Ando por la calle, a media tarde, por el barrio de Espronceda. Delante mío van dos niños de unos siete años, morenos, avispados, de gestos y andares veloces. Gitanos. Hablan de sus cosas con esa voz poderosa y flamencorra que la naturaleza les regaló para envidia de los demás. En su boca todo es poesía.
-Los planetas son como huevos Kinder: dentro hay chuches, Mandonals, donus.
-Pero hay uno que por dentro lleva caca y pis, responde el otro, más bajito y sin reírse. Es decir: va en serio.
Me siento tentado de preguntarle al niño pesimista si no será que está pensando en nuestro planeta, pero lo dejo. Como es natural.
Han comenzado a florecer los artículos de pedagogos y maestros que hablan de los efectos de la pandemia sobre la población escolar, y no hay buenas noticias. Se nota el cansancio, el hartazgo de las pantallas, la falta de contacto humano, la desaparición de las salidas y las excursiones. Por no hablar de los niños que dejaron de comer en el comedor escolar por lo menos una vez al día durante el confinamiento, algo que nunca nombra nadie. En ese paisaje no me extraña que haya niños con una visión negra del universo. El mundo, de repente, se les revela hostil y amargo. Quizás siempre lo fue pero no quisimos verlo ni quisimos enfrentarnos a las verdades demasiado incómodas.
Dice Sven Lindqvist en su portentoso "Exterminad a todos los salvajes" que dos sucesos históricos parecidos no son iguales ni se puede afirmar que uno sea la causa de otro. Para concretar: el genocidio que perpetraron los belgas en el Congo no causó el exterminio judío a manos de los nazis. Pero sin embargo les allanó el terreno. La lista de exterminios anteriores a los nazis es extensa y prolija.
En 1850 ya había filósofos europeos (ingleses para más señas, como Herbert Spencer) hablando de razas superiores e inferiores, y de la necesidad de apartar a las inferiores en nombre del progreso de la nación. Primero apartarles y luego eliminarles. Todo el libro es un comentario a la frase que le da título, que es una frase pronunciada por el personaje de Kurtz en El corazón de las tinieblas, la obra cumbre del polaco que pensaba en francés y escribía en inglés. (Botifler al cuadrado, diría un procesista catalán).
Sigo andando por el barrio de Espronceda mientras el sol tiñe de malva las nubes y se despeña tras los bloques franquistas levemente maquillados. Es el atardecer lento, en primavera. Por un instante intento contarlo en francés y recuerdo algo de Baudelaire sobre el color malva, los gatos y el olor del pachuli. pero no puedo. No puedo, esa es la realidad. En la calle, más ensombrecida que el cielo, destellan las luces azuladas de la policía en su ronda vespertina por los barrios bajos. Soy incapaz de formular quién allanó el camino a quién, de donde sale la idea de una raza y por lo tanto de una raza superior a otras inferiores. Qué es lo que termina justificando los nacionalismos agresivos, los pasivos o los victimistas que, a la vez son también agresivos y pasivos. Me parece algo ya muy fácil construirse el rol de víctima y entonces recuerdo a Murray cuando advierte: no siempre la víctima dice la verdad ni tiene razón, no siempre es obligatorio que nos caiga bien y, a veces, la víctima ni tan solo es víctima. Eso me lleva a pensar en las veces en las que Laura Borràs se presenta como víctima de una opresión insoportable aún siendo una indiscutible privilegiada.
Víctimas, lo que se puede llamar víctimas, lo fueron los hotentotes, sin duda alguna. Los hereros de Namibia. La mayoría de culturas indígenas de norteamérica, los armenios. Etc. ¿Se le pueden añadir los catalanes nacionalistas a lista de las víctimas? Parece imposible y, sin embargo, lo hacen. Ha habido grupos de nacionalistas que se han juntado ante una panadería para acusar a la dependienta, argentina y recién llegada, de victimizarles por no hablar catalán. Pidieron su despido. Quizás su repatriación. O porqué no, su ingreso en un campo de concentración.
Tengo la impresión de que a día de hoy lo mejor para caer bien es presentarse como víctima de algo o de alguien. Quizás los belgas de Lepoldo II también supieron presentarse como víctimas de algo, para justificar el exterminio de los africanos. Por lo que leo, algunos argumentaron haber cometido atrocidades en respuesta al hecho de que uno de sus compatriotas fue asesinado y luego devorado por los hotentotes. Tras años de soportar torturas, la amputación de millares de manos, miles de violaciones, cientos de miles de castigos inhumanos, un hotentote se comió a un belga. Y los demás belgas exterminaron a toda una población.
Nunca sabremos quien fue el primero, quien allanó el camino a los demás. ¿Qué más da? Hoy me acostaré pensando en ese niño gitano de siete años que insinúa vivir en un planeta relleno de pis y de cacas.
Términos como Justicia están impregnados en nuestras mentes desde pequeños, lo que es justo y lo que no. Esa palabra tan rotunda, Justicia, que tiene un significado tan claro, (al menos para mi), pero muchos matices que la ayudan a construirse esta siendo últimamente maltratada, pisoteada, escupida, arrastrada y apartada por todo un aluvión de personas, personajes, personajillos y secuaces que buscan darle el sentido que ellos quieren para sacar adelante su "catecismo".
ResponEliminaTe dejo, ya que hoy es el día que es, dos fragmentos que, creo, van en la línea que tu dices:
"Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre. "
Y otra que me gusta mucho es esta.
"Cuantas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas, engañamos al diablo mismo".
Un saludo.
Qué es lo que termina justificando los nacionalismos agresivos, los pasivos o los victimistas que, a la vez son también agresivos y pasivos..."
ResponEliminaEsta es una pregunta de carga de profundidad, amic LLUIS. La que hace que vuelva a empezar la lectura, y a la que no encuentro respuesta, por mas que mire y remire a Gustabe Le Bon, a Canetti, a J. Carey, a Lipovetsky o a Ortega, que también intenta hurgar en esa linea.
Laura Borràs no es más que una vividora del sistema. Ya tiene su pensión vitalicia que es lo que deseaba. Sólo saldrá a decir cuatro chuminadas más, claro está, si estas le aseguran un cargo con mayor poder, y con este, más jornal.
Salut