del asunto.

7 comentaris:

  1. El otro día volví a ver "Volver a empezar". El protagonista tuvo más suerte que tu abuelo. Pasó por los campos de refugiados pero sobrevivió. La película de Garci se rodó en la Transición. Hoy el llamado régimen del 78 es atacado por todos. Como siempre Lluis, muy bien escrito. (También tienes mano para el dibujo, Felicidades).

    ResponElimina
    Respostes
    1. Es una película maravillosa, que va ganando calibre con el tiempo

      Elimina
  2. https://youtu.be/t3cmzkNzszs De la banda sonora de "Volver a empezar".

    ResponElimina
  3. Cada vez hay menos abuelos que puedan contar algo, entre los supervivientes, quiero decir. Los que hoy vivieron aquello son muy mayores ya y nos encontraremos en poco tiempo en un escenario donde "nadie" vivo estuvo en aquella época ni siquiera de niño. Ese también es un peligro, nadie nos podrá decir "aquello fue terrible". Entonces habrá más posibilidades de "aquello".

    podi-.

    ResponElimina
  4. Coincido de pleno con los dos comentarios anteriores.
    Somos cainitas, recuerda que los gladiadores de las Hispanias, la Citerior y la Ulterior, eran admirados en las plazas romanas por su fiereza y falta de piedad.
    Un abrazo

    ResponElimina
  5. Desde luego cualquier guerra es una pesadilla, y los odios no contribuyen a la paz.

    Un abrazo.

    ResponElimina
  6. Vamos por mal camino, recuperando los fantasmas del pasado. No aprendemos nada de la historia pasada. Olvidamos que, en las guerras, la inmensa mayoría de los ciudadanos sufre una derrota. Solo los oportunistas sacan algún beneficio, lo demás es siempre miseria y destrucción.
    Saludos.

    ResponElimina